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Vergüenza, se murió el chacal y con su grado de general y otros textos...

Declaración Pública de Carmen Gloria Quintana

La muerte de Manuel Contreras significa sólo la muerte de una de las cabezas visibles de una política sistemática de violaciones a los derechos humanos y represión de la dictadura cívico militar que gobernó durante 17 años nuestro país. Ha muerto un hombre que encarnó la maldad y la crueldad como pocos seres humanos en la historia de la humanidad.

Manuel Contreras se hizo cargo, diseñó y ejecutó la política de exterminio de quienes se opusieron a Pinochet y a su Dictadura, cumpliendo con ello el cometido que el mismo dictador le encomendó. Ambos utilizaron a las Fuerzas Armadas y a Carabineros para satisfacer la ambición de Pinochet de perpetuarse en el poder, y erradicar toda resistencia al modelo de sociedad que la Junta Militar y la derecha económica compartieron.

Mi pregunta moral y ética es quien pagará los 500 años de pena por los que fue condenado Manuel Contreras por los múltiples crímenes que ordenó, cometió, y con los cuales destruyó a miles de familias. Es acaso Contreras un demente que disparó a mansalva en un colegio norteamericano? O se trata de alguien que respondía a un mando, específicamente al mando del dictador, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Nadie puede negar que las Fuerzas Armadas se unieron a esta política, en consecuencia, como institución, son responsables frente a la justicia, a la historia y por ende frente a todos los chilenos. Ha llegado el momento de que las Fuerzas Armadas, Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones recuperen su honor ante la sociedad chilena. Que demuestren si nos pertenecen a todos los chilenos o principalmente a quienes colaboraron con la Dictadura. Que demuestren si abrigan o no la convicción del respeto irrestricto de los valores democráticos y de los DD.HH.

Nuestra sociedad enfrenta la peligrosa encrucijada de constatar si las FF.AA. y Carabineros, por sobre todo el Ejército de Chile, están o no sometidas al Estado de Derecho y a la autoridad civil. Hasta ahora el Ejército ha demostrado lo contrario, pues sigue honrando a los asesinos y protegiendo a muchos de los que mataron y torturaron… la sociedad civil ya no aguanta más.

Me preocupa que el gobierno nos diga que Contreras se ha llevado a su tumba información valiosa para hacer verdad y justicia !Eso no es así ! Contreras era el brazo ejecutor, el mas importante, pero no el único, era uno más dentro de la institucionalidad de exterminio de las Fuerzas Armadas. Todos sabemos que el Ejército, como las Fuerzas Armadas, son instituciones que funcionan de manera jerárquica, de forma vertical y muy ordenadas.

El caso de Rodrigo Rojas y de mi persona es una muestra clara de ello, en él se ha hecho evidente, una vez más, que hay información y que ellos la entregan sólo en la medida en que son descubiertos. Esto es un proceder inmoral y no ético. La evidencia nos muestra que desde el dictador, pasando por sus ministros (Garcia, Carvajal, Cuadra y otros), el general Santiago Sinclair, oficiales miembros de las Fuerzas Armadas y también civiles, conspiraban para ocultar la verdad y quedar en la impunidad.

No podemos permitir que el Ejército siga en esa posición… es la autoridad civil quien tiene las facultades para cambiar la indiferencia de sus mandos ante la evidencia de su complicidad actual con quienes mataron e infligieron crueldades indescriptibles a miles de chilenos.

Así como el Ejército se organizó y gastó millones de pesos en encubrir el crimen cometido contra Rodrigo Rojas De Negri y mi persona, así lo hizo y lo sigue haciendo con miles de compatriotas violentados…. La inmoralidad y la cobardía ya son intolerables al interior del Ejército de Chile…

Llamo a los cobardes que siguen en sus filas a marcharse y asumir su responsabilidad y dejar sus cargos a soldados valientes y honorables que deben haber en sus filas, para volver a creer y respetar al Ejército de O’Higgins y Carrera.

Es vergonzoso para Chile y las Fuerzas Armadas que el dictador y Contreras murieran con rango de general, genocidas que han atentado contra la humanidad. Resulta impresentable y vergonzoso que la biblioteca de la Escuela Militar lleve el nombre de Augusto Pinochet, sin mencionar otros tantos lugares y objetos que rinden homenaje a genocidas.

Exijo que el Ministro de Defensa emita un decreto prohibiendo toda apología al dictador y violadores a los DD.HH.

Es la única manera para que la civilidad recupere la confianza en sus instituciones, y que el Ejército no mire más a su pueblo como enemigo interno al que hay que atacar.

Carmen Gloria Quintana

Santiago, 11 de agosto 2015


CONTRERAS y los privilegios a los torturadores por parte de la Nueva Mayoría - Concertación. Por Pablo González

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Hospital Militar

Mientras miles de víctimas de la tortura, de prisión política y de secuelas del terrorismo de Estado acuden a policlínicos y hospitales públicos, en igual condición que un indigente, en otras palabras a mendigar salud, los torturadores y autores materiales e intelectuales de crímenes horrendos, desaparición, mutilación, vejaciones sexuales y de todo tipo, son beneficiarios de medicina de última generación en los hospitales de las FFAA como lo vimos en el caso de Contreras.

La Presidenta del Partido Socialista, Sra. Isabel Allende a propósito de la muerte del Jefe de la ex DINA ha decidido presentar una iniciativa legislativa para degradar a los oficiales condenados por asesinatos y desapariciones. Sin embargo, lo que necesita nuestro país no son iniciativas simbólicas sino reparadoras, no puede ser que miles de chilenos y familias que fueron víctimas del terrorismo de Estado - según lo contabilizara la Comisión Valech - no cuenten con un Centro Hospitalario que centralice especialidades y a especialistas en secuelas de Tortura y Flagelación, como lo hiciera Alemania y otros países que han enfrentado igual episodio traumático. Es una oportunidad para hacerse cargo y darle profundidad a la investigación multidisciplinaria de secuelas que resultan dramáticas pero muy valiosas desde el punto de vista del aprendizaje médico y la salud pública, para que dimensionemos el impacto sobre la salud individual, familiar y colectiva que tuvieron esos hechos para nuestro país.

En 25 años de retorno a la democracia, las élites políticas del conglomerado de "centro-izquierda ", nunca han hecho esfuerzo alguno por crear un " Centro Hospitalario para víctimas de Tortura y Secuelados de terrorismo de Estado ", pero si han tenido especial preocupación de hacer la vista gorda para que los torturadores gocen de privilegios en salud, y se atiendan en igualdad de condición que un oficial en servicio activo en los Centros Hospitalarios de nuestras FFAA, aunque a esos les correspondería el hospital de gendarmería donde se atienden las personas privadas de libertad.

Las élites de la Nueva Mayoría - Concertación dieron forma al Museo de la Memoria para las víctimas con resultado de muerte, pero esa iniciativa no puede servirles para su pretensión de invisibilizar a las miles de víctimas sobrevivientes del Terrorismo de Estado, ya que de seguir así las nuevas generaciones deberán crear un MUSEO DEL OLVIDO para recordar lo sucedido con las víctimas que sobrevivieron y murieron sin que se reparara el daño que sufrieron.

Pablo González.


Murió el “Mamo” Contreras. Por Francisco Javier Alvear / 09/08/2015

Obituario de un genocida

“Te fuiste mojón por l’agua”… directo a las cloacas de la historia, pues se trata de uno de los más siniestros y sanguinarios asesinos de la historia de Chile; a la par que, sin lugar a dudas, el personaje más execrable y repudiado de la historia de Chile, luego de su jefe, el innombrable dictador.

La primera frase corresponde al viejo refranero popular chileno que alude al “y nunca más se supo” o “a aquel que se perdió en el olvido” (Rivano Fischer, 2010) y hace mención directa al seudónimo que le impusieron al sátrapa sus compañeros de la Escuela Militar -una escuela de clase que forma la alta oficialidad del Ejército de Chile- en donde, también, se (mal)formó este siniestro personaje; cuyos característicos rasgos físicos, bajo, regordete y moreno, coincidían más bien con el aspecto de un buen “mojón”(en su cuarta acepción del DRAE el concepto alude a una “porción compacta de excremento humano que se expele de una vez”) que con el fenotipo (pseudo) “ario” de sus congéneres, la mayoría rubios, altos y de ojos azules. No obstante, con el tiempo terminaría identificándose definitivamente con el gansteril apodo del “Mamo” Contreras.

Pero más allá de su paso por dicha escuela, donde se granjeo el escatológico apodo, en su biografía consta su paso por la tristemente célebre Escuelas de las Américas (1967), una verdadera cantera del golpismo latinoamericano en tiempos de la Guerra Fría gerenciada por los EEUU, pues prácticamente no hay golpista de esta parte del mundo que no haya pasado por sus aulas.

De ella Joseph Kennedy II ha dicho, no sin entera razón, “que esta escuela ha producido más dictadores y asesinos que ninguna otro en las historia del mundo” (Chamy, 2015). Allí se especializó en temas de técnicas de contra insurgencia para combatir las guerrillas insurreccionales urbanas o rurales -la especialidad de la casa- tesis contrainsurgentes y contrarrevolucionarias propias del programa de Seguridad Nacional de dicha escuela encargadas de combatir al “enemigo interno”, articuladas con prensa y propaganda, so pretexto de la “defensa” de la democracia y libertad de expresión, que muy tempranamente lo vincularon a los servicios secretos estadounidenses (Alvear, 2014).

No obstante, siempre se ha negado -por ambas partes- su pertenencia a la CIA, mas no así las estrechas vinculaciones que sostuvieron (Departament State, 2000); aunque es casi seguro de que fue un “activo” de este organismo de inteligencia desde muy temprano; ello explica, en parte, que existan antecedentes que lo vinculan desde el comienzo al plan de desestabilización de la democracia chilena, puesto en marcha por la administración del presidente JF Kennedy en 1963(Informe Church, 1975) -pocos meses antes de ser espectacularmente asesinado- y a los sectores más ultrones y golpistas del ejército chileno. Dicho plan desarrolló un amplio y masivo programa de intervención y desestabilización (terrorismo y sabotaje) “de la democracia y el sistema social chileno” (Informe Church, 1975; véase también en Randolph, 2014; Guardiola-Rivera, 2013). Se trató, en la práctica, de un mega-plan dual (Alianza para el Progreso y Covert Action) que, formando parte del giro estratégico de la política exterior estadounidense destinada a América Latina en el marco de la Guerra Fría con posterioridad al triunfo de la Revolución Cubana (Erickson, K. P. & Peppe, P. V., 1976), fue diseñado al más alto nivel e implementado a gran escala con un coste de “más de mil millones, el mayor programa per cápita hasta entonces en América Latina” (Kissinger, 1975: 460) o, como lo señala William Colby en sus memorias, Honourable Men: My Life in the C.I.A. (1978): se trató del plan más amplio de desestabilización contra gobiernos izquierdistas practicado en todo el mundo (Colby, 1978). Su principal objetivo no fue otro que influir en el curso normal de los acontecimientos políticos en Chile con el propósito fundamental de evitar que Salvador Allende accediera a la primera magistratura de la nación y, más tarde, si esto fracasaba –como así ocurrió–, lisa y llanamente derrocarlo (Informe Church, 1975).

Es en virtud de tales antecedentes que -con toda seguridad- llega a organizar y conducir, desde el minuto cero del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, toda la horrorosa maquinaria de represión y los primeros centros de confinamiento/concentración golpista, transformándose de la noche a la mañana a los tres meses del golpe, y una vez creada la Gestapo del régimen, la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) (1974), en el hombre más poderoso y temido, pero al mismo tiempo más odiado del régimen de facto. Pues en la práctica, de él directamente dependía virtualmente en esos horrorosos días la vida y la muerte de millares de chilenos y no tan solo de aquellos comprometidos con el derrocado gobierno popular, sino que también cualquiera que pudiera caer, por angas o mangas, en sus sucias garras.

Aunque es conocida la sentencia del dictador chileno “que en Chile no se movía una hoja sin su consentimiento”; en cualquier caso Contreras siempre manifestó, en todos los juicios en que fue interrogado, que él cumplía las órdenes que recibía directamente del sanguinario dictador, quien, fácticamente, era el máximo responsable del terrorífico organismo represivo. Es conocida la anécdota del careo producido entre ambos genocidas en el 2005. En él, el “Innomblable” (como le llamaba Tony Blair, acaso uno de los pocos aciertos del este decrépito exprimier inglés), enérgicamente le increpó: “Ud. mandaba en la DINA, general, que quede claro de una vez”. A lo que Contreras respondió: “Si general, pero Ud. era el que ordenaba todo y eso que también quede claro”. Lo cierto es que ambos nunca se retractaron de nada, seguramente nunca hubo un atisbo de autocrítica ni menos de arrepentimiento en sus pútridas conciencias porque, simplemente, con todo el desparpajo y la cobardía del mundo, cínicamente se (auto)engañaron negándolo siempre todo.

Ahora bien, uno de sus socios y aliados estratégicos con que contó su servicio (DINA)en este oscuro periodo represivo fue la siniestra Colonia Dignidad, un colonia de exjerarcas nazis huidos de la segunda guerra mundial, que en su mayoría terminaron sus días en la cárcel condenados por diferentes delitos de violaciones a los derechos humanos y pederastia (como Paul Schäfe), cuando no se encuentran fugados por idénticas razones de la acción de la justicia (doctor Helmuth Hopp) hasta el día de hoy.

En efecto, a tanto llegó su turbio poderío que logró trascender las fronteras de Chile al organizar, en colusión con las dictaduras y policías represivas de los regímenes dictatoriales de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y esporádicamente, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador —con participación de los Estados Unidos- llevada a cabo en las décadas de 1970 y 1980, como consta en el Informe Hinchey (2000), una coordinadora de exterminio de opositores izquierdista: de ello dan cuenta el Plan /Operación Cóndor y el alevoso crimen en Buenos Aires del general Prat y su esposa Sofía Cuthbert, perpetrado poco más de un año después del golpe de Estado en Chile (septiembre 1974), que costó la vida de miles de personas entre 1973 y 1977.

La idea, parafraseando a Naomi Klein (2007), fue una declaración de guerra a la profecía de Allende (“la semilla regada a la conciencia de miles y miles de chilenos…”) y de arrancar las ideas de socialismo de raíz mediante el exterminio. El exterminio de la cultura de izquierda que, como señala la citada analista, en los sesenta principios de los setenta era la cultura popular dominante en América Latina: “era la poesía de Pablo Neruda, la música de Víctor Jara y Mercedes Sosa, la teología de la liberación de Sacerdotes para Tercer mundo, el teatro emancipatorio de Augusto Boal, la pedagogía de Paulo Freire, el periodismo de Eduardo Galeano y el mismo Walsh. Eran los héroes y mártires legendarios del pasado, la historia reciente desde José Gervasio Artigas, pasando por Simón Bolívar hasta el Che Guevara” (Klein, 2007, pág. 144).

Se supone que en virtud de los excesos cometidos en esta siniestra y grotesca articulación de Guerra Sucia se granjeó la enemistad con sus otrora promotores y maestros de la CIA. De hecho, el crimen del excanciller del Presidente Allende, Orlando Letelier, perpetrado en Washington, en las entrañas mismas del poder imperio (1976), correspondió muy probablemente a un desafío y a una demostración de su megalómana fuerza de una delirante guerra (no) declarada por el “Mamo” Contreras a los servicios de inteligencia estadounidenses (Propper, E.M. y Branch, T., 1984; Dinges, J. y Landau, S., 1990). Una guerra que selló definitivamente su suerte y posterior destitución (1977) a la par que un juicio por extradición a los EEUU, que estuvo a punto de convertirlo en el “Noriega” chileno, de no mediar la férrea e irrestricta defensa que hizo de él el fallecido e innombrable dictador chileno.

Con la llegada la (in)modélica transición chilena y con su (in)justicia en la medida de lo posible, elevada a niveles de dogma por uno de sus mentores, Patricio Aylwin, Contreras fue finalmente enjuiciado y condenado (1993) por casi todos sus crímenes cometidos; para lo cual se construyó un muy especial penal de alta seguridad (cinco estrellas), Punta Peuco, -al más puro estilo de los construidos para el cumplimiento de las condenadas de los capos del narco- para que terminara sus días cumpliendo 529 años de cárcel (correspondiente a más cien procesos judiciales y a dos condenas a presidio perpetuo que suman un total de más de mil años). Paradojalmente, uno de estos privilegiados centros penitenciarios (Cordillera) fue clausurado definitivamente, acabando con algunos de los vergonzantes privilegios penales de los criminales de lesa humanidad y brindada por el segundo gobierno de la entonces Concertación (Frei 1995), por el “Berlusconi Chileno”, Sebastián Piñera (2013).

Si bien es cierto este genocida murió -parafraseando a Benedetti- como mueren (o debieran idealmente morir) todos los criminales y delincuentes de esta calaña: en la cárcel y condenados de vida (simbólicamente, pues murió en realidad en el cómodo Hospital Militar). Pero lo verdaderamente triste en todo esto, es que en Chile no ocurrirá nunca lo mismo con muchos de sus cómplices, tal es por caso la sarta de artífices e instigadores (verdaderos autores intelectuales) de la destrucción de la democracia y del genocidio chileno, muchos de los cuales más tarde travestidos en “ejemplares (pseudos) demócratas” han gozado de una total y absoluta impunidad en la comodidad que brinda el poder y el prestigio social durante más de medio siglo.

Al respecto, a modo de inciso, cabe recordar, por ejemplo, que el general Prats describió en sus memorias (1985) un episodio, que suele ser ignorado, en el cual un emisario en nombre del presidente Eduardo Frei Montalva le ofreció (baypaseando al general Schneider, quien al poco tiempo sería asesinado por no plegarse al golpismo), con motivo de los sucesos del Tacnazo (1969), que diera un golpe de Estado para evitar así el ascenso al poder de Allende y la izquierda, dicha descripción no puede si no corresponder a la de Patricio Aylwin (Uribe, 1974).

Efectivamente, no cabe duda, que de haber existido un Núremberg chileno –no me cansaré de repetirlo- muchos de ellos habría que haberles cambiado sus apoltronados y nepóticos sillones presidenciales, parlamentarios o ministeriales por el cadalso, cuando no derechamente por la horca, por el delito de alta traición a la Patria y, en definitiva, por la responsabilidad (complicidad) que les cupo en las graves violaciones a los derechos humanos y en los magnicidios (en las personas del general Schneider, Pérez Zujovic, el comandante Araya y del presidente Allende) cometidos durante el funesto proceso de “intervención y desestabilización de la democracia y el sistema social chileno” (Informe Church, 1975).

Finalmente, cabe consignar que fueron más de 1500 las personas que mató el “Mamo” Contreras y la DINA en Chile, a las cuales no puedo menos que rendirles mi humilde y sentido homenaje, muchos de ellos personas verdaderamente notables, una de las más excepcionales generaciones chilenas en décadas, fueron cobarde y alevosamente asesinados (Valech Comisión, 2011), pues no contaban con más armas que sus nobles ideas. Seguramente, tendremos que esperar -los que no olvidamos y tenemos muy claro cómo y quiénes empezaron todo el horror de la tragedia de Chile-, seguramente, a los próximos 50 años, para que toda esta información se desclasifique y, con toda seguridad, entonces nos llevaremos, todos, más de alguna desagradable y mayúscula sorpresa, ello si no son ventilados antes los supuestos archivos secretos del “Mamo”, con los que tanto ha quitado el sueño, probablemente, por todos estos años, a más de uno de sus antiguos camaradas de fechorías.

Bibliografía:

Alvear, FJ. (2014) The University of Sheffield, The CIA, The ‘Unidad Popular’ and ‘El Mercurio’: history of a propaganda model, disinformation and lies. Francisco Javier Alvear, University Rovira i Virgili, Tarrragona, España.

Bernedo, P. y Porath, W. (2003 – 2004). “A tres décadas del golpe: ¿Cómo contribuyó la prensa al quiebre de la democracia chilena?” CUADERNOS DE INFORMACIÓN (16-17), 114-124.

Chamy, C. H. (8 de agosto de 2015). BBC-Mundo. Recuperado el 8 de agosto de 2015, de:http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150730_obituario_manuel_contreras_chile_dina_pinochet_ch

Colby, W. (1978). Honourable Men: My Life in the C.I.A. (London ed.). Hutchinson. Departament State. (18 de septiembre de 2000). “Hinchey Report on CIA Activities in Chile”. Recuperado el 21 de agosto de 2014, de www.derechos.org, Equipo Nizkor: http://www.derechos.org/nizkor/chile/doc/hinchey-e.html

Departament State. (18 de septiembre de 1975). “Church Report”. Recuperado el 21 de agosto de 2014, de www.derechos.org, Equipo Nizkor: http://www.derechos.org/nizkor/chile/doc/hinchey-e.html.

Dinges, J. y Landau, S. (1990). Asesinato en Washington: el caso Letelier. Santiago de Chile: Planeta.

Erickson, K. P., & Peppe, P. V. (1976). “Dependent capitalist development, US foreign policy, and repression of the working class in Chile and Brazil”. Latin American Perspectives (3), 19-44.

Guardiola-Rivera, O. (2013). Story of a Death Foretold: The Coup Against Salvador Allende, September 11, 1973. New York: Bloomsbury Publishing PLC.

Kissinger, H. (1975). Mis Memorias. De Buenos Aires, Argentina: Editorial Atlantida, S.A.

Klein, N. (2007). La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Barcelona: Paidós Ibérica.

Prats, C. (1985). MEMORIAS – Testimonio de un soldado. Santiago de Chile: Pehuén Editores Ltda.

Propper, E.M. y Branch, T. (1984). Laberinto. Santiago de Chile: Antártica.

Randolph, S. P. (2014). “Foreign Relation of the United States 1969-1976”. Vol. XXI – Chile 1969-1973.

Rivano Fischer, E. (2010). Dictionary of Chilean Slang: Your Keyb to Chilean Lenguage and Culture, Authorhouse.

Uribe, A. (1974). El libro negro de la intervención norteamericana en Chile. París: Editions du Seuil.

Valech, Comisión. (18 de agosto de 2011). “Informe Valech”. Recuperado el 12 de agosto de 2014, de www.indh.cl: http://www.indh.cl/informacion-comision-valech

Acerca del periodista

Francisco Javier Alvear
Ph.D in Communication and Media Studies, Profesor universitario, Consultor/analista/investigador/management en Comunicación, Columnista y Editor de Media y Actor profesional.


Vergüenza, se murió el chacal y con su grado de general. Por Enrique Villanueva

¡Se murió el chacal y lo hizo como su jefe Pinochet, se fue con su grado de general y con sus condecoraciones en el pecho!. Pero su muerte no termina nada, por el contrario, nos deja el sabor amargo de que si bien es cierto Contreras estaba preso en una cárcel especial, mantenía su grado, la jubilación y los privilegios de general. Además del respeto de todos aquellos civiles y militares, torturadores, participantes y encubridores de crímenes de lesa humanidad, que protegidos por el pacto de impunidad y de silencio que encubre la historia presente de Chile, se pasean entre sus víctimas, quienes posiblemente no los reconozcan, con total impunidad.

A lo largo del tiempo irremediablemente se ha ido diluyendo la crueldad de los actos de infamia protagonizados por este y los demás subordinados a su cargo en la DINA, que, sintiéndose privilegiados por integrar esta estructura ideada y financiada por el estado para perseguir y asesinar a los opositores políticos, daban rienda suelta a sus más sádicas fantasías. Son miles los testimonios y las evidencias, de las crueles prácticas llevadas a cabo por los oficiales y civiles agrupados en distintas unidades dependientes de la DINA y de las demás estructuras de la inteligencia militar en la Fach, en la Armada.

Estos y los oficiales, como el ex general de la Fuerza Aérea de Chile Fernando Mathei son quienes dirigieron los centros de tortura y detención en el que la vida de un prisionero valía menos que la de un animal de compañía, y en donde, por muy extraño que parezca, la muerte no era el peor de los destinos. Es en estos recintos, donde acechaban criminales enfundados en uniformes, que gozaban torturando durante semanas -y hasta el último aliento de vida- a los cautivos hasta, incluso, contaban con médicos que se preocupaban de que los torturados se mantuvieran vivos para seguir con las horribles practicas que provocaban dolor y sufrimiento.

Para quienes vivimos todo esto, no es creíble esperar que estos criminales convencidos de lo que hacían, podrían en algún momento de sus vidas, por un acto de profunda constricción cristiana, sacudir su conciencia y contar lo que hicieron para que las victimas de sus atrocidades obtengan justicia. Contreras no lo hizo, otros que ya murieron antes tampoco y la razón es simple, porque en su convencimiento se sienten protegidos por los acuerdos políticos asumidos en el inicio del proceso de transición a la democracia y porque saben que la justicia transicional aplicada no irá mas allá, salvo en algunos casos, manteniendo abiertos la mayoría de los juicios en contra de criminales de lesa humanidad, con un gran déficit en la verdad y reparación de las victimas y sus familiares.

Nos preguntamos que falta para terminar con todo esto y con la política heredada de Patricio Aylwin de “otorgar justicia en la medida de los posible”, implementada como el mismo lo declaró en 1987, para “que las Fuerzas Armadas y de Carabineros abandonaran el poder preservando su dignidad institucional”. Lo que falta hoy es convicción política y valentía, para actuar con convencimiento respecto del valor de los derechos humanos, en un país que hace rato supo la verdad y quiere saber ahora quienes son los torturadores, una verdad que no tiene por qué esperar 50 años para ser conocida.

Las FFAA necesitan rescatar su dignidad y valores institucionales, eso es verdad, pero no como lo han intentado hacer hasta ahora, mintiéndole al país, estas necesitan limpiarse sacando de sus filas a los asesinos y torturadores, los que están jubilados o en servicio activo. Una decisión que está desde hace rato en el lado del gobierno, porque es este quien debe exigir al ejército, a la Fuerza Aérea, a la Armada, a Carabineros y a la Policía de Investigaciones, los nombres de los militares y civiles que fueron señalados como verdugos y que están documentados en los testimonios que casi cuarenta mil chilenos dieron ante la Comisión Valech.

Este es el paso fundamental que se debe dar para terminar con la impunidad, y que permitirá conocer lo que hicieron con los cientos de asesinados y desaparecidos. Los testimonios de quienes fueron torturados serán dados a conocer o no si los afectados así lo desean, pero los culpables y encubridores de los crímenes de lesa humanidad cometidos, deben ser de conocimiento publico, porque sus crímenes fueron en contra de un país entero, estos no pueden seguir viviendo como si nada, ejerciendo como militares, empresarios, funcionarios del estado, profesores universitarios, médicos o taxistas.

Mientras todo esto no se aclare y no se entreguen los nombres de quienes dirigieron los campos de detención y tortura, de quienes fueron destinados a esos lugares por ordenes militares, así como a la DINA y a la CNI, los chilenos seguiremos cargando con la vergüenza de amparar a quienes no solo idearon sino que justificaron la política de exterminio en contra de los opositores a la dictadura cívico militar, en la escala y prolongación que tuvo.

El otro camino el de esperar que por decisión propia hablen los bandidos, es simplemente no hacer nada y alargar las cosas para que los años borren las huellas del delito. En las ultimas entrevistas públicas que dio Contreras a la cadena CNN, quedó claro que esta alternativa es una ilusión, y muestra quienes son estos seres despreciables, torturadores de la peor subespecie humana, que mienten sin ningún acto de arrepentimiento y convencidos de lo que hicieron.

La muerte por vejez del chacal Contreras le señala al gobierno, que ya es hora de asumir la obligación de liberar la verdad de lo ocurrido, que exija a los actuales mandos militares, conocer los nombres de torturadores y cómplices del terrorismo de estado. Que se enseñe derechos humanos, en las universidades, en los colegios y en las FFAA. Que haga valer lo dispuesto en el derecho interno y en el derecho internacional de investigar y sancionar a los culpables de crímenes de lesa humanidad, de reparar a sus victimas, entre ellos a los ex presos políticos.

Hoy es impresentable, conociendo la extensión y la crudeza de la violación de los derechos humanos en Chile, seguir conformándose con el informe de verdad y reconciliación y aceptar el secreto de la información entregada por las victimas.

Como escribió Mario Benedetti “vengan todos el crápula se ha muerto, se acabó el alma negra, se acabó para siempre, hurra que vengan todos, a no decir la muerte siempre lo borra todo…la muerte no borra nada quedan siempre las cicatrices…que lloren sus iguales y se traguen sus lágrimas se acabó el monstruo prócer se acabó para siempre…a no ponernos tibios a no creer que éste es un muerto cualquiera.. a no volvernos flojos a no olvidar que éste es un muerto de mierda…”.

Enrique Villanueva M.


Ante la muerte del jefe de la DINA

Ha muerto el criminal Manuel Contreras Sepúlveda, mientras cumplía condenas por más de 500 años de presidio según sentencias dictadas en 59 juicios. Pese a ello, el ex jefe de la DINA vivió casi toda su vida en la impunidad y los años que estuvo encarcelado los vivió en condiciones privilegiadas.

Contreras pudo haber entregado información que ayudara a determinar la verdad sobre el destino final de los detenidos desaparecidos, así como las circunstancias de la muerte de centenares de personas asesinadas por el organismo represivo que encabezó. Pero prefirió el silencio, el que a su vez encontró complicidad en los mandos de las Fuerzas Armadas, así como en las autoridades postdictatoriales, que optaron por hacer justicia solo "en la medida de lo posible".

Ante el rechazo ciudadano a la impunidad, las autoridades políticas tienen la responsabilidad histórica de ponerle fin y abrir paso a la verdad y la justicia, disponiendo las medidas necesarias para que los actuales mandos de las Fuerzas Armadas, policiales y de inteligencia entreguen toda la información sobre la represión, que aún poseen.

Quienes tienen información de los crímenes cometidos por Contreras hoy deben sentirse liberados de los pactos de silencio contraídos. Es hora que militares y civiles que conocen información sobre los crímenes hablen.

Londres 38, espacio de memorias

Santiago de Chile, 8 de agosto de 2015

Londres 38, espacio de memorias

www.londres38.cl


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