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Historia, Educación y Constitución. Por Luis Osorio

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Se podría decir que hemos llegado al final de un ciclo, con la finalización de la redacción de la Nueva Constitución, momento en que ya se encuentran la totalidad de los elementos sobre la mesa para tomar una decisión en conciencia y fundada.

En lo legislativo, que no es el caso, existe la figura a medida que se van construyendo las leyes, referirse a la historia de la ley, a la cual se le puede ir haciendo un seguimiento de su evolución y que considera incluso las modificaciones posteriores al momento de cuando ya forma parte de un cuerpo legislativo.

En el caso de la Nueva Constitución, también se puede observar una historia, la cual es mucho más extensa, ya que se trata de la historia del país, que en su concepto más moderno comienza en septiembre del 73.

Sobre el período de dictadura, o como algunos le denominan el gobierno cívico militar, hay bastante escrito y lo mismo de las consecuencias que de allí derivan. En una época, de grandes transgresiones a los derechos humanos, se modelaba el país en el eje sustancial de convivencia como lo es el sistema económico, de beneficio para los poderes dominantes y como elemento de construcción de las desigualdades profundas futuras.

Los aspectos estructurales del país, están centrados y enraizados a la Constitución del 80. En medio, de los años siguientes siempre en la década del 80 y en condiciones adversas, había grupos de actitud sincera que se reunían para trazar lo que sería Chile en democracia, bajo una forma totalmente diferente al significado de la ideología impuesta a sangre y fuego, observando lo que vendría dentro de un horizonte de cambios profundos. En paralelo y a medida que se acercaba el fin de esa década, otros tomaban el ritmo de lo que ha sido el país hasta la actualidad, de los años que se cuentan desde el año 1990 hasta el 2021.

La justificación inicial para no transformar, era el nivel de pobreza en que se asumían los gobiernos después de Pinochet, pero a medida que pasaban los años, no se aprecia la intención de cambio. Los discursos de campaña, instalaban temas para ganar las elecciones, pero una vez que se llega al gobierno, es donde se sometía a prueba si realmente era una práctica la frase, entre otras, del crecer con igualdad.

Parte esencial de los cambios que vayan en beneficio de mayorías, tienen dos elementos, ir a lo esencial y pensar el cambio en función de muchos. En dictadura, se impone un tipo de sociedad, pero a posteriori no hay elaboración de una sociedad diferente y tampoco la idea de un modelo distinto. Es la evidencia de un acomodo a las circunstancias para el bienestar de pocos, que, aunque se pudieran atribuir a factores de globalización, la concurrencia de varios países en líneas similares, también merece una crítica y mucho menos es argumento de justificación.

Las calidades morales y éticas entran en juego, aunque de manera clara son aspectos que no tuvieron un valor que se les pudiera asignar en el ejercicio de los gobiernos.

Las salvaguardas, las hegemonías y las ganancias que se pueden obtener, las cuales no se quieren perder, van generando una pauta y un estilo característico del país, por cierto, lejos del más adecuado.

Bajo una forma de haber visto las cosas en un sentido optimista y racional, luego que el sistema político determinara la inscripción automática en los registros electorales y el voto voluntario, con los primeros resultados obtenidos en esa modalidad, que mostraban la concurrencia de alrededor del 50% del padrón electoral en las elecciones, ingenuamente avizoraba una preocupación por parte de la denominada clase política, del significado de ser elegidos de manera efectiva con mayorías relativas, sin embargo, ello no era preocupación. La lectura que aplica, es que el apego a la calculadora era mayor y el resto no importaba, no era conveniente la participación mayoritaria, escapaba al control de las cifras.

El escenario anterior, ya se producía a lo menos diez años después de finalizada la dictadura. Los rumbos en lo político y el statu quo frenaba las transformaciones, ya estaban trazados y claramente definidos. Se habían consolidado los eficientes administradores de un modelo y actuaban siguiendo la línea de sus ideólogos.

Al no existir las voluntades necesarias para los cambios, en lapsos de tiempo más que suficientes; el no concebir un tipo diferente de sociedad; la mantención de brechas y grietas de magnitud; llevan de manera inevitable al estallido social que es una expresión de descontento con la “obra no realizada” y el descaro de no reconocer a la fecha las responsabilidades en haber llegado a un punto de alta tensión. Eran treinta años, en que se actuó en forma premeditada y mucho de lo social ante la comunidad internacional se cubría con una alfombra.

En base a lo dicho de manera precedente, es que se genera una succión desde lo político y en particular desde el gobierno de Piñera, concretado en un acuerdo por la paz y que desemboca en el proceso constituyente. El detonante es el problema social que en un momento estalla, diciendo las cosas no dan para más, pero en el acuerdo no se observa a quienes tienen esos problemas sociales, es la presencia de la clase política. Más aún, ese día 15 de noviembre del 2019, estaban en los salones en que se ponían las rúbricas, algunos sectores que siempre han querido que la Constitución del 80 permanezca, y más aún se legitime.

A partir de allí, se abren dos caminos. Las demandas del estallido social que se encuentran pendientes, y que, en el contexto de este artículo, son una reacción política de la ciudadanía ante una postergación creciente. El otro camino, es lo constituyente, sobre lo cual hay observaciones que la historia no puede pasar por alto, al menos en los aspectos que no son parte de interpretaciones ni actuales ni futuras, sino a formas concretas en que se fue procediendo.

El proceso constitucional, tiene dos partes, una es la que da la partida; la otra es todo lo acontecido desde el momento en que se instala la Convención, hasta que se realiza la última votación en pleno.

Así, se levantan los siguientes reparos. Ante el significado indiscutible del plebiscito de salida, en que la lectura real es que compite la Nueva Constitución con la permanencia de la Constitución del 80, es esta última la que le fija condiciones de entrada a la que podría ser su sucesora; se acuerda un plebiscito de entrada con voto voluntario y un plebiscito de salida con voto obligatorio, no hay una explicación para la diferencia sustancial entre ambos; a los que en el plebiscito de entrada eran proclives a que no se llevara a cabo el proceso constitucional, podían pronunciarse respecto al mecanismo para el caso que en esa instancia ganara el Apruebo; ya realizado el plebiscito de entrada, aún no se materializaba la reforma sobre participación de pueblos originarios y tampoco lo relativo a paridad, es decir, no se tiene en cuenta el criterio de una debida secuencialidad y orden de precedencia.

Los aspectos mencionados, deben quedar plasmados en la historia, por cuanto hablan de las formas en que se enfrentan las cosas en un país, sin apego a la lógica procesual.

Lo anterior, es de responsabilidad del sistema político aún vigente y para nada atribuible a los convencionales.

La otra parte sí tiene que ver con el proceso constituyente, y al respecto hay que sincerarse.

La condición contraria al no votar rechazo, no va de la mano con un incondicionalismo por la opción apruebo, en primer lugar, porque es necesario y hay el tiempo para leer, además, se puede contraponer desde la experiencia, con los cambios presentes en lo nuevo y construyendo juicios de lo vivido en 42 años. No puede ser una decisión de tipo binaria y mucho menos seguir a aquellos que tratan de proliferar un rechazo con adornos.

Resulta un poco acelerado quedarse con el texto presentado como borrador, el 16 de mayo de este año en Antofagasta, siendo que aún faltaba el trabajo en tres áreas, armonización, normas transitorias y preámbulo. La primera de ellas se irá observando con la lectura del texto, en tanto las dos restantes tienen aspectos que merecen comentarios, y son relevantes en la historia de la redacción de la Nueva Constitución.

Antes de entrar en el análisis, de estas dos vertientes, imaginemos las opciones que se tienen dentro de la urna el día 4 de septiembre. Una de ellas de inmediato descartada, el rechazo es legitimar la Constitución del 80 impuesta en dictadura, pero ello no conduce a la implicancia de un apruebo por descarte. Se cruza la posibilidad de la papeleta en blanco, que irá hacia el apruebo en base a un voto informado en su mérito.

La lectura va algo más allá que un recorrido por las páginas de principio a fin. Se trata también de ir observando las actitudes e intenciones manifestadas por quienes en lo inmediato son parte de las decisiones que se toman a nivel país.

Pero avancemos en los aspectos que tienen un grado de merecedores de comentarios.

La Nueva Constitución, a partir del conocimiento que se tiene de ella y que se irá refrendando con la lectura, promueve un Sistema Político diferente al actual, con el cual no hay reparos. Sin embargo, con todo lo aguerrida que es en ocasiones “el alma nacional”, y en consideración a un triunfo del Apruebo, no se consideró la alternativa de poner el nuevo Sistema Político en funcionamiento dentro de un período breve, incluso en un plazo no superior a 90 días, atendiendo a que un resultado de este tipo representa el alcanzar por primera vez en años, una democracia real y más aún bajo un plebiscito de participación obligatoria. Por el contrario, es el parlamento actual, proveniente del Sistema Político dictaminado por la Constitución del 80, el que tiene una ventana para reformar la Nueva Constitución, aunque está haya sido determinada por mayorías efectivas, al contrario de la conformación de ambas cámaras, que se insertan en el voto del 50% del padrón electoral. Esta postura, va más allá del aspecto de los quorum para reformar, es algo que ya no ocurrió, pero se le deja en la historia de la época desde ya.

Un segundo y último aspecto, es de tipo actitudinal y una tendencia a negar cosas o dejarlas bajo la alfombra. En el preámbulo, no se consignó un párrafo del siguiente tenor "Considerando los dolores del pasado y tras un estallido social, enfrentamos las injusticias y demandas históricas con la fuerza de la juventud, para asumir esta vía institucional a través de una Convención Constitucional”, se trata que en un largo tiempo producto de los gobiernos post dictadura, y con el statu quo practicado, fueron quedando aspectos pendientes, incluso no siempre con una buena acogida a las agrupaciones de los derechos humanos; a las demandas por un sistema previsional diferente, se le hizo caso omiso; sólo abundaban las comisiones sin resultados, el poder económico siempre tenía el predominio. En cuanto a la juventud, es más que claro su accionar como artífices de las demandas en a lo menos las tres últimas décadas, y está latente el rol del estallido social en estos tiempos.

¿Entonces qué se logra con la omisión, si algo fundamental de una Nueva Constitución es la visión de futuro, sin renegar de hechos que son fehacientes y surge la necesidad de dejarlos escritos? Otro elemento que pasa de inmediato a la historia.

En la lectura propuesta como necesaria para la decisión, hay que aplicar diferentes metodologías sin abandonar el debido análisis y reflexión. Pueden ser lecturas colectivas por distintos medios, instancias de discusión transversales, y el uso de diferentes formas de comunicación que la pandemia nos ha ido dejando a su paso.

Pueden surgir interrogantes, en cuanto a visualizar leyes que eventualmente al entrar en vigencia la Nueva Constitución, podrían ser derogadas o modificadas, para situarlas en el nuevo espíritu constitucional. Así mismo, en un tiempo no inmediato comenzar a trabajar en nuevas leyes acordes a las prioridades de cambio.

Con esta forma constructiva de un voto que parte en blanco y se acerca al APRUEBO, imagino la situación siguiente. La educación algo clave en las oportunidades y el futuro de las personas, como un medio que contrarreste las desigualdades de manera real.

En las reformas educacionales implementadas a la fecha, ésta ausente el llegar a un nivel mínimo de diferencia entre la educación pública y privada; de igual forma no se le otorga importancia a una alta exigencia para acceder a estudiar pedagogía con todas sus implicancias. Planteando esto, bajo el concepto que la educación es de alto impacto al construir una sociedad diferente. Se trata de dar respuesta a estas cuestiones fundamentales. Llega el momento de ir más allá del texto constitucional, porque un país debe construirse desde su Constitución, sus leyes, espacios de participación, decisiones, voluntades y actitudes, con una mirada diferenciadora de sociedad y alejada de un modelo que venía de la época del dictador. Es un desafío de magnitud, además, todo lo presentado en este artículo, es materia para educar, en un período de reflexión inserto en un ambiente lector compartiendo con otros, para volver a escribir un nuevo capítulo de la historia después del 4 de septiembre.

En lo inmediato, es conveniente no saltarse algunas cifras. En el plebiscito de entrada, el APRUEBO se impuso por alrededor de un 78%, pero hay un detalle importante a tener en cuenta, la participación del padrón fue de un 50,95%, con voto obligatorio falta la anuencia del 49,05% y cierta cantidad de electores nuevos, incorporados al padrón con posterioridad al 25 de octubre del 2020 en que, de manera voluntaria, se sufrago en el plebiscito de entrada.

A veces la comprensión lectora y el entendimiento de las matemáticas juegan en contra.

27 de junio de 2022

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