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Los puntos críticos del proceso constituyente. Por Luis Osorio

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La historia y los procesos que giran alrededor de ella no son casuales, sino intencionados, con claridad en sus efectos y consecuencias.

Las cifras y los hechos, acontecimientos actuales y de un tiempo más extenso son influyentes, los cuales se van hilando con declaraciones que se suscitan en el día a día, de las cuales hay que estar atento en su lectura de fondo. El gobierno actual de Piñera, parte de una alternancia no habitual entre dos mandatarios, en que ambos ejercían por segunda vez la presidencia. Ello lleva a pensar en qué falló el conglomerado de Bachelet, de transmitir el mando en dos ocasiones a la derecha.

Más aún, cuál fue el motivo a que en un tiempo de relativa tranquilidad no se alcanzó a finalizar un proceso constituyente, dentro de un contexto en que eran fuerzas gobernantes, y hoy aparecen como principales propulsores de un acuerdo constitucional, que provenía del acuerdo por la paz. Esto haciendo referencia a Cabildos muy bien organizados en el segundo gobierno de Bachelet, pero sin llegada a puerto.

Por el contrario, el tema se instala en un gobierno de derecha, en el cual se encuentran elementos vinculantes de personas, con los autores de la Constitución del 80.

La Constitución que podría cambiar, dependiendo del curso que vayan tomando los acontecimientos, no fue un mero texto superficial, sino que realizó una traza de destino para el país, que representa un modelo, una ideología, una estrategia, pasos tácticos y una doctrina. Impuesta en un ambiente dictatorial, redactado entre pocos, con afección para muchos y con horizonte de largo plazo.

El tiempo de permanencia de las Constituciones, siempre ha sido extenso, la 1833 permaneció 92 años, la de 1925, con permanencia de 48 años, y la de 1980 tiene 40 años.

Este asunto de las cifras, tiene varios significados. Aunque se desestime, el poder de los grupos de derecha y de por sí el poder económico, no trabajan para el corto plazo ni con criterios inmediatistas. Cuando llega por segunda vez Piñera a La Moneda, percibí que su intención era proyectar un país para dominar por unos 50 años más, seguramente con algunos ajustes de readecuación del modelo.

Frente a esa cuestión contundente de visión a largo plazo, tal vez los 30 pesos versus 30 años, no alcanzan a tener el peso suficiente para contrarrestar. Hace unos días, la alcaldesa de Providencia, mencionaba que la nueva Constitución debería trazar un Chile para 40 años más, visión que va en línea con lo que es la esencia de su sector.

Estos signos manifiestan, de manera real que lo constitucional en el país, siempre ha estado polarizado hacia un lado, y las implicancias sociales que son el efecto, van en desmedro de las mayorías. Sólo sobreviven quienes se van acomodando.

El 18 de octubre del 2019, y de ahí en adelante, se marcó un momento muy importante en la demanda y el descubrimiento o despertar de un Chile escondido, pero en absoluto todo ese acontecer, aún en desarrollo, representa a la totalidad de las fuerzas políticas que concurrían a firmar el acuerdo donde se le daba la apertura al proceso constituyente. Se trata de dos mundos distintos.

Es cierto que sale el tema del cambio constitucional, pero en ningún caso surge como el engranaje perfecto con los tiempos que transcurren, más bien es una acción de salvataje de quienes minoritariamente han tenido la conducción del país, y lejos de las soluciones reales a las múltiples situaciones que estaban presentes en la calle. Sigue dando vuelta el clima de desconfianza.

Quienes firman un acuerdo, no tienen representatividad de mayorías lo cual sería esencial de una democracia, pero alrededor del proceso, son todos los habilitados para sufragar quienes deben concurrir al plebiscito de salida, lo cual podría ser significativo desde el punto de vista que se deja planteado un involucramiento total. Es ahí donde se podría generar una situación particular, ya que se rompe el esquema electoral del voto voluntario, y, por ende, la mayoría que no es parte del acuerdo, sí tiene un derecho tal vez no reconocido, de no ser obediente de lo que surja de unos pocos, sino que es la posibilidad que sin impedimentos puedan incluso ir creando canales de participación paralelos, si es que no se sienten identificados con los eventuales constituyentes.

Con la mirada de largo plazo de lo que debería ser una Constitución, puede que incluso no sea el mejor momento para abordar un proceso de este tipo. La derecha, parte de una ventaja, a pesar de haber ganado la opción APRUEBO con alrededor de una participación cercana al 50% de los electores, con un resultado del 80% por esa tendencia que en rigor representa al 40% de los habilitados para sufragar, aún tiene vigente su Constitución de 1980, que le tiende un puente de pisos mínimos a la nueva Constitución establecidos en la reforma que “autoriza” la realización del proceso. El principal, seguramente testado por Jaime Guzmán, la prevalencia de los dos tercios.

A la vez, tal vez en un acto de irresponsabilidad, ya con plebiscito de entrada realizado, aún no están zanjados todos los temas que competen al proceso, como es el caso de la participación de los pueblos originarios. La lógica indica, que el plebiscito del 25 de octubre de 2020, debería haberse desarrollado con todo ya resuelto, y más aún, con una explicación racional del por qué no era obligatorio el plebiscito de entrada.

Así las cosas, tenemos tres sectores vinculados al proceso constituyente, la derecha, la oposición y la mayoría de los ciudadanos.

Al referirse a la oposición, no se puede hacer mención a un polo opuesto como lo sería una izquierda, ya que en rigor es un sector multifacético de visiones no confluyentes. En estos tiempos, tienen latente el tema de la unidad, pero ésta se encuentra circunscrita a temas electorales y de competencias de poder, ya que si hubiese un sentido común de tipo de sociedad y de modelo futuro, la unidad ni siquiera sería tema de discusión y las candidaturas sólo se definirían entre los más capaces, abriendo paso a generaciones que construyan la convivencia, modelos y estructuras de siglo XXI, con incentivo al retiro de quienes no actuaron en el momento oportuno de cuando el viraje en el país comenzaba a ser necesario, con el término del gobierno militar. Tal vez se trataba de otro acuerdo de conveniencias.

Al no haber acuerdos en el ámbito eleccionario, ello no es malo si es que se interpreta como un acto de sinceridad. Pero el fondo, a parte del poder en competencia, es la carencia de una visión de largo alcance, si no se logra acuerdo para períodos de cuatro años, menos habrá entendimiento de largo plazo y que perfilen un modelo distinto de sociedad, más aún imposibilitado de incorporar estrategia y carente de sostenibilidad, sin ni siquiera pretender instauración doctrinaria, para sectores “progresista” ello puede ser antidemocrático, y para la derecha es un elemento esencial.

En esto, hay sectores que han sido parte de los gobiernos post año 90, pero nunca tuvieron intenciones de grandes cambios y mucho menos la inquietud de una nueva Constitución, salvo un sector que desde hace muchos años insistía en la transformación política vía cambio de la Constitución y con el mecanismo de Asamblea Constituyente, es el PC, sector de gran consecuencia.

Hay un partido más joven, próximo a cumplir 9 años, que podría haber sido referente en todo lo que viene, pero no es bueno cuando a tan temprana edad se tenga divisiones internas en las cuales se instalen diferentes “lotes”, como lo reflejaba hace unos días una columna publicada en el diario electrónico de la radio de la Universidad de Chile, y que ya ha tenido el retiro de tres parlamentarios de sus filas, eso no debería ocurrir en un momento de relevancia histórica, por el cual se han empeñado con bastante ímpetu.

También, hay sectores que año a año le rinden homenaje a Salvador Allende, pero no saben reeditar su figura desde la consecuencia. No es muy conocido y un tanto oculto, que fue bajo su gobierno en que se levantó un proyecto para una nueva Constitución.

En síntesis, hay ambiente entre los firmantes del acuerdo catalogados como de oposición, de la ausencia de una convicción sostenida con el correr de los años, y que permita reconocerlos como los gestores de manera permanente, de terminar con la Constitución de Pinochet. Sabemos con precisión cuánto calza cada uno.

Por ese lado, hay una profunda inmadurez para enfrentar un período histórico relevante, y es claro quienes se ven favorecidos.

Luego, como alternativa y fuera del control de quienes firmaban el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, hay hartos más que en propiedad, podrían desde diferentes lugares estar forzando y con conocimiento de causa social, el proceso que se viene. Se trata de un sector que puede pasar a ser mayoría real lejano al formalismo y conservadurismo de una democracia mal entendida. Por el momento, sigilosamente el gobierno se está moviendo. No es ni más ni menos que el ministro Allamand quien lidero la firma de un convenio de asesoría para los constituyentes, provenientes de la OCDE. Al parecer no se confía en la capacidad de ellos para inquirir por sí solos experiencias desde otros países, y principalmente la capacidad de construir desde su pensamiento, sin dejarse influenciar. Además, que no se vaya dejar de lado la necesidad de durante todo el proceso, se éste transparentando lo que se discuta en la Convención, con nombre y apellido, sin el resguardo de un debido secreto, que sería dar la espalda a los chilenos.

La ciudadanía sabrá cómo organizarse, ya tenía experiencias previas en la realización de Cabildos participativos el año 2019, el 2021 con un proceso constituyente el estímulo es mayor y si no hay confianza en otros, se deberá poner en funcionamiento la autoconfianza y el pie forzado dirigido a quienes por años fueron administradores de un modelo, que es de esperar se encuentren como observadores pero bien de lejos, tienen la responsabilidad de no haber permitido desarrollarse en una patria justa, primaron intereses personales.

Esta es la historia en desarrollo, aún tengo aprehensiones sobre su desenlace, queda el sentimiento de un acto abrupto sin diseño previo. El análisis es fundamental, es mejor situarse en un tablero de ajedrez y no en mensajes por Twitter.

8 de diciembre de 2020

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