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Volver a clases presenciales ¿Para qué? Por Luis Reyes Ochoa

Estas semanas, al concurrir al trabajo, nos hemos encontrado con “tacos” por todas partes. Se inicia el año escolar y se vuelve a clases presenciales después de dos años de clases virtuales e híbridas, dependiendo de los contextos escolares de los que estemos hablando. Al llegar al trabajo, conversando de esto con un colega, nos surgió la pregunta: ¿para qué volver a clases presenciales? y luego, ¿por qué es necesaria la presencialidad en los procesos formativos?

Una primera respuesta parece obvia e inmediata: para que los niños, niñas y jóvenes interactúen con sus pares y con sus profesores, ya que hay toda una oportunidad de aprendizaje en las aulas a partir del compartir la diversidad de experiencias de cada uno de los participantes, mediado este proceso por los docentes, esa oportunidad de verse (muchas cámaras apagadas y otros estudiantes desconectados en pandemia), de hablar, de dialogar, de escuchar otros puntos de vista, otras miradas que permiten la posibilidad de reflexión y aprendizaje ya que como decía Maturana “todo vivir humano ocurre en conversaciones y en ese espacio donde se crea la realidad en que vivimos” ¿Y entonces, qué más? Se nos complejiza la pregunta y tenemos que preguntarnos qué significa “esa cosa llamada Educación”, como cantaban Los Prisioneros en los 80 en “El baile de los que sobran”.

El componente más evidente en la realidad educativa que vivimos es “la escolarización de los educandos”, es decir, la generación de condiciones para que ellos y ellas adquieran o construyan conocimiento que están prescritos en los planes y programas, en el curriculum escolar o en las tradiciones públicas como señalaba Stenhouse. Un segundo componente es la socialización, es decir, el aprendizaje de pautas culturales de convivencia con otros y otras en la sociedad; y un tercer componente, menos evidente pero muy necesario, es la individuación o construcción de la identidad personal de cada educando que les permite ir autorrealizándose cotidianamente.

Es necesario en una mirada retrospectiva al pasado inmediato, en estas líneas reconocer el tremendo esfuerzo que hicieron estudiantes, profesores, padres y apoderados por sostener la institución escolar desde sus hogares en tiempos de pandemia, transformándose estas instancias en un espacio de contención, de sentido de pertenencia y de aprendizajes emergentes en medio de la contingencia.

En este retorno a las clases presenciales, creo que tenemos la oportunidad, luego de dos años de pandemia y las consiguientes clases virtuales, de repensar los procesos formativos y poner la mirada en los educandos y sus circunstancias y sus vínculos con sus compañeros, profesores y directivos en las clases y en la escuela, procurando resignificar lo más positivamente posible esta experiencia educativa pandémica -no podemos hacer como que estos dos años no se aprendió nada- y propiciar comunidades que pongan al centro el bienestar socioemocional de los estudiantes que les permita reconocerse como sujetos, con experiencias, saberes y cultura, capaces de establecer relaciones positivas con otros en ambientes sanos y desde ahí favorecer aprendizajes significativos que les permitan desenvolverse en la vida en sociedad.

Entonces, ¿para qué volvemos a las clases presenciales? Para favorecer ambientes educativos que permitan formar mejores seres humanos que aprenden a convivir desde pequeños con otros en una convivencia armónica, desarrollándose integralmente respetando la dignidad de cada persona como un legítimo otro -como planteara Maturana -y cuidando la naturaleza o la Casa Común como dice El Papa Francisco.

Dr. Luis Reyes Ochoa
Académico
Instituto Interdisciplinario en Pedagogía y Educación (IIPE)
Facultad de Educación
Universidad Católica Silva Henríquez

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