En kioscos: Marzo 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

Una invitación a pensar desde la juventud. Por Rodrigo Escobar San Martín

La visita del filósofo argentino Hugo Biagini, ocurrida durante esta semana, nos ha dejado, a quienes tenemos la suerte y agrado de conocerlo, más aquellos que por primera vez lo escuchan y conocen, una visión provocadora a la luz de los acontecimientos que transcurren en nuestra sociedad.

Las conferencias que presentó en distintas universidades y en Le Monde Diplomatique, han permitido traer las grandes problemáticas que los jóvenes de nuestro país han colocado en la agenda pública. En este caso particular, enuncio la palabra y visión provocadora y no evocadora, porque creo que es menester comprender que los grandes desafíos de nuestra sociedad, en materia de educación, tanto en su sentido, en las políticas públicas y en la configuración ética que subyace como propósito para nuestra sociedad, no puede reflexionarse sino a la luz de las incitaciones juveniles.

Permítaseme insistir en ello: incitaciones juveniles, pues nada más ni nada menos que nuestra juventud es quien promueve de manera reaccionaria la reflexión acerca de la sociedad que queremos.

Dicho esto, la palabra y sentido de evocar (evocare), no permite comprender las grandes tensiones de nuestra sociedad debido al tiempo presente en que estas ocurren, es decir, estamos hablando de experiencias vitales y participativas. Evocar implica traer al presente experiencias vitales del pasado, quizás de uno remoto, quizás del espíritu (o del signo de los tiempos), quizás de la reflexión de las ideas. Sin embargo, todas ellas no son más que un proceso reflexivo de aquello que aconteció, permitiendo interpretar nuestro presente con la ayuda y lectura de las rememoraciones del pasado. Por ello, provocar posee un aspecto radical, inclusive se puede ir más lejos con la afirmación: provocar es la radicalidad del pensamiento que permite construir conciencia crítica para comprender y tomar posición de lo que ocurre en nuestro tiempo, en el acontecer presente y en los desafíos que tensionan nuestra sociedad.

Y esa es, precisamente, la invitación que el día viernes se llevó a cabo en la Universidad de Chile en el foro internacional, “Humanidades, universidades estatales en América Latina. A 100 años del grito de Córdoba”, en que participó el filósofo Hugo Biagini junto al filósofo chileno Carlos Ruiz Schneider.

Ambos intelectuales situaron el tema de la educación y la juventud como eje central de sus exposiciones.

Si bien es cierto, en un tono y talante académico se dieron estas conferencias, en ambos intelectuales la palabra juventud implico participación y cotidianeidad.

Lo cotidiano lo conocemos bien y es propio del siglo XXI que, a partir del “mochilazo” del año 2001, donde los jóvenes irrumpen en la agenda pública instalando un tema social particular (las tarifas de la locomoción colectiva), pasando por “la revolución pingüina”, las grandes manifestaciones del 2011-2014 y las nuevas manifestaciones estudiantiles de este 2018. Todas ellas progresivamente han instalado una crítica profunda al modelo en que vivimos, pero por sobre todo implica que esa crítica nace desde y a partir de la juventud.

Sí, seamos claros, son los jóvenes quienes tensionan el status quo de nuestra sociedad. Esa sociedad adulta, adicta al confort de la vida de consumo con sus templos llamados mall, con su pensamiento monolítico de la racionalidad costo/beneficio que conlleva una competencia descarnada, amparada en el discurso del “sálvese quien pueda” (o de manera más visible y correcta con las consignas del emprendimiento, el mérito y los mejores).

Una interpretación antropológica y sociológica se puede plantear con Thomas Kuhn: el paradigma de nuestra sociedad no es más que el pensar (y vivir) bajo las certezas del mundo adulto, que a su vez es el único que piensa y sabe vivir; en desmedro de los jóvenes, esos “pendejos” alienados e idiotizados que no tienen la más remota idea de cómo vivir, vale decir, un mundo de incertidumbre al que Kuhn denomina con la palabra anomalía.

Para que el paradigma perdure, en lo posible sea perenne, debe seleccionar y controlar para excluir aquellos elementos que fisuren su estructura y finalmente sus bases.

La revolución científica parte con las ideas nuevas, las ideas jóvenes: los propios jóvenes. El ejemplo clásico de Planck y la teoría cuántica: el discurso que expresa al momento de ganar el premio Nobel de ciencias, hace referencia a las décadas que pasaron para que sus ideas fuesen tomadas en serio, en otras palabras, todos los “viejos” académicos de la comunidad científica fallecieron y es ahí donde su trabajo puede ser tomado en cuenta por los nueva comunidad.

Lo mismo para los jóvenes. Eso que llamamos con la metafísica de Aristóteles acto-potencia. ¿Qué son los jóvenes para los adultos? Pura potencia. No son ni adultos (acto), ni tampoco niños (acto). Los jóvenes se encuentran en un intermezzo, dejaron de ser niños y no son adultos. Pura capacidad, pura posibilidad (de ser) en vista de algo superior y realizado.

A partir de ello, la definición de Descartes sobre el dualismo antropológico cuerpo-alma, distingue a los seres humanos de los animales y demás objetos, en tanto alma intelecto (humano) y cuerpo mecanismo u objeto. Y gracias a esto, la Modernidad y su proceso emancipatorio en educación implicará educar a todos los miembros de la sociedad para sacarlos de la animalidad. Kant decía que la educación humaniza. Convierte al niño en adulto, al animal en ser humano, a aquel que posee la facultad de pensar en ser un sujeto que ejerce el pensamiento. De esta manera, los jóvenes son potencia, se encuentran en vías de…, en fin, se encuentran transitando hacia el camino del pensamiento y la adultez.

A usted señor lector, le suena común frases como: ¡Qué me va a enseñar un chiquillo!, ¡estos pendejos están puro leseando! y ¡no tienen padres que los eduquen! Frases metafísicas de una antropología del ser humano transitorio, de un ser humano nihilista que designan a la juventud.

No obstante, el llamado de los filósofos Carlos Ruiz Schneider y Hugo Biagini corre por otra vía. Por el contrario, la invitación es a que debemos escuchar y estudiar a los jóvenes y a sus propuestas, debemos mirar a la juventud como un actor importante de nuestra sociedad, debemos reflexionar sobre sus ideas, y, finalmente, debemos dejarnos provocar. Revitalizar la democracia implica mirar y leer atentamente a nuestra juventud y sus discursos. Una juventud que se encuentra más viva que nunca.

Compartir este artículo