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USA: el mal radical. Por Ricardo Espinoza Lolas

Les propongo que pensemos en tres ciudades de USA emblemáticas no solamente para el propio USA, sino para todo el Planeta, esto es, Washington D.C., New York y Los Ángeles. Las tres se articulan para construir USA como bastión del Capitalismo. Las fuerzas militares de Washington, con las fuerzas económicas de New York y con las fuerzas del espectáculo de Los Ángeles construyen la imagen de USA tanto para dentro de su territorio como para fuera y así se expande el capital a modo planetario, esto es, el Mal radical.

Por una parte, para que se dé la aparente libertad del neoyorkino y demócrata de “izquierda” a lo Woody Allen y sus films; y, además, sea una ciudad viva en lo cultural y étnico (lugar de muchos héroes de Marvel) y, lo más importante, para que sea altamente productiva; esto es, que pueda generar millones y millones de dólares desde Wall Street al mundo y que la Libertad sea una estatua gigante que ahora devino “verde” como Hulk, es necesario que exista una conservadora, añeja, republicana y muy militarizada Washington a unos aproximadamente 360 kms. de distancia. De otra forma sería imposible. Por otra parte, que exista la gran industria del espectáculo en Los Ángeles, en general, y del cine, en especial, como la constructora de la imagen de USA (que inconscientemente llega a todos desde Caracas a Moscú pasando por La Paz, Bagdad, Shanghái, etc.); su rostro que nos saluda todos los días como si fuera un rostro amigo y muy cercano a nosotros, es necesario que esté Washington a casi 3.700 kms. de distancia. Esa “marca buena onda” del Imperio, que funciona como un “éter” o una “droga liviana” (MDMA o “éxtasis” o Marvel), se construye día a día y con mucho esfuerzo y dinero en Los Ángeles. La La Land (Chazelle, 2016) es la expresión misma de cómo el cine musical americano nos subjetiva por décadas y, en ello, la propia ciudad de Los Ángeles se manifiesta como el lugar donde realizamos nuestros sueños y podemos ser reconocidos por “alguien en la multitud”, en donde también nosotros somos ese “alguien”. “Someone in the Crowd es la canción fundamental que explica este film y, a la vez, lo que significa Los Ángeles para los estadounidenses, para Occidente y, también, Oriente (este límite entre ambos es un juego de niños que no se sostiene).

“Eso” llamado izquierda en USA (New York y Los Ángeles) se articula completamente desde la derecha; repito, son dos caras de lo mismo (la sentencia especulativa hegeliana de la Ciencia de la lógica tiene mucho que enseñarnos). Y ahí, entre la enorme avenida de 6 kms., acontece National Mall (desde el Monumento de Lincoln hasta el Capitolio y a la mitad el gran y desmesurado “Obelisco-pene” de Washington: lo capitalista, patriarcal y colonial por exccelencia), y a ambos lados de ella se da todo lo que debemos entender para comprender no solamente lo esencial de USA, sino el advenimiento actual de este Capitalismo militarizado. No olvidemos que el monumento de Lincoln, como un templo griego, funciona como la Virgen María de Migue Ángel, la Pietá (que sostiene a su hijo-dios muerto); está ahí para contener y recibir a todos los estadounidenses que han dado la vida por su funesta y tóxica Patria (miles). Es la “madona” que permite a los muertos descansar en paz y, al mismo tiempo, es la base de todos los memoriales en torno a los muertos; desde el Memorial de Vietnam, en que los muertos te observan desde el “más allá” a través de la larga pared de mármol color negro, al de los soldados muertos en los fangos de Corea y todos los muertos de todas las guerras y asesinatos; por ejemplo, el impresionante Memorial a Martin Luther King. USA como un Midas todo lo que toca lo destruye en su luminoso valor dorado que le da, a saber, todo lo capitaliza para acumular.

Sigamos con el análisis de Washington D.C. Al otro lado del río Potomac, se encuentra el gran Cementerio de Arlington, con más de 300 mil lápidas de soldados muertos en muchas guerras (Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra, Guerra de Corea, Guerra de Vietnam, Guerra del Golfo, Afganistán, etc.), desde soldados desconocidos hasta la tumba de John F. Kennedy y múltiples memoriales en varios kms. de lápidas. Son como cenotafios que expresan y hacen visible (“traen a presencia”) a esos soldados que dieron la vida por la ideología USA por más de un siglo (así como los cenotafios de Peter Eisenman en Berlín que recuerdan con estremecimiento el horroroso Holocausto). Esos muertos siguen de alguna forma “vivos” ahí y defienden el espíritu de USA. Al final del Cementerio está el imponente Pentágono, que es en sí mismo una ciudadela, con un estacionamiento terrestre y otro acuático realmente impresionantes por sus tamaños. Todo lo propiamente militar y estratégico planetario se juega ahí. El falso Salón de la Guerra de Kubrick debiera estar ahí (Dr. Strangelove, 1964), sin embargo, como sabemos, no existe tal Salón en la realidad, pero sí en nuestra imaginación, luego obviamente: ¡Existe! Por eso no es menor, para el imaginario estadounidense, que uno de los aviones que “atacaron” USA, de la “mano invisible” del terrorismo de Al Qaeda (la “mano invisible” no solamente es la autorregulación del “mercado” de Adam Smith), se estrellara con una de las caras del Pentágono. No es una ofrenda menor la que hizo Al Qaeda contra USA y sus símbolos capitalistas: Pentágono y Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001). Y no olvidemos que además querían destruir con otro avión (el Vuelo 93 United Airlines) La Casa Blanca (fue el que se estrelló gracias a la valentía de sus propios pasajeros) Ni el francés Gilles Kepel, una de las voces más autorizadas en yihadismo mundial (aunque es parte del establishment socialdemócrata del gobierno francés de turno), pudo prever los atentados. Él mismo pensaba que el yihadismo estaba en total declive hacia el 2000.

Al otro lado del Cementerio de Arlington, está el imponente Memorial a Iwo Jima que reproduce la foto tomada por John Rosenthal el 23 de febrero en la cumbre del Suribashi en Iwo Jima, y en la cual un grupo de soldados americanos levantan la bandera de USA después de la devastación de la pequeña isla japonesa. Foto que, y esto es bien sabido, da cuenta de la artificiosa construcción de la figura del héroe americano que se extiende hasta nuestros días. Por una simple confusión se cambiaron los nombres de los soldados, pues daba lo mismo; la idea era levantar, mediante ese símbolo, recursos económicos para la guerra y generar así un sentimiento patriótico. Clint Eastwood, cineasta de derechas (entre otras cosas apoyó a Trump), lo ha llevado al cine en ese complejo y patético díptico: Flags of Our Fathers y Letters from Iwo Jima (2006). Es el memorial por excelencia de la ideología americana; ideología que a veces se vuelve planetaria y contra el propio pueblo de USA (miles de estadounidenses han muerto por mantener en vilo semejante estupidez de la máquina de la guerra). Y si uno sigue por la ladera del río y se sumerge en Virginia, llegará a Langley donde conspira y vigila la tristemente célebre CIA (Central Intelligence Agency). Allí viven los horrorosos y patológicos Watchmen (véase, Snyder, 2009). De la CIA mejor ni hablar; es probable que este texto en Le Monde diplomatique quede de inmediato en una lista roja y también todo el que lo lea. Es un chiste, pero un chiste tristemente célebre y actual (y es muy probable que ya esté en este Lista Roja); es cosa de hablar con Snowden en Moscú para que nos dé su “opinión” sobre cómo funciona el espionaje a nivel mundial (Snowden, Stone, 2016): sin ningún escrúpulo y con todo el poder de la tecnología. Lo bueno es que teníamos al delirante héroe Julian Assange y su WikiLeaks para que incordiara al sistema mundial y develara sus atrocidades (aunque espero que después de su salida horrorosa de la Embajada de Ecuador en Londres no termine extraditado en USA y luego asesinado). Y al ciberactivismo a lo Anonymous (colectivo rizomático hacker), que permite dar algo de “inocencia y libertad” dentro del sistema totalitario de control capitalista.

Si volvemos a la ciudad de Washington D.C., y de nuevo nos quedamos en el interminable National Mall, podemos ver, al otro lado de la Cuenca Tidal, el gran Memorial a Thomas Jefferson, uno de los fundadores de USA y su tercer presiden- te. Él está como al final de la ciudad de Washington, pues después viene el río (al frente el Pentágono); Jefferson expresa la ley (él es el Padre y Lincoln la Madre), lo que constituyó a este pueblo en su esencia. Es el límite que cierra, clausura y da identidad de Washington y de USA e incluso a nosotros mismos: todos somos lo exterior a USA, luego somos parte radical de “su” interior y nos necesita para ser.

Alrededor del National Mall, nos encontramos, de una parte, con los grandes, familiares e infantiles Museos Smithsonianos (son museos para tres tipos de familias estadounidenses: Los Picapiedra, Los Supersónicos y Los Simpson); las ciencias, con todo su poder, hacen su entrada para la ignorante e ingenua familia estadounidense; ellas, las ciencias, muestran el poder del Imperio técnico de USA en todo el Planeta y en la propia construcción de su patria (son como museos, ironizando, del “Oso Yogui”, esto es, totalmente infantilizados). Y de otra parte, nos topamos con grandes edificios emblemáticos; por ejemplo, con el gran edificio del FBI (Federal Boreau of Investigation) que todavía se llama J. Edgar Hoover. Después de todo lo que se sabe de él, podrían haberle quitado el nombre al edificio por dignidad, pero lo mantienen y con orgullo; pues por la nación: “¡Todo está permitido!”. Y esto es típico de muchas instituciones actuales y en Chile pasa constantemente. Se encuentran varios ministerios, entre ellos el poderoso Departamento de Justicia (que lleva el nombre de Robert Kennedy, también asesinado como su hermano). Muy cerca de ahí, al frente del Obelisco, está La Casa Blanca (que de “blanca” no tiene mucho), con sus francotiradores en la azotea (y con sus constantes protestas alrededor de sus calles que son reprimidas violentamente todos los días). Ahí podemos ver nítidamente el célebre Departamento del Tesoro y, al frente, el muy poderoso Bank of America; todo se podrá destruir, podría caer un Meteorito a lo Melancolía (Lars von Trier, 2011), pero el “Banco” por excelencia nunca será tocado. Como buena institución capitalista pretender ser una especie de elemento categorial de una suerte de ontología y, por lo tanto, se podría decir que es el “Banco en sí”. Él nunca pasará; siempre estará ahí dando de sí su carácter de banco (la “banquidad”) y con la Pandemia de la Covid-19 esto fue evidente.

Por esa misma calle, al frente de La Casa Blanca, pasando ya el eje principal, nos encontramos con dos grandes edificios (cada uno de ellos ocupa una manzana entera): el FMI (International Monetary Fund) y The World Bank. Dos instituciones que por sí mismas merecen un libro, o mejor, un film de Scorsese. No se puede entender la crisis griega sin estas dos instituciones; tampoco la crisis catalana (y una de las razones de por qué L. Moreno, presidente de Ecuador, traiciona a Assange). Y tampoco se puede entender la historia de Chile sin estas instituciones capitalistas. Como se sabe, y nos sirve de ejemplo, la gravedad modela nuestros cuerpos: en otro planeta seríamos de otra forma; en el planeta Marte, entonces, con una menor gravedad, seríamos más altos, delgados y calvos. De modo similar, es por estas y otras instituciones que Chile es como es y ganó el Rechazo el 2022. Finalmente coronando el National Mall, al otro lado del Memorial a Lincoln, está ese Vaticano propio, esa Basílica de San Pedro, con cara de la Catedral de Saint Paul de Londres, esto es, el Capitolio. Enorme y nada más que el poder del Congreso de USA y de sus Cortes. Allí todos los días se agitan manifestaciones, a veces bastante violentas, contra lo que significa el Imperio capitalista. El centro de Roma, de Londres, constituye el alma de USA. Imperio desacralizado; en el vacío nihilista del dios y de la aristocracia se alberga ahora el poder del dinero, la rapiña y la franquicia de expansión, poder que no tiene la elegancia del londinense (no es la City ni Westminster); poder, puro y simple vulgar poder, a lo John Wayne (un horroroso actor que expresa a USA): estamos ante el Capitalismo chapuza en toda su expresión.

Así nos damos cuenta de cómo la ideología ha creado cada centímetro de la capital de USA; construcción diseñada por un arquitecto francés (Pierre Charles L’Enfant, que está enterrado en las alturas de Arlington para “ver” desde allí su monstruosa ciudad-hijo, su Frankenstein) que buscó generar un nuevo París con lo mejor de Londres y de Roma. Washington era formalmente la nueva Roma; al comienzo la llamaban Rom. El centro de todos los centros que constituye todos los territorios: inconscientes, empíricos y virtuales. El eurocentrismo era devorado por su propio hijo estadounidense, nace el “usacentrismo”. Y así se fundaba la ciudad de la libertad con ese dólar como dios que articule todo el sentido (por eso ese rayo brillante, como un gran ojo, que nos ilumina y nos orienta), pero tal sentido luminoso no solamente era para ellos, sino para todos en este pequeño Planeta azul. Y el pueblo que se resista a “ese” sentido será “normalizado” por su propio bien (no olvidemos la guerra contra el eje del mal, Bush dixit y todas las tonterías que sigue haciendo Trump hoy en camino de nuevo al poder de USA pasando por la guerra que se inventó Biden contra Putin).

En esa fundación de Washington se abre la posibilidad para fundar y refundar todo lo que será USA. Así emerge la historia del Imperio capitalista, para repetir una y otra vez lo mismo, pero de modo diferente. El imperio se afirma y se re- nueva en la pulsión de repetición. Una ciudad como un universal se articula con personas concretas como singulares a través de la historia (por eso Freud trata al hombre desde un rasgo casi arqueológico en tanto inconsciente). A lo mejor antes ya existió un Trump, parte de la esencia misma de USA y del Capitalismo más ex- tremo; por eso puede volver a manifestarse y lo votan, aunque sea “políticamente incorrecto” (lo mismo Chile y su vuelta una y otra vez a lo mismo, la represión, como diría Gabriel Salazar y ni qué decir España, es cosa de leer Érase una vez España de José Luis Villacañas). Es interesante no olvidar nuestra historia de desastres recientes y debemos señalar que Harry S. Truman fue realmente nefasto no solamente para USA, sino para todo el Planeta; en abril de 1945 muere Franklin. D. Roosevelt y asume él, quien toma la decisión de usar la bomba de uranio contra Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, y la bomba de plutonio contra Nagasaki, el 9 de agosto del mismo año; por efecto del impacto murieron más de 110.000 personas en las dos ciudades; pasados los años, hacia 1955, las cifras habían aumentado a más de 230.000 muertos. Debe ser el atentado “terrorista” más grande de la historia y todavía está cubierto de cómplice impunidad (un atentado terrorista antes de que se hablara de “terrorismo”; a lo mejor es la razón irónica de que no se “vea” como “terrorismo”). Y es, repito, una historia muy reciente. USA nunca ha sido llevado ni a La Haya y no olvidemos que en 1947 Truman crea la CIA y en 1949 la OTAN. Con él se inaugura la Guerra Fría que llega hasta hoy, pues no ha terminado y no puede terminar, ya que es motor de crecimiento capitalista (clave para entender lo que sucede en Venezuela o en Siria y hoy en Ucrania).

Viña del Mar, 26 de abril de 2023

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