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CONTRADICCIONES EN TORNO A BACHELET: EXPECTATIVAS Y REALIDADES por Ángel Saldomando

En Chile no había existido en los últimos tiempos, una figura política que como Bachelet tuviera tanta centralidad política, concentrara de manera tan amplia un potencial de apoyo, ilusiones y también críticas muy consistentes. Ambas posiciones son parte de la realidad. Los que manifiestan apoyo generalmente no asumen la dimensión que tienen los cuestionamientos y quienes los formulan no logran explicar por qué las ilusiones se mantienen. En los políticos profesionales es comprensible la actitud unilateral, se apoya o se critica. En los analistas e investigadores sin embargo el fenómeno se reproduce, allí donde deberían esperarse razonamientos que ofrezcan una lectura compleja y más comprensiva de la realidad. Pues si el pronóstico se confirma habrá gobierno de Bachelet y el choque de apoyos, ilusiones y criticas planteará la necesidad de encontrar una formulación política que puede ser una superación o también un naufragio frente a esta contradicción. Por ahora esto es una incógnita. El riesgo sin embargo también es real.

Haya o no gobierno de Bachelet, después de todo un 42% no manifestó preferencia en la última encuesta y la tasa de abstención es una variable desconocida, los temas están planteados por un nuevo disenso critico pero ello no logra cristalizar en una candidatura capaz de ganarle a Bachelet.

El dilema puede parecer insoluble para los críticos, que en caso de elección de Bachelet ratificaría el triunfo de las ilusiones que cuestionan y que no lograrán integrar en el análisis. Pero los que triunfen tendrán esta vez un ejercicio mucha más difícil frente a las esperanzas suscitadas. Todo ello es parte de un nuevo ciclo político del que Bachelet, nos guste o no, también hace parte y eso también hay que asumirlo.

Expectativas y Realidades

Pese a todos los flancos de crítica abiertos contra el modelo: constitución, descrédito de los partidos e instituciones, modelo económico, derechos e igualdad, educación, descentralización, la subjetividad mayoritaria no la asume completamente. Al menos en términos de alternativas políticas. Las razones son múltiples y conocidas, desde el pasado dictatorial hasta el papel conservador de la concertación, pero desembocan en una interrogante ¿Por qué si el descrédito del sistema político heredado de la dictadura es tan grande y la abstención en las municipales fue masiva, la agenda crítica no se encarna en una alternativa con posibilidades pese a los sucesivos ensayos?

Y en este caso el sistema electoral binominal no juega como restricción absoluta, dado que un desplazamiento masivo hacia otra alternativa política pondría en segunda vuelta a Bachelet con una candidatura crítica y no de derecha, si esto ocurriera el sistema se conmocionaría desde adentro pero no ocurre.

Ello permite elaborar una hipótesis: las expectativas mayoritarias se orientan a obtener mejoras de la situación general pero a un bajo costo y ello lleva a consumir el último cartucho que les queda dentro de lo que hay, es decir Bachelet. En este esquema los movimientos sociales, surgidos en los últimos años, alimentan las expectativas pero no alcanzan para producir el relevo pero si pueden contagiar seriamente la agenda política. Y eso parece ser lo que está ocurriendo. Esto abre la reflexión a un tipo de posicionamiento más flexible, supone comprender que las expectativas deben ir hasta el final aunque se debata de ellas, mientras que lo importante es reforzar la capacidad de injerencia de los movimientos sociales en las cuestiones más estratégicas.

En este sentido Bachelet representa, fuera del paréntesis de la derecha en el gobierno como expresión más orgánica del modelo, la reserva de gestión política de este. Y ello hace parte justamente del nuevo ciclo político en que la gestión del modelo debe no sólo administrar las presiones continuistas animadas por las estructura de poder vieja y nueva que las sostienen. Esta vez debe responder a las nuevas demandas y expectativas de cambios que han salido a la superficie.

Quizá este gobierno de Bachelet, si gana, sea el inicio de la transición real. Esa en la que se esperaba cuestionar realmente el modelo heredado y no solamente administrarlo.

Quizá aquí se visualice que si bien en tiempos de elecciones el proceso político se concentra en quién estará en la presidencia, ahora esto se acompaña de la exigencia de cómo se pasa del inmovilismo del modelo a una dinámica de cambio que responda a las expectativas.

La visión clásica y la única que se ha experimentado realmente en el país, ha sido que se debe ganar las elecciones, contar con un programa, una representación política acorde y con movimientos sociales de apoyo. Y esto también hace parte del ciclo político en que las expectativas deben verificar si Bachelet es capaz de hacerlo.

Quienes disparan contra ella tienen buenas razones y un conjunto de propuestas pero les falta el resto. En ese contexto las críticas a la imagen ilusionista y salvadora de Bachelet aparecen como la contra cara de una desesperada invocación de un liderazgo, que no aparece, que por fin encarne sus propuestas.

Por ello no hay que dramatizar la posible llegada de Bachelet al gobierno. Si ello ocurre es una etapa entre el viejo y el nuevo ciclo político que abre la oportunidad de esa verificación a escala del país. Una etapa en que también hay que verificar otras cosas. El cambio cultural real que se ha operado, la disponibilidad social para avanzar más, la recomposición de la acción colectiva y la capacidad de reconstrucción de un proyecto político más allá de las críticas al modelo que no es lo mismo.

La respuesta a la interrogante de como instalar una dinámica de cambio es en las condiciones actuales es más hibrida y compleja que las conocidas. Es necesaria y urgente, pero sus tiempos, sus actores y sus contenidos implican una articulación y desplazamientos internos en la política que si bien hacen parte de esta coyuntura electoral, (¿habrá al menos una minoría crítica expresada electoralmente? ¿O alguien cree que saldrá un conejo del sombrero?); no es posible esperar que se resuelvan todos en ella. La elaboración política de las reivindicaciones acumuladas así como la centralidad que logren los movimientos es por ahora el único antídoto al continuismo a secas y el único catalizador del ciclo político en marcha, sea quien sea que esté en el gobierno.

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