Un viaje a Villarrica por estos días puede ser algo normal, sencillo, rápido, asombroso, largo e incluso poco anecdótico dependiendo de las personas que lo hagan, Pero ¿cómo era la ciudad y su entorno hace medio, un siglo o más? Al ingresar a la ciudad cruzando el hermoso río Toltén resaltan dos accidentes geográficos que le brindan una belleza icónica: su majestuoso lago y el imponente volcán “Ruca – Pillán” que es considerado por los vulcanólogos como uno de los macizos de mayor actividad magmática de América.
Este breve artículo surge de un recuerdo de tradición oral producto de las conversaciones que tenía con mi abuelo cuando caminaba por Villarrica acompañándolo a sus “visitas de compras”. En síntesis, él recordaba que para llegar a su trabajo en Pucón debía tomar un lanchón o pequeño barco a vapor para cruzar el “Villarrica”. Esta evocación trivial nos remontará a siglos pasados para dar a conocer la actividad naviera que giraba en torno al lago por medio de estos vapores que se utilizaban como medio de transporte de pasajeros, relevo de durmientes de raulí y materiales para la construcción del ferrocarril posterior a la pacificación de la Araucanía. Procuraré crear un puente con el presente frente a un panorama diametralmente distinto: un sector lacustre explotado hasta el límite de su capacidad, contaminación preocupante de sus aguas con un movimiento naviero que sobrepasa lo permitido más que nada relacionado con el deporte y recreación durante la temporada estival. No tendremos tiempo de referirnos a sus caminos y cambios estructurales, pero cada verano que pasa se ven nuevas metamorfosis en los ensanchamientos de accesos viales en conjunto con los proyectos inmobiliarios que están al orden del día en la que otrora fue una de las primeras ciudades de Chile.
Antes de entrar en materia, una repasada muy corta a su historia. Hay vestigios de ocupación en el entorno inmediato de la cuenca que datan de 10.000 años atrás (Hallazgos de puntas de flechas entre otros artefactos en las cercanías de Coñaripe). Villarrica fue tradicionalmente un sector habitado por mapuches quienes en un breve lapso de 60 años perdieron su dominio cuando los españoles tomaron estas tierras en 1552, lo que corresponde a la primera invasión y fundación externa de la ciudad. Gerónimo de Alderete fue enviado por Pedro de Valdivia luego de sus andanzas en el sur donde buscaban oro, fama y gloria que fueron al fin y al cabo las mayores motivaciones de los adelantados y capitanes de conquista. Tras la muerte de Pedro de Valdivia en Tucapel (1553) el interés por ocupar Villarrica va perdiendo peso entre los españoles. El golpe de gracia lo dieron los mapuches con la destrucción total del fuerte Villarrica en 1602 en concordancia con el desastre de Curalaba (1598), dando mayor énfasis a la legendaria Guerra de Arauco.
Entre 1602 y 1883, Villarrica siguió bajo el dominio indígena quienes cuidaban el grandioso Mallolafkén - hoy conocido genéricamente como lago Villarrica-. En ese periodo de transición, si bien los Mapuches eran los dueños exclusivos de la Araucanía, no poblaron Villarrica de forma regular pues consideraban que debía quedar oculta y quieta por respeto a las almas que ahí moraban. Por otra parte, la ciudad no quedó olvidada para la memoria. En los mapas de la colonia figuraba como destruida y no habitada pero siempre dibujada en los documentos cartográficos oficiales. Durante la república, nuevamente se concito el interés de muchos la posible nueva refundación de la ciudadela especialmente para la naciente generación de Lonkos. En medio de la Guerra de Arauco se logró un grado de sincretismo, mestizaje e intercambios en las fronteras (entre el río Biobío y el Toltén) creando una identidad cultural inédita en las cercanías de Villarrica. Por espacio, el tema de la pacificación de la Araucanía no será desarrollado en este artículo.
Ante la ausencia de caminos grandes y anchos que unieran Villarrica con sus sectores aledaños, el inmenso estero pasó a ser -entre fines del siglo XIX y parte del XX- un centro neurálgico para la comunicación, aunque existían con antelación pequeños senderos al borde del lago. En consecuencia, estos pequeños barcos a vapor que además arrastraban lanchones con madera, trigo, materiales de construcción y animales fueron en su momento el principal medio de transporte que aportaron elementos vitales para la naciente ciudad. Hay que señalar que tan extensa laguna ya era un medio náutico ancestral usado regularmente los mapuches en sus Wampos que vendrían siendo para nosotros algo similar al Kayak o una canoa. Hay interesantes hallazgos sobre estos últimos y en algunas oportunidades han sido expuestos en museos.
Los lanchones fueron propulsados por una caldera con la energía calórica del carbón, pues era lo usual y constituían la viva imagen de los medios de transporte de la revolución industrial en su primera fase. El viaje principal era siempre hacia Pucón y más adelante en dirección a Pitrufquen. Estos barcos no tenían más que 20 metros de largo por 5 de ancho y eran fabricados en la misma arena de las playas con madera de Raulí. Tras su fabricación estaban los hábiles artesanos de la época quienes con una paciencia infinita fueron perfeccionando cada vez más las embarcaciones llegando a dominar el viento Puelche que causó no pocos estragos estructurales.
En 1883 nos encontramos con el primer viaje a bordo del “Aldonsa Lozano” con capacidad para 60 pasajeros inaugurando así los servicios de transporte. Promediando el siglo XX, está el “Atún” construido en 1950. Hay otros que navegaron en 1985 con otras tecnologías. En general dejaron de funcionar en la década de 1960 conforme avanzaba el uso y la construcción de las carreteras, puentes y caminos. En algunos parajes del cauce del río Toltén hay reliquias de vapores hundidos y de vez en cuando hay hallazgos que salen a flote de piezas pertenecientes a estas antiguas embarcaciones, en ese sentido el trabajo de la arqueología es aún fundamental.
El aumento de los viajes a vapores coincide con la llegada del ferrocarril y el inicio de las carreteras para carretas de madera y posteriormente la llegada de la locomoción colectiva y privada, pues pese a que Villarrica ha sido varias veces fundada, es en el siglo XX donde se produce un incremento del aumento de su población, en la infraestructura y en las edificaciones masivas. A modo de ejemplo, el litoral pucará era muy extenso, hoy es pequeño y sin arena, esto se debió a que el ripio original de la playa fue sacado casi por completo para la construcción de Villarrica, tanto así, que lo que ven los turistas en la actualidad es una costa vuelta a rellenar de forma artificial en un terreno fangoso.
Otro de los objetivos de los vapores era trasladar durmientes de madera, la cual era completamente nativa. Hoy, según los especialistas el nivel avanzado de la desforestación es preocupante en algunas especies autóctonas. Caso aparte es la contaminación del lago, en el año 2017 el ministerio del medio ambiente catalogó de irreversible los niveles de corrupción del agua, por tanto, el legendario lago fue declarado zona saturada por primera vez en Chile. El 2018 las mediciones en algunos de sus compuestos superaban un 80% de los permitidos.
Se sugirió eliminar la actividad náutica, esto quedó patente en las llamativas palabras del Doctor en Bilogía Celular Jorge Paraoid donde señala textual “Lo que sugiero, no será considerado porque será un desmedro para la actividad turística del lago. El no uso de equipos náuticos en el mismo, como lanchas a motor, la restricción de habitantes en las riberas, aforos para camping y hoteles y ese tipo de medidas, no solo por una temporada de verano si no que una norma por varios años. El recuperar los humedales, modificar la playa de Villarrica, ya serían estrategias un poco más municipales y luego evitar la entrega de materiales orgánicos a los afluentes, por actividad humana, como producción animal en general.” Hasta el momento no se han pronunciado por alguna solución concreta a largo plazo, al contrario, las edificaciones en las riberas y la cantidad de lanchas parecen aumentar.
A modo de conclusión, este trazado fue una leve pincelada de tradición oral y escrita. Es evidente que la semblanza de Villarrica merece ser revisada y estudiada de forma profunda pues su peso puede servir perfectamente para un capítulo imprescindible de la historia de chile. Su narración debe ser una oportunidad para romper de a poco con la “Crónica Oficial” que a veces no es cuestionada y de paso disminuir las brechas con el centralismo que nos ha marcado en el relato histórico desde Pedro de Valdivia hasta hoy. Además, Villarrica puede ser un caso de estudio único para comprender la importancia del sincretismo y la vida de la frontera durante la Guerra de Arauco.
Al momento de escribir estas líneas, Villarrica es mencionada de forma recurrente en los noticiarios y periódicos por muchos motivos donde el más importante es ciertamente su atractivo turístico. Ahora es el momento ideal para exigirle al Estado y sus reparticiones que le den a la ciudad un valor importante que se traduzca en limpiar su lago como aconsejan los especialistas y sobre todas las cosas potenciar su hermoso legado histórico y arqueológico. Quizás con unas aguas más transparentes podamos disfrutar en el futuro de nostálgicas tardes de viajes en lanchones como lo hicieron nuestros antepasados donde seguramente se asombraron cada vez que se subieron a alguno de los tantos barcos que antaño existieron.
Álvaro Vogel. Historiador.