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Un mal gobierno, una mala gestión de la crisis. Por Luis Nitrihual Valdebenito

Hay que partir señalando que no existe gobierno, del color que sea, que no realice acciones para enfrentar la crisis del Covid-19. Por tanto, el lugar común de que el gobierno hace lo mejor que puede, es sencillamente eso, una impresión de partidarios, muy poco seria. También hay que entender que debemos evaluar procesos, estrategias y decisiones en tiempos extremadamente complejos; únicos, al menos en los últimos 50 años. No tengo claro si único en la historia, frase altisonante típica, pero claramente una situación difícil para cualquier gobierno. Asimismo, es una obviedad señalar que nadie estaba preparado para enfrentar esto, pero no son tan claras las razones profundamente económico-políticas que llevan a no estar preparados, pues una cosa es tener dificultades para enfrentar un problema y otra es estar reparando goteras a la espera de que el techo se caiga, al parecer inevitablemente, completo sobre nuestras cabezas. Por supuesto, esto no es sólo propio de Chile. Mal de muchos…

Dos juicios de entrada: la mala pinta de la crisis sanitaria es producto de las malas decisiones que ha tomado la autoridad central. Segundo, la crisis sanitaria revela la desigualdad brutal que ha producido el modelo económico en Chile. Lo intuido en este mismo medio, en el texto “Clase y pobreza: combinación mortal en el sur de Chile”, se revela hoy con total claridad, pues el sur, si bien es geográfico, es fundamentalmente simbólico. El sur es el territorio postergado, el lugar alejado del centro metropolitano. Mientras en Las Condes el alcalde puede recorrer su comuna con drones, en La Pintana no tienen que comer.

Pero quiero revisar dos razones por las cuales es posible considerar que el gobierno ha hecho una muy mala gestión en lo que va de la crisis. Qué duda cabe que el lector puede agregar varias mas…

Cachetones, grandilocuentes, derrotados…

El presidente y sus ministros, en particular el de Salud, se han jactado, desde hace meses, de tener uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Las frases, que bordean la locura, han quedado tan instaladas que son su propia perdición. La realidad dista mucho de esto pues el sistema de salud estaba abandonado desde hace varios años por los distintos gobiernos. La privatización del sistema, durante los largos años de la transición, produjo un agujero gigantesco en el bienestar de la ciudadanía. Uno de los ámbitos más sensibles es justamente la salud. Sencillamente es impresentable el intento de crear una realidad alterna en la cual pasamos de las colas y esperas en los consultorios a tener un sistema ultra preparado para esta contingencia. Nadie se lo cree.

La segunda muestra de falta de “tino” político son las permanentes y cansinas comparaciones con otros países. Se ha instalado una suerte de vocería del mundo entero y donde, por supuesto, el Ministro de Salud es un imaginario Canciller mundial. Todas las veces que se presentan las cifras de la pandemia se hacen alusiones innecesarias que buscan dar cuenta de lo “bien que estamos” en el contexto global. Se trata de una falta de criterio y perspectiva, pues mientras en otros lugares esto va decayendo, aquí vamos entrando al invierno y no tenemos claridad de cuando vaya a decaer.

Prepotentes y timoratos

Esta es una gestión gelatinosa, débil, guiada por intereses diversos que van colisionando en el camino. En algún momento los alcaldes fueron llamados al orden, siendo reducidos a meros administradores de la población, sin mayor participación en la crisis sanitaria, hoy sin embargo son claves para la misma. ¿Es sólo una cuestión de momentos? No. Hay una prepotencia evidente, encubierta en explicaciones seudocientíficas.

¿Qué hubiera pasado si hace un mes atrás se hubiera iniciado una cuarentena en toda la Región Metropolitana? Luego de la guerra todos son generales, dicen algunos, pero esta medida ya había sido tomada en algunos países con los que gustan compararse. También había sido solicitada por muchos especialistas. Pero no, pensaban que de pronto el virus se volvería bueno y ya podríamos entrar a los Mall.

¿Qué hubiera pasado si en verdad se hubiera ordenado en enero la compra de ventiladores? Es más, ¿qué pasaría si la CPC y otras organizaciones empresariales no actuaran como salvadoras de este gobierno y benefactoras del país? Es sencillo: en los hospitales ya estarían eligiendo a quien salvar por falta de equipos. Esa es la dura realidad. Sin la beneficencia estaríamos en banca rota hace rato.

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