“Violeta Parra en el Wallmapu, su encuentro con el canto mapuche”, de las autoras Paulina Miranda, Elisa Loncon, Allison Ramay. Pehuén Editores S.A. reimpresión 2021.
La riqueza del libro no es solo abordar los caminos recorridos por Violeta Parra, sino el encuentro y la narración de la forma en que los ülkaltufe se acercaban a Violeta o ella a ellos y junto a la maleta grabadora, así pasó la vida y las conversaciones con que se realizaron las entrevistas y los cantos. Es siempre la palabra lo que vale, no sólo por la tradición y lo que ello significa, sino que es a través de ella que se entrega el Kimun (conocimiento) cuyos códigos desde la cultura oral son muy fuertes y estas prácticas sólo se trasmiten de generación en generación, sin dejar de lado lo espiritual, dado que Kimun no sólo es conocimiento sino que corresponde a un sistema de discernimiento con códigos formales y no formales, como dicen las autoras, aunque acá me parece escuchar más el kimun de Elisa Loncon, “…los códigos que representan diferentes prácticas sociales y ámbitos del conocimiento …El vl (canto), junto al wewpin (historias sociales), el epew (cuentos de pájaros y animales), los kajfuwenu zugu (relatos espirituales), el pewma (sueños), son todas prácticas discursivas tradicionales cultivadas en la oralidad.” (pp.47).
En la flor del Buen vivir (Kvme mogen), que Elisa Loncon lo denomina Flor de la palabra, los diferentes pétalos reflejan cómo es posible encontrar el sentido de la vida, con aquello que es algo más que una serie de preguntas más inquietantes y habituales con que, casi sin darnos cuenta, nos acercarnos al pensamiento filosófico al intentar responder si la vida tiene sentido. De allí el punto de entrada con la identidad, que suele despertar su búsqueda en ocasiones cuando acontece un contexto límite que se nos presenta como una crisis, dado que aquello que consideramos como una certeza que fundamentaba nuestro quehacer en el vivir, de pronto deja de tener sentido y se desvanece; de forma tal que nos enfrentamos a una situación inesperada que compromete todo nuestro ser y para la que ya no tenemos respuestas, lo que antes nos parecía adecuado ahora ya no es satisfactorio.
De allí que en la cultura occidental, no existan elementos homólogos y la traducción sea siempre deficitaria, dado que el buen vivir implica simultáneamente la valoración a la naturaleza, considerando en otro plano pero en el mismo nivel la naturaleza es parte del ser espiritual: tuvo que venir un Papa argentino que algo sabe de los pueblos originarios para establecer una encíclica como LAUDATO SI´, documento que va más allá de establecer la necesidad de proteger el medio ambiente, afrontar los riesgos y retos del cambio climático y reducir, entre otras cosas, el uso de combustibles fósiles, la elaboración de cemento, los viajes marítimos y aéreos, la explotación minera, no está dicho de esa forma, pero se centra en el planeta Tierra como lugar en el que viven las personas, protegiendo la naturaleza, la vida animal y las reformas energéticas necesarias en los seis capítulos compuestos; presentados bajo el subtítulo: Sobre el cuidado de la casa común, o el buen vivir. Algunos dirán, algo que haya aprendido la Iglesia Católica luego de ser cómplice de tanto saqueo y despojo, (Basta ver el museo de Vaticano) ante los distintos pueblos y en especial indígenas. Tal vez por ello los objetivos de la encíclica son: el Grito de la Tierra, el Grito de los Pobres, Economía Ecológica, Estilos de Vida Sencillos, Educación Ecológica, Espiritualidad Ecológica y el Involucramiento directo con el entorno y la Participación Comunitaria. No dudo en pensar que Violeta Parra habría tenido una opinión favorable frente a estas ideas, recordemos “Qué dirá el santo padre/ que vive en Roma/ que le están degollando/ a su paloma”. Y eso que por ese entonces no se habían desatados los casos de pedofilia, que es su actual cruz de cenizas. Pero no nos olvidemos de los vejámenes de otras iglesias, la ortodoxa rusa acompañando a Putin, la judía y sus matanzas en la franja de Gaza y lo árabes cuyos Talibanes, ahora en el 2024, están en un caso más extremo y las mujeres ya no pueden hablar, entre otras restricciones, en Afganistán y en el noreste de Pakistán.
Pero volvamos al libro que desarrolla intensamente el trabajo de recopilación realizado por Violeta especialmente con la machi de la Comunidad de Millelche, María Painen Cotaro y las distintas cantautoras, entre ellas, Juanita Lepilaf Huaiquimil, atesorando allí la acumulación de canciones. Cabe destacar a quienes trabajaron con ella como el gran Lautaro Manquilef y el magnífico maestro y lonko Juan Lemuñir. Según Juan Pablo González, se suman a la tarea de investigación en la segunda mitad del siglo XX “algunos autores doctos chilenos” (pág. 52) entre ellos Carlos Lavín y Carlos Isamitt, éste último no sólo como recolector de música mapuche, sino también como compositor de piezas basadas en ese legado.
Hay que considerar que Rodolfo Lenz y Gastón Soublette, tenían una metodología investigativa academicista, en tanto que Margot Loyola, Bertha Koessler, Gabriela Pizarro junto a su esposo Héctor Pavez y Violeta Parra realizaban un trabajo de campo ajustados a la sonoridad y sólo Margot incorporó a su repertorio muchos de esos cantos, Violeta, en cambio, realizaba su propias composiciones, tal vez la más magistral sea “El Gavilán” que se asemeja a los canticos de las machis, al repetir en trance palabras que aumentan la espiritualidad como si fuera un “mantra”, esas sílabas, palabras o frases sagradas, que se recitan para invocar a la divinidad o como apoyo a la meditación, y al mismo tiempo alteran la conciencia buscando y generando un impacto espiritual y psicológico en la persona que los canta y especialmente en quien escucha, alterando también en ella un conocimiento nuevo, centrando los pensamientos y las emociones para mejorar el autocontrol del "yo" interno, como una forma poética, de escuchar al propio corazón, esa voz interior, que resuena con su estado de ánimo en busca de equilibrio, dándole sentido positivo a las diferencias individuales que constituyen a cada persona y la distinguen unas de otras. Pero al mismo tiempo se sienten unidas por el canto.
No perder la capacidad de asombro, es parte del trabajo de Violeta Parra al modo Platónico, como la primera disposición del conocimiento en un sentido doble: se anticipa al deseo de conocimiento y también lo posibilita. (Así son las letras de la mayoría de sus composiciones) de modo que constantemente está jugando con el asombro y con ello pone en movimiento a las tres partes que integran el alma (Siguiendo a Platón) y gracias a este pensamiento se llega al descubrimiento de la verdad. A ratos Violeta Parra pareciera ser más Aristotélica, ya que siempre está consciente de su toma de conciencia ante la necesidad de investigar, sus momentos metacognitivos son frecuentes; aunque en un primer momento pareciera que se desprende del mundo de los sentidos, y con ello se permite desarrollar el segundo instante que consiste en tomar conciencia de él y de su carácter enigmático, con el fin de sentir el poder de "maravillarse" frente a algo nuevo, y con ello iluminar la "admiración" por un alguien un algo o momento excepcional, y finalmente logra la "fascinación" frente eso grandioso o sublime, de allí que los lenguajes y la música que impactan el alma operan también como elemento de sanación. (Sugiero que hagan el ejercicio de buscar en YouTube el Galambo Temucano de Violeta, a ojos cerrados, se darán cuenta de la síntesis, instrumentos andinos y mapuche, adelantándose un poquito a lo que realizará Víctor Jara con la fusión de instrumentos, un Víctor que ayer 16 de septiembre se cumplieron 51 años de ser ejecutado con 44 tiros por seis funcionarios del ejército de Chile).
Pero volvamos al libro, la segunda parte trae los cantos recopilados por Violeta Parra en el Wallmapu, esos textos traducidos nos permiten acercarnos a estados de ánimo estimulados por la percepción de la novedad, ese algo extraño o no bien comprendido, porque se trata de acercarnos a un pueblo nación, que posee diversas manifestaciones para el canto, acción cuya descripción desde las neurociencias nos permite entender que cuando cantamos nuestros neurotransmisores se conectan de maneras nuevas y diferentes y se nos activa el hemisferio derecho del cerebro, liberándose endorfinas que nos hacen más profundos, más sanos, felices y creativos. Aún cuando los cantos sean apesadumbrados, tristes o mortuorios, aún así, cantar y/o tocar instrumentos tiene efectos muy positivos favoreciendo entre otras cosas la autorrealización, la autoestima, propiciando el conocimiento mutuo, la cohesión familiar y los distintos grados de pertenencia.
Violeta Parra en el Wallmapu nos da acceso a la posibilidad de reconocernos en la diversidad de raíces de las que estamos construidos. Justo ahora que las fiestas del dieciocho nos traen toda clase de música, desde la oralidad de las payas al modo del K-Pop, Wonky, Synthwave y Folktrónic. Aunque no nos vendría mal una cueca Rock y una Guaracha Punk, para rememorar el futuro de los tiempos.
Hans Schuster, escritor.