1.- Crónica sobre un viaje sin retorno y una infamia sin perdón
Nunca olvidaré una frase del escritor catalán Enrique Vila-Matas en “Extraña forma de Vida” (Anagrama, 1991, páginas 150-151) que reza como sigue: “Ya digo, estaba enloquecido de locura, nervioso por si toda mi vida, se decidía en las dos siguientes horas, no paraba de preguntarme qué me depararía el destino…”. La muerte de Víctor Jara no sólo nos estremece por su enorme crueldad, sino que nos presenta el nacimiento de un hito, el reconocimiento a un artista universal, cuya obra jamás logró ser acallada, más allá de la barbarie y el inclemente paso del tiempo.
El “destino” que deparará a Víctor será el de una figura universal, al nivel de Violeta Parra, Gabriela Mistral o Pablo Neruda.
Como lúcidamente lo recordaba Joan en una crónica publicada en el Diario La Tercera[1]: “Es una mañana fría, melancólica, nublada”. Así Joan Turner (también conocida como Joan Jara), viuda del cantante Víctor Jara, parte relatando cómo fue para ella el 11 de septiembre de 1973. “En el camino de vuelta enciendo la radio del coche y me entero de que Valparaíso ha sido acordonado y está teniendo efecto un movimiento de tropas desacostumbrado. Los sindicatos convocan a todos los trabajadores a reunirse en los lugares de trabajo porque se trata de una emergencia, una alerta roja. Me doy prisa para contárselo a Víctor. Cuando llego le encuentro levantado y manipulando la radio, con la intención de sintonizar Magallanes u otra emisora partidaria de la Unidad Popular. ‘Parece que ya empezó’, nos decimos”.
Para luego continuar: “Martes 11 de septiembre de 1973, pasadas las 9 de la mañana. Tras una breve conversación con Joan en donde determinaron qué harían tras el bombardeo en La Moneda —y posterior toque de queda—, Víctor Jara partió rumbo a la UTE. Ese día Salvador Allende se presentaría en la universidad, donde anunciaría su decisión de realizar un plebiscito, y el cantautor abriría en su visita. Sin embargo, todo cambió de planes y el entonces presidente se mantuvo en La Moneda. «Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo», fue parte del discurso final del mandatario, el cual transmitió Radio Magallanes”[2]
Como claramente lo establece la Comisión Rettig: “Víctor Jara fue detenido el DIA 12 de septiembre en el recinto de la Universidad Técnica del Estado, lugar en el que prestaba sus servicios como director teatral, siendo conducido al Estadio Chile, donde tras ser separado de los demás arrestados junto a él, fue mantenido en los altos de una galería, junto a otras personas consideradas como peligrosas. Entre el 12 y el 15 de ese mes, fue interrogado por personal del Ejército”.
“El 15 de septiembre es el último día en que se le ve con vida, cuando en horas de la tarde Víctor Jara fue sacado de una fila de prisioneros que serían trasladados al Estadio Nacional. Al día siguiente, el 16 de septiembre, en la madrugada, su cuerpo fue encontrado en las inmediaciones del Cementerio Metropolitano por unos pobladores, junto a otros cinco cadáveres, entre los que se hallaba el de Littré Quiroga Carvajal.
Conforme expresa el informe de autopsia, Víctor Jara murió a consecuencia de heridas múltiples de bala, las que suman 44 orificios de entrada de proyectil con 32 de salida.
La Comisión se formó la convicción de que el afectado fue ejecutado al margen de todo proceso, constituyendo ello una violación a sus derechos fundamentales de responsabilidad de agentes del Estado. Funda esa convicción en que se encuentra acreditado el arresto así como su presencia en el Estadio Chile; que se halla acreditada su muerte por una gran cantidad de heridas de bala, lo que demuestra que fue ejecutado junto a los demás detenidos cuyos cuerpos aparecieron junto a los de él”.[3].
II.- El intento de reescribir los 50 años.
El año 2023 la opinión pública presenció un claro retroceso civilizatorio de la derecha chilena quien, en vez de sumarse a las voces democráticas de condena por el quiebre de la democracia y las violaciones sistemáticas a los DDHH sufridos por miles de compatriotas en dictadura, justificó no sólo el golpe mismo, sino que relativizó la magnitud de los delitos de la dictadura cívico-militar.
Como muy bien lo expresó Pablo González Martínez : “Durante 50 años, la derecha chilena, con sus diversos rostros y siglas, no ha querido ni ha sido capaz de sumarse a las voces que condena el golpe de estado de 1973. El último de los golpes que esa derecha, le ha dado a la democracia. Y se niega a hacerlo, he aquí el punto primordial del asunto, porque con ello le dice a las ciudadanas y ciudadanos de hoy y de mañana, que, con el fin de procurar la mantención de sus privilegios, obtenidos del secuestro que históricamente ha hecho del estado y de los recursos públicos, hará todo lo que está a su alcance para evitar el éxito de cualquier proceso de cambio social.
Cuando la derecha se niega a condenar la violencia política que ella promovió con el apoyo de la CIA y de los terroristas que ella ayudó a importar desde Estados Unidos, terroristas de origen chileno y norteamericano, no le habla únicamente al pasado. Le está hablando principalmente al presente y al futuro de nuestro país. He ahí lo grave, lo complejo de esta negación”[4].
Este año 2024, el golpe de estado y el sacrificio que representa Víctor Jara, su martirio en el estadio que hoy lleva su nombre, no son recogidos por los medios de comunicación masiva, los cuales se encuentran absorto con la cobertura del denominado “Caso Hermosilla”, donde reaparecen nombres en la palestra, miembros fundamentales de lo que hoy se reconocen como “cómplices pasivos”, como es el caso de Andrés Chadwick, personajes que no sólo mantuvieron, sino que afianzaron su poder durante los últimas décadas, a pesar de la recuperación de la democracia. Este escándalo que implica a empresarios, políticos y jueces, tienen una vez más a la institucionalidad chilena en entredicho. La misma que aún se encuentra en deuda con las víctimas de la dictadura cívico-militar.
III.- Entrevista a Ariel Mateluna y Gopal Ibarra.
Con Ariel Mateluna[5], reconocido actor que interpretó a Pedro en la recordada película “Machuca” (Dirigida por Andrés Wood, año 2004) y Gopal Ibarra, Director de la Obra “Víctor sin Víctor Jara”[6], nos encontramos en el mítico Zinzano de Valparaíso. Con ambos connotados artistas nacionales emprendemos un viaje en busca no sólo de una reflexión sobre la figura de Víctor Jara, sino del rol de los artistas hoy y la revaloración de los DDHH, en un contexto donde la democracia se encuentra en crisis, impugnada por un auge de la ultraderecha que pareciera, nos respira en la nuca. A continuación su entrevista.
Ariel Mateluna: “Los artistas son pilares y vanguardia en cualquier cambio social”
1. ¿Cuál es la vinculación que crees que tiene o debe tener el arte y su compromiso de los DDHH?
La vinculación es total. El arte en sí mismo, en el desarrollo de todas sus etapas, es un gesto decidida e inevitablemente humano. Este gesto está adherido irremediablemente al ser humano y, por lo tanto, es un derecho que todos tenemos. Es el derecho a imaginar, a crear, a reflexionar, a contemplar y representar la vida como mejor -o peor- nos parezca. Ahora, con respecto a las luchas por los derechos humanos que han sido violados por los diferentes Estados, a través de sus aparatos de inteligencia y represivos, donde la naturaleza humana es degradada y pisoteada de las maneras más aberrantes y despiadadas, el arte por su condición social y por sus constantes intentos por acercarse insistentemente a la belleza, se convierte en arma y herramienta de liberación. Porque la belleza es absolutamente libre y quienes tratan de reducirla y encarcelarla son enemigos de la humanidad y, por lo tanto, son los que ultrajan el derecho a la paz y a la belleza. Por otro lado, los artistas, y todos quienes se dedican a crear y a hacer circular el arte, si no anteponen y refuerzan el compromiso social y político del hecho mismo, están haciendo un uso egoísta y miserable del arte, porque el dolor del que ha sido violado o violada en sus derechos humanos es tan poderoso, que no se puede soslayar.
2. ¿Cuál es tu opinión sobre el rol del artista en el Chile post dictadura?.
La post dictadura no es un bloque, no se puede hablar de los artistas que se inscriben en ella como una totalidad. Hay muchos y muy diferentes períodos de la post dictadura, dependiendo de la época y de la región, porque tampoco se puede acotar la reflexión a los artistas de Santiago. El rol o los roles son variados, tal como en la dramaturgia los roles van definiendo y articulando la acción. Creo que los artistas de la primera transición asumieron el rol de abrir, de destapar, de descomprimir una opresión cultural demasiado larga y terriblemente densa, violenta, tenebrosa; entonces ese destape, ese florecimiento estuvo canalizado por quienes tuvieron la claridad y la necesidad desesperada de oxigenar al país con belleza, con reflexiones, con reencuentros y la necesidad de denunciar y de reconocerse en el atropello, en la violación de los derechos. Luego, está la etapa de post dictadura en la que los chilenos entendimos que la Concertación iba a pactar y administrar el modelo de la derecha y del pinochetismo, -porque el neoliberalismo obsceno que vivimos en Chile tiene su raíz en la derecha pinochetista- Todo un período de desilusión y de impotencia por la omnipresencia del fascismo acomodado en esta nueva democracia impostada; en el congreso con los senadores designados y el senador vitalicio y la indignación por el asentamiento de la impunidad. Creo que ese nuevo momento exigió a los artistas una nueva actitud y conducción, donde también hubo una escisión entre artistas, porque a diferencia del período de la Unidad Popular e incluso de la dictadura, los artistas tuvimos que entrar de lleno en el sistema de concursos y de competencia de mercado, y eso marcó una división entre quienes tenían los contactos adecuados o un linaje reconocido y los que no. El hecho que viene a coronar ese momento es cuando Luisa Durán no le permite a Andrés Pérez hacerse cargo de la administración del galpón Matucana 100. En ese período terminó de desmoronarse la idea social o socialista de la función de los artistas en el país. Luego vienen períodos fracturados que sería largo enumerar porque responden a otro par de décadas. Sin embargo, creo que un momento más reciente en el que los artistas recuperamos nuestro rol conductor y de proveedores de una belleza conectada totalmente con el cuerpo social y de derechos, fue para el estallido social, donde hubo una especie de repliegue y donde por fin los artistas pudimos discutir y replantear el modelo perverso en el que todavía estamos sumergidos. Porque, luego de eso, vino la esperanza de llegar al fin de la transición y de desatar los amarres de la dictadura, y nuestra actitud hacia el plebiscito y la Asamblea Constituyente fue de una ingenuidad total porque no supimos ejercer nuestro rol. Y, luego… bueno… vino la gran decepción con el gobierno de Gabriel Boric, donde todavía arrastramos a Ponce Lerou y a José Piñera y no hemos sido capaces de rearticularnos.
3. ¿Cuál es tu opinión sobre el rol del artista en el cambio social?.
Mi opinión es que los artistas son pilares y vanguardia en cualquier cambio social, pero sobre todo en los cambios sociales que insisten en la igualdad de derechos, en la justicia social, porque en ese tipo de transformaciones se requiere luchar consciente y organizadamente para alcanzar e instalar los cambios profundos, los nuevos paradigmas. Porque es en esos momentos donde nos enfrentamos directa y abiertamente con nuestros enemigos de clase, con los millonarios neoliberales, que además se enriquecieron al amparo de Pinochet y su desmantelamiento del Estado. En ese tipo de cambio social, en ese tipo de revolución, el rol del artista -y lo hemos visto a través del tiempo- es el de fundador de un ética y de una estética con las que se nutra y se revista el movimiento revolucionario. Lo vimos con Víctor Jara que con su lucidez y compromiso desató el odio más rotundo de los poderosos, y en este caso, de los esbirros de los poderosos que fue esa tropa de milicos malditos que lo asesinaron de la forma más cruel. El mensaje que se nos envía a los artistas con ese ejemplo es descarnadamente claro, explícito. ¿Quiénes somos los artistas para los fascistas, los explotadores, los ambiciosos? ¿Quiénes somos para los directores de las AFP, para los corruptos? Somos quienes tenemos el poder de impregnar de belleza, de reflexión y de acción a un pueblo abusado.
4. Gopal Ibarra y Ariel Mateluna ¿Qué representa la figura de Víctor Jara en la actualidad?
Bueno, lo hablábamos antes. Víctor Jara fue y sigue siendo un artista del pueblo, que luchó estrechamente con el pueblo, que ofreció todas sus habilidades y talentos a la causa de un pueblo con terribles problemas de desigualdad. Hoy, Víctor Jara, por supuesto que sigue presente como un faro, como una brújula que nos indica por donde avanzar. Me parece que en ese sentido los artistas no hemos podido atender bien, o encaminarnos bien hacia esa ruta. Han surgido movimientos artísticos nuevos desde la juventud y estamos en un momento geopolítico bien particular y peligroso. La plata, las armas, el lujo y el crimen se abrieron paso en las diferentes escenas como un ideal. Internet es protagonista y la información que se infiltra intenta instalar la llegada inevitable de una catástrofe. Las guerras transmitidas en vivo como nunca antes las habíamos visto, los genocidios, los atentados junto a la inseguridad y al debilitamiento de las fuerzas sociales y también a la difuminación del ideario de izquierda, nos ubican en un panorama complejo y adverso. Las falsas banderas y las mentiras colectivas de la ultra derecha, que son acordes a su moral y que la definen plenamente, ganan terreno y los artistas creo que estamos un poco aturdidos y no hemos podido proponer una respuesta o promover la unidad de los artistas de cualquier estilo y generación, porque nuestra lucha, que es por la verdad y la justicia, no ha encontrado forma en la vorágine pre apocalíptica. Entonces, la figura de Víctor Jara viene a proponernos, primero que todo, valor para enfrentarnos a los diferentes escenarios y a los diferentes enemigos del pueblo; valor que viene acompañado de organización, de educación, de identificación como pueblo abusado y de despliegue de habilidades que vayan en favor de la reagrupación y de la lucha. Todo esto, por supuesto, engarzado al amor y a la belleza que son los elementos que nos definen y que nos separan abismalmente y para siempre del fascismo.
En este 16 de septiembre, fecha manchada con la ignominia, tu mirada y sonrisa nos acompañará por siempre. Una guitarra que por siempre tendrá sentido y razón.
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Rony Núñez Mesquida, Escritor y Columnista Le Monde Diplomatique Chile
[1] Ver https://www.latercera.com/culto/2019/09/18/los-ultimos-dias-de-victor-jara/
[2] Idem Op.cit