Por segunda vez consecutiva, las Universidades son las instituciones con las cifras más altas en confianza ciudadana, según el “Estudio Nacional de Opinión Pública Encuesta CEP N°86” (abril-mayo 2022) Como es costumbre, las cifras generan un revuelo mediático que acapara debates públicos durante días. Gobierno y oposición destacan sus propias fortalezas y recalcan aquellas cifras que les sirven para derriban a su oponente. Nada nuevo bajo el sol. No obstante, uno de los datos presentados muestra información que es relevante atender.
Ante la pregunta: ¿Cuánta confianza tiene usted en cada una de ellas? Las universidades alcanzan el 54% subiendo un 7% en relación con la encuesta anterior de agosto 2021. Es la segunda vez que el CEP incorpora en su listado de instituciones a las universidades y en ambas ocasiones ha ocupado el primer lugar.
La pregunta por la confianza en las instituciones público-privadas no es nueva. La encuesta CEP, Encuesta Bicentenario PUC y la ICREO de la consultora Alma Brands, indagan sobre la confianza/desconfianza en las instituciones con resultados que dan cuenta de la instalación de la desconfianza como “motor” de las relaciones humanas y sociales en nuestra sociedad. Si bien en los últimos datos hay una leve mejora en las cifras, esto no significa -necesariamente- que estemos entrando en una nueva etapa.
Las publicaciones sobre el tema de la confianza en las sociedades contemporáneas son vastas y dan cuenta de los acelerados cambios sociales (Habermas, 1975; Luhmann, 1996; Beck, 1998) La confianza/desconfianza van adquiriendo más relevancia política y se constituyen en puntal de la gobernanza democrática. Si embargo, estas características no sólo refieren al modelo de la democracia representativa, sino que se hace extensiva a todo tipo de instituciones: empresariales, religiosas, sociales y educativas. La sociedad demanda la irrupción de la ética -y sus derivadas (accountability)- como “varita mágica” para retejer confianzas y volver a una suerte de orden social esperado (De la Cruz-Sasia, 2008)
El devenir de la sociedad chilena en los últimos años ha sido especialmente intenso y complejo. Los casos de corrupción público-privados; las movilizaciones sociales; las demostraciones de una élite ciega y alejada de la realidad de las chilenas son muestras de la profundidad de la crisis que tiene su punto más alto en el estallido de octubre de 2019 y su agudización con la crisis sociosanitaria por la pandemia del COVID. En este contexto cobra especial relevancia la información de la encuesta CEP que posicionan a las universidades como las instituciones más confiables del país.
¿Por qué la ciudadanía confía en las instituciones de educación superior (IES)? ¿Qué legítimas expectativas tiene la sociedad con respecto a éstas? ¿Cuáles serán las razones por las cuales estas instituciones cobran un rol social y público tan significativo? ¿Será que la confianza de la ciudadanía es una respuesta a la actuación de las IES en medio de las crisis sociales de los últimos años? Si bien no hay una única respuesta al respecto, me atrevo a decir que el rol social y público que una gran cantidad de instituciones ha asumido -tanto en el estallido social, en la pandemia y en el proceso constituyente- son muestras de esa confianza pública en ellas.
Las universidades han ocupado a lo largo de la historia un lugar más que relevante en el proyecto de construcción de sociedad y, ante el escenario actual, han estado a la altura de las circunstancias, siendo verdaderos espacios de diálogo social y fuentes de fidedigno conocimiento y formación que combaten la desinformación. Tal como decía el Cardenal Silva Henríquez en el Claustro PUC de 1971: “Las universidades han de ser un lugar del diálogo y conciencia crítica de la sociedad”. Esto demanda la ciudadanía y las instituciones asumen esa enorme responsabilidad.
Francisco de Ferari, director de Vinculación con el Medio
Universidad Católica Silva Henríquez