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¿Es el Sernameg una entidad que nos representa? Por Pau Ortega

Este inesperado año pandémico trajo a la vista costes económicos y sociales para las ciudadanas y ciudadanos, quienes vieron truncados sus proyectos individuales y familiares en un corto y mediano plazo, debiendo en muchas ocasiones reinventarse y planificar desde el encierro sus planes a seguir. Mismas decisiones se vio obligado a tomar el Gobierno y sus respectivos Ministerios, cuya cartera y representatividad ya se venía desmoronando post estallido social.

En lo que respecta al Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género, pudimos ser testigos de un desfile poco honorable de ministras en su mandato, dejando en evidencia una clara descoordinación y desesperación del Gobierno, que al no poder contar con figuras femeninas fortalecidas que pudieran sobrellevar dicha responsabilidad, vieron caer una a una las renuncias de sus designadas.

Partimos el año con la renuncia de Isabel Plá el 13 de marzo del 2020 tras la lluvia de críticas por su omisión a las sistemáticas violaciones a los DD.HH que afectaron a manifestantes mujeres en la revuelta popular del 18 de octubre de 2019. Las portadas de diarios y redes sociales se impregnaban de fotografías y contenido audiovisual de detenciones irregulares, acoso sexual desde personal de Fuerzas Especiales hacia mujeres y aplicación desmedida de la fuerza. Todo ello, ante la silenciosa e inmutable acción del Gobierno y de Plá, rompiendo esta última el silencio sólo cuando fuimos testigos de un ataque de dudosa procedencia a personal femenino de Fuerzas Especiales, repletándose la televisión de imágenes de dos carabineras con el pelo incendiado por presuntos manifestantes en Plaza Dignidad. Acto seguido, Isabel Plá rompe su silencio de meses sólo para respaldar, desde su tribuna de autoridad, a Fuerzas Especiales, mostrando una clara simpatía y sensibilización hacia dicha institución, sin pronunciarse tampoco hacia todas las demás mujeres que han recibido trato vejatorio en detenciones. Tal acción –y única acción de Plá– desató la furia de los movimientos feministas, levantándose una ola de críticas hacia su mandato, conllevando a que el Gobierno, en una inmediata cortina de humo, destituyera a Plá de su cargo.

Entre medio, no podemos olvidar que el país atravesaba una seria situación económica, salubre y social producto de la alerta sanitaria por Covid 19, incrementando a diario los casos de contagio y perdiéndose la trazabilidad que pudiera permitir un mayor control de la propagación del virus en Chile. La región metropolitana avanzó hacia índices críticos de muertes, contagios y cesantía, aumentándose el clima de tensión social y los despidos laborales se encontraban a la orden del día. En esta línea, en abril de este año, salió a la luz pública la decisión del Gobierno por dar finalización a programas sociales relacionados al Sernameg. El Programa 4 a 7 fue uno de los más perjudicados, dejando a más de 10.000 mujeres beneficiadas por este programa sin apoyo del Estado y sin poder continuar su inserción en el mundo laboral. Vale decir, se les truncó la posibilidad de obtener la anhelada autonomía económica y desarrollarse como jefa de hogar en todos sus ámbitos. Pareciera ser, que para el Gobierno, programas como estos se volvieron prescindibles en un contexto donde hay que hacer frente a una crisis económica. Dejar de invertir en programas sociales fue la estrategia de ese entonces para amortiguar los costes de la pandemia. Podemos entender entonces que “acortar la brecha salarial entre hombres y mujeres” sigue siendo un buen slogan y una forma romántica de plantear la política pública.

Posterior a la salida de Isabel Pla del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, asumió la cartera Macarena Santelices (UDI), quien permaneció en el cargo sólo 34 días, dando cuenta nuevamente de un evidente desacierto del Gobierno, quienes en desesperación por el salvataje, propusieron a Santelices para ocupar el sitial vacío de Plá. Las críticas no se hicieron esperar: Santelices resultó ser una extensión de Isabel Plá, una ministra sin formación en género, sin trayectoria sociopolítica y con una marcada simpatía hacia el Régimen Militar. Con todo eso y más, el 09 de junio de este año, nuevamente quedamos huérfanas de ministra.

Ese mismo día, asume la tercera Ministra de la Mujer y Equidad de Género en lo que va del año: Mónica Zalaquett, quien, hasta la fecha, se ha mantenido en silencio ante todo emplazamiento, resguardada televisivamente y sin mayor crítica ni debate. Misma estrategia que Isabel Plá en sus inicios.

Cabe preguntarnos entonces: ¿Es el Sernameg una institución que nos representa? Cabe hacer un poco de historia. El antes denominado “Sernam” fue creado el año 1991, junto con el presunto retorno de la democracia luego de la dictadura de Pinochet. Su objetivo fue velar por los Derechos y protección de las mujeres, así como también implementar políticas, planes y programas orientados a la igualdad de derechos, procurando la participación de mujeres en la vida laboral, social, económica y cultural del país. Sin embargo, lejos de ser una Institución vinculante con la sociedad y que articulara grandes políticas públicas, el Sernam en sus inicios sólo se volcó a lo tecnócrata, es decir, realizando reformas administrativas y estudios acerca de la mujer, siendo catalogado por académicas de la época como insuficiente y altamente perseguido en sus decisiones por partidos conservadores de la época y una residual militarización en los 90s, que aún existía tras la Dictadura. Los avances del Sernam en los 90s estuvieron ligados a la modificación de conceptos en el Código Civil, de modo que se logró el año 1994 que el Código dijera “Todas las personas nacen libres e iguales ante la Ley” en vez de “Todos los hombres nacen libres e iguales ante la Ley”. Estos hechos eran significados por la política de aquella época como un gran avance y celebrado por las Cámaras y organizaciones gubernamentales. Fue sólo después del 2000, a diez años de su fundación, que se abandonó la mirada tecnócrata y se comenzó a impulsar reales políticas públicas que vayan en la vía de amparar a las mujeres en términos de derechos y equidad, tramitándose proyectos de ley tales como la ley de Divorcio y la ley de Violencia Intrafamiliar, cristalizándose esta última recién en el año 2005. Es decir, desde esa fecha que podemos visualizar un primer acto significativo y práctico para la calidad de vida de las mujeres en su diario vivir, aterrizado y concreto; así como también la posibilidad de visibilizar que las ciudadanas están en condiciones de denunciar agresiones que ocurran en el seno familiar y/o de parte de sus cónyuges.

El 2017, en medio de numerosas críticas desde el conservadurismo chileno y fanatismos religiosos, se logró un acceso a la Ley de Aborto, pero sólo en 3 causales, lo cual dividió la opinión pública de las ciudadanas y movimientos feministas, argumentándose una tardía respuesta por parte del Congreso hacia esta Ley, siendo catalogada como insuficiente hasta la fecha, con premisas y requisitos que aún generan un inmenso debate. Como era de esperar, Sernameg no se pronunció respecto de dichas críticas.

Finalmente, recién el 2019, ante una prominente ola de noticias mediáticas que enrostran a la población chilena los episodios de Violencia de Género en parejas que no han contraído matrimonio, se comenzó a visibilizar la violencia en el pololeo como forma de violencia doméstica, consignándose desde ese entonces que este hecho es penalizable y proponiendo en la palestra pública que no necesario estar casada para poder denunciar actos de violencia de parte de una compañera o compañero sexoafectivo.

¿Es el Sernameg un organismo creado para las mujeres y disidencias? ¿Enfrenta a tiempo las problemáticas que nos afectan? ¿Cuál es su nivel de impacto en la vida y los Derechos de las y los ciudadanos? De lo que sí estamos seguras, es que han postergado de forma tácita los proyectos de ley que se han venido clamando por cientos de mujeres en las calles; así como también ha dejado que el conservadurismo y la Constitución retrase nuestras demandas legítimas y amparadas por organismos internacionales. Si tuviera que dejar un mensaje sería: que Chile no se acostumbre a lo tardío.

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