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El papel de las economías solidarias y populares[1]. Por Nicolás Gómez Núñez[2]

Las organizaciones económicas a las que nos referimos, desempeñan un papel importante en la transformación de la subjetividad, en la producción de recursos no convencionales, en la reproducción de circuitos de ciencia y tecnologías, y declaran innovaciones en las políticas públicas y en la metodología de las ciencias sociales.

La primera contribución se observar cuando constatamos que estas organizaciones comprometen a sus integrantes hasta suspender sus capacidades de cálculo utilitario y los orienta a recorrer “una praxis espontánea, irreflexiva e inintencionada que reproduce el sentido de integración del mundo de vida”[3]. En esa obra colectiva hay “exigencias del sentimiento de deber” del compañerismo, la fraternidad y la cooperación”[4]. Según Defourny, Alburquerque y Gaiger, la forma que adopta la autogestión de esa obra colectiva reduce la rotación de los trabajadores y crecen las posibilidades para comunicar experiencias y aprendizajes, por lo cual, hay procesos de autocapacitación.[5]

A nivel local, esas organizaciones son oportunidades de inserción en el trabajo para las mujeres y hombres que han vivido la pobreza, la descampesinización y/o la desproletarización. Además, Ferreira[6] sostiene que esa participación es una vivencia que enseña sobre reciprocidad gracias a lo cual se pone en cuestión el egoísmo o el “modelo cultural identitario” basado en acciones hedonistas[7]. Entonces, esta inserción laboral es un hito que articula una buena parte de la biografía de las personas porque les permite explicar las transformaciones de su identidad laboral, tanto cuando pueden expresarse tal como son al vincular sus emociones con las tareas productivas[8], o cuando confirman el sentido moral y simbólico que les ayuda a sobrellevar la fase penosa del trabajo[9], especialmente al iniciar la salida de “la inercia de la cultura apatronada”[10] del “modelo cultural industrial”[11].

La segunda contribución se relaciona con las consecuencias de la acción colectiva que sostiene a las organizaciones que resuelven los problemas comunes. En estos términos Hirschman[12] emplea la noción de desarrollo popular para subrayar lo que Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn[13] nombraron como recursos no convencionales de la economía. La novedad de estos recursos es que no están centrados en el capital, sino que, en el trabajo, son abundantes y se renuevan gracias a su uso. Entre ellos están los descritos por Razeto[14]: comensalidad, reciprocidad, solidaridad y acumulación de valores; los observados por Hardy[15] y constatados por Nyssens[16]: identidad y reconocimiento; y la conciencia social, cultura organizativa, capacidad de gestión y creatividad popular registrados por Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn.

La tercera contribución es la capacidad de las organizaciones de las economías solidarias y populares, para transformar las relaciones consanguineas y vecinales en tejidos socioproductivos autodependientes. En esos términos: anclados a las cualidades de sus biodiversidades, aún más cuando su cosmovisión gira en torno al Buen Vivir. Este proceso es posible gracias a las tecnologías sociales que utilizan el excedente de las interacciones de reciprocidad del sistema ecológico y de los ejercicios deliberativos de las asambleas, y así permiten aumentar la disponibilidad total de los recursos en un territorio, particularmente los recursos no convencionales.

En esos términos es factible suponer que los tejidos socioproductivos están articulados sobre circuitos científicos y tecnológico cuyo flujo de producción y apropiación de conocimientos es desde abajo hacia arriba, e incluye la participación de los actores de las comunidades universitarias, los equipos técnicos-políticos de los Estados, algunas empresas capitalistas con raigambre local o sensibilidad medioambiental y a los integrantes de las organizaciones no gubernamentales.[17]

La cuarta contribución se ubica en las innovaciones en las políticas públicas para el desarrollo endógeno local. Toda vez que las prácticas de las organizaciones de las economías solidarias y populares, son modelos susceptibles de ser trasladados desde el nivel local al nivel provincial, incluso más allá. En el primer nivel esas prácticas son innovaciones en la gestión de los recursos que solucionan los problemas comunes, por ejemplo: el uso del agua o la conservación de semillas[18]. En los siguientes niveles son reproducciones perfeccionadas que diversifican las políticas públicas abocadas a las economías nacionales.

La quinta contribución se observa en las metodologías de producción de conocimiento científico, porque las experiencias de estas organizaciones se han incorporado como interpretaciones de hechos, gracias a lo cual han ampliado el repertorio de las ciencias sociales. Y, además, enseñan procedimientos basados en la co-producción de conocimientos de sujetos colectivos que hacer uso comunitario de los saberes.

Finalmente, podemos señalar que las organizaciones de las economías solidarias y populares, cooperan con la realización de once de los diecisiete Objetivos del Desarrollo Sostenible propuestos por las Naciones Unidas[19], estos son: eliminar la pobreza, igualdad de género, agua limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminante, trabajo decente y crecimiento económico, industria, innovación e infraestructura, reducción de las desigualdades, producción y consumo responsable, acción por el clima, vida en la tierra y paz, justicia e instituciones fuertes.


[1] Este documento es un resumen del artículo publicado por UNTFSSE, titulado: “Las Economías Sociales y Solidarias revisadas desde los recursos no convencionales. Apuntes sobre la transformación de la subjetividad, la creación de comunidad y la producción de excedente en el marco de los ODS”, se puede encontrar en: http://unsse.org/wp-content/uploads/2019/07/58_Gomez-Nunez_ESS-Recursos-no-convencionales_Es.pdf

[2] Doctor en Ciencias Sociales, Magister en Desarrollo Humano y Sociólogo. Profesor e investigador de la carrera de Sociología de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Central de Chile. Correo electrónico: nicolas.gomez@ucentral.cl

[3] Moreno, A., 2006, El Aro y la Trama. Episteme, Modernidad y Pueblo, Santiago, UCSH. En esta obra revisar la página 48.

[4] Tönnies, F. (1942). Principios de sociología, México DF.: Fondo de Cultura Económica. En esta obra revisar la página 67.

[5] Estamos utilizando los resultados de las indagaciones de: Albuquerque, P. 2004. “Autogestión”, en David, A., (Org.), La otra economía, Universidad Nacional General Sarmiento, Fundación OSDE, Buenos Aires: Altamira; Defourny, J.1988. “Coopératives de production et entreprises autogérées: une synthèse du débat sur les effets économiques de la participation”, en Mondes en Développement, Paris, Vol. 16, N°61; y Gaiger, L., 2004. “Eficiencia sistémica”, en David, A., (Org.), La otra economía, Universidad Nacional General Sarmiento, Fundación OSDE, Buenos Aires: Altamira.

[6] Ferreira, C. 2006. “Cooperativas: un possível transformaçâo identitária para os trabalhadores do setor informal?”, en Sociedade e Estado, Brasilia, v.21n2,p.513-545.

[7] En la obra de Bajoit, G. 2003. Todo cambia. Análisis sociológico del cambio social y cultural en las sociedades contemporáneas. Santiago: Lom., revisar las páginas que van desde la 102 a las 130.

[8] Borges, M; Scholz, R., y Rosa, G. 2014. “Identidade, aprendizagem e protagonismo social: sentido do trabalho para sujeitos recicladores”, Otra Economía, 8 (14).Pp.83-98.

[9] Gomes, E. 2016. “Para onde caminham as cooperativas de trabalho da Economia Solidária? Uma análise baseada nos Mapeamentos dos Empreendimentos Solidários”, Otra Economía, 10(18). Pp.112-124.

[10] Luna, S. 2014. “Cooperativa de Trabajadores Democráticos de Occidente (Tradoc, ex Euzkadi): cogestión en una empresa recuperada por sus trabajadores”, en Marañón, B. (coor): Buen vivir y descolonialidad, México, IIE, UNAM. Pp.233-252.

[11] Ibid., Bajoit, G. 2003.

[12] Hirschman, A. 1984. El avance de la colectividad. México DF., FCE.

[13] Max-Neef, M., Elizalde, A., y Hopenhayn, M. 1993. Desarrollo a Escala Humana. Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Montevideo: Nordan-Comunidad.

[14] Razeto,L. 1984. Economía solidaria y mercado democrático, Santiago, PET.

[15] Hardy, C. 1985. Hambre + Dignidad = Olla Común, Santiago, PET.

[16] Nyssens, M. 1998. “Economía popular en el Sur, Tercer Sector en el Norte. ¿Señales de una economía de solidaridad emergente?”, Documentos, Nº 17, CEST UBA. Pp.57-67.

[17] Para tener una mirada panorámicas de estos asuntos, se recomienda revisar: Forni, F., 1992, Formulación y evaluación de proyectos de acción social, Buenos Aires, Humanitas; Singer, P., y Portella, S., 2004, “SENAES e a economia solidária – democracia e participação ampliando as exigências de novas tecnologias sociais”, en Lassance, A., et. al (com). Tecnologia social: uma estratégia para o desenvolvimento. Rio de Janeiro, Fundação Banco do Brasil. Pp. 89-116; Dagnino, R. Brandâo, F. y Novaes, H., 2004, “Sobre o marco analítico-conceitualda tecnologia social”, en Lassance, J. et. al., (com.) Tecnologia social: uma estratégia para o desenvolvimento. Rio de Janeiro, Fundação Banco do Brasil, pp. 15-64; Gómez, Nicolás, 2014, ‘Tecnología social. Comunidades en despliegue, enfoques teóricos y usos particulares”, Otra Economía, vol. 8, n. 15, pp.118-127, julio-diciembre, Gómez, 2016, “La construcción colectiva de conocimientos en las comunidades interpretativas”, Cinta de Moebio, Pp.66-70; Gómez, 2016, “Revisando un emprendimiento asociativo de trabajo autogestionado desde su tecnología social”, Ciências Sociais Unisinos, São Leopoldo, Vol. 52, N. 3, p. 309-320, set/dez.

[18] Cid, B., y Hinrichs, J., 2015, “Curadoras de semillas: entre empoderamiento y esencialismo estratégico”. Estudos Feministas, Florianópolis, 23(2):Pp. 347-370.

[19] Los Objetivos del Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, pueden ser revisados siguiendo esta dirección electrónica: https://www.un.org/sustainabledevelopment/

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