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En el proceso constituyente. Por Luis Osorio

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Cuando se habla y no sólo ahora, sino que, desde una fecha cercana al 15 de noviembre de 2019, de la posibilidad de terminar con la Constitución hecha en Dictadura, y dada la formalidad con la cual asumen los presidentes, bajo el juramento o compromiso de respetar la Constitución y las leyes, se asiste a un acto de aceptación de lo que el pequeño grupo de personas que, bajo el gobierno militar, redactó ese texto al cual también se le llama carta fundamental.

Lo anterior, es signo de que la realidad y publicitado hoy más que nunca por candidatos a constituyentes que recalcan en sus campañas de lo importante del cambio de Constitución, es que hemos convivido por más de treinta años entre resabios de la dictadura y en ningún momento en democracia. Se ha tratado de una cuadratura perfecta entre leyes, acciones de gobiernos y Constitución, ya que cuando se produce una distorsión, es el Tribunal Constitucional el que dirime.

Estábamos ubicados en una incubadora, de lo que algunos llamaban una olla a presión, y que incubaba grandes desigualdades, el dominio que ha sido tradicional en Chile por parte del poder económico de gran escala donde el primer mandatario no tiene ningún remordimiento de ser integrante del 1% más rico de la población, y gobierna para ese entorno.

En función de lo anterior, es capaz de estructurar variadas estrategias, que le aseguren su futuro a como dé lugar.

Sin lugar a dudas sus asesores, que lo secundan van marcando y anticipando pautas, que se rodean en la acción y en lo comunicacional. Pero nunca destacando algo que es muy trascendente, como es la situación de ser un gobierno de mayoría relativa, amparado por las riquezas absolutas.

No estamos en una nación donde impere la lógica, lo racional, la honestidad y la ética. Son materias que deberían ser parte del pensamiento y las actitudes, pero no lo son, estamos sumidos en grandes carencias. Estos elementos resultan claves al momento de resolver situaciones de crisis y de convivencia, que al estar ausentes no se alcanza a percibir un horizonte muy promisorio, ya que exige una consecuencia de siempre y no una conducta según lo que arroje la calculadora.

Es difícil avanzar hacia cambios si en una línea de prioridades, no se considera como relevante la recomposición de confianzas en las personas y en las instituciones, hasta incluso pasa a dar lo mismo.

Algo que puede ser muy relevante en una sociedad para apuntar a una convivencia civilizada, aunque esta misma expresión pasa a ser relativa, es el llegar a acuerdos, pero estos no pueden ser de cualquier tipo y en los cuales se fijan líneas bases a conveniencia de algunos.

Hay algo básico en un acuerdo país, que es el tener la concurrencia de las partes afectadas y no de las que se otorgan la representación de quienes no representan y por 30 años nunca representaron. Ello no se dio el 15 de noviembre de 2019, y llegan al acuerdo de manera objetiva, muy pocos de quienes realmente eran cercanos a lo que ocurría en las calles, se reúnen a fraguar esa situación prácticamente los responsables del estado de cosas que se reclamaban en el país, sin ninguna sensibilidad y bajo un mecanismo envolvente y distractor, aduciendo seguramente a un salvataje de la democracia.

Cuando el acuerdo se sustenta entre los más ricos del país y quienes les han otorgado apoyo en la mantención de las estructuras, a cambio de beneficios personales, se trata de una partida débil, hay un juego de habilidades donde se impone el más fuerte. Aún no hay ganadores explícitos, pero si se recorre la historia país se podrá suponer hacia dónde vamos.

Se trata de la acción de quien condena la violencia, pero olvida que las bases de la estructura del país y del modelo, junto a la Constitución tienen su origen en la violencia extrema. Probablemente, esos episodios los quisieran hacer desaparecer del hilo conductor entre los tiempos actuales y los últimos 48 años vividos.

A futuro, será necesario explicar muy bien lo ocurrido entre el 11 de marzo de 1990 y el 18 de octubre de 2019. Pero también, lo que viene después debe ser materia de observación, pues se va descubriendo los apegos de concertacionistas al convencimiento de haber realizado las cosas bien en su larga trayectoria política, y a la vez se suben al carro del movimiento social, pero con la distancia debida de siempre. El dilema de propagandear el cambio, pero no hacerlo y el llegar tarde a darse cuenta de cómo se fue articulando el presente.

El proceso constitucional avanza y cada vez es preciso agregar más ingredientes para su entendimiento y situación histórica imperante.

Con las aversiones iniciales sobre el acuerdo que dio paso a lo constitucional, hay dos componentes que la Constitución del 80 no las tuvo, era un tiempo de libertad absoluta para la Junta Militar de Gobierno. En cambio, hoy se parte desde una regla de los 2/3, copiar y pegar a Jaime Guzmán, y una prohibición de no involucrarse en materia de tratados.

De la mesa técnica, grupo de trabajo destinado a elaborar propuestas para la realización del proceso constituyente, no es mucho lo que se obtiene. De ahí viene una primera señal de “rareza del proceso”.

Surge en esa instancia, la decisión que da el pase para que los votantes del rechazo, puedan pronunciarse sobre el mecanismo para redactar la Constitución, es una analogía con no querer ser parte de una decisión, pero determinar como otros deben adoptar esa decisión. La justificación otorgada para ello, se ubica en el ejercicio de la democracia y de los derechos, lo cual merece grandes dudas.

En una presentación sobre el proceso constituyente, realizada en la sala master de la radio de la Universidad de Chile, una de las integrantes de la mesa técnica, no dio una explicación convincente sobre ese tema, la respuesta a parte de evasiva, era como del estilo “es lo que salió”, no había argumentación.

Una segunda situación, es que nuevamente apelando a lo racional y el hacer las cosas bien, resulta natural que, al convocar a un plebiscito de entrada al proceso constitucional, éste debería como una forma de presentación a la ciudadanía, haber sido diseñado en un 100% en todas las condiciones de su realización, incluyendo la participación de independientes, pueblos originarios y paridad de género.

No obstante, al 25 de octubre eran temas no resueltos en su totalidad y ya el plebiscito estaba en pleno desarrollo. Importante esto, porque en todo este tiempo algo trascendente es el tema de las desconfianzas. Es necesario, preguntarse después de cada acción, puntos a favor de la confianza o suma para las desconfianzas.

Si bien es cierto la ocurrencia de la pandemia, ha alterado el proceso en cuanto al cambio de fechas, hay un hecho que no puede pasar desapercibido, y del cual se produce una suerte de conocer más a candidatos(as) y también a los parlamentarios que no alcanzan o no les interesa, sumar confianzas.

Se determina que la votación sería en dos días, aun existiendo otras posibilidades, pero la votación llevaba un agregado que dejaba pasar la inscripción de dos candidatos a alcaldes, que según normativa legal sus inscripciones fueron rechazadas por el SERVEL. La historia electoral, tiene escritas otras situaciones de salvataje tramitadas muy rápido en el parlamento.

En este episodio reciente, se vota a favor de los dos días eleccionarios, con un acto de por medio “de buena fe”. Pero los votos serán custodiados por los militares en la noche del sábado al domingo, con toque de queda vigente. El sábado a última hora, el gobierno dispondrá de información privilegiada y una red distribuida a través de todo el país, que podrá determinar la cantidad de votantes del día sábado y desplegar captación de votantes a su favor para el día domingo. Se sabe que en otros contextos la información privilegiada ha sido relevante.

Ante una situación de este tipo, y consultado(a) un(a) candidato(a) a constituyente, no alcanza a comprender el planteamiento de fondo, la desconfianza como tema transversal y hacia las fuerzas armadas en particular, protectoras de un sector político y con muestras de ser deliberantes. Se trata de una institución sobre la cual no ha habido ningún hito que le otorgue credibilidad desde el golpe de estado en adelante.

Si un(a) candidato(a), no alcanza a profundizar en ese criterio, se debilita como opción de impulsar cambios desde un puesto de constituyente. La consecuencia, inmediata es que la línea de ese(a) candidato(a), queda descartada de inmediato como opción de voto por razones de fondo. No se trata de andar en una caza de brujos(as), es el conocimiento necesario sobre quien a uno lo podría o no representar.

No puede pasar desapercibida, la intervención de un dirigente político concertacionista, la semana recién pasada, que dice “Chile cambió y creo que hay mucho mayor conciencia, hay una notificación al mundo político de que hay una amplia y profunda aspiración ciudadana de que se produzcan cambios reales, no cambios pequeños, que mantengan la estructura de las cosas. Yo creo que ahora efectivamente puede haber un mayor consenso al interior de las fuerzas de centro izquierda sobre qué cambios realizar”. El único comentario, es que se trata del reflejo fiel de una reacción tardía, no es posible aceptar y creer una aseveración de este tipo, ya transcurridos 30 de años, de los cuales 24 estuvieron a cargo de la concertación, si se hubiera querido se podría haber actuado de manera diferente, para no llegar a un país tensionado. Es una muestra de desprestigio, no de la política, sino que de políticos que podrían indicarse con nombres y apellidos.

La necesidad de cambios venía hace tiempo y eran del país real, del cual no se dieron cuenta que existía, se discutía en la década del 80 y se esfumó desde la década de los 90.

También interviene en la semana que pasó, el propio Piñera por supuesto a su estilo. Lo cual se comenta enseguida en base a una publicación en el diario El Mercurio.

Piñera: "Los pesimistas se quejan, los optimistas esperan que los tiempos mejoren, pero los que estamos a cargo tenemos que preocuparnos para que los tiempos sean mejores. Por eso yo tengo confianza de que este proceso constituyente nos va a llevar a un buen puerto, un buen puerto es una Constitución respetada, legitimada, aceptada por todos".

Insiste en hablar de los tiempos mejores, en circunstancias que él tiene una responsabilidad mayor en las desigualdades sociales, se observará como persona exitosa, pero se encuentra en la cúspide de los más ricos del país, señal de deshumanización en la vida de las personas, con crecientes diferencias.

Indica la legitimización de una posible nueva Constitución aceptada por todos, ahí es donde viene algo vinculado al proceso y ese asunto del plebiscito de salida con voto obligatorio. Qué pasaría si un plebiscito de salida se planteará en los siguientes términos APRUEBA, RECHAZA en referencia a la nueva Constitución, y se llega a los resultados 30% APRUEBA, 30% RECHAZA, 40% votos blancos y nulos. ¿alcanza legitimidad el nuevo texto? Piñera: “cuando el Congreso aprobó la reforma constitucional que abre las puertas a esta asamblea constituyente, estableció que los acuerdos van a ser por 2/3, es decir van a requerir un gran consenso, un gran acuerdo”.

Destaca los 2/3 heredados desde los principios de la Constitución del 80, pero genera una situación odiosa al hablar de Asamblea Constituyente, la cual, a diferencia de una Convención Constituyente, fija sus propias reglas y quórum.

Piñera: "yo tengo confianza de que en Chile vamos a ser capaces de dejar afuera los extremistas de ambos lados, que muchas veces no respetan ni el Estado de Derecho, ni la democracia, ni las libertades ni valores que son esenciales y que yo siento viven en el alma del pueblo chileno".

Entra en un terreno muy relativo, ya se analizó la ausencia de democracia, pero el concepto de libertad y valores, es altamente probable no sean coincidentes con los de Piñera y en absoluto corresponden a un punto de vista extremista.

Piñera: "ahora vamos a tener que pasar por este test democrático, a pesar de que estoy consciente de los riesgos, escucho y leo lo que plantean algunos sectores extremistas que quieren terminar con todos los valores y principios y quieren imponer una utopía que no ha resultado en ninguna parte del mundo y donde se ha implementado ha sido un desastre que ha afectado la libertad, el desarrollo y la dignidad de las personas, eso no lo queremos para Chile".

Nuevamente pone de relieve sus valores y principios, con una visión absoluta que da a entender que a medida que se produce un alejamiento de su concepto de valor, principios y libertad, se va hacia el extremismo. De paso y de manera intencionada, utiliza la palabra “dignidad”. Es parte de su conducta habitual, análoga a cuando se fue a sentar en los primeros tiempos de cuarentena, a la Plaza de la Dignidad verdadera. Ni del extremismo, ni la de Piñera.

Pero hay algo ineludible, los tiempos actuales son los peores. En parte por la pandemia y ante cifras tan altas de nuevos casos, nuevamente entra a jugar la razonabilidad. No están dadas las condiciones para insistir en los días 10 y 11 de abril como fechas para las elecciones.

De paso, se podría resolver de tal manera que no sean elecciones coincidentes, separar la de constituyentes y así evitar la custodia por parte de los militares, con eso se avanza una pequeña cuota en la confianza que cada día se va deteriorando más. Si se insiste en las fechas del 10 y 11 de abril, vendrá luego la explicación de una eventual baja participación y se va instalando el tema de la legitimización del proceso.

Finalizo con algo ya planteado con anterioridad, dejar la calculadora de lado y hacer el voto obligatorio para las próximas presidenciales. Cuando estos temas estén resueltos, vendrá el tiempo desde la reflexión y las palabras, comenzar a dar un aporte al contenido del texto de una nueva constitución.

Por el momento, y según la jerga del lenguaje utilizado en el parlamento, estamos en la cuestión previa.

22 de marzo de 2021

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