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Un futuro posible, tras la pandemia. Por Mario Vega

            Los lamentables efectos de la actual pandemia por Covid-19 en Chile han permitido esclarecer un conjunto de falencias existentes en nuestro modelo de desarrollo que, en todos los planos, han hecho de los sectores más modestos de nuestra población las principales víctimas de esta dramática situación.

Fuere por el hacinamiento en sus viviendas, las dificultades en el acceso a servicios de salud, la informalidad o directamente, la pérdida de sus empleos y, por lo tanto de sus fuentes de ingreso, lo cierto es que es que los llamados a acatar las medidas de prevención y las cuarentenas establecidas en diversas comunas, no han podido lograr la efectividad esperada produciéndose en las últimas semanas un alarmante aumento de las cifras asociadas a contagios y decesos derivados de esta enfermedad.

Lo anterior, llama a reflexionar no solo sobre las condiciones de precariedad en que se desenvuelven las vidas de un miles de familias y en especial, los adultos mayores, siendo invisibilizados en medio del tráfago informativo cotidiano. A este respecto, las cifras nos muestran un preocupante panorama; durante el trimestre febrero-abril el desempleo a nivel nacional alcanzó un 9% ascendiendo a 814.730 personas[1], haciéndose especialmente importante en el sector de los servicios.

Por su parte, la aplicación de la Ley 21.217 sobre “Protección al Empleo” según los datos de la Superintendencia de Pensiones (SP) reportan un total de 552.551[2] trabajadores acogidos, pudiéndose a partir de ello preverse un subsecuente efecto en la caída del consumo, y posteriormente, de la oferta de empleos. Sin embargo, este panorama no concluye aquí. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), los salarios reales, es decir, su monto descontado el efecto de la inflación, registraron una disminución de 0,8% en lo que va del año[3], el mayor monto desde 2008 bajo los efectos de la Crisis Subprime.    

Todo lo anterior, justifica las recomendaciones entregadas por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en orden a establecer un ingreso básico de emergencia (IBE) para satisfacer las necesidades primordiales de las familias y sostener de ese modo el consumo a nivel del conjunto de la economía. Esta orientación, aportada por un organismo especializado que cuenta con un amplio reconocimiento, podría constituirse en un elemento clave para garantizar el aislamiento, especialmente por parte de quienes deben quebrantar las medidas de restricción a la circulación para obtener alguna forma de sustento, situación común en nuestro país y en la región.

Previsiblemente, esta institución avizora un incremento en los niveles de desigualdad descritos a través del coeficiente de Gini entre un 0,5 y un 6,0[4] esperándose un desempeño más perjudicial en las economías de mayor tamaño del continente. La pandemia de Coronavirus entonces, no solo dejará tras de sí una lamentable huella en pérdida de vidas humanas y pauperización, sino además un pesado lastre de inequidades en la distribución de la riqueza y en las condiciones de vida en el conjunto de nuestro continente.  

En tales circunstancias, el discutido asunto reingreso a clases por parte de los estudiantes del sistema escolar, cuando este se produzca, acusará el retorno del problema de la deserción dada la modificación en la condición socioeconómica de sus familias que claramente les señalará otro orden de prioridades. Resultará clave la implementación de estrategias de retención de sus alumnos mediante el abordaje de las variables psicosociales que explican su ocurrencia, fundamentales si aspiramos a que la idea de inclusión esté en la base del ejercicio del derecho a la educación.  

En tales circunstancias, cabe reflexionar sobre las limitaciones estructurales existentes en el modelo económico aplicado en nuestro país, como en las definiciones institucionales respecto de aspectos esenciales de nuestra convivencia como sociedad. Pero también, acerca de cómo abordamos los desafíos y las vulnerabilidades que la Globalización nos impone, sea a través de fenómenos de orden sanitario como el vigente, de una crisis económica internacional o de la profundización de los efectos del cambio climático, un complejo telón de fondo originado, sin duda, en décadas de explotación y extractivismo de los recursos naturales.  

De igual modo, este complejo trance nos ha permitido ver las postraciones que nuestra capacidad productiva ha experimentado en las últimas décadas mediante procesos de desindustrialización. Esta realidad, se ha hecho evidente ante la necesidad de contar con una producción autónoma, por ejemplo, de ventiladores mecánicos, existiendo hasta ahora distintos prototipos en espera del apoyo que permita su eventual fabricación en el país. Como se ha probado históricamente, han sido las etapas crisis en el intercambio a nivel mundial las que han amparado el avance hacia la elaboración de manufacturas en América Latina, aunque ello parezca paradojal.  

Entonces, es posible preguntarse si el principio del “Estado Subsidiario” es hoy en día una concepción que nos permite abordar los diversos desafíos que tiene nuestra sociedad para instalar en ella un profundo sentido de justicia y de solidaridad que posibiliten alcanzar mayores niveles de cohesión social, que favorezcan procesos de inclusión social y política para el conjunto de la población, más allá de las reiteradas elaboraciones discursivas. Todavía más, ¿Es posible que un Estado, orientado según esta visión, pueda definir políticas de largo plazo sobre aquello que es estratégico para su desarrollo?

Esto significa que el futuro debate constituyente en Chile deberá estar fuertemente influenciado por definir tal interrogante a la luz de la difícil experiencia vivida durante estos meses de aguda crisis social y pandémica. Ella ha permitido comprender que la adquisición plena de derechos sociales, económicos y culturales debe reemplazar al  asistencialismo coyuntural que solo posee un carácter temporal y limitado en sus efectos. Solo de esa manera habrá un futuro posible para Chile, tras la pandemia.

 


[1] INE (2020), Boletín Estadístico: Empleo Trimestral, N°259, mayo.

[2] https://www.spensiones.cl/portal/institucional/594/articles-13921_recurso_1.pdf

[3] https://www.ine.cl/docs/default-source/sueldos-y-salarios/boletines/espa%C3%B1ol/base-anual-2016-100/2020/abril-2020.pdf?sfvrsn=52cb90b0_6

[4] https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45527/5/S2000325_es.pdf

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