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Uno y otro... el amigo. Por Ricardo Espinoza Lolas

… a Nelson…

En estos tiempos en que no tenemos tiempo para nada, menos para nosotros mismos y nunca para el otro, es necesario forjar el tiempo del otro en uno, esto es, la amistad, porque uno mismo es otro para otro. Una vida sin amistad, sin amigos concretos, no tendría mucho sentido, por no decir, ningún sentido. Pero ¿qué expresa la amistad hoy? Esa es la cuestión fundamental que quiero escribir en esta columna de este sábado en Le Monde diplomatique. Y hago explícito el medio en el que escribo, y en el día que aparece esta columna en torno a la amistad, porque en ella el gesto, el detalle, el “Matiz de lo Sutil” juega un papel muy importante. El mismo Le Monde diplomatique opera como un lugar en el que Uds. leen y yo que escribo y así se da una cierta complicidad que nos permite conocernos desde la experiencia misma de lo que se lee-escribe; es la inscripción e inauguración del vínculo entre ambos. Y, además, tal vínculo ya nos señala cómo se da la amistad, cómo acontece el amigo, un amigo en uno, que en tanto tal nos abre ese bello vínculo material de uno y otro, esto es, lo que llamo el NosOtros. Es en el NosOtros donde se da la amistad.

El amigo es nuestra propia mediación que nos acontece para que seamos uno mismo de modo pleno. Y con esto me refiero a algo muy simple, a saber, que el amigo no es el que está de modo inmediato con uno (de esos “amigos” ya tenemos suficientes y, algunas veces, debemos “huir” de ellos), sino que en la “distancia” se muestra como el medio que nos permite ser, llegar a ser lo que somos, dicho con la gran sentencia primigenia del griego Píndaro. El amigo es el que nos potencia a llegar a ser el que somos, pero, por lo general, no sabemos lo que somos, porque nuestras vidas están colonizadas en la inmediatez de la ideología de turno, esto es, en el capitalismo más salvaje jamás conocido, vamos creando un camino errante, dando tumbo en tumbo y así nos sumergimos en el “Laberinto de Ariadna”, es decir, en algún “Laberinto” que en la actualidad nos asegure una cierta estructura en donde podamos vivir “seguros”, sin realizar nuestro más radical deseo, sin arriesgar nada, solo reproduciendo lo que nos cobra el Laberinto por “cuidarnos”. Y de allí, por tanto, no acontece nada que nos exprese en lo que somos, sino que nos volvemos en esclavos de la máquina misma en la que vivimos, a lo Charlot de Tiempos Modernos; unos meros humanos reproductivos que viven y se desviven en la inmediatez de la producción de capital y de subjetividad capitalista para asegurarse un reconocimiento que les de cierto éxito para vivir “tranquilos” dentro del sistema mismo y haciendo más fuerte a dicho sistema.

Es ahí en donde acontece el amigo, el otro que nos media, porque nos potencia para disolver el Laberinto en algún instante; y desde ese instante preciso todo se actualiza y pasa, parafraseando a Así habló Zaratustra, por nuestro lado el dios Diónysos y en donde éramos un “uno” miedoso porque vivíamos con nuestra soledad narcisa ahora se nos vuelve en un “dos” y así nos sentimos acompañados: una de las más bellas experiencias del animal humano en medio de lo real. Es la actualización de nuestros cuerpos entre sí que nos abre otras posibilidades para que seamos lo que llegaremos a ser. El amigo está ahí a nuestro lado. No es necesario que el amigo sea de toda la vida (que estuviera a nuestro lado desde la infancia), pero cuando acontece el amigo lo será para toda la vida, incluso más allá de la vida real del amigo, hasta en su muerte nos acompañará como un inexorable recuerdo que nos orienta. El amigo de hoy pudo en el pasado ser un no amigo, un mero otro, un desconocido, otro que nos incordiaba, pero al acontecer como amigo hoy ya se es amigo y el vínculo florece, se manifiesta, se realiza y se fideliza para siempre.

El amigo acontece de múltiples modos: por medio de una conversación en algún día determinado, porque se encuentran en un gesto que los afirma a ambos, porque escucha cuando se le habla desde nuestro sentimiento más íntimo, porque se ríen con alegría de algo que ha sucedido o, por una buena comida, por una cierta complicidad, por una discusión cara a cara sobre tal o cual asunto o, simplemente porque acompaña al otro cuando el otro está en el desierto u oscurecido por la banalidad de los tiempos en que vivimos o porque el dolor no le permite ver salida alguna, etc. Y, esto también, es muy importante destacar, que el amigo acontece como “nuestro” amigo más allá de sí mismo. A veces ni él sabe que ya es amigo de nosotros y que nos posibilita afirmar nuestra vida y romper con las cadenas de la necesidad de Laberinto en el que vivimos ante el miedo que nos ejerce esa propia vida precaria y mortal que llevamos. Ni él mismo se entera de lo que ha acontecido para nosotros como otro radical que no solamente nos sostiene en un instante material concreto, por ejemplo, una conversación invernal sin máscara alguna. Él no sabe todavía que ya está siendo “nuestro” amigo, pero lo es y radicalmente, porque luego de ese instante todo se renueva y, como diría Nietzsche, acontece el baile que nos gratifica y todo No, se vuelve un Sí afirmador y la vida se actualiza más hospitalaria, acogedora, alegre, porque hay otro en nosotros que nos indica que podemos realizar lo que somos. No estamos solos.

El mismo amigo se vuelve amigo en ese instante que nos renueva y él mismo se renueva en ello de otro modo. Y lo bello de esto es que nadie sabe lo que puede acontecer en cada uno de nosotros, pero cuando se da, se da radicalmente un NosOtros, esto es, un otro que nos saluda y nos posibilita e impele a ser más felices en esta vida concreta en la que estamos siendo. Ante eso el amigo nos actualiza en el vínculo de la amistad y con ello en el del agradecimiento. Pues que en estos tiempos capitalistas, de mero trabajo reproductivo, en los que el tiempo no existe, porque es un tiempo muerto, que acontezca la amistad es un momento para celebrar y agradecerlo. Es un agradecer en el mero hecho de que porque está el amigo acompañándonos vale la pena que este instante retorne y se nos actualice como algo afirmativo que nos hace bien y, por ello, les hace bien a todos. En donde hay un amigo, se da la amistad y con ello se produce una institución biopolítica afirmativa, en palabras de Esposito. En el amigo se abre carnalmente, en la materialidad del cuerpo, en su mortalidad, en su sexualidad, en su tejido socio-histórico de unos con otros, instituciones de vida, instituciones que nos sanan, que nos afirman los unos con los otros y así, de este modo, es posible construir un NosOtros político.

La philía de los griegos era algo así como ese tejido de unos con otros que nos entrelazaba y, de este modo, vamos construyendo la “barca dionisíaca” que nos permite vivir en medio del mar peligroso de estos tiempos, esto es, capitalismo y estupidez. La amistad nos hace bien a todos y nos da la posibilidad de recrearnos los unos con los otros y dejar: posiciones ideologizadas construidas por algún Laberinto, determinaciones fijadas de nosotros mismos por prejuicios, encallecimiento de nuestros cuerpos sin saber todo lo que podemos dar de sí. Y esto ocurre porque en la amistad nos da alas para volar, esto es, de ser libres los unos con los otros en estas “barcas” que navegan sobre el mar del miedo que nos produce el abismo “acuoso” del capitalismo que nos quieren hundir en sus profundidades. Nunca se puede determinar a nadie por completo, porque somos, precisamente, los unos con los otros. Y, a veces, es tan simple como dar la mano para que te den la mano. Toda posición totalitaria que nos quiere encerrar nos impide ser lo que somos, esto es, animales humanos libres que nos articulamos entre sí por ser finitos y sexuados para construir tejidos socio-históricos robustos que nos generen alegría y un modo más pleno de articularnos políticamente.

Gracias a cada uno de mis amigos, a los amigos que acontecen, a los que vienen, a los que están por venir, porque uno mismo es solo por medio de los amigos y en ello uno mismo es amigo de tantos, es que me doy cuenta en las noches, cuando aparentemente estamos solos, de que el mejor de los mundos posibles, que buscaba con obsesión Leibniz, ya se realiza y se produce siempre cuando uno deviene amigo de otro y ese otro ya se vuelve en tu amigo. Y el vínculo nos hace florecer a todos. El mejor mundo posible es este mundo imperfecto que nos hemos dado, porque en esa imperfección nos topamos necesariamente los unos con los otros y así, a veces, se da el acontecimiento de la amistad que todo lo puede transformar y sanar.

Polignano a Mare, 7 de Julio de 2023

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