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¿Un manicomio planetario? Por Pablo Salvat

Tuve la suerte de ver una comparecencia de la admirada diputada Mercedes Bulnes, en un programa de canal por youtube. Y, frente a lo que estamos viviendo como sociedad aquí, y los diversos sucesos de guerras actuales, más las nuevas noticias que nos trae un caso como el de Luis Hermosilla, ella comentaba: observar lo que sucede hoy a nivel global, es evidenciar que estamos bajo el dominio de lo que llamó “ un paradigma de la locura”. La verdad, estimados lectores y lectoras, por poco que uno se informa o se entera por los diversos medios, se percata que la afirmación de la diputada no está nada lejos de la realidad.

Serían muchas las columnas que se podrían redactar para evidenciar el conjunto de hechos que ejemplifican lo que ella comentó. En el año 2017, en el mes de octubre, nos relata Bifo Berardi, cincuenta y ocho personas fueron asesinadas y más de quinientas heridas, por un tirador en Las Vegas. Al mismo tiempo que ese hecho se difundía en las redes, el presentador de la cadena Fox News explicaba lo sucedido: “Este es el precio de la libertad”.

¿Qué libertad será esa lector/lectora? Claro, libertad de comprar armas y municiones. No mucho después de lo sucedido en Las Vegas, un joven de nombre Kelly disparó sobre veinte personas en un servicio religioso en una iglesia de Sutherland Springs, Texas, el entonces presidente Trump, dijo que eso no era asunto de armas, sino de salud mental.

Y qué decir en torno al sufrimiento en las guerras abiertas actualmente ¡La de Ucrania y Rusia, claro está. Lo que está sucediendo en Gaza y Cisjordania, con 20.000 niños bajo las bombas. Y con respecto a estos y otros males en curso ¿ Dónde está la conciencia moral de las elites de poder y de las instituciones internacionales?

¿Se necesita demasiada ideología e insensibilidad para no querer ver lo que está sucediendo bajo nuestros ojos? ¿Puede remitirse todo a temas individuales, a juegos de empate? ¿No nos hará falta más geopolítica para entender?

Desigualdades, guerras regionales que pueden en cualquier momento escalar a guerra nuclear; pobreza continuada; represión estatal; migrantes confundidos con delincuencia. Y acá, en nuestra América, sumarle el “aporte” para ir caotizando nuestras sociedades que hacen el crimen organizado y el narcotráfico día a día.

Sin embargo, sectores de derecha no quieren dar paso al levantamiento del secreto bancario, como un camino que permitiría seguir la ruta del lavado del dinero de la droga. Así como tampoco es posible acuerdos urgentes para tratar temas urgentes para la vida de los chilenos, como los de salud y pensiones.

Temas vitales para el 90% de los ciudadanos. Estamos observando, comentaba la diputada, la presencia de una gran mezquindad política y una agresión verbal continuada en el Parlamento. Con el caso Hermosilla, vemos cómo los temas ligados a corrupción se ramifican también hacia poderes del Estado, y no quedan en meros asuntos entre individuos privados. Quizá por todo esto, en una encuesta reciente comentada por CNN, Chile quedó rankeado entre los diez países con peor calidad de vida.

Para un analista como Bifo Berardi, se trata de que “en todo el mundo, el aumento de la competencia neoliberal -que comporta la explotación intensiva de las energías nerviosas- ha desatado una epidemia de padecimiento mental”. Esta se ve reforzada por lo que este profesor llama la captura y sujeción de la mente social por la infoesfera. En fin. Las patologías que resultan de aquí reflejaría el sustrato vivo de la crisis de la razón y de la crisis de la política, que nos conducen al retorno de la oscuridad y la esclavitud. Quizá podría hablarse de un nuevo ascenso del irracionalismo, en tanto y cuanto la razón se convierte en ejecutora de la fatalidad del capitalismo.

Este punto nos permite enlazar con los motivos que nos da otro pensador: lo que está pasando tendría que ver con la política actual de mercado total que modifica radicalmente el mismo humanismo moderno. El humano con sus derechos ya no es el punto de partida, sino el mercado. Por eso solo aquellos a los cuales el mercado les asigna la posibilidad real de ejercer derechos, tienen derechos; pero aquellos a los que el mercado excluye, pierden los mismos derechos. Y es lo que sucede cuando se nos niega el derecho a una salud pública adecuada o a pensiones decentes. El que pierde en el mercado total, lo pierde todo, incluso la posibilidad de soñar con derechos humanos.

La sinrazón del manicomio planetario tiene, como se puede ver sus propias razones e intereses y extiende el dominio de una racionalidad de cálculo medio-fin cortoplacista que termina destruyendo la naturaleza y al propio ser humano. La continuidad del neoliberalismo aquí y en otros lugares no nos garantizará seguridad, ni vital ni social, a pesar del llamado a militarizar las calles. Siguiendo con Hinkelammert, la razón de esto sería que destruir las seguridades de la gente, crear un permanente miedo existencial, amenazar la vida de cada uno de los ciudadanos, puede verse como un motor dinámico para una creación de riquezas que nunca se goza. Estas son riquezas que se tienen en contra de los otros, que no las tienen y de las cuales ni siquiera goza aquel que las posee. Los unos no pueden dormir porque tienen hambre, y los otros no lo pueden, porque tienen miedo de aquellos que tienen hambre. Todo lo cual lleva a una generalización de la agresividad societal.

Si estamos viviendo crecientemente bajo un paradigma de locura globalizada, uno esperaría respuestas o actitudes de parte de la sociedad que pudiesen contrarrestarlo. Sin embargo, lo que vemos es que -por ahora- buena parte de la gente engancha con lo irrazonable sin más, sin detenerse a pensar ni reflexionar sobre lo que ve, oye o escucha. Sobre el fondo y el contexto de los sucesos y cosas. Por eso, nuestra diputada Bulnes recomendaba: ante las cosas que están pasando “hay que usar la cabeza para pensar y no para florero”. Quizás esa sea una tarea para cada uno de nosotros: no hacernos parte de esta locura…

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