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Un mensaje a Diónysos cuando duerme… Por Ricardo Espinoza Lolas

“A cada momento ha pasado algo en la casa. Del teléfono distante mandan un recado. Qué deben contestar? No estoy. Luego mandan otro recado. Qué deben contestar? Estoy / No estoy. Estoy. No estoy. Esta es la vida de un poeta para quien el rincón remoto de Isla Negra dejó de ser remoto”.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido…

El 10 de enero de 1957, Hempstead, Nueva York, muere Lucila y a 8.244 Km en El Tabo (Chile) ya se sabe la noticia. En la Fuente de Soda y Residencial Victoria (fundada en 1950 por María Cobaise y Enrique Muñoz y que se cerró en 1980) existía un teléfono, solamente uno que permitía que todos tuvieran cierta comunicación con lo exterior a ellos mismos. Un teléfono con tres usuarios distintos. El primer sonido del teléfono era para los habitantes de El Tabo (¿o era el segundo?), el segundo para el mítico y bello Hotel El Tabo (no, este era el primero) y el tercero para Carabineros (creo que era fundamental no equivocarse con los sonidos del teléfono, pues no se podía escuchar ciertas conversaciones o saber ciertos mensajes) … ¡Suena el teléfono!

Y lo mandaron a él a dar la noticia a esa zona isleña de piedras negras, como cierto soldado de Maratón, con la diferencia que no era ni soldado y la distancia era más corta por esos años, unos 2.3 km, a saber, como unos 32 minutos a pie. Y él era un niño de unos 12 años, sobrino de los dueños de la Residencial Victoria… ¿Corrió el niño con el mensaje? No creo; lo más probable es que caminara como niño, aunque cuando creció caminó rápido siendo un atleta de fuste que alguna gran Maratón ha corrido, como la de su propio riñón enfermo y salió victorioso de la operación el de la Victoria. ¿El mensaje era escrito? ¿Lo llevaba en un papel o simplemente era una noticia a viva voz que debía dar? Por ejemplo: “Lo llamaron por teléfono y tiene que ir a devolver la llamada” o, “Lo llamaron de tal o cual parte porque pasó tal o cual cosa y debe contestar la llamada porque quieren que Ud. haga tal o cual cosa”. No lo sé… ¿Quién lo sabrá? A lo mejor nadie lo sabe, porque todo se perdió en el tiempo, hace mucho tiempo y ni los recuerdos quedan y los que hay: los inventamos, los reconstruimos, los soñamos, los fantaseamos, etc.

En realidad, no me importa la verdad, ¿cuál es la verdad de los hechos? ¿Qué expresa le verdad? Algún tipo de correlación entre algo con algo, pero aquí la correlación es ella misma en un viaje abierto a lo profundo de lo humano, en ello, de lo real; y ese viaje profundo no es profundo, no es interior alguno, no es ni “espiritual”, sino que es un viaje en lo exterior mismo de la vida, de esa vida entrecruzada, dinámica, sin sentido, anacoluto, que se expresa, que supura como una herida que no cierra o como una alegría que no acaba; y que todavía nos destella desde 1957, porque sigue sonando el teléfono… ¡Maldito teléfono! Lo bueno que no es el de Hitler, porque ese lo tiene Huidobro, el mago, en su casa de Cartagena.

“Diónysos está durmiendo”, ha contestado, al parecer una “chascona”, la “pelirroja”, como lo muestra claramente la pintura de la Bicéfala realizada por Diego Rivera (la pobre siempre tuvo dos caras, dos cabezas, dos mujeres, la pública y la privada). Y nuevamente, ese mismo día, le dijo a ese niño mensajero, “Sigue durmiendo, irá a contestar el teléfono a las 5”. Y, obviamente, a ese niño de 80 años que nos recuerda los hechos, a una poeta catalana y un filósofo apátrida en una noche muy húmeda, lo mandan de nuevo a esa casa que le cerraba las puertas; a lo mejor el mismo Ministro de Educación es el que le da lo orden de ir, a lo mejor, su tío, no, su tía, no, él mismo lo hace por iniciativa propia o, es el viento Mistral el que lo impulsa a llevar nuevamente el recado que no se sabe lo que es y que será un recado que nunca se dará o, lo que es lo mismo, retorna una y otra vez y vuelve a darse y se nos actualiza a la luz de cada enero o cuando suena un teléfono. “Estoy. No estoy. Estoy. No estoy”, el poeta dionisíaco juega con NosOtros. Y si Vittorio de Sica nos filmara a dicho mensajero del dios ebrio y comilón, juguetón y bailarín, enamorado y dormilón. Nos filmara con un Mastroianni de turno a ese animal exterior en movimiento y distante que quiere y no quiere ser molestado por un recado de un mensajero que lo busca interiorizar, centrar, volverlo sujeto, cristiano, neurótico de un Chile naciente, es decir, por un recado de un viento lejano y frío que busca su épica y que quiere encarnarse en algún territorio para dar identidad y que Capri deje de ser Capri, expresión del dios, y devenga en un pueblo cristianizado, ubicado, neurotizado y que se vuelve asiento del capitalismo para que todo sea capitalizable sin pudor alguno, incluso al mismo dios ebrio, para que de esta forma se distribuya eternamente esa mercancía por el horroroso tiempo del valor y reconocimiento del mercado. Y que así todo devenga glorioso y fama efímera.

Si el niño fuera interpretado por Di Caprio sería una producción capitalista, de esas que ganan por goleada, pero aquí la interpretación es de la propia inocencia de devenir de Kiko, que a sus 80 años nunca dejó de ser el niño de 12; y, en ello, también lo dionisíaco del poeta lo toca, lo libera de sí mismo, de su neurosis, de su capitalismo y lo vuelve distante, juguetón y exterior y en ello todo se redime y El Tabo deja de ser algo cristiano interiorizado y capitalista y puede ser, si quiere, una expresión de lo real mismo en su apertura: un acto poético que nos invita, nos hospeda, nos posibilita un NosOtros.

Y Kiko ahora, en este momento, me mira profundamente a los ojos y me quiere decir algo:

“Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste, como yo, nos mira”. Neruda, Farewell…

Y le pregunto y te pregunto, mi lector neurótico, ¿Quién es ese niño, ese niño triste, arrodillado? Tú (yo) que por el temor de ser arrebatado de la vida por la mierda misma que es estar vivo en la muerte que nos constituye, nos enferma, nos hace beber, nos vuelve caminantes, corredores, tras algo, algo que nos quite el miedo a ser lo que somos y allí mismo, cuando nos traicionamos, una y otra vez, suena el teléfono del Mistral y ese viento de muerte-vida nos lleva al hogar de Diónysos para que se esconda de NosOtros, nos abandone, no nos recuerde, ni nos hable (se ría de cada uno), pero “a pesar de” nos da fuerzas para soñar, jugar y esculpir una cierta inmortalidad en el Matiz de lo Sutil…

… pero ¿no somos ese Mensajero de Diónysos que lucha día a día por sostenernos en la fragilidad misma de la vida-muerte en pleno capitalismo del viento frío, seco y violento?... y ¿si dejamos de luchar?... y simplemente bailamos junto al dios en su exterioridad… desde El Tabo pagano de esas arenas, desde ese mar vivo inquietante que nos hace zozobrar si nos descuidamos, desde esa luz y viento que nos dinamiza la piel y la rejuvenece… junto a esas gaviotas… y cerca muy cerca de unos dioses poéticos materiales que en la distancia de esa Costa nos indican un simple: ¡sean fieles a su tierra!

21 de mayo de 2024… desde Capri.

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