En kioscos: Abril 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

Estado del proceso constituyente: actitud del gobierno y fisonomía de la vereda del frente. Por Luis Osorio

JPEG - 301.3 kio

En el curso de la historia del país, en los últimos 50 años, hemos tenido dos períodos marcados por sueños de cambios, cada uno de los cuales se vieron opacados. A inicios de los años 70 se manifestaron esperanzas de avances en lo social, truncado con el golpe de Estado; y al término de la dictadura, rebrotaban sueños, sin tener la capacidad de medir en ese momento, que el modelo ideado en los años 80, sería asumido y perpetuado a consecuencia de la decisión de los gobernantes en su accionar, el cambio soñado no aparecía y sí había cambiado la visión de los que buscaban el apoyo a través del voto, buscando encantar con atractivos slogan.

Un análisis proyectivo de cuando la dictadura hacía el trazado doctrinario para la nación, desde la Constitución del año 80 y sus derivados, permitía con bastante claridad anticipar hacia donde iba el futuro, ello se hacía en diferentes ámbitos bajos condiciones adversas, en pleno gobierno militar asumiendo riesgos de la época, pero fueron procesos que no se tomaron en cuenta. Había intereses comprometidos de ir tomando los gobiernos y generar mecanismos de adaptación con las granjerías que otorga el poder, tomando distancia de ideales pasados, sólo se mantenían lo nombres, pero pasaban a ser como marcas registradas.

En lugar de cambios paulatinos en lo estructural, se fueron poniendo puntales para su existencia. En estos días, con aires de definiciones presidenciales para el período que en menos de un año ya estará resuelto, desde la democracia cristiana, salen voces anunciando que es tiempo de cambios estructurales. Lo cierto, es que, en forma negativa para el país, hubo mucha tardanza en tener esa apreciación. Siempre palabras de ese tipo vienen de quienes tuvieron la capacidad de ser impulsores de transformaciones y que, lo cierto es que fueron actuando en oposición a la mayoría de los chilenos, se preocupaban de ir asegurando su futuro.

No se trata de un llamado de atención sobre cuestiones no realizadas cercanas a la vuelta de los militares a sus cuarteles, sino que otorgando los márgenes de tiempo prudentes, y que progresivamente les va acrecentando responsabilidades que se les pueden adosar de carácter ineludibles. Aquí nadie ha mutado a bueno, cada uno tiene la convicción y coherencia de siempre en su actuar.

El estallido social, no se empezó a fraguar un día de antes del 18 de octubre del 2019, tiene un período mucho más extenso de desarrollo. Se trata de una construcción de situaciones que parafraseando una canción de Zitarrosa “crecían desde el pie”, es un tiempo, en que nadie puede pasar por el lado silbando, haciéndose el desentendido. Podríamos, desde la actitud de los gobiernos, no haber llegado a provocar una tensión de esta magnitud, la dignidad presente por siempre, en tanto la desigualdad erradicada no presente en el siglo XXI. Imagino una sencillez, utilizando como modelo a Pepe Mujica y sin la formalidad excesiva a la cual obliga el acto socio político, cuyo rito ceremonial marca distancia.

Dos fenómenos opuestos, son parte de una construcción intencionada: la desigualdad o la justicia social, pero a la vez son divergentes y mutuamente excluyentes, o se avanza por uno u otro lado, imposible que coexistan ambos.

Decisiones y elecciones, para algunos son frecuentes. Cuando un empresario, un integrante de los poderes económicos, alguna autoridad, etc. tiene que determinar por la educación de sus hijos, toma un curso de acción normalmente por el lado de un establecimiento particular pagado, lo hace por una búsqueda del lugar que brinde las mejores oportunidades, atendiendo a diversos factores de lo que consideran una buena enseñanza.

Sin embargo, ese sujeto que toma la decisión fundada en un criterio de un alto grado de asertividad, cuando se consagra como “servidor público”, no tiene la voluntad de replicar ese tipo de educación hacia el ámbito público, son parte de la negación del brindar oportunidades análogas para la mayoría. A propósito, escojo como punto de referencia la educación, ya que, en una línea de aproximación hacia lo constitucional, el sólo hecho de la consagración del derecho a la educación, puede quedar muy limitado. Se trata de una materia, que debe ser discutida y dar la consistencia necesaria para que llegue a ser una práctica.

Sin duda, será necesario ahondar algo más, ya que nos lleva al terreno de garantías hacia el ser humano, independiente de su lugar de origen, con la gran interrogante de si se podrá llegar a homogeneizar y garantizar la misma educación para todas y todos. Esa es la garantía más explícita para el término de la desigualdad, presente en los programas de más de alguien que se haya consagrado como candidato a la presidencia en elecciones pasadas, no se trata de algo fácil, porque al haber múltiples problemas sociales que han evolucionado en el tiempo, el recurso por comprometer será considerable, nuevamente las consecuencias de la tardanza.

La educación necesaria, debe recorrer todo el territorio nacional, desde la ciudad a lo rural, sin ambigüedades de cómo debe ser su característica, la generalización o el mal uso del término calidad sin definición, va dejando algo oculto y hace prolongar las brechas.

En este período que estamos viviendo, se han desarrollado tres momentos del país: un oasis atractivo de nivel internacional, que valía la pena visitarlo; un estallido social que estaba latente y que su revelación de los problemas, no aconsejaban visitarlo; un país sumido en la pandemia, donde los problemas se evidencian más y se acrecientan, en que por razones sanitarias se hace más difícil el desplazamiento, conllevando una merma en los viajes por razone sanitarias. De los tres momentos, en lo político el más significativo ha sido el estallido del año 2019. A partir de ese momento, algunos han hecho esfuerzos desesperados por subirse al barco, “haciendo la lectura de lo que la gente demandaba”. El asunto es claro, la consecuencia de no haber entendido que no se podía dar sustento a un país diseñado en el período de Pinochet, sin intenciones de cambiar los límites que fueron concebidos en esa época, del Estado subsidiario.

El acuerdo por la paz, ya ubicados en el 15 de noviembre de 2019, no proviene del estallido, como atención de las demandas allí presentes, se trata por parte de algunos, no de todos, de una estrategia distractora de otorgarse tiempos de gracia.

Entre los firmantes de ese acuerdo, hay quienes nunca han querido el cambio de la Constitución, pero por alguna razón incursionaron en la idea del plebiscito. Otros fueron quienes, desde los orígenes de la post dictadura, se adaptaron a la institucionalidad que no encaja en el logro de una democracia sustentada en mayoría absoluta y no relativa. Sólo se salvan los partidos más jóvenes, que no tienen experiencia, de las acciones envolventes y succionadoras practicadas por la derecha.

Si por primera y única vez, se llega a una alternativa de la redacción de una nueva Constitución, hay dos puntos de partida inexplicables y que son sello de una supremacía del modelo amparado en la Constitución del 80, las exigencias de los dos tercios y la limitante de no intervenir en los tratados internacionales suscritos por Chile. Aspectos que difieren de la libertad de acción con que se redactó la Constitución del 80.

Son una falta de confianza hacia la ciudadanía por parte de la derecha y una imposición de un enlace entre dos textos constitucionales. Más aún, es un acto de imposición, por sobre el poder constituyente que será elegido. Por qué, tiene que partir la redacción constitucional desde condiciones preestablecidas.

Aunque el tema anterior, se debería descartar de plano, sabiendo que en un contexto de “legalidad” se trata de algo ya refrendado y suponiendo “un buen espíritu” de los firmantes del acuerdo, el gobierno debería tener una actitud de reserva e inhabilidad en el tema de seguir incorporando leyes que signifiquen nuevos tratados, hasta que se termine la redacción de la Constitución. El tratamiento decente, correspondería a una temática “congelada”, ya que huele a una partida con leyes orgánicas constitucionales similar a fechas cercanas al 11 de marzo de 1990, lo mismo debería regir para leyes de temas sensibles para las exigencias sociales. Pero esta visión llega a ser complaciente, es la hoja en blanco la que otorga una partida transparente, e imponerla en esos términos no constituye transgresión. Dos son los actores que entran en juego, los constituyentes y la ciudadanía que no fue parte del acuerdo.

Sin embargo, algo crucial es que el gobierno hace una diferenciación táctica, ellos están como artífices del acuerdo, pero no con el estallido. El discurso de perdón pronunciado por Piñera, cuando estaba latente el 18 de octubre, no fueron más que voladores de luces. Su mirada está en proyectar algo para a lo menos 40 años más.

Ante un supuesto cambio de magnitud, proveniente de las exigencias de la ciudadanía, y que finalmente tome un rumbo presionado desde los sectores que se identifican en forma genuina con las demandas, y más aún son los afectados verdaderos de la injusticia social, no tendrían impedimento de ir tomando nota desde ya, y llenando algunas hojas con textos para la Nueva Constitución a modo de avance en las exigencias.

Siendo inédito un gobierno con plebiscito constituyente incorporado, y un cúmulo de elecciones venideras, debe haber un entrelazado totalmente coherente para todo tipo de candidatos, desde aspirantes a concejales hasta presidente de la república. Hay un gran paragua que es lo constitucional, ello exige mucho más que un programa clásico de gobierno con vistas a la elección, es el tipo de sociedad lo que está en juego y alrededor de ello, se exigirá pronunciamientos. Cada uno desde su candidatura, no podrá dejar de referirse en forma profunda al significado de una Constitución diferente, mostrando su coherencia de pasado, presente y futuro, además, dar señas sobre las responsabilidades que les cabe al sector que representa, en el estado actual de cosas. En esta misma línea, del tema de candidaturas, no resulta conveniente el levantamiento de presidenciales por recomendación directa, más aún cuando quien recomienda también tiene responsabilidades en los acontecimientos recientes, con el peso de la suma de 8 años de gobierno ejercidos, precedido y antecedido por un gobierno de Piñera.

Por último, personificar a los integrantes del gobierno actual con frases desafortunadas que emitieron algunos ministros que ya no están en el gabinete, pero que de igual forma reflejan y representan, la manera en que el gobernante cataloga a sus gobernados.

Y tal vez lo más decidor, son las actitudes del ministro de hacienda, cuando se expresaba en las discusiones por el retiro del 10%, en que no lograba comprender que, a una persona, con graves problemas económicos en el presente, la única alternativa que tiene era recurrir a sus únicos ahorros puestos en una AFP, porque naturalmente al no ser sujeto de ningún tipo de ayuda viene la desesperación, y las consecuencias pueden ser peores. Por supuesto, el ministro lejano a esa realidad, no alcanza a tener un nivel de comprensión del fenómeno, actúa en defensa corporativa de las AFP.

El mismo ministro, en la versión de ENADE 2020 realizada en enero de 2021, expresaba "El futuro no puede construirse en base a inmediatez. El riesgo del populismo que asoma es cierto y debemos tomarlo muy en serio. El gran enemigo que enfrentamos es el populismo de la inmediatez". Una vez más la insensibilidad del ministro, personaje educado en buen colegio con puente directo desde su educación hacia Francia, que el 11 de septiembre de 1973 tenía sólo meses de vida.

El año 82, tenía 9 años y era el tiempo en que se fraguaba el modelo de los tiempos actuales. Un estudiante universitario de los años 82, en esencia ha sido afectado por el modelo, próximo a pensionarse, no tiene un escenario muy promisorio. El que ese profesional formado en esa época, llegué a percibir una pensión baja después de toda una vida de trabajo, será un pensar con mucha inmediatez al esperar un término de la vida laboral en condiciones de vida dignas.

Seguramente el ministro reflexionará alrededor de este caso, preguntándose, ¿para qué estudio pedagogía? El acto de retiro del 10%, lo observara como populismo, sin embargo, fue un aporte para este profesional que producto de la pandemia quedó sin trabajo. En nuestra sociedad, quien es cercano a ese 1% más rico, ha tenido oportunidades diferentes que el resto de la población, y el lugar donde se ubica, le impide ver la realidad, o la frialdad hace que tenga un entendimiento de la misma de carácter deshumanizado.

Algunos requieren de lo inmediato, aunque sea proveniente del populismo, otros desde otra óptica, pueden esperar sin inconveniente y no necesitan de una acción populista que los resguarde, es un quiebre entre realidades diametralmente opuestas, entre la necesidad inmediata y la que ya se encuentra asegurada por un largo tiempo.

Compartir este artículo