Si uno tuviera que nombrar al centro de pensamiento más importante del conservadurismo en Chile de los últimos 40 años, sin duda habría que destacar el rol que ha jugado el CEP (Centro de Estudios Públicos) en el país, a través de investigaciones, publicaciones y notas de prensa.
Fundado en el año 1980 por mega empresarios y economistas de los llamados Chicago Boys, como es el caso de Pablo Barahona, Sergio de Castro, Arturo Fontaine, Roberto Kelly, entre otros, ha sido una institución clave de difusión del pensamiento neoliberal, llegando a ser el mismo Friedrich Hayek su presidente honorario.
No es casualidad por tanto que el CEP, financiado por las grandes fortunas del país, como el grupo Matte por ejemplo, se haya convertido en el gran soporte intelectual de la dictadura de Pinochet y de la constitución de 1980, la cual tenía en sus bases una doctrina antidemocrática y economicista, en donde el mercado era el centro de todo.
Lo curioso, es que con la vuelta de la democracia, el CEP haya crecido más aún en su influencia, y haya pasado a ser una voz experta en lo que refiere a políticas públicas, siendo considerado una especie de oráculo en los grandes medios de información concentrados y buena parte de la clase política por décadas.
No obstante, su hegemonía discursiva ha ido perdiendo fuerza, desde las grandes movilizaciones del 2011 en adelante, quedando al descubierto su mirada conservadora del país, camuflada por una retórica liberal y de diálogo, que no hace otra cosa que esconder su rechazo a cualquier política transformadora que busque una desconcentración del poder y de la riqueza.
De ahí que el punto más alto de su pérdida de credibilidad, haya sido desde la revuelta social del año 2019 y el proceso constituyente en curso en Chile, siendo la Convención Constitucional una verdadera pesadilla para quienes integran la institución y no quieren democratizar el país.
Frente a esta debacle de la institucionalidad creada en dictadura y defendida intelectualmente por el CEP, no le ha quedado otra salida que impulsar nuevas formas de hacer investigación, para construir nuevas narrativas y relatos que cuestionen y desprestigien el proceder de la Convención Constitucional.
Uno de esos desesperados intentos, es lo que está llevando a cabo el sociólogo y editor general del CEP, Aldo Mascareño, quien a través del impulso de una plataforma llamada C22, la cual aplica métodos digitales para mostrar lo que están planteando en términos ideológicos las y los constituyentes, la está usando también para denostar ciertos discursos que han aparecido en ese órgano (1).
Si bien siempre es bienvenido el uso de nuevas metodologías, técnicas o formas de recolectar datos, tanto para las Ciencias Sociales como para la discusión pública, se ve un claro intento de su parte de usarlas para desacreditar y de tergiversar ciertas miradas teóricas y políticas al interior de la Convención, al momento de etiquetar a ciertos sectores de izquierda decolonial.
Lo señalo ya que Mascareño tilda de izquierda decolonial a planteamientos como la plurinacionalidad, derechos de la naturaleza, pueblos originarios, disidencias sexuales, democracia directa, decrecimiento, interculturalidad y buen vivir, señalando que son meras demandas identitarias particulares.
Es correcto que el llamado giro decolonial, así como muchas otras corrientes anticoloniales, plantean una crítica a las bases eurocéntricas y antropocéntricas de la modernidad, en ningún momento plantea un discurso esencialista antieuropeo o antimoderno, como Mascareño y el CEP quiere hacer creer.
Por el contrario, la decolonialidad es transmoderna, ya que busca denunciar esa universalidad impuesta por la civilización occidental, luego de la conquista de 1492, la cual no solo desplazó a otras civilizaciones, sino que también hizo creer al mundo que existía solo una idea válida de economía, de política, de sexualidad, de espiritualidad, de justicia, de arte, de filosofía, de naturaleza.
Por lo mismo, esas demandas que están planteando muchas y muchos constituyentes en Chile, de las cuales Mascareño cuestiona, están lejos de ser cerradas en sí mismas o fundamentalistas, ya que buscan revertir problemas regionales y globales como el racismo, el sexismo, el centralismo, la falta de participación, la concentración de los ingresos, la segregación territorial, el extractivismo y la crisis climática que nos encontramos.
No sorprende entonces, la crítica monocultural y eurocéntrica que realiza Aldo Mascareño junto a Luis Eugenio García Huidobro, ante la aprobación de la norma sobre pluralismo jurídico de parte de la Convención Constitucional, tildándola de culturalista, ya que según ellos podría poner en peligro los derechos humanos (2).
Una crítica lamentable que solo busca desinformar y generar temor en la población, ya que el pluralismo jurídico que se aprobó busca construir un gran sistema nacional de justicia, articulado con sistemas de justicia indígena, los cuales tendrán como límite precisamente la defensa de los derechos humanos.
Para cerrar, llama la atención que Mascareño plantee la idea de izquierda decolonial, a pesar de ser un contrasentido, ya que justamente la decolonialidad lo que busca ir más allá de la dicotomía moderna izquierda-derecha, lo cual deja en evidencia que lo que busca Mascareño finalmente es denostar ciertas demandas históricas transformadoras, así como el CEP lo ha hecho por más de 40 años para mantener las cosas como están.
1:https://www.cepchile.cl/cep/opinan-en-la-prensa/la-convencion-las-palabras-y-la-izquierda-decolonial
2:https://www.cepchile.cl/cep/opinan-en-la-prensa/pluralismo-juridico-e-interculturalidad