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Educación chilena en tiempos de crisis: ¿Es posible pensar en el cambio? Por Nicol A. Barria-Asenjo

Javier Murillo & Gabriela Krichesky (2012) plantean al inicio de su trabajo intitulado “EL PROCESO DEL CAMBIO ESCOLAR. UNA GUÍA PARA IMPULSAR Y SOSTENER LA MEJORA DE LAS ESCUELAS” lo siguiente: “No hay alternativas, en Educación, si no se avanza, se retrocede. Posiblemente uno de los peores pecados de la educación es la autocomplacencia: quién crea que ya lo hace bien, que no necesita mejorar, está en el camino para hacerlo mal y cada vez peor. Si los cambios sociales, demográficos, económicos, tecnológicos, normativos, etc., son constantes, los educativos también deberían serlo. ¿De qué otra manera podría la escuela acompañar y enriquecer el legado de dichas transformaciones, en tanto institución pública al servicio de todos los ciudadanos, si no es mediante una evolución permanente que tienda a la optimización de sus procesos y por consiguiente, de sus resultados?” (p.27) su postura critica y filosófica no escapará a la atención del lector. Entendiendo la Filosofía desde la perspectiva de Foucault (1970-1971) cabe precisar.

Recordemos sucintamente que Foucault (2011) entendía la Filosofía como una herramienta adecuada para cualquier mano, “todos los hombres, por naturaleza, desean saber… ¿Qué hombre, por tanto, no es filósofo, y cómo no habría de ser la filosofía lo más necesario del mundo?” (p.20) con esas palabras emprendía su lección sobre el complejo mundo del saber. Más adelante recordará: “Así, la filosofía, que desempeña en verdad el papel de conocimiento supremo –conocimiento de los primeros principios y conocimiento de las causas últimas–, tiene también el papel de envolver desde el inicio todo deseo de conocer. Su función consiste en garantizar que lo que surge como verdadero conocimiento en la sensación, en el cuerpo, sea ya, por naturaleza y en virtud de la causa final que lo dirige, del orden de la contemplación y la teoría. Su función es también garantizar que el deseo no sea, a pesar de las apariencias, ni anterior ni exterior al conocimiento, porque un conocimiento sin deseo, un conocimiento dichoso y de pura contemplación, ya es en sí mismo la causa de ese deseo de conocer que tiembla en el simple agrado de la sensación (p.29)

La frase relativa al proceso del cambio, se vuelve doblemente interesante al enlazarla con las lógicas de nuestra época, tiempos en que el modelo capitalista con su lógica neoliberal subyacente impulsa el cambio pero desde la mixtura de significantes tales como: progreso, felicidad, avance, producción, acumulación y un sin fin de otros conceptos que sirven para la perpetuación de lo establecido-conocido y de los cuales como bonus se nutre la sistemática acumulación del capital. Un circulo vicioso maquillado falacias de un porvenir esperanzador.

En este breve comentarios hemos de poner énfasis en algunos factores y variables que merecen atención respecto del infinito campo de lo que es posible entender como “Educación”. Tomaremos una mirada critica y reflexiva sobre lo que consideramos es una y otra vez invisibilizado.

Antes de intentar evaluar, criticar o analizar la situación actual y el devenir de los sistemas educativos de nuestro país y las posibilidades de cambio o transformación, es menester especificar que las formas de hacer educación en el país responden una mixtura de diferentes aristas, por ello, para pensar en el cambio -ya sea un cambio de una institución en especifica o del sistema general- si bien, se necesita en primera instancia de una decisión, que debe ser tomada por un agente interno al sistema educativo y organización educativa, también hay otros factores internos y externos que colisionan, alteran, refuerzan, frenan, obstaculizan e impulsan esa decisión. Es decir, dentro de la misma estructura educacional hay eslabones que sirven como resistencia para el cambio.

Además, las resistencia que colisionan con los objetivos educacionales, también provienen de factores externos, encontramos que la ideología dominante, el modelo socio-político, las fuerzas económicas, el carácter espiritual que hay en la sociedad chilena, el estado de la educación, las exigencias educativas de los organismos nacionales, las regulaciones-evaluaciones, la creencia de los participantes del sistema educativo de que hay o no posibilidades para el cambio, solo por mencionar algunos, incorporan otras formas de obstáculos que contienen una doble cara: servir de freno y además servir de soporte o molde para la estructura.

Un elemento que se vuelve crucial a la hora de pensar o re-pensar la cuestión del cambio, es la historia, las lógicas y entramados generados desde un momento histórico determinado implican una reivindicación de lo que es la maquinaria conceptual de cierta época.

Desde esta perspectiva podemos incorporar los aportes de Cristian Bellei (2020) quien identifica nuestro proceso nacional (político-constituyente) como una apertura hacia una nueva posibilidad del cambio educacional realizado desde las entrañas mismas de los sistemas que sostienen la educación, a la luz del debate sobre la sociedad que esperamos y queremos construir. Siguiendo con Bellei (2020) encontramos la siguiente perspectiva, cito en extenso: “Dentro de la constelación de derechos, la educación ocupa un lugar central, y por buenas razones. La educación tiene un valor intrínseco asociado al desarrollo personal, al goce estético, a la expansión de las capacidades de acción y de conocimiento del mundo, de la/os demás y de sí misma/o. La educación es, en sí misma, desarrollo humano. Pero tiene también una dimensión instrumental que la hace clave para aumentar las capacidades de las personas para precisamente acceder y luchar por los demás derechos. El acceso al trabajo se facilita cuando se han adquirido competencias valiosas para el campo laboral; el derecho al voto se ejerce más informadamente cuando se tienen capacidades de lectura crítica y comunicación compleja; el cuidado de la salud, incluyendo la propia y la de las niñas y niños a cargo, se resguarda mejor cuando tenemos los conocimientos sobre cómo vivir sanamente y evitar la enfermedad. Y la lista podría extenderse hasta prácticamente cubrir el conjunto de derechos. Por cierto, no es que las personas más educadas tengan “más derechos” que las menos educadas, es que las condiciones prácticas en que los ejercen son más ventajosas, porque pueden sacarle mejor partido para expandir su desarrollo personal y social” (parr, 2)

Murillo y Krichesky (2021) encriptan esta mixtura subterránea a la educación al hablar de un “identidad permanente” (p.27) profundamente agilizada y dominada por el significante cambio. Es la necesidad y demanda de cambio lo que genera un antagonismo entre el avance, el congelamiento y por otro lado, la destrucción o autodestrucción de oportunidades que en el terreno de la educación pueden tomar una forma y fondo divergente a las que prevalecen transhistoricamente en nuestro Estado de manera hegemónica.

En este punto, se vuelve fundamental en relación con el cambio la condición o etiqueta de agentes de cambio. Entendiendo que dentro de un proceso de transformación hay y habrán quienes activamente contribuyan en los objetivos planteados. Por lo tanto, es necesario que todos y todas se sientan agentes activos del cambio por el cual se está luchando. El sentido de pertenencia a un grupo, causa o meta-objetivo, influirá en las energías y compromiso con lo que se espera alcanzar.

A nivel nacional y desde una análisis bastante general, podemos entender desde esta suerte de necesidad de sentirse y convertirse en un agente de cambio las movilizaciones que se han desencadenado en el territorio nacional, acontecimientos como los del 2006, 2011 y loas más recientes del 2019.

Acontecimientos que responden a un mismo núcleo: la búsqueda de educación gratuita y de calidad. En estos procesos de profunda politización de los sectores estudiantiles, fueron los mismos estudiantes, profesores y representantes del sistema educativo los que mediante diferentes formas de protesta y manifestación evidenciaron su sentimiento de desconformidad e injusticia. La escasa dignidad que la educación chilena da, y el poco sentido de seguridad respecto del porvenir de las generaciones más jóvenes ha sido un sistemático impulso a la hora de salir a marchar y criticar al sistema y el estado de la cuestión. En un país dual, con un duopolio político y por tanto con una dualidad en las opciones, los más jóvenes han salido a construir una tercera oportunidad.

A propósito de lo anterior, el retorno a los eventos similares parece prudente, por ejemplo, en “Memoria chilena. Biblioteca Nacional de Chile” en la sección “Panfletos del período de la dictadura militar (1973- 1988)” encontramos la siguiente descripción: “Durante los primeros años de la década de 1980, el movimiento estudiantil se comenzó a afianzar y dio muestras de ser un actor fundamental en la oposición a la dictadura. La lucha de los estudiantes se centró en recuperar la democracia, el término de los rectores designados y el rechazo a la discriminación económica en las universidades”.

Además, encontramos una serie de panfletos con mensajes tales como “La Universidad no es un cuartel fuera Pinochet AHORA!”, “unidad y tendremos libertad”, “en unidad debemos actuar Paro Nac. estudiantil ¡Por una u libre en un Chile libre! solo por mencionar algunos.

¿Por qué rememorar estos viejos panfletos en medio de periodo histórico y un devenir social que nuevamente puede se tachado de “transición política”? El intento de respuesta es que precisamente porque la repetición histórica parece nuevamente cobrar lugar, el retorno a los acontecimientos del pasado se vuelve una herramienta importante para evitar la repetición sistemática y la permanencia en un punto muerto.

El 18 de octubre del 2019, emergió una nueva forma de resistencia anti-sistema y la ruptura o cambio de dirección en el devenir de la historia chilena fue generada por las capas estudiantiles de la sociedad. Saltar el torniquete significó el inicio del cambio: un cambio de Constitución Política.

¿Qué impulso el cambio o el deseo de cambio en este escenario educacional-político? en este caso, fue esa permanencia en las condiciones sociales, económicas, políticas, segregativas y estructurales que no solo la educación contiene, pues la educación es solo una consecuencia y reflejo de la realidad nacional. El proverbio africano de que hace falta un pueblo para educar a un niño, en Chile debiera reformularse, pues se requiere de la educación y sobre todo de los estudiantes chilenos para lograr asegurar la educación de los futuros niños.

Continuando con el breve retorno al pasado, en el mismo sitio, en la sección “La reforma universitaria y el movimiento estudiantil” encontramos un fragmento que permite entender el contexto nacional en el cual los panfletos se crearon: “durante la segunda mitad de los años sesenta, las ocho universidades que componían el sistema universitario chileno experimentaron un profundo y extenso cambio conocido como reforma universitaria. Esta última modificó de manera sustancial el contenido y las orientaciones de las funciones universitarias, estableció una nueva estructura de autoridad y poder que permitió la participación de la comunidad universitaria en el gobierno de las universidades y se esforzó por buscar una mejor inserción de éstas en los afanes por lograr el desarrollo y la modernización del país. Entre 1967 y 1968 todas las universidades se encontraban inmersas en el proceso de reforma universitaria. Las huelgas comenzaron primero en la Universidad Católica de Valparaíso y en la Universidad Católica de Santiago, luego en la Universidad Federico Santa María y en la Universidad Técnica (actual USACh), así como también en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile y en la Universidad de Concepción.

La reforma universitaria en Chile fue suspendida junto con la interrupción de la democracia el 11 de septiembre de 1973. Se procedió entonces, a la intervención militar de las universidades, a depurar a los docentes por razones políticas, a eliminar un vasto conjunto de centros universitarios especialmente en el área de las ciencias sociales y a prescindir de las organizaciones estudiantiles representativas. De este modo, el golpe de Estado tuvo un fuerte impacto en las universidades y la contrarreforma que abortó un proceso reformista en el cual académicos, estudiantes y administrativos habían cifrado grandes esperanzas”.

Antes de continuar con una aproximación política a la educación, pese a que implícitamente el nexo ya está hecho, conviene rememorar cual es el estado actual de la misma, para esta tarea recurriremos nuevamente a Crisitan Bellei (2020) quién describió el proceso de cambios educacionales de la siguiente manera, cito: “En la ideología neoliberal que orientó la Constitución de 1980 y la reforma de mercado que le acompañó en el campo educacional, el hecho de que el Estado provea directamente el servicio educativo a las personas, garantizando así su derecho a la educación (y de paso, haciéndose cargo de la obligatoriedad escolar de la educación básica y media), constituye en el mejor de los casos una excepción y en verdad, una anomalía. Bajo el actual arreglo institucional, se obligó al Estado chileno a tratar a las escuelas públicas y privadas como si fuesen equivalentes, y más aún, todos los incentivos fueron puestos para privilegiar la educación privada. No es casual que, durante el imperio de la actual Constitución, la educación pública se haya jibarizado hasta niveles extremos para nuestra historia (volviendo a los inicios de la Independencia, cuando Chile no tenía un sistema educacional) y en términos internacionales comparados, distanciándonos dramáticamente de la realidad dominante en el mundo desarrollado. La educación pública quedó relegada a una opción marginal, sólo para ofrecerse en las zonas, grupos sociales o tipos de estudiantes en que la iniciativa privada no tuviera interés. Y como en un régimen de mercado el interés privado se ajusta a los precios, los políticos se empeñaron en “incentivar” la privatización aumentando los recursos públicos y permitiendo cobrar a las familias para estimular la creación de oferta privada a lo largo y ancho de la geografía social”. (Parr, 5)

Cuando el 2021 llega a su final, es necesario mirar en retrospectiva no solo el devenir actual, sino, una mirada en retrospectiva a la historia misma del país. Pero, sobre todo a aquellos procesos de cambios que terminaron en nostalgias y miradas románticas producto de la escasez de cambios o consecuencias trascendentales.

Los retos en el terreno de la educación vienen siendo invisibilizados desde temprana data, en este breve recorrido he intentado evidenciar esa sistemática sensación de estancamiento que nuestra educación contiene. Entendiendo el estado de la cuestión, parece ser habitual o esperable que cada cierto tiempo un grupo importante de estudiantes o movimientos salgan a las calles a nuevamente intentar poner sobre la mesa la cuestión. Los retos siguen siendo eso, meros retos que las agendas o programas postergan.

Para concluir, me gustaría señalar que desde mi punto de vista, la pandemia del covid-19 no ha incorporado retos divergentes a los que ya existían previo a la pandemia. La crisis sanitaria ayudo a que se evidenciarán los dilemas que muchos estudiantes y profesores deben confrontar, en el silencio de las aulas, dilemas que deben confrontar sin apoyo institucional, estatal o humano.

No olvidemos que mientras la pandemia del covid-19 desbarataba el concepto mismo de normalidad y vida, las instituciones seguían exigiendo avances, notas, lo cual evidencia esa posición indolente que tiene la educación chilena ante la realidad de muchos. Los sistemas educacionales parecen ser ciegos ante el sufrimiento emocional y crisis psicológicas que una gran número de la población experimentó. Es decir, en una época profundamente marcada por el significante crisis, con crisis de salud, crisis sanitaria, crisis de salud mental, crisis económica y otros tantos dilemas mas, en ese confuso escenario del siglo XXI los sistemas educativos buscaban la forma de continuar ciegamente con sus procesos de evaluación que no son mas que una forma de segregación y exclusión contrarió a los eslóganes inclusivos que muchas instituciones tienen. No es mi intención atacar a los sistemas educativos nacionales, solamente retrato una parte de la realidad, la realidad de los muchos, porque son pocos los que encontraron en la pandemia un descanso o cambio positivo.

Agradecimientos
Agradezco profundamente la lectura y revisión de este comentario a la académica Nicole Caldichoury. Mi honor ha sido recurrente al tenerla como docente de diferentes cátedras en el área de la educación en el transcurso de mi formación. Gracias a su amor, ética y compromiso con lo que hace ha inspirado y aumentado mi interés en la temática.

También me es necesario agradecer al académico Eduardo Vicuña por las pertinentes recomendaciones bibliográficas, fue la nueva bibliografía que pude leer, lo que finalmente me hizo llegar a un construir finalmente una lectura critica sobre la temática.

Necesitamos más docentes como ellos y muchos otros profesores que hacen de la educación un proceso de interminable crecimiento y cambio.

Notas al pie de página

1. Los autores señalan una definición del concepto cambio que esnecesario profundizar y reflexionar, citamos: Primero hay que decir que el cambio es un proceso y no una acción (Coronel, 1996; Bolívar, 2002; Fullan, 2002). Y, como tal, conviene reconocer las etapas o fases que lo componen. Insistimos en que debe evitarse una visión simplificada de un proceso largo y complejo en el que intervienen muchos factores de manera simultánea. Además, el cambio no es lineal, puesto que lo que sucede en cada fase puede tener efectos retroactivos o alterar decisiones tomadas en la etapa anterior. Así, es posible visualizar el proceso como un modelo circular de mejora compuesto por diferentes ciclos (P. 28)

2. Información recuperada de: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-96590.html

3- Panfleto disponible en: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-77863.html

4- Panfleto disponible en: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-77869.html

5- Panfleto disponible en: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-77886.html

Referencias

Bellei, C (2020) El Derecho de la Educación en la nueva Constitución Chilena. Recuperado de: https://www.ciperchile.cl/2020/09/27/el-derecho-a-la-educacion-en-la-nueva-constitucion-chilena/ Foucault, M (2011) Leçons sur la volonté de savoir. Cours au Collège de France (1970-1971). Seuil/Gallimard

Murillo, F. Javier, & Krichesky, Gabriela J. (2012). EL PROCESO DEL CAMBIO ESCOLAR. UNA GUÍA PARA IMPULSAR Y SOSTENER LA MEJORA DE LAS ESCUELAS. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad, Eficacia y Cambio en Educación, 10(1),26-43.[fecha de Consulta 9 de Noviembre de 2021]. ISSN: . Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=55123361003

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