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Una economía de la exclusión mata. A un año de Evangelii Gaudium. Por Juan Pablo Espinosa

Hace un año (24-XI-2013), el Santo Padre Francisco promulgaba su encíclica Evangelii Gaudium (EG) la cual tenía como lei motiv el anuncio del Evangelio en el mundo actual. El documento está compuesto de cinco capítulos dedicados a la praxis evangelizadora, a la incidencia de la fe en el espacio público y a otras relaciones que la Iglesia Católica vive tanto ad intra como ad extra. En este artículo quisiera recuperar la palabra del Papa sobre el lugar actual de la economía capitalista y del culto que se hace al dios-dinero. Será una breve lectura analítica de los números 52 – 60 de EG.

En un primer momento, Francisco hace un diagnóstico de cómo estamos viviendo la presente hora de la historia. Este es un momento tanto de un “giro histórico” como de un profundo “cambio de época”, en la cual convive tanto el desarrollo humano como también el asumir que “la alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente” (EG 52). Nuestra era es la del “conocimiento y la información”. Mientras algunos tienen acceso a estos bienes irrenunciables del hombre moderno otra gran mayoría de hombres y mujeres se convierten en neo-analfabetos. El acceso al conocimiento sigue siendo para los que pueden costearlo.

En nuestro tiempo, ese del giro histórico, existe una economía mundial que está regentada por el sistema capitalista, el cual apuesta por una libertad en cuanto al mercado en el que la propia ganancia vale más que el desarrollo colectivo. Esta economía capitalista, es calificada por Francisco como una de la “exclusión y la inequidad. Esa economía mata” (EG 53). La exclusión se ha creado por la competitividad que el darwinismo social ha provocado. El más fuerte, económicamente hablando, vence al que no puede gozar de las garantías de un sistema social injusto. Esto para Francisco no es tolerable, es más pertenece al orden del mandamiento de no matar.

La antropología del sistema de mercado es una que comprende al hombre no en su dignidad de persona, sino que lo presenta como un “bien de consumo que se puede usar y luego tirar” (EG 53). La cultura en la cual se encarna la antropología del hombre-objeto es una que es llamada por Francisco como “la del descarte” en la cual ya no hablamos de personas con igual dignidad sino que de sujetos que son desechos sociales, sobrantes de las culturas, aquellos que siguen esperando. Frente a los sobrantes se ubican aquellos que se rigen por la espiritualidad y religión del dios-dinero y del mercado comprendidos como “mecanismos sacralizados del sistema económico imperante” (EG 54). La antropología del hombre-objeto nos ha privado de la compasión “frente a los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe” (EG 54).

Recuerdo que el filósofo G. Lipovetsky gustaba de asignarle a cada época histórica una imagen o personaje que permitiese comprender esa hora de la historia. Creo que la imagen o arquetipo de la sociedad del dios-dinero y de la antropología del hombre-objeto puede ser Caín, el cual y luego de la recriminación de Yahvé en el contexto del asesinato que hace el primero de su hermano Abel responde “¿acaso soy el guardián de mi hermano?” (Gn 4,9). Hay un aspecto que Francisco menciona y que puede servir de herramienta hermenéutica para la actual reforma tributaria que se está discutiendo y aplicando en Chile. El Papa sostiene: “una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar!” (EG 58). La ética de la reforma financiera (tributaria) debe superar la antropología del hombre-objeto y debe apostar y adoptar una antropología de la persona-fin en sí mismo. La voluntad política debe servir especialmente a que los sobrantes del tejido social pasen de condiciones de vida menos humanas a una vida plenamente humana.

Francisco nos está dando luces claras sobre cuál es la óptica que hemos de asumir tanto creyentes como hombres y mujeres de buena voluntad. La preocupación por la problemática social (que para el cristianismo es la Doctrina Social de la Iglesia) debe ser una tarea y proyecto común. A un año de Evangelii Gaudium queda mucho por caminar en cuanto a la superación de una economía que sigue asesinando prematuramente a muchos de nuestros semejantes.

Juan Pablo Espinosa Arce Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía @juanpirancagua

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