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Día internacional de la danza. Chile, para Danzar; el sentido de la convivencia. Por Ailyn Bravo Guzmán y Nelson Rodríguez Arratia

Hace más de 40 años, específicamente desde 1982, estados, instituciones educativas, artistas, intelectuales celebran, conmemoran y reflexionan el día internacional de la Danza, que la UNESCO declaró el 29 de abril, a raíz del natalicio de Jean-Georges Noverre, creador del ballet moderno. Desde ese entonces, cada año se busca fomentar la participación y formación en danza de la sociedad en general. Entre todas las actividades que en Chile, se desarrollaran al respecto, creemos que desde la danza podemos re-pensar nuestras formas de vivir y convivir.

Hoy, no dudamos en que el arte es un correctivo a la racionalidad moderna a ese carácter arbitrario o unilateral, en que un pensamiento se superpone a otro sin escuchar, sin reflexionar, ni dialogar. Hoy no dudamos en que todo acto poético, artístico es un modo de acercarnos, mirarnos y conversarnos. Hoy, no dudamos en que todo arte, toda expresión artística es una interpelación al mundo, al mundo de cada uno, de cada una. En particular, la Danza, pues nos permite sentirnos interpelados, sentirnos llamados y por qué no desafiados a dar forma y dejarnos formar desde nuestros cuerpos, a nuevas experiencias de conocer, de hacer política, de enseñar y educar. La danza, desde nuestros cuerpos, nos interpelan por nuevos movimientos, para mirarnos como sociedad, como país, como cultura y encuentro.

Tal vez, yace en el recuerdo, las primeras manifestaciones populares cruzando la alameda y que dieron origen a estos nuevos momentos de cambio y escenarios de discusión y encuentro, para mirar los próximos años de nuestro país. Tal vez recuerdan la mayoría de jóvenes y, sobre todo, las mujeres con propuestas de danzas y manifestaciones en las que el cuerpo, los cuerpos, se ponían en sintonía, para erguir una nueva mirada a cómo se organizaban nuestras vidas.

Si contrastamos los bailes, danzas y puestas en escena que anunciaban un nuevo porvenir, además de una crítica a las formas en que los mismos cuerpos se piensan y se viven en distintos escenarios institucionales, laborales o educacionales, en definitiva, cuerpos anclados en formas culturales en los que el movimiento se visualiza situado en determinismos y disciplinamientos; tan distinto y distante de encontrarse, acariciarse o mirarse a la cara. Se adviene entre este devenir, la pandemia; una forma de volver e incluso de mirar nuevamente los modos en cómo los cuerpos se relacionan, se mueven y se determinan y condicionan. La pandemia, nos volvió inmóviles y con escasa capacidad de poder mirarnos desde nuestros cuerpos.

Respecto de la danza, tal vez, nos sea provechoso, para hablar desde nuestra historia, cultura y sociedad, recordar al maestro Patricio Bunster, quien descubrió en la danza, la forma de conectarnos con nuestra memoria y a través del movimiento abrir espacios de encuentro, para que en definitiva podamos crear o construir esa danza que nos permita bailar a todo el mundo. Tal vez, es una forma de comprender el movimiento de nuestros cuerpos en una relación estrecha, profunda y transparente con nuestros contextos, con nuestra historia, nuestras historias personales y sociales, que nos permiten danzar y encontrarnos con otros.

Pero la danza, no es sólo el movimiento del cuerpo que se ajusta a una determinada técnica. La danza es un pensar, un modo de vivir, pues es un modo de comprender cómo nuestros cuerpos son el principio de toda nuestra construcción de sentido del mundo. Algo así, como lo decía el maestro y biólogo chileno Humberto Maturana, quien advierte, que el convivir amoroso proviene de un linaje biológico, que se transforma en cultura y que comprende una forma de vivir el vínculo y la complejidad de la convivencia, en un movimiento permanente de encontrarse desde los cuerpos en nuestros contextos culturales. En este sentido, el mismo lenguajear sería esa forma de intensificar el pensar y el sentir en nuestras formas de comprender el mundo, en un movimiento que no cesa de comprender y buscar. Lenguajear es otra forma de comprender la danza, como la permanente disposición a comprendernos en el mundo.

La danza, como movimiento, ese ir y venir de los cuerpos construyendo sentidos vitales, sentidos culturales y sociales, nos abren a comprender la danza, más allá de cualquier técnica asociada a didácticas o metodologías de un baile determinado. La danza, no es sólo un recurso que estimule el aprendizaje o la creatividad, sino que es ella misma un tipo de pensamiento, que superando la técnica del bailarín, se trasforma en creatividad y pensamiento crítico.

Muchas veces al considerar el desarrollo de habilidades en los niños y niñas en edad escolar, se propician conceptos o ideas respecto a ellas, que olvidan desde donde nacen. Olvidan el cuerpo como el primer anclaje vital, por el que se desarrollarán todas las habilidades que vengan. Quién podría entender el ejercicio de reflexionar, sin estar en un lugar, sin disponer de ese lugar en cómo nos movemos en él o bien, qué sentimos en nuestro cuerpo, para llegar a decir lo que sentimos y de lo que sentimos hacia dónde queremos ir.

El cuerpo en movimiento requiere de un espacio; el espacio se mueve en relación a las búsquedas del cuerpo; el cuerpo como articulador del pensar es el ejercicio de habitar y habitarse; Pero a su vez, no hay espacio más hermoso que cuando el cuerpo se convierte su propio espacio para sí y para otro. Cuando tú y yo, nosotros, podemos movernos en las asincronías, que el tiempo nos dispone a seguir, buscando la posibilidad de danzar o danzarnos.

En una apuesta por la intensificación serena del pensamiento, el cuerpo en la danza son el vínculo por el que la misma escapa a las lógicas canónicas de entender, qué es o no la danza; qué es o no cuerpo en ella y en los espacios en los que nos movemos. Danzar es, la posibilidad de comprender que nuestro cuerpo, no cesa de buscar cómo moverse desde las afecciones que lo embargan, pues lo que le interesa es construir o ir en una búsqueda de su propia literatura o de su propia lingüística. Y finalmente ese acto dancístico sólo vive y habita en la comunión, en la complejidad de convivir con otros.

Danzar es más que una técnica o una metodología, hoy nos es dable a pensar, a comprender y considerar, que ante los nuevos escenarios culturales de transformación, en el que el movimiento de los cuerpos vuelven a poner urgencia e insistencia en encontrarnos, poder mirarnos, acariciarnos o conversarnos, se nos hace además necesario de comprender el danzar, el lenguajear, como la posibilidad de romper los paradigmas que determinan los cuerpos a necesidades concretas de producción o reproducción cultural. Si la etimología de la palabra coreografía (Khoreia-graphia) literalmente, escritura de la danza, trazar o anotar la danza; hoy, en el nuevo contexto sociocultural chileno, se nos invita a intensificar el pensamiento y el sentir desde el cuerpo, a esa danza que busca una nueva grafía, para un nuevo vivir, una nueva forma de comprendernos como el nosotros que somos.

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