El levantamiento de octubre de 2019 mostró formas performativas de hacer memoria en relación con Allende y la Unidad Popular. Los muros de las calles de distintas ciudades de Chile se empapelaron con distintas frases alusivas a ese periodo. Ya no se recordaban esos mil días en voz baja, sino que se graffitearon con orgullo en el centro neurálgico de Santiago y otras ciudades del país: “Allende, vive”, “Venceremos”, “Las Grandes alamedas se abrieron” o “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.
Se trata de retazos de memorias rebeldes, persistentes y reivindicativas de un periodo que, durante años, oficialmente se intentó colocar bajo una mirada crítica y auto-flagelante. Esa memoria insurrecta que intentó ser aplastada por una transición en “la medida de lo posible” impuesta y pactada desde 1989 para asegurar el actual modelo neoliberal, pareciera haber sacado nuevas formas de expresión en el arte callejero, en las expresiones populares de protesta y las consignas que se volvieron emblemáticas de este reciente levantamiento social.
Después de 50 años de la elección de Allende y el triunfo de la Unidad Popular, se volvieron a escuchar sus palabras, discursos, ideas e incluso, propuestas programáticas de transformación social de ese periodo. Algunos partidos de izquierda y otros sectores no militantes aparecieron en la calle levantando algunas de esas tesis populares, ante el fracaso de una transición que no logró una restitución democrática con total justicia e igualdad, y que fortaleció un régimen político restringido y neoliberal que profundizó desigualdades sociales y económicas.
Los imaginarios sociales sobre ciertos eventos del pasado y presente -constituidos por imágenes, discursos y símbolos- no son construcciones individuales, sino formas de comprensión complejas de cómo se elabora el pasado en relación directa con el presente. Precisamente, el levantamiento social de 2019 abrió canales de memoria más directos con un tiempo que intentó ser, por años, dejado en la oscuridad de la controversia social; estableciendo desde el presente otras lecturas de ese tiempo. La visibilidad de estos signos de la Unidad Popular y de la figura de Allende en particular constantemente en las protestas, puede ser comprendida como una estrategia no explícita pare devolverle a ese periodo, un lugar de reconocimiento legítimo en la historia, pese a la persistencia de una versión oficial que constantemente se la niega.
La imagen de Allende no sólo constituyó un ícono en las calles, en las protestas y en las consignas, sino que su figura se transmutó modernamente a los tiempos, transformándose en stickers; dibujos con su rostro que ilustraron mensajes masivos en las redes sociales y de mensajería instantánea para apoyar el movimiento y su demanda social. Se volvió ícono de un cambio necesario, de una transformación deseada, de una necesidad por cambiar un sistema que no estaba siendo justo para todos/as.
Un día 4 de septiembre de 1970, Allende llegaba a la presidencia. Dos meses más tarde ante un estadio nacional lleno, dio un discurso en el cual señaló que había “llegado, por fin, el día de decir basta. Basta a la explotación económica. Basta a la desigualdad social”. Y precisamente cincuenta años después, las mismas frases resonaban de diversa manera, en las calles de las ciudades de Chile. Una de las críticas más importantes esgrimidas en el marco de este reciente levantamiento social chileno, fue hacia la desigualdad social generada por el sistema socioeconómico imperante. La frase que se gritó en diferentes lugares del país, “No son 30 pesos sino 30 años” por un lado hacía referencia al alza de 30 pesos del pasaje de metro de Santiago que propició la primera ola de protestas, pero a la vez, se levantó como crítica a la postdictadura que no había cambiado el modelo heredado de la dictadura.
Fotos: Nelson Araya
La crítica a la desigualdad social apareció en diversos carteles de protesta haciendo alusión a la crisis educativa, de salud, de vivienda, de pensiones, de trabajo, de género, entre otras problemáticas actuales. El estallido de octubre respondía en las calles a años de desigualdad, pero se unía a través de distintos hilos de memoria, con el mismo llamado de transformación social y política del gobierno allendista. De hecho, otro de los eslóganes más usados en las manifestaciones fue el de “Chile despertó”, que puede aludir metafóricamente a que el país despertó de dejar las decisiones en elites políticas y económicas desarrollando agencias y resistencias colectivas; pero también y a la vez, despertó del sueño neoliberal instaurado desde la dictadura. Las alusiones a las movilizaciones de los 80 contra Pinochet y a la organización popular del periodo de Allende fueron constantes, vinculándose con un llamado a organizarse y a no volver a dormirse.
Las frases que recorrieron las calles y se hicieron populares como “Nos quiere divididos porque saben que juntos somos fuertes”, “Chile no te duermas nunca más”, “No tenemos miedo”, “Es hora de cambiarlo todo” y “Hasta que la dignidad se haga costumbre” emergieron conjuntamente con la recuperación de otras arengas dichas por Allende en su periodo político: “El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”, “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” y ”Es el día de la dignidad nacional porque Chile rompe con el pasado”.
La imagen de Allende no sólo quedó en los exhortos de las calles sino también poco a poco, en la academia y en sectores políticos de izquierda han comenzado a aparecer lecturas reivindicativas sobre el periodo de la Unidad Popular. Ya no sólo emerge una memoria de sólo conflicto y beligerancia de los mil días de Allende, sino una revalorización de ciertos cambios estructurales. De esta manera, en el último tiempo tomó otro cariz la conmemoración de la nacionalización del cobre, la reforma agraria, los avances en la salud pública y la democratización de la educación y el desarrollo de viviendas sociales para quienes realizaron tomas de terreno en los años 70. Emergen vínculos de esos eventos con lecturas actuales sobre la falta de una autonomía medioambiental, la mercantilización de la educación, la salud y la vivienda y la persecución de las tomas sociales.
Ese gobierno de la UP acusado por años de sólo caos y confrontación política también tuvo creatividad e hizo esfuerzos por caminar hacia un orden más justo e igualitario, desarrollando un ciclo de políticas sociales innovadoras, en sólo mil días. Y precisamente, esa memoria obstinada emerge clara y resistente en el estallido social: el combate a la desigualdad que prometió Allende, fue precisamente el grito más extendido desde el pasado octubre de 2019 hasta estos recientes días de confinamiento.
Caterine Galaz V.
Programa Psicología Social de la Memoria
Universidad de Chile