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El perro “negro matapacos”: ¿burdo? ¿ofensivo? ¿denigrante? Por Daniel Eyzaguirre Jorquera

El jueves 2 de mayo, en una entrevista realizada por la Asociación de Radiodifusores de Chile, el presidente Gabriel Boric llamó la atención de la ciudadanía declarando que jamás había festinado, ni le hacía sentido, la imagen burda del perro “matapacos”. Junto con esto, también indicó que su figura le parecía ofensiva y denigrante.

Ante sus declaraciones, la prensa nacional reaccionó con una arremetida comunicacional poco frecuente. Por ejemplo, un medio título: “Boric arremete contra figura del “perro matapacos” y afirma que era una imagen “ofensiva y denigrante”. De igual modo, otro medio titularía: “El "matapacos" vuelve a penar en la izquierda: Condena de Boric a ícono del estallido contrasta con escasa autocrítica del sector”.

Las autocrítica “del sector” vino en posteriores declaraciones hechas por la Ministra Camila Vallejos, quien, desde su posición de vocera de gobierno, efectuó un llamado público a “reflexionar” sobre la pertinencia, validez y legitimidad de seguir reproduciendo símbolos que, aparentemente, constituían un llamado a la violencia contra carabineros.

Más allá del evidente cambio de postura política que evidencian los otrora manifestantes que actualmente “habitan” en cargos de gobierno -los que deben al Estallido Social-, resulta pertinente preguntarse cuál fue el interés mediático por amplificar un mensaje de violencia asociado a la figura de un perro callejero que circulaba en medio de protestas en la ciudad de Santiago.

El negro “matapacos”: breve historia del perro que no luchó en el Estallido Social.

La historia del perro “matapacos” supera su vínculo con las movilizaciones y protestas que lo transformaron en una imagen icónica del Estallido Social en Chile. De hecho, su presencia en éstas movilizaciones responde a un acto de recuperación de memoria que fue liderado por estudiantes universitarios que convivieron con él en el pasado.

En efecto, el perro “matapacos” nunca mató un carabinero, no obstante, se hizo conocido en las manifestaciones estudiantiles del año 2011, llamando la atención de los participantes por su disposición negativa frente a la presencia de fuerzas policiales, a quienes ladraba con fuerza entre medio de carros lanza aguas, bombas lacrimógenas y barricadas.

Se empezaría a urdir entonces la historia de un perro que fue rostro emblemático de las movilizaciones que se dieron en el centro de Santiago entre el 2011 y el 2017. El negro “matapacos” era originario de la comuna, territorio en el que residía junto a María Campos, quien rápidamente se resignaría a la idea de que el negro, como le gustaba nombrarlo, era más una propiedad colectiva que individual. Aún así, nunca dejó de esperarlo a que llegara a casa desde las protestas con su platillo favorito: arroz con panitas de pollo.

No era extraño ver al negro “matapacos” compartiendo con estudiantes universitarios en espacios de sociabilidad que no respondían a las movilizaciones y protestas. Tal afirmación queda reflejada en una anécdota contada por María, quien recuerda cuando un grupo de estudiantes la llamó sorpresivamente a su teléfono celular para comunicarle que el negro “matapacos” estaba junto a ellos compartiendo en un asado y que no debía preocuparse por su retorno a casa.

La estética del negro “matapacos” fue obra del vinculo que generó con estudiantes universitarios, quienes lo vestían con pañuelos de diferentes colores. Su favorito era el rojo, aunque igualmente fue visto en manifestaciones con pañuelos de color azul y verde. Finalmente, y como resultado de su avanzada edad, el negro “matapacos” fallece en agosto del 2017, tras una enfermedad que no sería capaz de superar.

Su figura quedó anclada en la memoria de los manifestantes. Su vida quedó retratada en documentales y su fama se incrementó considerablemente después del 18/O. Su rostro apareció en las poleras que hoy se reniegan, al igual que en murales, cuadernos, tazones y una serie de productos que formaron parte del “merchandising” popular en la época. Actualmente, el perro “matapacos” cuenta con varias cuentas en redes sociales, entre las que destaca un Instagram con la no despreciable suma de 34.000 mil seguidores. Todo un “influencer”.

¿Qué representó el perro “matapacos” para los manifestantes del 18/O?

Las representaciones sociales pueden ser entendidas como un plano de significación que guarda relación con las imágenes socioculturales que tienen los individuos sobre lo que consideran realidad. Responden a un pluralismo de ideas que se instalan en la medida que interactuamos con el cambio, con la movilidad social, con el conocimiento científico, con los medios de comunicación, entre otros (Jodelet, 2020). Quizá lo más importante sobre las representaciones sociales es saber que no son compartidas homogéneamente por la sociedad y que son renovadas continuamente mediante cambios de significación.

Para los manifestantes del estallido social, las imágenes compartidas socialmente en torno a la figura del perro “matapacos”, estuvieron lejos de ser un llamado a la violencia. El insigne animal fue una figura de cohesión durante la revuelta. Una imagen de unión ante una crisis multisistémica, un ejercicio de memoria que lo hizo re-emerger como un símbolo de rebeldía contra la autoridad, contra las fuerzas políticas tradicionales, contra la inoperancia de instituciones gubernamentales y contra las consecuencias de un sistema económico excluyente.

En rigor, el negro “matapacos” era solamente un “kiltro”, denominación mapuche se utiliza para referirse a los perros sin raza. En lo profundo, el “matapacos” es la proyección “animálica” del mestizo latinoamericano, cuyo origen fue consecuencia del proceso de dominación política, económica y cultural que impusieron los colonizadores en el continente.

“kiltros” y “mestizos” éramos casi todos durante el Estallido Social. Una profecía de “los nadie” de Galeano, los no blancos, los dueños de nada, los que no figuraban en las historias oficiales, pero si en las crónicas de la prensa roja. Si el negro “matapacos” es una figura burda, ofensiva y denigrante, lo fueron también el millón de personas que acudieron a manifestarse en la rebautizada Plaza Dignidad, así como también, los millones que lo hicimos en todo el territorio nacional.

¿Qué peligros hay detrás del giro discursivo contra el negro “matapacos”?

El primer peligro supone olvidar las causas que nos llevaron al Estallido Social. Es decir, dejar de considerar en el análisis, las profundas e históricas desigualdades estructurales que dieron origen a las manifestaciones y protestas. Recordemos que el pasado sólo existe como una rememoración desde el presente. Pretender que lo ocurrido fue el resultado de actos espurios cometidos por un enemigo interno de carácter violentista, solo puede servir para justificar las medidas represivas que se tomaron y para instalar la impunidad como política desde el presente.

Lo que está en juego ante tal olvido, es la imposición de lecturas que, parafraseando a Wacquant, propicien un discurso penalizador de la miseria que termine por fortalecer las causas que dieron origen al problema. Entre ellas, la falta de regulación social, el trabajo asalariado precario y la existencia de un Estado punitivo frente a la movilización social.

El segundo peligro radica en la posibilidad de que se instalen hegemónicamente posturas negacionistas que logren posicionar argumentos y creencias que relativizan o justifican las violaciones a derechos humanos y las acciones antidemocráticas que se cometieron durante el Estallido Social en Chile.

No podemos olvidar que, independiente del juicio que tengamos, nada justifica la existencia de 3.777 victimas, de las cuales 591 corresponde a niños, niñas y adolescentes y 959 a mujeres. Tampoco podemos olvidar que 7 personas fallecieron, 194 mujeres denunciaron hechos de violencia sexual y que 220 personas sufrieron algún tipo de trauma ocular. Del total de victimas, ninguna fue provocada por el perro negro “matapacos”. Pensar que así fue, constituye un insulto burdo, ofensivo y denigrante, sobre todo para las victimas de represión política en Chile.

El tercer peligro es la instalación permanente de posturas revisionistas sobre lo ocurrido el 18/O. Como si fueran lectores acérrimos de marxismo de Gramsci, sectores de centro derecha han ido ganando espacios en la batalla por la hegemonía cultural, instalando conceptos que nunca formaron parte del lenguaje político de la época, como por ejemplo “octubristas”, categoría vacía que ha sido llenada de contenidos que pretenden asociar a los manifestantes con formas de violencia y terrorismo.

En este sentido, las declaraciones emitidas desde el gobierno y la consecuente arremetida comunicacional contra el perro “matapacos”, se subordinan a un lenguaje revisionista que busca imponer lecturas criminalizadoras frente a lo ocurrido. Su objetivo no es de presente, sino futuro. No les importa tanto lo que suceda ahora con sus definiciones, como lo que sucederá en épocas venideras cuando se enseñe la Historia del Estallido Social en Chile.

Finalmente, lo que hay detrás de la interpelación negativa al perro “matapacos”, es la disputa por la memoria en torno a nuestro pasado reciente. En tal sentido, no podemos olvidar el rol que juegan los medios de comunicación y el lugar de enunciamiento que ocupan al hablar. Es sabido que en el país, ciertos medios de comunicación tienen el dominio corporativo sobre la creación de “opinión pública”, siendo capaces de reforzar ideas y negar la existencia de otras. La libertad de prensa es más un discurso político que una realidad objetiva en nuestro territorio. Los medios de comunicación están altamente concentrados y la posibilidad de amar al opresor y odiar al oprimido es latente.

Lo del negro “matapacos” nunca pasó más allá de ladrar “GUAU GUAU” en una protesta, otros quieren utilizaron su imagen antojadizamente para gritar “RUF”, “RUF” (Reglas del Uso de la Fuerza).

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