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De la reapolitik al fin de las convicciones políticas. Por Jorge Brower Beltramin

En nuestros días, el ejercicio de la democracia requiere del encuentro de visiones políticas que pueden ser distintas, pero que son capaces de abrirse desde sus bases doctrinales, a procesos de diálogos y acuerdos que beneficien al país. En el último tiempo hemos transitado hacia una política falta de contenido y desconectada de la realidad nacional, incapaz de llegar a soluciones para el mejor vivir de los chilenos. Atrás quedaron los esfuerzos de una política pragmática que nos permitió salir exitosamente de la dictadura y recobrar la democracia perdida.

En este último tiempo, para explicar lo inexplicable y presentar cierto grado de racionalidad frente a la ciudadanía, nuestros políticos y también quienes analizan el acontecer nacional, han utilizado el concepto de realpolitik, como un término mágico y solemne a la vez, por medio del cual, afirmaciones y contra afirmaciones, que caen en el inescrutable campo de las paradojas, pueden resultar coherentes, aunque correspondan finalmente al sin sentido que la contradicción exhibe, más allá de los ornamentos retóricos que se le puedan adicionar.

Para explorar el sentido de este término y el abusivo y distorsionado uso del mismo, por parte de nuestro mundo político, delimitemos su origen y uso. Como señala Humphreys y otros (2014), el concepto realpolitik proviene del alemán y podría ser traducido como política realista. Inicialmente fue empleado en política exterior, con una orientación de carácter más bien pragmática, para mantener los equilibrios territoriales en Europa. Esto suponía anteponer ciertos intereses a visiones ideológicas o religiosas, para lograr acuerdos beneficiosos entre las partes involucradas.

Holborn (1982) agrega que fue Otto von Bismarck quien acuñó el término, a partir del trabajo encomendado por el príncipe Klemens von Metternich, que consistía en lograr el equilibrio entre los imperios europeos. En este caso, la realpolitik puesta en marcha, tenía como objetivo lograr una paz duradera y con ello frenar una escalada armamentista en países vecinos. Al parecer, los esfuerzos de Bismarck no tuvieron buen resultado y la máquina de la realpolitik fue sustituida por la weltpolitik, doctrina que revivió los sentimientos nacionalistas, activando la carrera armamentista que terminó con la Gran Guerra Europea o Primera Guerra Mundial.

Antes de Bismarck, otros pensadores ya habían caracterizado este tipo de ejercicio político. Es el caso de Maquiavelo (1999), quien planteaba que el príncipe debía retener el poder a toda costa, en beneficio del Estado, utilizando las artimañas que fueran necesarias para vencer o convencer a sus enemigos. Las ideas de Maquiavelo fueron la base de nuevas propuestas, entre las que destaca la del Cardenal Richelieu. Para Knecht (2009), al igual que para muchos politólogos, el concepto-razón de Estado-elaborado por el Cardenal en el período de la guerra de los treinta años, resulta clave para la constitución del Estado Moderno. Sobre el concepto, Richelieu señala que lo más importante son los intereses nacionales, más allá de cualquier consideración moral o ética, justificando con ello el uso de cualquier medio, para lograr los objetivos trazados.

Para ir cerrando esta presentación previa sobre la realpolitik, podemos señalar que, en nuestros días, el realismo político actúa sobre la base de valores y creencias, propias de dispositivos ideológicos específicos, que consideran márgenes para la negociación y obtención de los fines que se desean alcanzar, aunque eso signifique ceder en algunos elementos de una doctrina política determinada. En las carreras universitarias que se encuentran en el campo de las ciencias políticas, los académicos suelen exponer a sus alumnos ejemplos pedagógicos de realpolitik, tales como los tratados alcanzados por los vencedores, después de la Segunda Guerra Mundial, los acuerdos de desarme entre las grandes potencias y las cumbres de mandatarios, para resolver problemas en las relaciones entre gobiernos de distinto signo ideológico.

Hecha esta descripción muy sintética sobre el origen y utilización del realismo político, queremos detenernos en lo que ha ocurrido con su ejercicio en nuestro país, desde el regreso de la democracia en los años 90. De manera muy puntual recorreremos algunos casos y veremos cómo en los últimos años, la realpolitik dio paso a la expresión de una política vacía de contenido, desorientada y contradictoria que entrampa el desarrollo de la República, pudiendo llegar a una condición crítica de estancamiento y falta de visión presente y futura.

Nuestra primera reflexión sobre el ejercicio de una política realista, en el sentido definido antes, la podemos situar en los gobiernos de la Concertación iniciados con la presidencia de Patricio Aylwin. Los actores políticos que protagonizaron ese período, tanto de derecha como de izquierda, tuvieron la altura de miras para ejercer la llamada democracia de los acuerdos y de esa forma, poder reconstruir el tejido político institucional de la nación, para echar a andar la máquina democrática paralizada durante los años de la dictadura militar. El contexto de este nuevo escenario, estaría marcado por la presencia de Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército y luego como senador designado. La amenaza permanente de una asonada golpista, se coló repetidamente por los pasillos del palacio de gobierno, pero Aylwin y su staff supieron conducir el proceso, con lo que el propio presidente llamó; democracia en la medida de los posible.

Los gobiernos posteriores, desde la presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en adelante, también practicaron una realpolitik, con menos presión del mundo militar, superando definitivamente esta amenaza, cuando Pinochet desaparece del mapa político de la nación. En este trayecto, en el que se pueden hacer muchos cuestionamientos a los gobiernos concertacionistas, es posible rescatar conciliaciones entre los gobernantes y el mundo empresarial y reformas a la Constitución de 1980, sancionadas en el período de Ricardo Lagos. Lo interesante de este ejercicio de realismo político es que se llevó a cabo desde convicciones ideológicas robustas y bien definidas, en la que se entendió que, para avanzar, había que ceder y buscar puntos de convergencia entre las distintas fuerzas políticas. La convicción desde la cual se actuó tiene que ver entonces, con un conjunto de contenidos valóricos que daban identidad a las distintas miradas sobre el país. La existencia de estas identidades cargadas de historia y de una densidad conceptual relevante, hacia posible el diálogo, la negociación y finalmente los acuerdos.

Con el correr de los años, los partidos políticos fueron perdiendo consistencia ideológica y, por tanto, comenzaron a actuar sin convicción, para enfrentar las exigencias del Chile del siglo XXI. Desconectados del país real, incapaces de establecer un pacto social sobre las necesidades reales de los chilenos y las chilenas, se concentraron en la obtención del poder, interesados en lo que ese poder podría significarles en términos personales. Simultáneamente su discurso comenzó a sufrir la licuefacción que ya a fines del siglo XX, había advertido Bauman (2002), respecto a la modernidad líquida. Los contenidos ideológicos se van volviendo cada vez más borrosos e inconsistentes. El decir para no decir nada, se transforma en un modo comunicativo falso y perverso, que confunde a quienes emiten estos mensajes, pero más grave aún, desorienta a la ciudadanía que no encuentra liderazgos que señalen una ruta hacia el progreso de todos.

Así llegamos al Chile actual, cruzado de punta a punta por voces incoherentes y contradictorias provenientes del mundo político, que intentan-desde la ignorancia y una incapacidad severa de entendimiento-hacer política de pésima calidad, centrada en intereses personales o en reavivar aparatos ideológicos fracasados una y otra vez en todo el planeta.

Los ejemplos de lo anterior abundan y nos detendremos sólo en casos bien puntuales, con el fin de no alargar esta columna de opinión. Antes de examinar el caso de Chile, me resulta imposible no referirme brevemente al proceso eleccionario que está padeciendo la República Argentina.

El peronismo-kirchnerista acorralado por la nefasta gestión hecha durante los últimos años, pone a andar la máquina electoral, puerta a puerta, hombre a hombre, abusando de todos los privilegios de quienes ostentan el poder y termina con la mayoría relativa más alta en las PASO (elecciones primarias), haciendo que Sergio Massa tenga la primera opción, de cara al balotage de noviembre. Por otro lado, Javier Milei después de despotricar hasta la histeria contra el kirchnerismo y también contra la derecha más moderada, le baja el volumen a sus diatribas y termina en un abrazo con Patricia Bullrich a quien había tratado de montonera y tira bombas en jardines infantiles. Sentados en las gradas de este circo malvado e infinito, los argentinos no entienden nada y la angustia aumenta día a día. Al escribir esta columna no hay gasolina en casi todo el país. Largas filas de automóviles esperan por su cuota de combustible que no alcanza ni para medio estanque. Todo esto, las componendas y pseudoacuerdos no corresponden a ningún tipo de realismo político. Se trata más bien de una política obscena, que muestra lo peor de la condición humana, expresada en sus actores protagonistas. Massa y Milei no buscan encuentros con los contenidos programáticos de Bullrich, sólo van detrás de los más de 20 puntos porcentuales obtenidos por la candidata y con ello, la apropiación de la presidencia del país.

En Chile la situación no es muy distinta. La llegada de Boric a la Moneda nos ha puesto frente a la contradicción hecha persona. El presidente quiere terminar con el capitalismo, pero no sabe cómo hacerlo. Gobierna a los chilenos y simultáneamente quiere estar en las movilizaciones y actos de protesta contra el mismo, megáfono en mano. Parece estar en desacuerdo con lo que piensa y después de haber querido desestabilizar peligrosamente el gobierno de Piñera, aprovechando el estallido social del año 2019, hoy lo invita a la Moneda frecuentemente. En política exterior, su performance es tan mala que, al llegar de su gira a China, donde entre otras cosas, invitó a la Antártica a Xi Jinping, se enteró de que Sinovac (empresa biofarmacéutica china que produce las vacunas Coronavac para el Covid), ya no invertiría 100 millones de dólares para instalarse en Chile, sino que lo haría en Colombia. La verdad es que Boric y su equipo carecen de una visión con contenido, de una identidad ideológica definida, que les permita una negociación exitosa sobre un tema de salud pública tan importante como este. Quienes ostentan el poder, más bien transitan como fantasmas aspirantes a políticos, desde un comunismo que no abandona su utopía totalitaria, hacia un progresismo vacuo e ignorante que no entrega ninguna opción de progreso real para la ciudadanía.

Es el fin de las convicciones, la pérdida del sentido en su expresión más dolorosa y patética. En este escenario pesadillesco, esta suerte de zombis aspirantes a políticos, se golpean contra las murallas de las instituciones, no ven ni escuchan a los otros, producto de la pérdida de esos sentidos, causada por el consumo de un brebaje ideológico tóxico y mortal. Desde ese lugar, ningún diálogo se hace posible, transformando el ejercicio democrático, en una especie de sueño irrealizable. Cualquier realismo político requiere de convicciones fundamentales, de núcleos valóricos que orienten el diálogo y los posteriores acuerdos. Nada de eso parece estar disponible en el Chile que vivimos hoy.

Para ir terminando esta reflexión, podemos agregar que la ausencia de contenidos rectores del quehacer político, no es patrimonio de la izquierda en el país. En la derecha más moderada, también hay signos preocupantes respecto a definiciones borrosas, ambiguas, que finalmente caen en el campo nefasto de las contradicciones, generando con ello, descrédito y por cierto una cuota grande de desconfianza. Es el caso de la empoderada alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, quien venía creciendo como una figura política de la derecha, mostrando una buena gestión y también una capacidad de diálogo interesante con otras fuerzas políticas. Así, la ex integrante de la patrulla juvenil compuesta por notables jóvenes políticos de derecha, como el propio presidente Piñera, su primo Andrés Chadwick y Alberto Espina, lograba posicionarse como una carta interesante para jugarse una opción presidencial. Sin embargo, los búfalos mojados de la derecha, la han bajado en más de una oportunidad, siendo la más notable jugada, cuando elijen a Joaquín Lavín para competir con Ricardo Lagos. Lo que sucede, es que Matthei no es del gusto de la derecha más conservadora y su apertura ideológica, por ejemplo, en materias relacionadas con el aborto, saca ronchas en personajes del calibre de Carlos Larraín. En este escenario, hace un tiempo, la alcaldesa declaró que no iba a apoyar el proyecto de Constitución que se votará en diciembre de este año.

Hasta ahí, su línea de pensamiento se mantenía impecable y daba muestras de su libertad de pensamiento, frente a la arremetida ideológica de los republicanos y su oscurantista propuesta constitucional. Esta situación cambió en los últimos días y vimos a una Evelyn Matthei muy solemne, declarando que votaría a favor de este proyecto constitucional. Esta acción excede todos los límites de un pragmatismo político que ofrece negociar desde convicciones establecidas a firme. La jugada de Matthei intenta capturar la adhesión de la derecha más radical, más allá de sus propias creencias y valores. Como hemos dicho en esta columna, es un actor político más, en busca de votos, para llegar a la Moneda.

Las fronteras de la realpolitik han sido traspasadas en busca del poder por el poder. En el gran espacio de la vida nacional, la ciudadanía busca y no encuentra. La desconfianza se apodera de todos y en el fondo, lo que se resiente es el ejercicio de una democracia representativa que parece vivir sus últimos días. El pueblo comprende esta situación respecto a los liderazgos políticos y en cada acto eleccionario, ensaya posibilidades distintas y distantes. Los chilenos y chilenas no se sienten parte de los programas más radicales, sean estos de derecha o de izquierda y comprueban con angustia que el centro político ha desaparecido. Si los actores de la política nacional no se buscan entre ellos con seriedad y amor a la República y no a los votos, la ausencia de convicciones dará paso a un caótico escenario de acuerdos coyunturales y utilitarios, lejos del mundo de las ideas, creencias y valores. En ese contexto, el sistema democrático ya moribundo, colapsará y veremos si somos capaces de implementar otro, con el que podamos recuperar el rumbo hacia un desarrollo integral que contemple a todos quienes vivimos en este país.

Referencias:

Humphreys, A. et al. (2014). Realpolitik. John Wiley & Sons, Ltd.

Holborn, H. (1982), History of Modern Germany: 1840-1945. Princeton University Press.

Maquiavelo, N. (1999). El Príncipe. Argentina. El aleph.com.

Knecht, R. J., (2009). "Richelieu". Madrid: Biblioteca Nueva.

Bauman (2002). Modernidad Líquida. México. Fondo De Cultura Económica.

Dr. Jorge Brower Beltramin
Profesor Titular
Departamento de Publicidad e Imagen
Facultad Tecnológica
Universidad de Santiago de Chile
jorge.brower@usach.cl

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