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Chile: bajo una doctrina de seguridad militar 2.0. Por Enrique Villanueva

Durante los 17 años de dictadura, la persecución política, la tortura y el asesinato fueron la manera como las FFAA gobernaron el país, los mandos superiores, con Pinochet a la cabeza inventaron una grotesca “guerra para liberar a Chile del comunismo” e impusieron una doctrina militar, que comprometió a los militares en la represión política y les absolvió de los crímenes cometidos. Con esta mentira histórica, iniciada con el Plan Z en 1973, se justificó el violento golpe de Estado y el asesinato del Presidente Salvador Allende, las ejecuciones extrajudiciales de 3.197 compatriotas, el asesinato de otros 1.102 cuyos cuerpos fueron hechos desaparecer entre 1973 y 1990, además de otros miles que fueron torturados, perseguidos y enviados al exilio.

La violencia militar terrorista, se desató en contra del “enemigo interno” para preservar la seguridad nacional, es decir en contra del ciudadano y ciudadana que fue identificado como contrario a la dictadura y por lo tanto, como “agente del desorden y de la violencia”, premisas doctrinarias sobre las cuales, por años, se educó a generaciones de oficiales y suboficiales de las FFAA y carabineros. Una doctrina militar (aún vigente) fundamentada en el desprecio de la política, del movimiento obrero, del sindicalismo, de la organización estudiantil, de los partidos de izquierda y la organización social progresista, a los que se les calificó ( y califica) como antipatriotas y enemigos del ejército.

En dictadura, período en el cual no había Estado de Derecho, los dirigentes civiles del Estado crearon todas las condiciones para que las Fuerzas Armadas llevaran a cabo la represión política, que fue el principal factor para consolidar el modelo económico y las bases de lo que ellos definieron como la “refundación” de Chile. Leyes y justicia militar, órganos de control propios, con asignaciones presupuestales directamente vinculadas a la producción del cobre, estructuras que propiciaron la corrupción, debilitaron después de finalizada la dictadura, la subordinación militar al poder civil y la transformaron en una cuestión formal.

Esta ideología que se implemento en las FFAA y Carabineros, que orientó a los cuerpos de represivos y de seguridad del Estado durante la dictadura, no ha sido desactivada en democracia, por el contrario, se ha reproducido en un contexto distinto, impartiéndose en la formación de oficiales y suboficiales de las distintas ramas de la defensa nacional. Una realidad que ningún gobierno post dictadura fue capaz de asumir, por el contrario, construyeron una democracia sobre la base de la constitución dictatorial y de una doctrina militar que justifico el terrorismo de Estado y que entiende la violencia, como la manera de relacionarse con la ciudadanía.

En este contexto lo que vemos hoy con preocupación, es cómo este gobierno de derecha facilita un tránsito del modelo de seguridad nacional dictatorial, a un modelo de seguridad ciudadana en democracia, con actores políticos que ejercieron el poder social y económico durante la dictadura y que procuran seguir haciéndolo. Han diseñado la idea del enemigo interno, bajo las mismas coordenadas que inventaron la falsa guerra política en contra del comunismo, proyectando hoy el uso de la violencia, hacia todo un “enemigo sistémico”, categoría bajo la cual están los mapuches, los estudiantes, el movimiento sindical y social, los partidos políticos de izquierda, entre otros.

Las consecuencias de esto son, la desmedida violencia policial en contra de personas que se manifiestan por derechos ciudadanos diversos, en contra de los estudiantes, quienes en estos últimos días han sido brutalmente golpeados, vejados, obligados a desnudarse como forma de escarmiento y, en la escalada de militarización de la Araucanía, fortaleciendo con nuevos destacamentos especializados, (comando jungla) instalados en territorio mapuche, a carabineros. Con esto lo que están haciendo, es repetir estrategias represivas dictatoriales, totalmente opuestas a una sociedad moderna, donde prima en general un esquema de policías descentralizadas, autónomas y de carácter civil, con una cultura comprometida con los avances de las democracias.

Sin lugar a dudas que los medios de comunicación aportan a esto, llevando a la opinión publica una construcción simbólica que se fundamenta en la percepción de inseguridad ciudadana y que se amplifica en la alarma social, provocada por la acción del fenómeno criminal que es real. Un contexto en el cual la derecha, hoy en el gobierno, manipula los índices de delincuencia y alarma social, con el objeto de generar una base social de apoyo necesaria, para consumar reformas legales que tienden al aumento del poder coercitivo del Estado, el que en la práctica no sólo está dirigido a frenar la delincuencia, sino que, a reprimir a sus enemigos políticos.

No caben dudas de que la seguridad es hoy un ámbito que nos duele a los ciudadanos y ciudadanas, lo que debe ser asumido y resuelto dentro de los cánones que permite la democracia, con el respeto absoluto a los derechos de todas las personas. Pero sin resolver o superar la ideología represiva y la validación de la tortura en las FFAA y Carabineros, estas lacras de la conducta humana reaparecen, como ha sucedido, en la represión policial. Los chilenos y chilenas lo que vemos con esto no es mayor seguridad sino que, la adaptación de la Doctrina de la Seguridad Nacional al escenario de la seguridad ciudadana, produciéndose una desviación peligrosa. Que oculta el ejercicio del poder punitivo del Estado bajo la postura de combatir la delincuencia, utilizando como se vio en la denominada “operación huracán” o, en el asesinato reciente del comunero mapuche Camilo Catrillanca, a manos de carabineros, métodos contrarios al Derecho en democracia.

Por todo esto las FFAA son una reforma pendiente de la transición a la democracia, en Chile se construyó un proceso de democracia con grandes falencias, manteniendo enclaves dictatoriales significativos que limitan el ejercicio de los derechos ciudadanos. Por lo que se hace imprescindible crear una nueva conciencia y una nueva cultura en las instituciones de la defensa, eliminando la doctrina que ampara la violencia y la tortura, la cual asumen como propias oficiales y suboficiales.

Todo esto implica, para las FFAA y para sus mandos actuales reconocer:

• Que los mandos corruptos y ambiciosos que planificaron y dieron el golpe de Estado en 1973, les impusieron una doctrina militar que les apartó de su misión específica, de ser el elemento de disuasión contra el enemigo exterior, para desalentar una invasión, o para recuperar su propio territorio invadido.

• Que siguiendo una orientación política, reprimieron y persiguieron a un enemigo interno, a sus compatriotas, transformándose en tropas de ocupación de su propia nación, instalando un Estado terrorista para aniquilar al enemigo con el que convivía. • Que le asignaron a este enemigo interno, una característica ideológica, con lo cual se facilitó calificar como tal a cualquier persona u organización, imposibilitándoseles de defenderse de esta acusación, lo que terminó con la vida de miles de chilenos y chilenas.

• Que bajo el mando de Pinochet, las FFAA se colocaron incondicionalmente al servicio de los intereses transnacionales y de sus aliados nacionales, transformando a cualquier persona que aspirase a cambios que afectaran a los intereses dominantes (aumentos de sueldos, mejores condiciones de trabajo, defensa de la fabricación nacional, mejor vivienda o pretensiones similares), en un enemigo “marxista o comunista”. Un enemigo que no sólo era perseguido sino que, perdía automáticamente todos sus derechos civiles: se le negaba un juicio justo, se lo secuestraba, se le robaban sus pertenencias, se apoderaban de sus hijos, se lo asesinaba y se hacía desaparecer su cadáver.

• Bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional, las FFAA organizaron un sistema de espionaje que garantizaba la práctica del terrorismo de Estado, el que se ejecutó de manera planificada y coordinada.

El reconocimiento de estas realidades objetivas es la base de un cambio real y efectivo en las FFAA y carabineros, el que seguramente comparten los militares honestos que son la mayoría sin lugar a dudas. Todo lo demás como ha sucedido hasta ahora, son discursos sin ningún valor práctico.

Aunque no guste, la falta de coraje y la falta de vocación de poder de la centro izquierda, que gobernó el país por mas de veinte años, alimento la descomposición en las instituciones militares y de carabineros. Hicieron la vista gorda y dejaron las cosas tal y como las dejo Pinochet, con Generales y oficiales subalternos enriquecidos, al alero de la mediocridad política del poder civil, incapaz de ejercer control sobre las instituciones de la defensa y carabineros, protegiendo además, a criminales de lesa humanidad.

Todo eso debe terminar y para ello la reforma de las FFAA es urgente.

Enrique Villanueva.

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