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In memoriam insurrecta; Crónicas de Santiago en Santiago de Chile. Por Marco Silva Cornejo

“soy como la vida cuando tiene vida…zurda y civilizada”
Santiago Feliu.

Se instala la incertidumbre mas allá de la historia y el tiempo de nuestras luchas, volviendo una y otra a vez a nacer la métrica de sus tonalidades terrenales, furiosas e insurrectas. Es Santiago!!, En Santiago de Chile, volviendo más amigable y digno lo que parecía ser el suicidio de los argumentos en la década del 90.

En esos tiempos cuando el fracaso de la ofensiva final del Farabundo Martí, se enquistaba en la transición tutelada chilena sobre el telón de fondo de la caída de los socialismos “reales”. Es entonces, entre memoria fragmentada, derrota militar e histórica que un puñado de militantes de aquella izquierda revolucionaria de finales de los ochenta y principios de los noventa se encontraba con Santiago Feliu, ese mismo loco descabellado que nos seguía diciendo que a veces era necesaria una “fuerte dosis de plomo” o que disfrutaba en la construcción de la sonoridad más acorde al ritmo de los tiros de Niky y Malori de asesinos por naturaleza.

Santiago en Santiago logro posibilitar un entendimiento melancólico y furioso, tal vez propio de la realidad de la isla en aquellos tiempos cuando Cabieses y otro grupo de chilenos organizaba actividades de solidaridad con el inicio del periodo especial de la isla (un litro de petróleo para Cuba). Es en ese entonces en medio de la derrota que la música y la poética de Santiago nos escribe con las consignas más bellas y claras algo que intente traducir de esta manera: el socialismo tiene sabor a precariedad encantada. El socialismo que nos propuso Santiago en Santiago de Chile, era un socialismo con sabor a pensamiento crítico, a lucidez de trasnoche y a romance de revolución, a reencantamiento con el cotidiano desde la observación de su profundidad, simpleza y complejidad asociada.

Imposible olvidar a Santiago en Santiago de Chle, haciendo cuña entre los conocidos para llevarse un par de neumáticos a la Isla, haciendo chistes con el Jabón, pero por sobre todo asumiendo siempre esa dignidad propia de un revolucionario que vuelve allí donde la historia lo reclama y lo demanda, a su Cuba querida.

Desde nuestro encuentro en la década de los noventa en un bar improvisado de conferencia, conversatorio y recital, Santiago me ha acompañado con nostalgia y lucidez a través de su música que también ha acompañado a mi compañera Ana y a nuestros hijos Violeta y Pablo.

Hace un par de días recibí de parte de mi hermana la noticia como una estocada, generando el escalofrió que comunicaba en antaño la caída de un compañero en alguna acción de recuperación o de sabotaje, un dolor de pecho y mano, un dolor de amor profundo, una rabia de sentimiento revolucionario de saber que la muerte nos lleva otro hombre claro y sencillo, uno que sin duda era parte de la manada de hombres buenos. Este ejercicio epistolar, es tan solo una forma de testimoniar una vida entera consagrada a la revolución y al proceso de construcción de socialismo de un trovador; desgarbado, trasnochador, romántico y precario. Que con la tonalidad de sus letras y de su música permitió a un grupo de Chilenos sobrellevar en alguna medida el suicidio de los argumentos y el desmantelamiento de la Utopía, mientras de la Oficina de Schilling nos acorralaba y el cerco policial e ideológico asfixiaba el repliegue. Hasta la victoria siempre querido Santiago, desde Santiago te recordamos con amor y dignidad Rebelde.

Marco Silva Cornejo Mg. Ciencias Sociales Aplicadas

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