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Hace medio siglo la toma del Campamento 26 de Julio. Por Ricardo Parvex

Hace 50 años, hace puntualmente 50 años, en la madrugada del 26 de julio de 1970, un grupo de militantes del MIR, liderando a un grupo de más de 500 familias de «sin casa» provenientes de Quinta Normal, El Salto, Renca, Barrancas y otros rincones de pobreza del norte y del poniente de Santiago, nos tomábamos unos terrenos colindantes a la Escuela de Arquitectura de la U. de Chile en Cerrillos.

Era el resultado de un trabajo político de más de un año realizado sigilosamente por una unidad de cinco militantes de Quinta Normal a los que se había agregado la labor de camaradas de Recoleta y de Renca entre los cuales evoco a nuestro recordado «Feliciano», detenido desaparecido (D-D) en 1974.

Otra unidad que participó activamente en la toma fue la dirigida por Ruth, ahora fallecida y de la que formaban parte Lucas (hermano de Luz Arce), otro militante del cual solo recuerdo el nombre verdadero, el chico Hernán (más tarde embajador en Austria y España y ahora dirigente de una transnacional española) y alguien más que no recuerdo.

En la madrugada de ese día partimos en tres micros desde la Calle Loyola en Quinta Normal, luces apagadas y en silencio. Lo mismo ocurrió con una o dos que venían de Renca y El Salto con su cargamento de miseria y esperanza.

Para protegernos de la posible represión, habíamos solicitado a algunos camaradas socialistas amigos, la ayuda de algún diputado o autoridad amiga. A través de Alejandro Jiliberto, amigo nuestro y miembro del CC del PS, teníamos la esperanza de contar con la presencia del diputado Erik Schnake. Nuestra sorpresa fue inmensa cuando hacia las cuatro de la mañana llego al lugar de la toma, la mismísima Laurita Allende. Finalmente, el gobierno demócrata cristiano no nos reprimió pues a 3 meses de las elecciones presidenciales, eso habría sido una muy mala propaganda para Radomiro Tomic, candidato del oficialismo.

La unidad operativa que nos apoyaba había tomado ciertas «providencias defensivas» cuyos linchakos, bombas molotov y otras herramientas había que disimular. Atravesando a saltitos ese antiguo terreno agrícola que aun conservaba surcos, acequias y baches de todo tipo, Laurita decía: «el Chicho no me lo perdonaría si supiera que estoy aquí». Efectivamente, a tres meses de la elección presidencial el riesgo político que Laurita hacia correr a su hermano y a la UP podía ser grande, pero la solidaridad militante fue más importante.

Al final todo salió bien. Al despuntar esa fría madrugada, carpas, chozas y cuartuchos de fortuna tapizaban ese vasto y duro terreno blanqueado por la escarcha.

Nuestra primera asamblea general tuvo lugar esa misma tarde del 26 de julio. Había que decidir muchas cosas atingentes a la organización, a los derechos y deberes de las familias de la toma. La primera y la más urgente era evidentemente, el nombre del campamento. Unos días antes, en reunión del regional Santiago del partido, el Coño Aguilar y el chico Santiago, nuestros jefe y sub-jefe, habían logrado -en una apretada competencia con otros GPM- que fuera nuestra toma la que tuviera la prioridad para llevar el nombre de 26 de julio en homenaje a la Revolución cubana. La competencia con otros sectores del partido había sido recia, pero éramos nosotros los que teníamos el honor y privilegio de rendir ese homenaje.

La asamblea general, con más de doscientas personas, se hizo en un lugar que más tarde sería el centro de la toma y donde se instalarían policlínico, olla común y guardería infantil.

 Compañeros, dije alzando la voz para hacerme escuchar, nuestra primera tarea es «bautizar» nuestra toma. Propongan nombres y votemos democráticamente. La verdad es que en nuestra unidad teníamos todo preparado para que fuera 26 de julio el nombre que se «decidiera». Sebastián, único militante, que era también verdaderamente poblador de la toma, con libreta Corvi y todo, debía levantar la mano y proponer 26 de julio. Cuando yo ofrecí la palabra para las proposiciones, Sebastián estaba pajareando y no hizo lo que tenía que hacer. Entretanto una pobladora chiquita y flaca pero con voz de feriera experimentada, lanzó -Compañeros, pongámosle campamento Santa Ana, porque hoy es su santo. Su intervención fue seguida de movimientos de aprobación en la masa desarrapada. La gente tenía frío, estaban cansados y poco le importaba como se llamara la toma. Pánico entre los militantes de sólo imaginar la cara que podrían el Pollo y los camaradas del comité Regional al enterarse de tal nombre. Santa Ana, la madre de Jesus!!!

Rápidamente y de manera absolutamente hipócrita yo dije: -buena idea compañera- mientras lanzaba miradas que ametrallaban a Sebastián. De golpe este pajarón se dio cuenta de la situación y se acordó de su misión, entonces dijo, -propongo Campamento 26 de julio, porque es la fecha en que ha nacido nuestra toma-. Nuevamente y de manera bastante demagógica dije –también es una buena idea pues este día marca el momento en que nuestras vidas van al fin cambiar. A partir de hoy cada uno de nosotros tendrá un lugarcito propio donde echar sus huesos –y exagerando esta buena idea dije: de ahora en adelante habrá un antes y un después del 26 de julio y será muy importante que cuando el tiempo pase, sus hijos y los que vengan conozcan esta fecha.

 Después de mi perorata la gente dijo -Bueno, pongámosle 26 de julio.

Alivio entre los militantes, arrepentimiento en la mirada de Sebastián...

Evidentemente, nadie entre los pobladores tenía la menor idea del aniversario del asalto al Cuartel Moncada ni le interesaba la Zafra de los 10 millones programada para ese año.

En ese «territorio libre de Santiago», los únicos que fueron autorizados a repartir propaganda en su interior fue el comité de Unidad popular (CUP) de Cerrillos. El resto ni siquiera se atrevió a acercarse.

Tres meses más tarde, el cuatro de septiembre yo salí temprano del campamento para votar Salvador Allende en la antigua Escuela Normal 2 de Matucana. Ese día, al comienzo de la noche, por su propia iniciativa, los pobladores vinieron a pedirnos la autorización para usar la sala de reunión y celebrar la elección de Salvador Allende. Nosotros nos unimos pasivamente a la fiesta con una sensación de sorpresa y de un cierto desconcierto sintiéndonos un poco al margen.

Mucho me habría gustado visitar hoy día esos lugares, ahora ocupados por la Escuela de Suboficiales de Carabineros.

Ricardo Parvex

Paris, 26 de julio del 2020

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