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Una nueva constitución: entre optimismos y desconfianzas. Por Luis Osorio

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Al observar el letrero que sostiene un asistente a la masiva manifestación en Plaza de la Dignidad, el día 25 de octubre de 2019, en el cual le da gracias a la juventud por lo que ocurría en ese momento, tiene una lectura de optimismo y confianza, la juventud como actor relevante del futuro esperanzador. Más aún se encuentra rodeado a primera vista de jóvenes.

Pero ese mensaje, también invita a reflexionar sobre el momento que se vivía y que se ocasionaba, por la suma de años en que los problemas sociales se fueron agudizando, arrastrando en su paso a muchos responsables, que constituían gobierno y amparaban su acción en un modelo estructural con sustento en la Constitución del 80.

Si pensamos con optimismo en lo que viene, en un contexto de lo que podría ser el significado de una nueva Constitución, tendríamos que imaginarnos en una convivencia de la actual juventud y de generaciones futuras, porque quien tiene a la vista el cartel de agradecimiento, debe haber sido un joven y optimista por el futuro, en el momento en que termino la dictadura, y también debe haber pensado que en ese momento se iniciaban importantes cambios, que darían una perspectiva de temas sociales resueltos ya transcurrido el 20% del siglo XXI.

Tal vez en ese instante habían otras personas en la calle, año 1990, agradeciendo el rol de la juventud en la lucha contra la dictadura, sin imaginarse que el 2019, se hubiesen manifestado grandes problemáticas de tipo social, donde otras pancartas, expresaban las inquietudes por las pensiones, la educación, la salud, la vivienda, entre otros temas que eran y son motivos de preocupación, que se rodean de desigualdades, junto a las características del modelo imperante, que tiende al beneficio del poder económico. Materias, que fueron muy bien administradas en los gobiernos de la concertación y bien gerenciadas en los gobiernos de Piñera.

Las intenciones reales de cambio, nunca existieron, ya que se habrían manifestado en un proceso transformador real o al menos en una claridad absoluta, que en todo momento se tenía presente los cambios significativos e imprescindibles, entre los cuales se hiciera insostenible la Constitución redactada durante el gobierno militar, lo cual no ocurrió.

Lo que sí ocurrió, es que se gobernó bajo una mirada de privilegio en los negocios, un deambular de las autoridades según los gobiernos de turno, en diferentes ministerios que en más de alguna ocasión ni siquiera eran representativos de las experiencias, formación y trayectoria profesional pertinente. Era la mala práctica del cuoteo político, en lo cual no habría existido mayor inconveniente, si se hubiera correlacionado con una idoneidad para el cargo.

Entre la mezcla de optimismo y desconfianzas que se expresan en este artículo, se encuentra que lo acontecido en el denominado estallido social, tiene un significado profundo e indeseado de un proceso no desarrollado en un paso a paso, simplemente por no querer llevarlo a cabo. La desconexión entre los gobiernos y la distancia con la ciudadanía ha sido enorme. Ello manifestado en los tiempos actuales, en la búsqueda incesante, a como dé lugar de hacer preservar el modelo económico, aunque la problemática social en circunstancias de pandemia se encuentre con una agudización extrema.

Lo rescatable, es que post 18 de octubre de 2019, hay una movilización significativa e instancias de dialogo, en espacios diversos donde se hablaba sobre el país y surgían intercambios de participación ciudadana, sobre temáticas abiertas cuando el lugar era una plaza o una junta de vecinos, o en otros casos bajo temáticas de interés de los grupos que se autoconvocaban.

Las líneas de análisis provenían de las manifestaciones, que en los días siguientes había una expresión generalizada, de quienes declaraban que no se habían dado cuenta de los descontentos acumulados, y que tan sólo 5 meses después se terminan de exteriorizar, cuando a nivel mundial se oficializa la declaración de la pandemia y las grietas del país terminaban de quedar más visibles.

Sin alejarse del tema constituyente, vuelvo a esos hechos que producen desconfianzas, para revertirlos determinarían un actuar rápido, pero a medida que se incorporan más factores en el análisis, los tiempos de reversa ya juegan en contra. Tal vez como único aliciente, es pensar en la incorporación activa y preponderante de la juventud, además, de un significativo número de ciudadanos cuyo nivel de desencanto, los hacía optar por no acudir a las urnas en las elecciones de distinto tipo, más aún con plebiscito de salida obligatorio para todas y todos.

Antes de continuar, invito a imaginarse algunos conjuntos con características propias y particulares en sus elementos, pero que en común es fácilmente distinguible una intersección natural, permanente y sostenida en el tiempo. Es el significado de existencia de unidad y lo cual queda planteado, para reeditarlo al momento de concluir. La inexistencia de intersección, es la expresión de conjuntos disjuntos, sin poder llegar a distinguir unidad.

Esos cambios no realizados, ni siquiera pensados, y una lejanía con los representados, por parte de los gobiernos, es lo que pasa la cuenta y que, sumado a otras actitudes, hace posible que la derecha ponga en marcha una estrategia y pase a ser quien convoca a la instancia que da inicio al proceso constituyente.

Se trata de un sector, que tiene muy clara la proyección a largo plazo, y sabe de manera exacta la composición de su lado contrario, sin descartar que incluso es la misma derecha la que ha influenciado en las actitudes de su contrincante, no olvidar que, entre algunos derechistas y concertacionistas, se dan algunos lazos familiares.

Al realizar esta reflexión, orientada hacia la concertación no se trata de algo casual, ya que era el sector del cual se esperaban desde los años 90, fuesen los referentes de confianza representativos de una derrota de la dictadura en los hechos, pero los rumbos no alcanzaron a ser los esperados. Tiempos de grandes ausencias y acumulación de incredibilidad, por el relato que sigue. Cuando en las elecciones en el momento en que se consagra el voto voluntario, no hay preocupación sobre la baja participación de electores, debería haber sido algo que requería de una lectura y preocupación trascendente, pero no lo fue. El entregar el mando a un gobierno de derecha, el año 2010, es signo de un agotamiento y el primer síntoma de una disconformidad que se estaba instalando. En los años del primer gobierno de Piñera, no se realizó el ejercicio de una reflexión para a partir de allí entrar en un período de inflexión, y que hubiera marcado el inicio de un cambio no efectuado con anterioridad, nuevamente un faltante sobre lo cual no había interés.

En el segundo gobierno de Bachelet, cuatro hitos fueron contraproducentes. Por una parte, en los años precedentes al segundo mandato, por su cargo en ONU mujeres, no se involucró en la forma debida en la actividad política del país, más allá que en la campaña presidencial; por factores internos de algunos integrantes del segundo gobierno, el intento de sacar adelante un proceso constituyente no llegó a ningún lado; en el último período de su gobierno, tienen en su interior dos candidatos presidenciales, lo cual revela un principio fundamental de ausencia de unidad; y por último, nuevamente la entrega del gobierno a la derecha.

De esta forma, se configura alrededor de ese sector, un mal posicionamiento muy enraizado en su historial de varios años y que en lo actual se hacen acreedores a una falta de confiablidad hacia ellos, su accionar en el tiempo no pasa desapercibido.

Este es el momento en el cual estamos, al fijarse en este sector en porque en algún momento había esperanzas cifradas en ellos, pero finalmente terminan siendo los causantes del problema, sin haber alcanzado a ser los artífices de algo a lo cual nunca se debería haber llegado.

Ya no es tiempo de producir intersecciones de la nada, estamos en presencia de conjuntos disjuntos, sin elementos comunes.

Mientras transcurre lo constituyente, también se hacen llamados desde quienes se esgrimen como presidenciables, a la unidad, pero esta no es nada si no se tienen grandes convicciones comunes del pasado, presente y futuro. El ir siempre a las elecciones para que no salga la derecha, es de mucha fragilidad, el sueño sería haber estado unidos desde hace tiempo por el bienestar efectivo de la sociedad.

Volviendo a la imagen de partida, sería el tiempo del relevo hacia la juventud con una visión diferente y que ellos se sientan los responsables del cambio que les incidirá de manera directa.

En el movimiento táctico de la derecha, seguramente observaron estas variables, y concluyeron en que lo mejor era acelerar el proceso, ya que una espera de algunos años, habría significado un cambio generacional en que se le trastocaran sus paradigmas. Es necesario, en estos casos analizar entre el optimismo y las desconfianzas, ya que se podrían obtener aprendizajes significativos para cambiar el rumbo de la historia. Mucho respeto para todos, pero la soberbia no es un buen acompañante. Una cosa es perder una elección y otra hacer que el país no alcance a tener la Constitución que implique el desarrollo justo como ser humano, en el ejercicio de una convivencia social sana.

Hay ventanas de tiempo para revertir, incluso, aprovechando el impulso del plebiscito de salida obligatorio, se podría realizar una modificación muy simple pero significativa, voto obligatorio desde las presidenciales de este año. Así nos vamos preparando, y entendiendo que una elección presidencial no es la misma en medio del tiempo en que se está redactando una Nueva Constitución.

Por último, con la pandemia y sus efectos, desde el parlamento los sectores que se observan con mirada crítica han tenido un rol de apoyo a un segmento de la población, pero ello no alcanza a dar vuelta una página en la historia y otorgar un perdonazo. El que en un momento se haga lo que se tiene que hacer, no exime de lo que no se hizo y que incluso pudiera haber tenido una repercusión diferente en el momento actual, no situados en un individualismo.

Al haber un nivel de entropía significativo, podría ocurrir que se logre rescatar en parte el sentido de importancia de nueva Constitución, pero disociado del resto de las elecciones principalmente de las presidenciales, hito que precede al nuevo texto que será redactado. No se podría dejar de considerar, que el texto resultante, considere que ya en vigencia una nueva carta fundamental, venga un reordenamiento institucional que contemple a partir de ese momento un reordenamiento institucional, con disolución del ejecutivo y legislativo, sumado a convocatoria de elecciones. Son altos desafíos ante situaciones complejas.

1 DE FEBRERO DE 2021

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