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Un proceso de aculturación vigente: el mapuche en la ciudad. Por Arturo Castro Martínez

      Bien es sabida la existencia de una fuerte segregación económica y social en Chile, la cual se ha ido intensificando durante las últimas décadas. Esto ha afectado notoriamente al mundo indígena, como parte de una crisis cuyo origen describiremos como algo estructural, coincidiendo temporalmente con el instante donde se construyeron las bases del Estado de Chile. Son tiempos calamitosos para nuestros pueblos originarios, iniciados durante el siglo XIX con diversos procesos de pacificación y ocupación, los que se serán especialmente cruentos en La Araucanía, con episodios de violencia que no han menguado desde aquellos tiempos pretéritos, manteniéndose activos en la actualidad. Los centros urbanos debieron recibir oleadas de representantes de las etnias originarias, entre ellas del pueblo mapuche, víctimas de la violencia, la pobreza y marginalidad, en un éxodo que tendrá efectos negativos para su cultura ancestral, la que se diluirá entre el cemento y las estructuras de dominación presentes en la capital, naciendo distintos métodos de resistencia al interior de las ciudades, los que se han acentuado durante las últimas décadas como una respuesta a los actuales procesos de aculturación.

1.  El éxodo: del wallmapu a la ciudad (Un análisis actual).

La crisis que vive en la actualidad la Araucanía posee larga data, siendo parte de las estructuras que dieron origen al Estado de Chile. Son problemáticas originadas durante el siglo XIX, las que fueron traspasadas a la centuria posterior, tiempos donde fueron profundizadas, haciéndose estructurales y vigentes en el presente.

En Chile tras la instalación del neoliberalismo a finales de los 70’ se vivieron múltiples transformaciones. En La Araucanía, específicamente en el wallmapu se originarán una serie de conflictos, debido a la destrucción y usurpación de tierras en manos de la industria forestal, lo que desde un inicio ocurrirá mediante el uso de la violencia. Se retraerá la población local en la región, situación que afectará de sobremanera a los habitantes representantes de las etnias nativas, provocando una retracción de sus culturas ancestrales, quedando evidenciado por una constante migración de la población indígena de la zona hacia los centros urbanos, con el fin de obtener mejores condiciones de vida. En efecto, esto es una consecuencia despiadada tras las transformaciones económicas de la época, mostrando una alta actividad incluso de manera posterior al término del proceso dictatorial. Sus consecuencias fueron negativas para gran parte del territorio nacional, no discriminando los lugares donde habitan las comunidades indígenas, zonas donde la pobreza, marginalidad y segregación se hicieron más evidentes. La precarización de la vida fue algo inevitable, afectando a la mayoría población chilena.

La inequidad económica y social se transformaron en un tema presente en todo el territorio, lo que se vio obnubilado, producto del crecimiento urbano durante las últimas décadas, situación que se ha vendido constantemente como una respuesta a un supuesto desarrollo alcanzado a nivel país, con grandes torres de oficinas construidas con acero y vidrio, con personas paseando en parques siempre verdes, contrastando con los manchones de pobreza en las periferias de las grandes ciudades, donde el cemento reemplazo al polvo y el barro hace algunos años, sitios donde vive la gran mayoría de los habitantes del territorio, incluyendo las comunidades indígenas.

Uno de los principales efectos tras la instalación del neoliberalismo en el país es la inequidad económica y social, situación que ha terminado afectando a la mayoría de la población nacional, con dígitos muy similares a los vistos en países con índices de desarrollo inferiores. En los primeros años del siglo XXI la distribución de ingresos dejaba a Chile en números cercanos a los vistos en Surinam y por debajo de Nigeria y la República Democrática del Congo[2], reproduciendo de forma constante la pobreza estructural que ha terminado mermando generaciones completas, especialmente en las áreas ubicadas por fuera de las grandes ciudades. No es extraño que regiones como El Maule y La Araucanía sean desde siempre nombradas entre las más pobres del país. Durante gran parte del período posterior al retorno a la democracia han figurado con números negativos, generando una pobreza a perpetuidad y heredable generacionalmente. En la Casen del año 2017 La Araucanía presentaba un 17,2% de pobreza[3], situación grave y que desde los inicios de la década de los 90´ se ha hecho visible mediante el discurso reivindicativo del pueblo mapuche, el que ha sucumbido frente a la cultura impuesta por el modelo capitalista, el que ha destruido la cosmovisión indígena, utilizando la violencia como un medio para lograrlo, amparándose en un Estado benevolente, permisivo con una industria que degrada la naturaleza, secando ríos y bosques nativos milenarios, tal como lo han hecho desde hace años las forestales. Para la población indígena local los efectos son devastadores, debido a que a la destrucción de su entorno se suma la precarización en sus condiciones de vida, no coincidiendo los números positivos que ha tenido la industria forestal en el lugar desde su instalación y que han ido en incremento durante los últimos 30 años.

En wallmapu la población vive en la marginalidad y un empobrecimiento que avanza exponencialmente en el tiempo. Según la encuesta Casen del año 2017 en la región se registraron siete comunas con una pobreza multidimensional por sobre el 50%[4], ubicadas todas en zonas rurales, dejando claro los efectos negativos del modelo económico en la población local, donde además se encuentran comunidades indígenas, las que han comenzado a reducirse debido a que sus habitantes se han visto obligados a migrar hacia los centros urbanos. Es así como tras la instalación del modelo económico en la zona se vieron destruidas las culturas ancestrales del lugar. Algunos representantes del pueblo mapuche no sólo aluden en las prácticas económicas neoliberales el origen de sus problemáticas, también los motivos que dieron comienzo a su reivindicación y organización, dentro y fuera del wallmapu:

“Su proceso de acumulación de riquezas, los causantes de la pobreza y dominación “que llevaría, a la larga, a la desaparición definitiva –ideológica y físicamente– del pueblo mapuche”. Eso mismo hacía que la lucha del pueblo mapuche fuera un “tema histórico que se ha ido acrecentando en el último tiempo”[5]

 

         La realidad de la cultura mapuche en la actualidad se centra en el conflicto provocado por influencias de agentes externos, siendo en su totalidad distintos tipos de violencia que inclusive se han ido normalizando con el tiempo. Ya son generaciones completas las que han crecido en zonas militarizadas, obligando a muchos grupos familiares a abandonar sus tierras ancestrales, debiendo perder sus territorios y cosmovisión.

2.  Violencia y castigo en La Araucanía.

El territorio mapuche ha sido testigo de las transformaciones económicas que han ocurrido en Chile, en un proceso que además los ha incluido como víctimas. La industria forestal ha forzado su inserción mediante el uso de la violencia, incluyendo muertos y detenciones arbitrarias en la zona. No es de extrañarse que hoy en día La Araucanía junto con ser una de las regiones más pobres del país, además sea una de las zonas donde se concentra el mayor número de centros penitenciarios a nivel país[6]. Esto nos sirve como referencia para entender el vínculo entre la pobreza y la criminalización en la zona, una consecuencia de “la otra violencia” que ha carcomido la región desde adentro, dejando a sus habitantes al costado de todo crecimiento económico por ser pobres e indígenas, ahora desplazados, allegados en un país que les da la espalda mientras absorbe sus recursos y asesina a su cultura a sangre fría, sin actos que llamen a una reconciliación real con sus raíces ancestrales. La respuesta estatal es la precarización de la vida y el encarcelamiento, el último como herramienta de dominación hacia su cultura, tal como lo han hecho desde hace más de doscientos años. Foucault fue claro al señalar el papel de la cárcel, lo que puede ser utilizado para entender el trabajo desarrollado por el Estado en La Araucanía actualmente y desde hace varias décadas, cuyo fin ha sido provocar el miedo en la zona mediante el uso de la ley, lo que nos recuerda la frase que adorna el escudo nacional: “por la razón o por la fuerza”.

“En suma, el encarcelamiento penal, desde el principio del siglo XIX, ha cubierto a la vez la privación de la libertad y la transformación técnica de los individuos”.[7]

Bajo la lógica foucaultiana la cárcel actúa como un mecanismo normalizador, haciendo dependientes a los individuos de un sistema de castigo contra quien de alguna manera contradiga las normas impuestas por el Estado o la cultura dominante. Estos últimos organismos actúan a manera de persecutores y formuladores de la ley, organizando las vidas de los habitantes de un territorio delimitado, creando normas y criminalizando a quien se salga de sus límites impuestos de forma arbitraria.

La cárcel como institución en La Araucanía responde a la lógica de la criminalización de la zona, siendo una variante de la violencia estatal arraigada en algunas localidades ubicadas al sur del país. Esto ha quedado en evidencia con la existencia de eventos que han quedado registrados como montajes por parte de las policías tras el retorno a la democracia, con el fin de desarticular los mecanismos de resistencia indígena criminalizando y persiguiendo a sus representantes, llegando a encarcelar injustificadamente a dirigentes indígenas Un caso icónico es lo ocurrido con la Operación Tauro, la que se originó por una serie de supuestas denuncias hacia el comunero mapuche Rodrigo Melinao, quien estuvo recluido ocho meses en la cárcel de Angol. El periodista y escritor Pedro Cayuqueo describe este proceso en un artículo, el que me permito citar:

         “Hablemos de la Operación Tauro. Así bautizó Carabineros una operación de inteligencia para desbaratar una supuesta “escuela de guerrillas” en las comunidades mapuche de Ercilla.

         En enero de este año hubo violentos allanamientos y detenidos en cuatro regiones. Se logró la incautación de armas largas y cortas, incluidos modernos fusiles de guerra expuestos en una concurrida rueda de prensa. Solo había un pequeño detalle: se trataba de armas de plástico, de juguete”[8].

La criminalización del pueblo mapuche ha estado presente desde hace mucho en el sur del país, siendo una muestra de la constante violencia hacia las comunidades indígenas. Son quince los asesinados desde el retorno a la democracia, tanto en gobiernos de izquierda y de derecha. Casi en su totalidad personas vinculadas a agrupaciones pro reivindicación indígena. Así ocurrió con Camilo Catrillanca (2018), Johnny Cariqueo (2008) y Alex Lemún (2002) –por nombrar algunos–. El último mencionado tenía 17 años, habitaba en la comuna de Ercilla y fue alcanzado por disparos realizados por carabineros en medio de una ocupación en el fundo Santa Elisa, propiedad de Forestal Mininco. Este caso escaló, al punto de ser tratado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quedando el Estado como responsable del asesinato del joven comunero mapuche:

“Con fecha 21 de marzo de 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) aprobó el Informe de Fondo N° 31/17 en el caso N° 12.880 “Edmundo Alex Lemún Saavedra y otros”, estableciendo la responsabilidad de Chile por la violación a los derechos a la vida, integridad personal, igualdad y no discriminación, derechos del niño, derechos a las garantías judiciales y protección judicial de Alex Lemún, su familia y la comunidad Requén Lemún. Estas violaciones tuvieron lugar a propósito de la muerte del adolescente y mapuche Alex Lemún por un agente de la Comisaría de Carabineros de Angol, durante un operativo policial realizado el 7 de noviembre de 2002”[9].

         Lemún simboliza hoy por hoy la historia reciente del pueblo mapuche, el que ha visto retraída su cultura producto del avance de la modernidad, incitando constantes muestras de resistencia tanto dentro como fuera de wallmapu, recibiendo fuego y sangre como respuesta. Su muerte es una muestra de aquello, también de la existencia de una violencia sistemática en La Araucanía, lo que no es nuevo y ha adquirido una escalofriante normalidad en la zona, la que ha sido ampliamente militarizada durante los últimos años. Actos de este tipo también han impulsado a los habitantes de la región a migrar a otras zonas geográficas, principalmente a las grandes ciudades. Es precisamente en los centros urbanos donde la etnia mapuche ha encontrado uno de sus mayores enemigos: el olvido, cuestión que no es algo único en esta etnia, sino más bien una situación repetitiva para todos los pueblos originarios, los que se han visto perjudicados por el avance de la modernidad y su inclusión mediante el uso de la violencia.

3.  La otra violencia: la aculturación.

El olvido es otro tipo de violencia a manera de condena perpetua. De diferentes formas se ha enquistado en las sociedades nativas, las que una vez llegadas a los territorios urbanos se han visto obligadas a una retracción cultural, situación caracterizada por la agresividad existente en el medio donde esto ocurre. Es justamente esto lo que ha ocurrido con el pueblo mapuche, el que ha encontrado en las ciudades diferentes formas de perder sus raíces, siendo la marginalidad, empobrecimiento y discriminación mecanismos poco sutiles para que esto suceda.

La ciudad actúa como un agente reproductor de lo dominante. Mediante su geografía recluye a las etnias nativas, haciéndolas habitantes de territorios marginales, condenando a la población indígena a situaciones de pobreza. De esta manera se sigue reproduciendo su segregación social y cultural, ahora lejos de wallmapu, perdiendo su esencia y conectividad con el medio, llegando a una desmemoria peligrosa si consideramos la pérdida de su lenguaje y mecanismos de relación social, elementos fundamentales en su cosmovisión, la que choca violentamente con la modernidad impuesta fuera de su lugar de origen, dentro de los territorios donde hoy en día deben cobijarse. Las sociedades indígenas establecidas en las ciudades sobreviven a una constante fragmentación de su memoria cultural, siendo parte de su adaptación al medio y búsqueda por querer sobrevivir. Es de esta manera como se involucran en un proceso de aculturación, llegando a comprometer su historia, teniendo efectos negativos, debido a que se hace insostenible la perpetuación de su cultura ancestral fuera de sus territorios.

La aculturación es un fenómeno que ha pasado desapercibido en la historia indígena reciente de Chile, no existiendo grandes trabajos que logren identificar sus reales efectos para las poblaciones indígenas nativas del país. Ciertamente es un fenómeno bastante amplio, pero vigente en la actualidad. Su definición habla de cambios culturales de la población inmigrante en las sociedades que actúan como receptoras. En la actualidad estos tipos de análisis han tendido a mantener un enfoque dirigido a describir las transformaciones etnoculturales de estos grupos relacionados por cuestiones territoriales, dando origen una convivencia cultural, la que se ha basado en la modificación de sus costumbres[10]. La warrialof es una muestra de aquello, ya desde su definición como lugar o comunidad mapuche en la ciudad nos habla de esa resistencia y existencia de una memoria que intenta mantenerse vigente. Acá confluyen las organizaciones indígenas, creando un espacio en medio del cemento, con el ánimo de recuperar su lenguaje perdido y formas de organización familiar y social, trabajo difícil, puesto que las generaciones más jóvenes han perdido el interés en sus raíces indígenas, cortando definitivamente el contacto con sus orígenes, apropiándose de la cultura dominante. Esto es un problema si consideramos la cantidad de población mapuche que habita en las ciudades en la actualidad. Según el censo del año 2018 en la Región Metropolitana el número de habitantes de esta etnia dobla el visto en La Araucanía[11], lo que nos sirve como referencia para comprender el efecto de su éxodo a territorios urbanos, donde se ha desdibujado gran parte de su cultura ancestral, fenómeno que se ve acentuado generacionalmente, amenazando con hacer desaparecer los pocos bastiones de resistencia mapuche en la ciudad.

La aculturación es un efecto claro del apartheid vivido por el pueblo mapuche desde hace mucho tiempo, en respuesta a un fenómeno con al menos dos siglos de existencia. Hoy en día sus efectos son más evidentes, siendo la pobreza, segregación y marginalidad agentes que actúan a favor de su reproducción. Desafortunadamente no han existido políticas reales para enfrentar estas problemáticas, no afectado únicamente a esta etnia. Esta es la realidad de todos los pueblos nativos habitantes del territorio chileno, víctimas de diferentes métodos de violencia, siendo condenados al olvido y la muerte, como si estos fueran a acabar con sus memorias fuera de sus lugares de origen.

 

 


El autor Arturo Castro Martínez es profesor y Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Especialista en Historia Contemporánea y Mundo Actual de la Universidad de Barcelona.

[2] RODRÍGUEZ, Javier, Desarrollo y desigualdad en Chile (1850-2009). Historia de su economía política, Santiago de Chile: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM), 2017, p. 227.

[3] Clase y pobreza: Combinación mortal en el sur de Chile. Disponible en: http://humanidades.ufro.cl/index.php/noticias/1108-opini%C3%B3n-clase-y-pobreza-combinaci%C3%B3n-mortal-en-el-sur-de-chile

[4] Casen 2017, datos obtenidos en: http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casen-multidimensional/casen/basedatos.php

[5] PAIRICÁN, Fernando, Malon. La rebelión del movimiento mapuche 1990 – 2013, Santiago de Chile: Ediciones Pehuén, 2014, p. 275.

[6] Datos obtenidos en: https://www.gendarmeria.gob.cl/establecimientos.html

[7] FOUCAULT, Michel, Vigilar y castigar, Buenos Aires – Argentina: Ediciones Siglo XXI, 2002, p. 213.

[8] CAYUQUEO, Pedro, Porfiada y rebelde es la memoria. Crónicas Mapuche, Santiago de Chile: Ediciones Catalonia, 2019, p.93.

[9] Documento donde se reconoce la participación del Estado de Chile en la muerte de Alex Lemún el 7 de noviembre del 2002. Disponible en: https://www.interior.gob.cl/media/2018/10/PUBLICACION-ACUERDO.pdf

[10] BERRY, John W, Acculturation: Living successfully in two cultures, en International Journal of Intercultural Relations, Psychology Department, Queen´s University, Kingston. Ontario – Canadá, VOL 29, P.700.

[11] Región Metropolitana concentra mayor población mapuche del país. Disponible en: https://radio.uchile.cl/2018/05/08/region-metropolitana-concentra-mayor-poblacion-mapuche-a-nivel-nacional/

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