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El tambor de hojalata, o cómo el Estado no escucha el tamborileo ciudadano. Por Hans Schuster

El tambor de hojalata (en alemán: Die Blechtrommel) publicada en 1959, es una novela escrita por el alemán Günter Grass, ganador del Premio Nobel de Literatura y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, ambos en 1999. Sus páginas relatan la vida de Oscar Matzerath, durante la Segunda Guerra Mundial que nace en 1924 en la ciudad de Danzig, quién a los 3 años detiene su crecimiento y a los 29 años de edad, debe ser internado en un hospital psiquiátrico.

Y es que, a partir de su tercer cumpleaños, al recibir de su madre el tambor de hojalata rojo y blanco, el dichoso tambor se convierte en su compañero para reaccionar toda vez que las circunstancias y los momentos de la historia narrada lo enfrentan al mundo.

El narrador personaje y el narrador omnisciente se mezclan constantemente dadas las distintas historias extravagantes que van surgiendo en cada uno de los libros, que al parecer fueron escritos mientras está interno; si bien las secuencias no son precisas, la caída en el sótano que sirve de coartada para no seguir creciendo, se mezclan con el informe médico y las historias se irán intercalando para dar cuenta del pasado, al tiempo de sus conversaciones con Bruno, el portero y las visitas, sus amigos y familiares.

Las acciones dentro del hospital son presentadas como episodios vagamente unidos que se entremezclan en los distintos momentos en la vida de Oscar. La novela es al mismo tiempo un diario de vida y una bitácora de recuerdos dentro del encierro. Y todo aparece con un manto de duda, de allí que en el capítulo ¿Debo o no debo? mientras entrama las historias para enfrentar la muerte ante el asesinato de su padrastro por los nazis, con anterioridad su madre se había suicidado y cuando asiste al funeral de su verdadero padre, decide lanzarse dentro de la sepultura junto con su tambor. Cuando lo sacan, comienza a sangrar y a partir de ese día vuelve a crecer el pequeño Oscar de 94 centímetros, cuya vida había transcurrido en el cuerpo de un niño de tres años.

La voz de Oscar, o mejor dicho su agudo grito, ejerce el poder de aniquilar cristales y en más de una ocasión lo utiliza cuando es líder de una banda de pequeños delincuentes para robar las tiendas, de allí que esta cualidad sea interpretada como la gran metáfora de Grass por donde vincula sutilmente los eventos políticos y culturales, sugiriendo que Oscar le da forma, en la metáfora, a la encarnación de la noche de los cristales rotos, acto que da inicio en la Alemania nazi a la apertura del genocidio y al horror del gobierno hitleriano. Veamos pues cómo podemos re interpretar la novela ante los sucesos de pandemia y gobernanza que caracterizan nuestros tiempos en pleno 2020.

Consideremos, que, Oscar representa a las actuales fuerzas capitalistas y es la metáfora del Estado que se niega crecer desde la lógica de que la mejor articulación está en los individuos que permite realizar en la medida de lo posible la idea de la justicia, dando a cada uno lo que de derecho le pertenece, tal noción que viene desde la antigua Grecia, es puesta en jaque por el modelo económico capitalista que desde que se instala, lo que hace es vaciar de su supremacía al Estado en función de los grandes consorcios y que, al igual que en la Edad Media (Con las teorías de San Agustín y Santo Tomas de Aquino) relacionadas con la entonces visión cristiana de la historia, el Estado es inferior a la Iglesia, iglesias que hoy vendrían a ser la metáfora de los consorcios del capitalismo. De allí que los negociados de las concesiones o la venta de industrias otrora estatales, -ya sabemos lo que ocurrió en Chile con la dictadura y la post dictadura que favoreció a unos pocos, basta ver hasta el día de hoy la ley de pesca, la minería, los bosques nativos, los puertos o la ley de aguas- para entender cómo son el reflejo de intereses privados que privan a las naciones o la república de sus propios recursos.

Si lo vemos, el capitalismo es equivalente a la supuesta posición inversa del actual comunismo imperante, en ese sentido Oscar es el ciudadano, aquel que por leyes internas se ve imposibilitado de crecer en sus libertades individuales, restringidas al supuesto bien común del Estado. Actualmente China y sus últimas legislaciones sobre Taiwan son el mejor ejemplo, aunque Rusia y otros supuestos ex estados comunistas, mantienen un perpetuo sistema en donde las libertades individuales están fuera de discusión, de lo contrario la cárcel se hará presente.

Pero si vemos los Emiratos Árabes o algunos de los reinos-países que alimentan y controlan el orden social, para no mencionar los califatos, Oscar son todos los súbditos que no podrán crecer en sus derechos a pesar de la primavera árabe y es más, ante el patriarcado imperante toda mujer sea o no musulmana que habita esos territorios, es Oscar y les estará negado su crecimiento. So pena de inhumanos castigos y torturas.

Pero veamos otro acercamiento a la noción de Estado donde predomina la teoría del pacto, ya sea para evitar el aniquilamiento final de la guerra de todos contra todos (Hobbes), o bien la renuncia al egoísmo y consiguiente sometimiento a la voluntad general (Rousseau), aunque más de alguien se inclinará ante la idea de Estado como comunidad de hombres libres, los cuales son más libres precisamente porque viven en el Estado (Spinoza) siendo entonces el Estado quien garantiza la libertad, entendida como libertad de pensamiento, o mejor dicho, la libertad de profesar ideas sin el sometimiento forzoso a lo oficial del sistema.

Recordemos también la discusión Kanteana en donde el Estado es la ley que corresponde a una organización establecida por pacto y contrato. El romanticismo se encargó de asimilar Nación con Estado, al atribuirle a éste la representación de todos los hombres unidos bajo un mismo fin, y con el mejor de los románticos, Hegel, el Estado “debe ser” el representante del “espíritu del pueblo”. El marxismo nos traerá la evidencia de que el Estado representa el dominio de una clase, la cual ejerce desde el poder, bajo la máscara del equilibrio y la justicia, su propia y particular dominación. De ser así, nuevamente, ante la pregunta de qué es el capitalismo, es posible pensar que opera bajo la lógica del marxismo inverso, dado que el fin último es, en ambos casos, lo que se propugna, y es la desaparición del Estado, o bien su control y beneficio. Las teorías más contemporáneas abordan las nociones de poder en torno a la administración del Estado, de allí entre otras, la gobernanza viene a caracterizar la ideología del poder por el poder, bajo nociones espejo del bien común y sustentabilidad.

Entonces, teniendo al tambor de hojalata como telón de fondo, y en la metáfora, el acercamiento a las nociones de Estado (como crecimiento o no de las libertades, que son un fin en sí y no un medio para) la situación se ve propicia para visualizar la forma en que los gobiernos, mediante el Estado han abordado la actual pandemia.

De ahí que casi todos los gobiernos, encontraron en los marcos restrictivos la mejor forma de aprovechar la crisis para sus fines, poniendo bajo su “nueva agenda” a los otros poderes del Estado. Militarizando las calles para dar paso al estado policíaco. En Chile, la Comisaría virtual otorga los permisos de desplazamiento, y el lenguaje recurrente es culpar a otros de las malas prácticas sanitarias, que no hacen más que visualizar las carencias en el sistema de salud pública y de educación cívica con que los dueños del poder y del dinero con sus familias de gobernantes se ven sobrepasados. Hoy, la inequidad y la injusticia social muestran sus rostros ante el anonimato de las cifras que dan cuenta de la cesantía, las injusticias sociales, el hambre y las manipuladas cifras de fallecidos, con que la soberbia ministerial aborda la improvisación ante la crisis.

Hoy, el tambor de Oscar suena y resuena al ritmo de cacerolas en toda América Latina cada vez que los ciudadanos se ven desamparados por las malas acciones de sus gobernantes y recientemente en Estados Unidos de Norte América, con pantallas en negro, o imágenes de puño en alto, ante la brutalidad policíaca, el racismo y la segregación, dan cuenta de la rígida línea en que la población debe enfrentar a los supuestos cuidadores del orden. Hasta el día de hoy no hay noticias de los juicios a los crímenes de agentes del Estado ocurridos durante la primera ola del calentamiento social, y las excusas ante el manejo deficitario de las epidemias (sanitaria y económica) se hacen cada día más patentes, como el show de las cajas y el instructivo impresentable de quienes creen que administran los recursos del Estado como si fueran propios, porque para eso han trabajado: jibarizando al Estado para la acumulación de capital indebido, sin fiscalización y menos la posibilidad de garantizar los derechos sociales.

El tambor de Oscar, representa la alerta frente a los abusos de poder, la doctrina unificada de la colusión política y los arreglos para legislar en favor de los dueños del dinero, sean “capitalistas” o “comunistas” da igual, Chile o Taiwán, parecieran obedecer a los mismos amos y más tarde podremos visualizar cómo sacaron ventaja hasta de las pandemias, porque todos los temores sirven, la pérdida de empleo, el contagio, la manipulación de la información, o lo que sea que permita depredar el medio ambiente, la injusticia social, y las campañas del terror para no compartir un mundo mejor, o lo que sea menester con tal de mantener el statu quo, total los ciudadanos ante la pesadilla de la actual gobernanza sólo tienen un tambor de hojalata. Sin embargo, en la metáfora de la novela llega un momento en que Oscar decide crecer y entonces la escritura del mundo puede ser otra, como otra será la novela cuando cada cual entienda, cómo y cuándo debe hacer replicar su propio tambor.

Hans Schuster
Coordinador del Área de Gestión de las Culturas y el Patrimonio DVM- UCSH

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