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Es tiempo de una nueva política hidro-climática. Por Raúl Valenzuela

Este año 2023 es particular porque estamos dentro de un evento El Niño no observado desde 2015. En el evento anterior los montos de precipitación no lograron superar el promedio histórico de acumulación anual para el centro-sur de Chile. Este año, llevamos dos tormentas que hasta el momento están logrando recuperar la acumulación anual histórica en varias zonas del valle central. Lo anterior tiene un costo. En el contexto de cambio climático, y como se ha observado en distintas partes a nivel global, las lluvias son abultadas y concentradas en pocos días, con intensidades horarias que superan los 10 mm/h con frecuencia. Parte de esta lluvia cae en un ambiente cálido, con isoterma cero cerca de la cabecera de las cuencas, lo que desencadena una fuerte escorrentía y múltiples inundaciones.

En un país cuya estructura y cultura está fuertemente determinada por la topografía compleja y por una de las cadenas montañosas más importantes del mundo como son Los Andes, es de esperar que exista una fuerte política pública hidro-climática para enfrentar tanto eventos de sequía como de precipitación extrema en un contexto de Cambio Climático. La realidad no es así.

El Plan de Acción de Cambio Climático 2017-2022 (PACC) aborda distintas aristas del cambio climático, tales como medidas de adaptación, mitigación, medios de implementación y gestión. También se discuten ejes sectoriales. Así mismo, el plan reconoce la importancia de las sequías y lluvias extremas como fenómenos protagonistas del cambio climático. No obstante, esta propuesta, cuya portada es una fotografía de nuestra Cordillera nevada y que tiene 254 páginas, presenta solamente 1 aparición de la palabra “Andes” (en una nota al pie), mientras que la palabra “Cordillera” aparece en el contexto de las evaluaciones de emisiones de CO2 y carbono negro en transporte trans-cordillerano.

En el caso de la palabra “sequía” se observa una mayor frecuencia en el PACC, especialmente como fundamentación al plan. También existen distintas acciones de adaptación y mitigación que abordan el problema de la sequía, la mayoría desde el punto de vista de gestión del recurso hídrico. No obstante, ninguna de estas apunta directamente a algo fundamental: cuantificar, modelar y proyectar nuestras reservas de agua. Por ejemplo, reforzando las mediciones de nieve en la cordillera de la zona central e impulsando programas de financiamiento científico en esta área. Actualmente la Dirección General de Aguas (DGA) mantiene con suerte una decena de estaciones sobre los 2.000 metros de altitud a lo largo de Chile. Puede incluso que el servicio posea una mayor cantidad, pero la plataforma que poseen dificulta el acceso a la información.

En cuando al concepto “precipitación extrema” o similares, vemos nuevamente un amplio uso en la fundamentación del PACC, pero solamente una medida de adaptación cuyo objetivo es “contar con información para la toma de decisiones sobre la ocurrencia, magnitud e impactos de eventos hidrometeorológicos extremos ocurridos en el territorio nacional y con información georreferenciada de áreas de inundación, desbordes y aluviones producto de precipitación extrema”. A pesar de que se hace explícita la necesidad de contar con mapas de inundación, a mi entender estos productos no existen en el dominio público. Dichos mapas sirven no tan solo a las autoridades en la respuesta ante emergencias, sino que también empoderan a la ciudadanía para tomar sus propias decisiones sobre dónde es adecuado vivir dado el riesgo de inundación de un área determinada.

Si bien el PACC avanza y propone acciones de adaptación y mitigación en varias áreas relevantes para enfrentar el Cambio Climático en nuestro país, es evidente que falta una propuesta que explícitamente aborde una política hidro-climática de Estado. Lo que vemos a través del PACC en el área hidro-climática son medidas correctas pero insuficientes, hasta posiblemente anacrónicas para el problema que debemos enfrentar como país.

¿Nueva institucionalidad?

Primero, vale la pena cuestionarse si la institucionalidad estatal que tenemos es la adecuada para enfrentar los impactos del Cambio Climático desde un punto de vista hidro-climático. Las dos instituciones más importantes que tenemos son las Dirección Meteorológica de Chile (DMC) que depende de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) y la DGA que depende del Ministerio de Obras Públicas (MOP). En sus bases, tanto la DMC como la DGA fundamentan una misión sectorial. En el caso de la DMC es prestar servicios a la aeronáutica y en el caso de la DGA es administrar el uso de las aguas continentales. Si bien la DMC declara dentro de su misión la investigación científica, en la realidad es una actividad secundaria dentro de la institución que cuenta con escaso presupuesto. En la DGA la investigación científica ni siquiera se menciona.

Si bien ambas instituciones han presentado avances en cuanto a proveer de información relevante a partir de sus redes de medición, da la impresión de que no han sido capaces de liderar un real plan de adaptación en el ámbito hidro-climático desde sus misiones y competencias.

¿Qué ejemplos podríamos mirar? La National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de Estados Unidos fundamenta su misión en: “Comprender y predecir los cambios en el clima, el tiempo, el océano y las costas, compartir esos conocimientos e información con otros, y conservar y gestionar los ecosistemas y recursos costeros y marinos”. Si miramos un ejemplo más cercano, como el del Servicio Meteorológico Nacional de Argentina (SMN), leemos como misión “Brindar información y pronósticos meteorológicos, prospectivas climáticas y alertas en su área de incumbencia, basados en el monitoreo continuo de la atmósfera y en el conocimiento científico, con el objeto de proteger a la población, contribuir a la defensa nacional, favorecer el desarrollo sustentable y dar cumplimiento a sus compromisos internacionales en la materia.”

Lo relevante de ambos ejemplos son dos aspectos: 1) se releva la importancia del conocimiento científico para poder efectuar el quehacer del servicio y 2) las misiones incluyen explícitamente a ecosistemas en un caso y la protección de la población en el otro. Así, un servicio que se ocupa de administrar información y conocimiento asociado a la atmósfera y la hidrología debe utilizar y generar conocimiento científico actualizado como parte de su trabajo y sustentar una mirada ecosistémica en su trabajo. Esto permite, por un lado, que los servicios utilicen el estado-del-arte del conocimiento científico asociado a los fenómenos en su competencia y, por otro, que tengan la capacidad de generar datos relevantes para la investigación de fenómenos que tienen un amplio impacto social, ecológico y económico, poniendo énfasis tanto en la observación instrumental como en el modelamiento numérico.

En el caso de NOAA y en relación con Ríos Atmosféricos, la institución opera y mantiene una red de observación instrumental llamada “Observatorio de Ríos Atmosféricos” (ARO por sus siglas en inglés) a lo largo de la costa oeste de ese país. Aquí encontramos un punto interesante. NOAA depende del Departamento de Comercio de Estados Unidos, el análogo al Ministerio de Economía en Chile. ¿Por qué NOAA entonces opera una red meteorológica? A través de su ciencia y operación (en forma de pronósticos meteorológicos) NOAA ayuda a mantener y aportar al crecimiento de la economía del país, acoplándose perfectamente al propósito del Departamento de Comercio. Así, la inversión tanto en capacidad instrumental, de modelamiento y capital humano es acorde con los bienes que se intentan proteger.

En otro ejemplo, el SMN de Argentina cuenta con una red de 12 radares meteorológicos de largo alcance conectados en línea. A diferencia de las estaciones meteorológicas, los radares meteorológicos son instrumentos que logran aportar una medición realista de intensidad de lluvia de manera continua en el tiempo y el espacio sobre un área geográfica de 200 km de radio y una altura de 20 km. Así, el SMN puede entregar mapas geográficos de variación de la precipitación en tiempo real, por ejemplo, con un retraso de tan solo minutos. Más importante aún, la literatura científica demuestra que el uso de radares meteorológicos acoplados a un modelo hidrológico permite describir y anticiparse de mejor manera al comportamiento de ríos ante emergencias.

De esta forma, se hace necesario revisar la actual estructura institucional relevante para los riesgos hidro-climáticos en el contexto de Cambio Climático en Chile. Posiblemente la respuesta esté en reorganizar lo que ya tenemos, reformulando la misión y asegurando un presupuesto acorde o bien crear una nueva institucionalidad que cuente con los recursos financieros adecuados. En cualquier caso, esto es una discusión que se debe formular entre científicos/as, ciudadanía y la administración del Estado.

¿Con qué sistemas de observación contamos actualmente?

El sistema de observación atmosférico probablemente es el punto más débil del Estado para enfrentar el Cambio Climático, especialmente frente a eventos de lluvias extremas. Los datos más completos provienen de un conjunto de redes de mediciones meteorológicas, incluyendo DGA, DMC, Agromet y CEAZA, contando con cerca de 890 estaciones a lo largo de Chile continental. La gran mayoría de estas estaciones se encuentran concentradas en el valle de la zona centro-sur de nuestro país, quedando importantes áreas descubiertas en el norte grande, a lo largo de la costa y en la Cordillera de los Andes. Estas estaciones ayudan a observar las variaciones temporales de precipitación en cada punto de medición. También contamos con 4 globos sonda a lo largo de Chile, en Antofagasta, Santo Domingo, Puerto Montt y Punta Arenas, operados por la DMC. Estas mediciones ayudan a observar el comportamiento de la temperatura, humedad y vientos en las distintas capas de la atmósfera.

Otra fuente de observación son productos satélites de radar que provienen de agencias internacionales, como el Global Precipitation Mission (GPM). Estos datos son especialmente útiles para observar de manera continua el territorio. Sin embargo, el uso de esta información ante emergencias tiene varias dificultades, por ejemplo, se ha demostrado la subestimación de la intensidad de precipitación en algunos casos y la información está disponible posterior a los eventos, entre horas hasta días.

También existen esfuerzos de observación desde las Universidades. Por ejemplo, recientemente el Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile inició la operación de la estación Cerro Tres Puntas, que se encuentra a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar y permite observar las condiciones meteorológicas en tiempo real. Uno de los pocos (sino el único) ejemplo de estas características. Así mismo, la Universidad de Concepción junto a la Universidad de Chile y la Universidad de O’Higgins operan un pequeño observatorio radar en la ciudad de Concepción. Si bien estos datos no se encuentran en línea, se comparten los datos y análisis de las observaciones a través de redes sociales o por correo electrónico.

Una política hidro-climática debe considerar mejorar considerablemente el estado actual de la observación, tanto para fines operacionales como de investigación científica. Esto debe incluir una extensión y fortalecimiento de las observaciones meteorológicas en la alta cordillera y la operación y mantenimiento de instrumentos avanzados como radares meteorológicos. En conjunto, debe incluir radares perfiladores, que permiten monitorear continuamente y en tiempo real la altura de la isoterma 0ºC para evaluar el riesgo del fenómeno conocido como lluvia-sobre-nieve, asociado a crecidas rápidas de ríos. Así mismo, esta política debería fomentar y financiar el desarrollo de modelos de pronósticos tanto meteorológicos como hidrológicos, especialmente considerando el acceso a nueva tecnología de inteligencia artificial de dominio público. También, debe existir una política fuerte para compartir y dar acceso efectivo a los datos hidro-climáticos que considere un diseño efectivo para la comunicación. Todo lo anterior conlleva una inversión en capital humano avanzado especializado en estas materias que ayude a implementar dicha política de manera efectiva.

Con esto, podríamos anticiparnos con mayor precisión a los eventos de precipitación extrema mediante la reducción de incertidumbre en los pronósticos y proyectando de manera más precisa los impactos, logrando tener una respuesta ante emergencias más efectiva. De igual forma, al preocuparse no tan solo de levantar información, sino que compartirla y distribuirla a medios de comunicación, se podría lograr empoderar a la ciudadanía para que tome las decisiones adecuadas ante una emergencia. Así mismo, esto impulsaría nueva investigación científica que aborde directamente no solo el riesgo de lluvias extremas, sino también la cuantificación de precipitación sólida en la cordillera, fundamental como recurso hídrico en la zona central.

¿Cómo accedemos a la información?

Tanto ciudadanos, científicos, autoridades y equipos de respuesta ante emergencias deberían poder acceder de manera oportuna y rápida a información relevante. En el ámbito hidro-climático se han creado diversas plataformas de acceso público, cada una con distintas características.

Vismet es una plataforma creada por el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) para desplegar de manera rápida y sencilla los montos acumulados de precipitación a distintas escalas horarias en las últimas 72 horas. Así mismo, el CR2 desarrolló y mantiene el Explorador Climático. Esta plataforma despliega información histórica de precipitación diaria a lo largo del país. Ambas plataformas se alimentan de los datos recopilados por las redes de observación de DGA, DMC, Agromet y CEAZA. Sin embargo, la ingesta de datos para desplegar en estas plataformas depende de la facilidad de acceso que den dichas instituciones a los datos, o a veces de la buena voluntad de una o más personas, lo cual ha generado distintas dificultades a lo largo del tiempo.

La DMC provee hoy en día acceso directo a los datos de sus estaciones automáticas, un progreso notable respecto hace 5 años atrás, con una interfaz relativamente sencilla para acceder tanto a gráficas de los datos como a los datos mismos. Por otro lado, la DGA posee una plataforma georreferenciada a sus estaciones, pero está limitada a desplegar los metadatos de cada una de las estaciones y no los datos ni su gráfica en el tiempo, dificultando el acceso en tiempo real para casos de emergencia. Por otro lado, desde un punto de vista de investigación científica, si bien la DGA permite el acceso a sus datos históricos, dificulta de manera importante la obtención de dichos datos.

Recientemente se creó la plataforma ArClim, esfuerzo conjunto entre el Ministerio de Medio Ambiente, el CR2, Centro de Cambio Global UC y la Agencia de Cooperación Alemana. ArClim es un atlas que permite ver los distintos riesgos asociados al Cambio Climático distribuidos a nivel comunal a lo largo de Chile. En el caso del Riesgo de Inundación, ArClim despliega valores a lo largo de ciertas estaciones fluviométricas en una escala normalizada entre -1 y 1. De esta manera, su uso está más orientado a la planificación de largo plazo que la respuesta ante emergencias. Además, desplegar la información en forma índices puede dificultar la interpretación en un público inexperto.

Una de las dificultades que debería abordar una política hidro-climática es la creación e implementación de protocolos para compartir y distribuir datos hidro-climáticos instrumentales y modelados numéricamente por instituciones estatales, pensando tanto en el acceso entre instituciones (actualmente entre ellas tienen dificultades) como también en el acceso por parte de la ciudadanía y el mundo científico. Al mismo tiempo, esta política debería asegurar la implementación de métodos de distribución efectivos. Por ejemplo, asegurando el alojamiento de datos ya sea en la nube o servidores locales y a través de portales web que cuenten con un diseño adecuado que facilite la navegación hacia los datos.

Reflexión final

Son múltiples las aristas que debe tener una nueva política hidro-climática en Chile. Se han realizados esfuerzos notables en los últimos años, sin embargo, para la magnitud de los desastres que vienen asociados al Cambio Climático, dichos esfuerzos parecen altamente insuficientes. Los eventos hidro-climáticos extremos en el contexto de Cambio Climático tienen la doble cualidad de generar desastres cuando las lluvias ocurren a alta intensidad, por largo periodos de tiempo y con isoterma 0ºC relativamente alta, pero también alivian extensos periodos de sequía. Este será el comportamiento hidro-climático actual y futuro. Consecuentemente, esta complejidad requiere necesariamente tanto de una nueva política centrada en estos aspectos como de los recursos financieros que permitan sustentarla en el corto, mediano y largo plazo.

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Raúl Valenzuela

Académico Instituto de Cs. de la Ingeniería
Universidad de O’Higgins

Investigador Adjunto
Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia
Universidad de Chile

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