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Viaje a Caral (*) de José Bengoa C. Por Luis Solís

Crónicas acerca de la larga historia de América y la resistencia de los pueblos indígenas. Editorial Catalonia. Santiago, noviembre 2023.

En la actualidad, el autor, José Bengoa, es profesor de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y miembro del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR). En su momento, fue miembro del Grupo de Trabajo de Minorías de las Naciones Unidas. Fundador y académico de la Escuela de Antropología de la Academia de Humanismo Cristiano (Santiago, Chile), de la cual fue rector en dos oportunidades. Entre sus principales escritos cabe mencionar entre otros: Historia del pueblo Mapuche; Crónicas de la Araucanía (Relatos, memorias y viajes); El Tratado de Quilín (Documentos adicionales a la historia de los Antiguos Mapuches del sur); Mapuches, colonos y el Estado nacional; Territorios rurales. Movimientos sociales y desarrollo territorial rural en América Latina; Utopías, mitos e identidad en el Chile actual, etc.

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VIAJE A CARAL

UNA MIRADA DESDE LA LITERATURA

a).- Ir / ver / y contar

Viaje a Caral es un relato en primera persona, una voz con antiguas resonancias de narradores que antaño vagabundeaban por caminos desolados, contando viejas historias de pueblos y hombres semiolvidados. El narrador utiliza una prosa ágil y amena, propia de una conversación informal y distendida, casi un conversatorio. Es un texto de lectura fácil que no excluye, en muchas de sus páginas, un marcado tono poético que, tratándose de quién se trata, no podría ser de otra manera. En una frase, el libro es el relato de un viaje a los confines del Valle de Supe.

“El Valle de Supe se ubica en la provincia de Barranca, al norte de la ciudad de Lima, es donde se encuentra La Ciudad Sagrada de Caral-Supe que constituye la manifestación más antigua de la civilización en el Perú, y en el continente americano, debido a sus 5000 años de antigüedad. Hasta ahora, es la ciudad más antigua de América Latina. El 28 de junio de 2009, Caral fue declarada Patrimonio de la Humanidad por el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco (Sevilla-España)”.

Desde las primeras páginas el autor se toma su tiempo para explicar al lector los propósitos de su viaje: “(…) repensar la larga historia americana a la luz de lo que hoy día ocurre con los movimientos de emergencia y presencia indígena en América latina”. Y afirma que en Caral se encuentra: “(…) la verdadera historia especialmente de América del Sur, dejando un enorme periodo anterior lleno de niebla y fragmentos del caminar de los humanos por estas tierras”. En este contexto, el libro se puede leer desde la antropología, la sociología, la historia, incluso desde la filosofía (lo dice el autor). Y no habría ningún problema para disfrutar de su contenido. La bajada de título nos dice que se trata de una crónica: “(…) por las señales y huellas que han quedado de las civilizaciones americanas, de la invasión europea y sus consecuencias y de la larga resistencia indígena por no desaparecer”. El narrador nos asegura que: “(…) En esta pequeña crónica trataremos que la imaginación del lector vuele hacia lo que podría haber sido la vida de todas esas generaciones (…) que han poblado nuestro territorio”. Y sin más, ubica el texto directamente en el ámbito de la literatura.

A lo largo de sus páginas, el narrador transita entre las ruinas de Caral por sus “(…) plazas circulares hundidas, hornacinas, puertas de doble jamba, tecnología resistente a terremotos, plataformas escalonadas...”, entre recuerdos y meditaciones que se desprenden de otros viajes, otras locaciones, otras situaciones y reflexiona sobre los muchos eventos histórico/culturales que han acaecido en nuestro continente a lo largo de los siglos. Siempre con un propósito, siempre en búsqueda de una verdad que se muestra esquiva, siempre en un intento por tratar: “(…) de comprender el modo como se llegó a una suerte de invisibilización general de los pueblos indígenas de América, en su destrucción, y en muchos casos casi de su desaparición”.

Viaje a Caral es el (re)encuentro con la memoria, es un emplazamiento a una historia oficial. Y, también es la búsqueda de una respuesta que permita una mejor lectura y comprensión de los múltiples fragmentos y huellas semiborradas por el tiempo, que el narrador en su lento trajinar con entre las piedras de un mundo perdido, va descubriendo e (re)interpretando señales a partir de “(…) los restos de una cultura, considerada la más antigua del continente americano…”. Y nos entrega (a manera de ofrenda) un cúmulo de imágenes donde se configura un escenario de viejas añoranzas, el comentario sutil a ideas y propuestas provenientes de otras direcciones, de otras motivaciones. Nada que no se diga en una sala de clases.

En definitiva, Viaje a Caral es el relato de un largo viaje a través de las callejuelas del tiempo, de la memoria y la imaginación (ver pp. 54/58/59, etc.) que transita por esa desolada parte de América del Sur, en una historia “(…) que comienza hace miles de años y que en Caral encuentra su símbolo más significativo”. Una sociedad (que el narrador describe como expresión (o esbozo) de una utopía) sin Estado, un pueblo que no requirió de murallas, ni de armas para sobrevivir; una cultura construida en la solidaridad, en la preservación de los recursos naturales, en el desarrollo del comercio y la agricultura, etc. ¡Un mundo de ensueño, que “(…) desarrolló grandes conocimientos científicos y tecnológicos que luego transmitieron a las otras culturas de la región andina!”. Aquí, Un Mundo Feliz, una analogía imposible de soslayar.

Mas, las cosas como son, Viaje a Caral no es un libro de historia, es una crónica literaria. Es decir, un género narrativo que se mueve entre el rigor informativo del periodismo y la riqueza expresiva de la literatura. Una síntesis, que el narrador conjuga atinadamente para presentar al lector sentidas descripciones, acertados comentarios y meditadas reflexiones narradas mediante los énfasis y recursos propios de la literatura que, en el recuento final, enriquecen sustantivamente la construcción del relato.

Ahora bien, éste se expresa en dos dimensiones. Una muy personal, donde la nostalgia, los recuerdos, los hechos del presente llevan (o inducen) al narrador a emprender un viaje por polvorientos senderos: “(…) Desde Caral hasta las ciudades mochicas, desde las ruinas de Chan Chan hasta Machu Picchu…”. Y también a recorrer los senderos apenas trazado del Chaco y gran parte del norte de Argentina. Otra, donde sus muchos recuerdos y añoranzas le llevan a confrontar, desde su propia perspectiva, visiones y realidades puntuales de la historia del continente americano, a través de una visión que contrasta con la realidad actual de América Latina. Donde campea una visión eurocéntrica de los pueblos originarios, y que demuestra la necesidad, más bien la urgencia, de cambiar la mirada sobre lo que hoy es nuestra cultura y nuestra civilización.

b).- El viaje como motivo literario

El viaje es una actividad diaria, habitual, que siempre tiene un propósito definido. Un viaje en metro, en autobús, en una aeronave, tiene un sentido, un propósito, una dirección predeterminada. Mas, en ocasiones (como en este caso) adquiere rumbos impensados, donde el narrador entreteje un mundo narrativo que nos hace pensar en el flujo de la conciencia, donde los recuerdos y reflexiones fluyen de forma que parecen NO estar previamente diseñados, proyectando imágenes y describiendo situaciones que arrojan una luz (un tanto) crepuscular sobre las motivaciones del relato. El narrador emplea la evocación y la rememoración de hechos pasados y los entrelaza en un discurso discontinuo que le otorga al relato un especial significado, que el lector debe desentrañar. Viaje a Caral es el regreso a Ítaca. Es el retorno a la memoria de siempre, es la búsqueda de (re)conocimiento, es la (re)lectura de los muchos relatos que asoman, casi desordenadamente a lo largo del libro, que recuerdan las historias de los viejos folletines de antaño, aquellas novelas de entrega (pp. 125, 147, 185, etc.) que se leían en los tiempos del liceo. Un recurso literario que tiene el propósito de reforzar una narrativa elaborada a lo largo de toda una vida dedicada a hurgar en la historia, a buscar en los infinitos recovecos de la memoria de los pueblos originarios. También es la mirada pausada, pero crítica de acontecimientos que los hombres han olvidado (o escondido o mal interpretado) ante los ojos de la historia, y (por qué no decirlo) de la poesía.

Viaje a Caral consigna las meditaciones del narrador y en los sutiles cambios emocionales que experimenta en su viaje hacia “(… la ciudad más antigua de América del Sur, y que en su imaginación se ha transformado al mismo tiempo en el pasado utópico del continente”. Estas reflexiones (por cierto, imbuidas en un cierto tono romántico) dan idea de una especial forma de abordar la búsqueda de significados perdidos de la historia y la cultura de los pueblos originarios. Un desafío que (en el recuento final) no logra resolver. Pero el tema queda planteado. En definitiva: (…) Viaje a Caral es un viaje a lo utopía, a la de antes y que se transforma en la del futuro. Nos pone en una suerte de sintonía con el tiempo diferente a la común de las historias en las que cuenta que América aparece con Cristóbal Colón y la llegada de los europeos. Esta es mucho más antigua. Y se desplaza en forma permanente en la contradicción. Dominación y resistencia. Pero no hay bipolaridad, sino que múltiples factores, espacios y tiempos a veces confusos. Meditar sobre estas ruinas se nos ha transformado en una necesidad”.

Un último alcance, el narrador (no lo dice) pero una lectura más detenida deja entrever otra realidad, una realidad distinta, que no es otra cosa que el sustrato poético que subyace entre sus líneas. Ante lo cual, Viaje a Caral es la expresión poética (qué duda cabe) de una encrucijada donde el narrador debe enfrentar su propia existencia. Pero (en el libro) no es lo más importante. ¿No lo es…?

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En aquellas obras, donde el viaje es el motivo central del relato, éste simboliza la búsqueda. En términos generales, se manifiesta en dos planos. Un plano externo que se suele encontrar en las novelas de aventura o de acontecimiento. Por ejemplo, en los siempre recordados libros de Julio Verne, Emilio Salgari, Joseph Conrad, etc. Y, por supuesto, en la narrativa fantástica en las obras de J.H. Tolken, C.S. Lewis, J.L. Borges, A. Bioy Casares, etc.

Y en un plano interno, cuando la búsqueda del narrador se hace más intensa, cuando se centra en el yo interno (he aquí una vaga reminiscencia con la obra de Marcel Proust), y desde lo más profundo de esa subjetividad, deja entrever la búsqueda de (Huellas y fragmentos) que han quedado de las civilizaciones americanas a lo largo de los siglos. Así como sus reiterados intentos por recuperar su memoria (en El tiempo de las aldeas), y reconstruirla en la proyección de una visión utópica (El pasado es nuestro futuro). Por esta razón (y poniéndonos serio), el viaje en una perspectiva más trascendental, es la expresión de una profunda desazón, una necesidad de (re)conocimientos, de búsqueda de nuevas propuestas, de poner sobre el tapete una realidad soterrada apenas vislumbrada por el gran público. De este modo, el Viaje a Caral emerge como un destino inevitable: el hombre (es decir el narrador) y su necesidad vital de buscar y conocer (o saber). Una necesidad que (lo largo del libro) se convierte en demanda permanente, para lo cual el narrador tiene que andar y desandar a todo lo largo de la geografía americana, desde la inmediación de su propia circunstancia, para enfrentar a una realidad que se arrastra en el tiempo, una realidad mal interpretada, una realidad que (de tiempo en tiempo) nos convoca y nos desafía a encarar esta verdad ante la indiferencia e individualismo de la sociedad actual.

c).- El viaje como metáfora Viaje a Caral también se podría considerar una metáfora, una derivada (una expresión) más del sueño americano que es: “(…) a la vez el pasado y también puede ser nuestro futuro, el futuro utópico por cierto de un conjunto de pueblos y naciones que buscan un modo de vivir en este mundo”. Que se manifiesta en una suerte de encrucijada de tiempo y espacio, donde el narrador direcciona al lector por los caminos de la historia americana, de la cotidianidad, de la subjetividad de los pueblos primigenios. En todo caso, “(…) Caral es un viaje, imaginario pero posible”. Una visión, una propuesta que el narrador expone como factible y la desarrolla (como una propuesta final) a lo largo de la obra.

Entonces, inmerso en una experiencia de viaje el narrador, envuelto en su viejo y raído/traje/de/profesor, proyecta sus meditaciones sobre lo humano y lo divino y comunica, o mejor dicho, transfiere sus experiencias como una propuesta (o nueva forma) para comprender el estado actual del estudio de la historia y la cultura de los pueblos originarios de América Latina. Asimismo, reflexiona sobre cómo enfrentar los nuevos desafíos que demanda el acto de enseñar; acciones y vivencias que necesariamente debieran gatillar un cambio radical en la manera de ver y concebir el mundo de los pueblos originarios. En el Viaje a Caral el narrador está inserto en una situación de viaje permanente. Es más, su misma existencia adquiere (o, mejor dicho) tiene el significado de un recorrido (o de un camino) de vida que, en el marco de este análisis, se explica y se entiende como una metáfora finamente elaborada a través de sus páginas.

A manera de conclusión, se puede afirmar que, a lo largo de la historia, el viaje como motivo literario, se ha convertido en una metáfora de la existencia humana, donde el viaje no significa otra cosa que la búsqueda del conocimiento, de la verdad, de la sabiduría, inclusive, de la felicidad. En definitiva, es la búsqueda del sentido último de la existencia del ser humano en el mundo. Viaje a Caral termina con el relato de dos historias (Las últimas canoas) que: “(…) debiera hacer pensar al lector en muchas imágenes y versiones. Para nosotros es un símbolo anticipado de lo que hoy está ocurriendo con los pueblos indígenas. Se han levantado, han tomado (sus) canoas, se han sacado sus vestimentas impuestas, sus lenguas se recuperan y de esos fragmentos comienza una nueva etapa o ciclo de la historia de América Latina).

Santiago, enero 2024


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(*).- La Cultura Caral se desarrolló entre 3000 y 1800 a. C. (Arcaico Tardío y Formativo Inferior) es decir, fue contemporánea de otras civilizaciones primigenias como las de Egipto, India, Sumeria, China, pero a diferencia de ellas (que intercambiaron sus logros), se desarrolló en completo aislamiento. En América, es la más antigua de las civilizaciones prehispánicas, superando en 1500 años a la civilización olmeca, otro importante foco civilizatorio situado en Mesoamérica. (Enciclopedia libre. Wikipedia).

Luis Solís, escritor

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