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Chile: un país costruido entre la desconfianza y una escasa participación ciudadana. Por Luis Osorio Olivares

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Estamos en un país de grandes deudas históricas, y la costumbre de hacer perdurar el statu quo amparado en alguna justificación que siempre incita a la postergación.

Algunos quisieran borrar un período completo de acontecimientos, y trasladarse hacia décadas futuras de tal manera que el paso definitivo hacia otras generaciones, deje enterrado gran parte de lo que es pasado reciente y también aquel pasado extendido por un tiempo no menor, en un estilo de observar la historia sin construirla como una secuencia de eslabones todos asociados entre sí.

En esta misma época del 2023, se proyectaban las conmemoraciones de los 50 años transcurridos desde el golpe de estado, y que tiene significados profundos de huellas que perduran hasta hoy, son los eslabones de continuidad. El diseño prolijo previo al golpe de Estado, durante la dictadura y en los 34 años de la postdictadura, nos tienen en la situación actual.

El motivo, es la nula comprensión de las luchas riesgosas que se daban contra la dictadura, la visión construida del cambio para cuando el gobierno militar ya no estuviera en el poder, y luego el gran choque con una pared representado en los gobiernos de la concertación, que optaban por la vía de adaptarse al modelo y obtener créditos desde lo beneficios personales y ni siquiera dejar pasar por la mente y el pensamiento, la posibilidad de transformación social profunda. Por el contrario, se aceptaba sin inconvenientes un estado de perpetuación con gran desigualdad, enraizadas en un modelo favorecedor de los beneficios del poder económico. El estado subsidiario les había agradado.

Partir el año 1990 en un país con 17 años de gobierno a cargo de las fuerzas armadas y de orden, con violaciones extremas a los derechos humanos y la consecuencia del diseño e implementación de un modelo que era la finalidad última de esos tiempos, sumado a la idea de implantar como algo que perdurara. Esto hace relevar la cuestión de sí realmente estamos en democracia o hemos permanecido un largo tiempo en postdictadura.

Los que están en la dinámica del cargo obtenido en elección popular, son quienes consideran la existencia de una democracia que se debe cuidar, pero ello se contradice con las ideas de transformación, sustentadas en cuestiones básicas como pensiones, salud y educación, áreas inherentes y de continuidad del modelo que parte a inicios de los años 80 ya transcurridos siete años desde el golpe de estado, ambientadas en dictadura y que no se ha podido o no se ha querido impregnar un cambio que nos hubiera situado en un modelo totalmente diferente. Se trata de la ausencia de algo básico, la carencia de algo esencial como es la capacidad de poder exponer las características de una sociedad diferente.

El juego de estar en democracia lleva a supuestos y elementos confusos. No existe una elaboración clara y que se pueda exponer a nivel de toda la ciudadanía en forma inextensa, de cuáles son las características de una sociedad. Es repetitivo la manifestación de aspirar a una sociedad mejor, pero de inmediato surge la interrogante de si la necesidad en rigor es una sociedad diferente o una sociedad mejor, porque basado en esta última expresión ¿qué haría pensar en que es suficiente utilizar como línea base la sociedad actual, para llegar a la sociedad mejor?

Sucede lo mismo con léxicos como el transformar, al seguir esa corriente llegamos a la opción de reformar, que en forma simple se podría interpretar como dar nuevas formas a elementos ya existentes. Pero no significa eso, se tiende a omitir la necesidad del cambio como factor clave de la transformación en un proceso que por cierto no es fácil.

Entramos así a una situación que alrededor de todo lo que significa la opción de algo diferente, si es que realmente estamos por esa vía, requiere un proceso que demanda una elaboración que no se ha asumido, ello bajo la consideración que ya estamos doblando el tiempo del período en que nos gobernaron las fuerzas armadas. Otorgando todos los períodos de gracia para que en forma temprana los cambios se hayan empezado a generar en forma paulatina, ha sido el individualismo, característica de esa sociedad impuesta, la que llevó a la adaptación de unos pocos en desmedro del bienestar de mayorías, otro factor que reafirma la no existencia de una democracia.

La presencia de la no planeación intencionada es clara, la opción de construcción de un país como el actual no es casual.

Una virtud a la que se le pretende otorgar un valor en una supuesta democracia es la actitud a la suscripción de acuerdos. Sin embargo, ¿será factible usar ese mecanismo cuando quienes concurren a ese posible acuerdo son los triunfadores por generaciones, de haber impuesto un modelo sobre el cual no quieren transar? La única opción es una elaboración que no ha existido, con argumentos que vayan construyendo una mayoría ciudadana participativa, que se condiciona por reflejar una actitud política muy transparente y ética, valorando la política como algo inserto en la sociedad que vaya más allá de los partidos políticos. No tantos son parte de los partidos, pero son muchos más los que integramos una sociedad y deberíamos interactuar en el gran sistema país. Cuando pasa un año sin pensar en algo diferente, el tiempo necesario para transformar progresivamente va en aumento.

Después de 34 años, se interpone con alta probabilidad algo elaborado por el ideólogo del diseño en época de gobierno militar, y que con claridad presagiaba que pasado cierto umbral de continuidad de un modelo, lo que había que esperar era el cambio generacional, y ello significaría que se extinguiría el observar la historia pasada por no haber vivido momentos claves de la historia país, a lo cual se suma los elementos que irían surgiendo a futuro, hoy ya presente, como lo es la desinformación, la influencia a través de los medios y el dominio de las redes sociales, algo muy bien pensado ya a mediados de los años 80, cuando era claro hacia donde iba la incorporación de la tecnología de la información.

En lo inmediato estamos sumidos en procesos electorales, y como siempre el discurso de la unidad al momento de conformar las listas de candidatos. Pero esa unidad, ¿acoge el pensamiento ciudadano?, ¿tiene una propuesta de sociedad totalmente clara, que permita facilitar el acuerdo con los electores para lograr los apoyos necesarios? ¿se abrirán espacios de participación real? ¿se puede comenzar a repensar el hecho de si realmente estábamos en democracia?

Todo lo expuesto es de suma importancia, y hasta el hecho de asumir responsabilidades por el transcurso de la historia postdictadura, es fundamental.

Los símbolos utilizados en momentos de manifestarse son de importancia, ya que nos muestran percepción respecto a las instituciones, y la consecuencia mantenida en el tiempo también es importante, ya que permite fortalecer el nexo con quienes permitieron el haber llegado al cargo o por el contrario debilitarlo. En ese ejercicio, se podría producir la situación en que unos salen y otros entran, llevando aparejado la distancia hacia los cambios y de esa forma las deudas históricas siempre quedan impagas, los movimientos sociales pasan a segundo plano y volvemos al mismo punto, o un poco más atrás. Se favorece la desconfianza y la participación no es materia de interés, dejamos al país a la deriva entregado a lo mediático, y lo hacemos costumbre, sabiendo que quienes dieron la lucha contra la dictadura no estarán por mucho tiempo más.

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