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Francisca Lohmann Cerón: un modo de ver y pintar. Por Alex Ibarra Peña

La obra de Francisca Lohmann Cerón, es una pintura que ya ha sido reconocida y valorada. Por ejemplo, Enrique Solanich Sotomayor y Ana María Matthei han sido testigos privilegiados de la calidad de esta pintura. Pero, lo que es más relevante es la propia conciencia de la artista que ha sido capaz de presentar puntos de vistas propios en torno a su producción pictórica desarrollada hace treinta años, como nos advierte en el prólogo: "Soy libre al expresar lo que siento, tratando de llegar al alma de todo lo que emprendo, a la esencia de las cosas, acompañada siempre de una sensación de paz interior".

El libro "Francisca Lohmann Cerón: Tres décadas dedicadas al arte (1990-2020)" viene a ser una síntesis retrospectiva de las obras más conocidas de la artista. Hermoso libro que nos permite una visión de conjunto de parte de sus exposiciones realizadas y que se encuentra disponible en los estantes de la Feria Chilena del Libro.

Sobre la pintura de esta artista diré que me resulta agradable y conmovedor la representación colorida del paisaje. El paisaje suele ser uno de los principales donadores de la experiencia de lo sublime, es en la naturaleza donde experimentamos nuestras primeras relaciones íntimas con la belleza. Imprimirle belleza al paisaje no es un desafío menor dado que habría que dotarlo de algo más de aquello propio que le pertenece. En esto se puede notar la consistencia de un artista y es en esta línea en la que concibo la producción de esta artista.

Hay dos tópicos de nuestro paisaje que han sido inspiradores en esta obra que menciono. Uno es la presencia de la Cordillera de Los Andes a la cual Francisca Lohmann con decisión homenajea principalmente en óleos en los cuales define trozos que permiten visualizar diferentes cordones cordilleranos con su clásico contraste entre el blanco y el azul, pero invadidos de eas variedad de colores que le otorgan las laderas precordilleranas, sin duda hay una observación constante que marca las distintas estaciones del año siempre acompañadas de viento. Hay algo de movimiento en la representación de estas montañas andinas.

Un segundo tópico es en cierto sentido más local y obedece a un ánimo de identificación con el territorio, en este caso el Maule. No puedo comentar este libro y estas pinturas sin referir a la nobleza de la tierra, expuesta en la prodigiosidad de la parras. La bondad de las parras tan propias del habitar de los maulinos. Parras sabias y ancianas que nos regalan el vino. El cuidado de una parra es una de las muestras de la sabiduría, la profundidad del ser humano que respeta un árbol, pero que además conoce del gozo de sus frutos. Nos habla en un lenguaje claro, por ejemplo la "tintorera" que impregna con su aroma nuestra sangre cuando brindamos con su fermento. La observación sobre los "renovales" que tienen que ver con ese desafío de un constante volver a nacer. Se nace siempre para vivir y el cuerpo reconoce aquello en su materialidad recorrida por las sensaciones y emociones transitadas hacia un horizonte por venir.

Las pinturas de Francisca Lohmann no sólo nos entregan una experiencia de cercanía con la belleza sino que también nos hablan de alguien que es capaz de mirar y de mirarse, buscando siempre un punto de vista expresivo que permita compartir su experiencia de ser. Como escribe ella misma cargada de poesía: "Vieja sabia maravillosa, experiencia, sabiduría, nace lo nuevo". Sin duda la obra de un artista no puede estar apartada de aquello que constituye su propia vida. La obra de esta artista es un punto de vista que aparece en los colores.

Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.

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