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El corazón puesto en acuarela. Por Alex Ibarra Peña

En el texto que presenta la muestra de acuarelas de la conocida actriz Gabriela Hernández aparece una cita al enigmático Heráclito "...de la tierra proviene el agua y del agua el alma", frases precisas desde una estética de la contemplación. Sin duda, estas acuarelas tienen algo de eso en que aparece la mirada de observador capaz de pintar lo que se suele llamar naturalezas muertas con el clásico dibujo de frutas, pero también aparece la representación de la naturaleza viva esa que es motivada por la contemplación del paisaje.

Si seguimos una de las preguntas más recurrentes de la estética de lo bello y lo sublime podemos ir a una lectura comprensiva del escritor anónimo conocido como Pseudo Longino del cual tenemos una excelente traducción realizada por Pablo Oyarzún y Eduardo Molina. ¿Dónde encontramos esa belleza que es capaz de conmovernos en la contemplación? Claramente puede aparecer en la naturaleza. Pero, si nos atrevemos un poco más allá podríamos preguntarnos, ¿es posible producir la belleza?, es decir, ¿el artista puede donarnos la experiencia que permite la contemplación de lo sublime? Tendríamos que responder afirmativamente a estas preguntas.

La pregunta por la belleza parece haber caído en el olvido, después de la sentencia hegeliana de la muerte del arte provocada por la catástrofe. El remezón pandémico reactivó la búsqueda por la belleza, cuántos ciudadanos encuentran refugio en el arte en cuanto consuelo de males. Entiendo que estas acuarelas de Gabriela Hernández han sido su cobijo para preservar su búsqueda íntima por la belleza. Las acuarelas son esa manifestación de la pintura que en algún sentido nos devuelve algo de la inocencia, tal vez perdida en otras épocas, en otro desgarro vital.

Las acuarelas de Gabriela Hernández están en ese umbral de retorno a lo prístino de la mirada, eso que mantiene el brillo de nuestros ojos como bien lo entendía el cantautor brasileño Toquiño: "En los mapas del cielo el sol siempre es amarillo/ y la lluvia o las nubes no pueden velar tanto brillo/ ni los árboles nunca podrán ocultar el camino/ de su luz hacia el bosque profundo de nuestro destino...".

La exposición de Gabriela Hernández junto a las pinturas de Verónica Ortíz en el Taller Emilio Vaisse 561 en el Barrio Italia, nos muestran que la producción del artista nos revela un poco de su corazón impregnar el latido en colores es llenar el mundo de colores que provocan ese encuentro después del encierro con la invitación a volver a encontrarnos en la ciudad que habitamos en estos espacios que permiten revelar lo que somos.

Alex Ibarra Peña.
Dr en Estudios Americanos.

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