Todos multimillonarios

Al difundir, el 26 de mayo de 1983, “La saga de los hacedores de dinero”, Antenne 2 lanzaba la moda de los perfiles de empresarios “sin complejos”. Bernard Tapie, cuadragenario comprador de empresas, desempeñaba el papel principal. Empezábamos a alejarnos de la severidad. La atmósfera era favorable para las fortunas de acumulación rápida. Pocas semanas después salían, bajo el mismo título, una película con Claude Brasseur y una canción de Johnny Hallyday: “Signos exteriores de riqueza”.

“Estos son también los signos del poder verdadero, frente al cual el buen y mal gusto desaparecen”, observará el escritor Guy Hocquenghem en su descripción de Serge July, por ese entonces director del diario Libération, como un “campesino encantado con encontrarse finalmente en la mesa de los poderosos, fascinado por las estrellas de moda y las preposiciones nobiliarias. Con su traje estilo años ’50 azul petróleo, su gomina y sus cigarros, July cultiva esmeradamente su aire de nuevo rico”.

Los multimillonarios eclipsaron a los millonarios. Pero la prensa detalla su existencia con creciente avidez. Tres días antes de la segunda vuelta de la elección presidencial de 2007, Le Point establecía un paralelo entre el estilo de algunos raperos y el de Nicolas Sarkozy: “Anteojos Ray-Ban, cadena de oro, cronógrafo Breitling en la muñeca: al igual que a ellos, al candidato de la UMP (Unión para un Movimiento Popular) le encantan las marcas, el lujo, lo que brilla. En una palabra, eso que en la mitología del hip-hop se llama el “bling-bling”.” El escrutinio presidencial marca el momento en que la clase dirigente francesa habría roto esas trabas culturales que le impedían liberarse de una demasiado virtuosa discreción...