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Xenofobia por decreto. Por Gastón Tagle Orellana

Si hay algo que el establishment político chileno sabe hacer, es algo así como repetir una mentira mil veces para que termine como una verdad; estrategia que es la marca de identidad, especialmente de la derecha (lo que no significa que la izquierda no lo haga, sólo que es algo más ingenua al respecto). Desde hace unos meses el gobierno de Piñera ha reaccionado por decreto a la inmigración, esto es a través de una propuesta que aparenta filantropía, pero que no deja de ser una escondida xenofobia: aquellos que quieran volver a Haití el Estado de Chile y especialmente este gobierno, los ayudará (sic). Y así se ha generado toda una parafernalia mediática, exponiendo su filantrópica actitud con relación a los inmigrantes, todos haitianos. La negación del actual gobierno, con relación a la ayuda humanitaria, está marcada por sus orígenes ideológicos y su ceguera política, pues en el anterior gobierno Piñera hizo lo mismo con los dominicanos; según el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) “…las medidas gubernamentales contra los haitianos no tendrán efectividad, con base en la experiencia de disposiciones parecidas adoptadas para los dominicanos en 2012, durante el anterior gobierno de Piñera. El pronóstico del SJM es que “crecerá el ingreso (de haitianos) por pasos no habilitados. Y con eso también aumentarán las redes de tráfico”.2 Organización [jesuita] que sabe del tema, pero que las circunstancias políticas tratan de obviar, al igual que muchos otros trabajos de índole académico que hablan al respecto. Esta situación sólo confirma, una vez más, que la reacción del gobierno no es sino una actitud mediática que busca obtener réditos políticos basado en las necesidades humanas y en la escondida anti inmigración de gente de color. Nadie es inmigrante porque quiere, la gente lo hace porque tiene necesidades que en su país de origen no puede satisfacer o porque hay una dictadura como la que el actual presidente Piñera apoyó.

El punto es que la actitud del gobierno es la respuesta a una mediática campaña de escondida xenofobia, la pregunta es si acaso harían lo mismo con una ola de inmigración de europeos porque, al fin y al cabo, lo que le molesta a este selecto grupo de arios chilenos es el color de la piel. La actitud no es nueva, pues la “molestia” de estar al lado de gente diferente (de acuerdo a sus cánones) no es de ahora. En dictadura se “expulsó” a miles de ciudadanos chilenos de sus casas (con títulos saneados y propiedad acreditada), pues éstas estaban en sitios de interés económico para empresas constructoras, en una operación que la dictadura (apoyada por los mismos grupos ideológicos que hoy están con el gobierno de Piñera) llamó con el eufemismo de Operación Confraternidad I y II3 (1976 y 1978, respectivamente).

En esa oportunidad, se denostó a esos ciudadanos caracterizándolos como “individuos desorganizados y de pocas organizaciones sociales, débiles y mal financiadas de unos cuantos miles de residentes”4 , lo que evidentemente era falso. El resultado fue nefasto desde el punto de vista social y económico. El paralelo es válido, pues demuestra que el uso de mentiras es constante cuando hay intereses; el punto es que en el primer caso fue por un tema de económico, lo triste es ver que, hoy por hoy, las mentiras son para esconder una soterrada xenofobia. ¿Acaso el actual gobierno (y la inoperancia del anterior para legalizar a los inmigrantes) busca, al igual que la dictadura con sus propios ciudadanos, una asepsia étnica porque no es capaz de resistir seres humanos de otro color? El “Plan Humanitario de Regreso Ordenado”, diseñado por el actual gobierno de Piñera, nos trae a la mente, el triste recuerdo de La Operación Confraternidad I y II (con medallas incluidas): el mismo espacio otro contexto.

Además, desvía con ello la atención de la corrupción que, si bien no comenzó ahora ni ayer, resulta ser otro estado de la mentira, una mentira que, materializándose a través de distintos tipos de violencia (la corrupción es una de ellas), logra asentarse en la sociedad. No sea que la apodíctica aseveración de Hannah Arendt se transforme en una cruel realidad, pues las mentiras: “... contienen un elemento de violencia: la mentira moderna aspira a destruir, y aparece en las democracias y en los estados totalitarios, aunque solo en estos últimos es un “paso previo al asesinato”5 . Lemún, Catrileo, Mendoza y Camilo Catrillanca ya son un buen mal ejemplo, víctima -este último- del poco sesudo Comando Jungla (ya el nombre da para pensar). El punto es saber qué tipo de estado somos nosotros, si acaso formamos parte de un sistema democrático o si somos, como parece ser, un estado que nunca se desempolvó de la herencia de la dictadura, con una constitución espuria que ya nadie cuestiona y lo peor, nadie parece darse cuenta que tenemos una réplica barata de las políticas represivas y xenofóbicas de Trump, con un presidente con un largo currículum [prontuario] de extraños negocios que nadie parece querer recordar.

Notas:

1 Profesor Doctor Gastón Tagle Orellana. Universidad de Valparaíso

2 Citado en https://www.elciudadano.cl/politica/medidas-del-gobierno-de-pinera-contra-inmigrantes-haitianos-sondiscriminatorias/05/04/

3 Gastón Tagle Orellana. Impacto de la dictadura militar en Chile respecto a grupos marginales. Una aproximación sociosemiótica. En Istituto di Stusi Politici S. Pio V. 4/2017 Anno XXIX - Ottobre/Dicembre. P 81 a 99

4 Citado en “Sociedad civil en dictadura”, de Manuel Bastías Saavedra. Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Santiago, s/d.

5 Arendt, Hannah. “Verdad y política”

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