“Un Profesor para Rapa Nui”, Memorias Noveladas, Hanga Roa 1953-1955 por Lorenzo Baeza Vega, es un trabajo realizado en base a los escritos de Lorenzo y trabajados y ordenados por su hijo Lorenzo Baeza Martínez con el apoyo de Tania Basterrica Brockman y Ana Betty Haoa Rapanno, ambas colaboradoras y compiladoras. Corresponden a una serie de capítulos recuperados de dos cuadernos de puño y letra, donados junto a otros materiales por su único hijo al Museo Fonck de Viña del Mar, y publicados por rapanuipress 2022, 208 páginas.
Ya en la década de 1950, la situación para el pueblo nación Rapa Nui era muy compleja, no tenían derecho a salir de la Isla, sólo en raras excepciones, las cuales debían ser justificadas por autoridades militares, la Armada y la Fuerza Aérea. Asimismo, eclesiásticas y civiles autorizaciones desde el Conti que duraban meses en llegar, y cuando llegaban, de modo que era usual que intentaran escapar en las bodegas de los barcos, o bien intentaran huir hacia la Polinesia en embarcaciones más pequeñas, porque en el estatuto jurídico de la Isla, de 1953 se precisa que la tuición exclusiva es de la Subsecretaría de Marina, ejercida por un oficial de la Marina de Guerra, esto dura hasta 1966 con la ley N° 16.441 (Ley de Pascua) que crea el Departamento de Isla de Pascua dependiente de la Provincia de Valparaíso, y paulatinamente comienzan los cambios y un trato más digno, cuestión que volvió a desaparecer durante la dictadura cívico militar, o cada vez que llega algún mando medio, (desde el gobierno central) y como recibe un trato especial que incluye el aumento del 100 % de su sueldo mensual, algunos se vuelven déspotas y piensan que la ciudadanía debe trabajar para ellos y no todo lo contrario, algo similar les sucede a Diputados, Senadores, Jueces, Fiscales, Alcaldes y otras tantas autoridades públicas que se convierten en depredadores del Estado a costa de la ciudadanía, independiente del pueblo nación al que pertenecen. Aunque ya sabemos que los más chilenos y patrioteros son los peores con su “nac/zionalismo” exacerbado.
Pero veamos algo de lo narrado por Lorenzo Baeza Vega desde su tortuosa llegada a la Isla, frente a la oposición de la Iglesia Católica y a la Armada de Chile, coludidos porque no querían cambios al status quo, que tenían gracias a la empresa que arrendaba la Isla y que había confinado a los Rapa Nui a un pequeño sector, sin libre paso, despojándolos de sus terrenos legítimos, zonas de cultivos, bosques de Sophora Toromiro, el único árbol endémico de la isla, hoy cada vez más escaso, los Hau Hau: otra planta autóctona que está en estado de extinción en zonas silvestres y Pua nako nako: arbusto de hojas carnosas, flores color lila y frutos pequeños de color naranja o rojo. No olvidemos que la empresa hacia fines del siglo XIX implementaba un sistema de explotación económica y urbana permanentes, donde el proceso de aculturación da un salto cualitativo. A partir de esos momentos, en Rapa Nui tiene lugar el establecimiento de un modelo de explotación como es la industria ovejera, lo que se inicia en 1895 con la gran hacienda del empresario Enrique Merlet y que posteriormente pasa a constituirse en la firma Williamson y Balfour, propietaria de la Compañía Explotadora. Desde este hito en adelante, la Isla y su población experimentarían un radical cambio económico con todas sus derivaciones en el ámbito social y cultural. En consecuencia, no es banal sumergirse en la tarea de rescatar datos sobre aquella época lo que, a su vez, podrá contribuir a la puesta en valor del patrimonio cultural –material e inmaterial- de la Isla, así como aportar a la memoria e identidad de su pueblo nación. Desde antaño, las drásticas consecuencias por la disminución de la población procedentes de un estado de anarquía y guerras inter tribales que se extendieron por generaciones, entre los Hanau eepe (orejas cortas) y los Hanau momoko (orejas largas). Según la tradición, los orejas cortas introducen el canibalismo cuando dan muerte y cocinan a 30 niños de la tribu de orejas largas, luego de ser perseguidos y traicionados mientras dormían, donde fueron capturados, muertos y cocinados por sus enemigos. No nos olvidemos que la mayoría de los europeos en la conquista venían desde las cárceles europeas donde el canibalismo era frecuente, el propio Diego de Almagro en su invasión a los territorios al sur de Cuzco, debe enfrentar actos de canibalismo, ante la hambruna de sus tropas. Hoy en día el canibalismo si bien es simbólico se ve refrendado en el capitalismo en donde políticos y empresarios profitan de sus adversarios.
Pero recordemos algunos hechos, desde la llegada de los europeos en el siglo XVIII y en particular la introducción de enfermedades, que diezmaron la población hasta su casi total extinción, acrecentado en el período entre 1862 y 1877, sólo son comprensibles a través de una mirada retrospectiva. Una mirada que, a través de una exégesis rigurosa, tan compleja como contradictoria, y en su mayor parte inédita, aunque transmitida oralmente.
Entre 1864 y la primera mitad del siglo XX, junto portando las enfermedades llegaron también los misioneros católicos y los primeros “colonos” europeos, que intentaron consolidar una presencia permanente, vinculada primordialmente a la Iglesia Católica y paralelamente a empresas comerciales y de explotación de recursos naturales en tierras supuestamente deshabitadas, con ello se inicia el otro despojo. Lo anterior, en el escenario impuesto por los poderes coloniales del siglo XIX y que, en una segunda fase, inserta a Rapa Nui en el juego internacional, llevándola a experimentar un período neocolonial con objetivos claros de imposición cultural y explotación económica, modificando para siempre la relación de los descendientes de los antiguos polinesios con su pasado y su territorio. Se suma a lo anterior un proceso de colonialismo interno que está en curso hasta el día de hoy y que se explica por la compleja y conflictiva interacción que surge de la anexión de este territorio por parte de la República de Chile a fines del siglo XIX, marcado por los vaivenes de la propia evolución sociopolítica y económica de esta última, lo que condiciona y muchas veces inexorablemente determina el devenir de Rapa Nui hasta nuestros días.
Como se sabe, ya en 1895 la Isla era una estancia ovejera en manos de particulares de origen extranjero. La isla había sido arrendada al ciudadano de origen francés Enrique Merlet y posteriormente, la Compañía Explotadora de Isla de Pascua, de nacionalidad inglesa, propiedad de la compañía británica Williamson Balfour. En efecto, en 1895, John Brander decide vender sus tierras en Rapa Nui al comerciante Enrique Merlet, francés radicado en Valparaíso, quien por un monto de 4000 libras esterlinas adquiere las propiedades de Brander, las cuales, según ese documento, corresponden a las tierras que no estaban involucradas en las transacciones llevadas a cabo por Policarpo Toro en nombre del Gobierno de Chile -o sea las antiguas propiedades de Tati Salmon y de la Misión Católica-. De esta manera, Brander da a entender que es dueño de todas las otras tierras de la Isla, con excepción de las hijuelas de los nativos. Así, los rapa nui fueron despojados de las tierras que aún conservaban. La venta se ratifica en 1897 en Valparaíso, creándose la Compañía E. Merlet. El Gobierno chileno, dio su aprobación a esta transacción al arrendar ese mismo año sus posesiones al mismo Merlet por un plazo de veinte años. De esta manera, el Gobierno de Chile se desentendió de los compromisos y responsabilidades asumidas con los habitantes de la entonces llamada Isla de Pascua. En el contrato de arriendo, se estipula que Merlet tiene la obligación de mantener tres familias chilenas como colonos en la isla, aprovisionarlas de víveres, mantener comunicación con la Isla por lo menos una vez al año y devolver al cabo de veinte años todo lo que había recibido, más las mejoras introducidas.
Casi nada de lo que he comentado aparece en este libro de Lorenzo Baeza, aunque se sabe que hay mucho más material recopilado por su hijo. Las historias contadas a ratos son muy entretenidas, y contienen en parte la picardía del huaso chileno (él solía usar una manta y espuelas). Sus comentarios a la vida en Rapa Nui son en general amorosos y pintorescos, relatando diversos momentos en los tres años que pasó en la Isla antes de su trágica muerte al intentar rescatar a un grupo de alumnos en la playa de Anakena. Su pelea con las monjas alemanas y la influencia del sacerdote capuchino son espacios dignos de recordar por la inconsistencia valórica; algo similar ocurre el día de hoy con la iglesia que defiende los intereses de los ricos, hemos olvidado a dos de los grandes Cardenales Chilenos- Caro y Henríquez. Y es bueno recordar la acción docente, ojalá todos los profesores dejaran registros de sus vivencias pedagógicas porque son parte del testimonio que se requiere para comprender mejor la interculturalidad y los pueblos nación con los cuales nos relacionamos a diario. Y como buen maestro, Lorenzo Baeza nos enseña a enfrentar los desafíos y cambios de paradigma, que requiere la educación en Chile, si queremos que Chile sea para los chilenos, lugar en el que conviven distintos pueblos nación desde antes de la república, y ahora acompañados también por grandes grupos de migrantes de diversas nacionalidades, de las cuales todos debemos aprender, los diversos códigos culturales que nos dan identidad y al mismo tiempo, necesitamos reconocer no sólo la noción de compartir el territorio, sino también aquello que nos une como elementos de respeto por aquello que llamamos humanidad y que los docentes, como en algún momento lo realizara el profesor Lorenzo Baeza Vega, al compartir, dar testimonio o bien registrar aquello que nos permite entender desde el pasado el presente y futuro de los pueblos nación.
Hans Schuster, escritor