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Memorias, olvidos y visiones de un parque abandonado. Por Sebastián Infante

Pasados 35 años de su llegada al valle de Santiago en 1541, las huestes de Pedro de Valdivia y sus herederos todavía tenían al río Mapocho como única fuente de abastecimiento de aguas.

En 1577 el Cabildo de Santiago acordó la construcción de obras que aprovecharan las aguas del estero de Ramón, provenientes de la precordillera andina al sur del Mapocho, dada su mejor calidad para el consumo humano.
También se decidió conducirlas hasta una pila ubicada en la plaza actual Plaza de Armas, donde los aguateros pudieran extraer el agua y repartirla en cántaros a lomo de mula entre la población.

Pasarían más de dos siglos de colonia española, para que el gobernador Ambrosio O’Higgins encargara la construcción de una red de cañerías superficiales de greda, que mejorara la calidad de las aguas y su transporte a la ciudad. Solo a mediados del siglo XIX se comenzó a distribuir el agua a través de cañerías metálicas.

En 1861 se creó la Empresa de Agua Potable de Santiago, y para 1865 se terminaban de construir los dos primeros estanques para almacenar agua potable para Santiago, que se ubicaron en la actual comuna de La Reina, capturando los flujos del estero de Ramón. También comienza entonces la distribución del agua potable por la ciudad a través de cañerías metálicas.

En 1894, se expropiaron los terrenos de la hoya hidrográfica de la quebrada de Ramón a los entonces propietarios de fundos de apellidos Ossa y Larraín, todavía recordados por el nombre de las principales calles de la comuna. Respecto de los primeros estanques de agua potable de Santiago, cabe señalar que 161 años después están inutilizados, en un estado de ruina y completo abandono. Lo mismo cabe decir de sus infraestructuras de captación de aguas y de desagües desde y hacia el aledaño canal de Ramón.

Estas ruinas yacen al interior de un predio de 5,5 hectáreas, de forma irregular, demarcado por la trayectoria del canal que lo cruza en su interior. _ _ En este espacio se levantó un club de campo para los trabajadores de la compañía estatal del agua potable, que funcionó hasta que ésta fue privatizada a fines de los años 90, hoy en manos de la transnacional Aguas Andinas. Con el tiempo y los nuevos aires empresariales, mantener un club de campo para el bienestar de los trabajadores de la empresa se estimó como un gasto superfluo y el hermoso espacio terminaría convertiéndose en un sitio eriazo, que genera conflictos entre sus vecinos por razones de seguridad. Solamente ha estado protegido de la voracidad inmobiliaria por la afectación como área verde que establece el plan regulador comunal.

Lo que nadie previó en su momento es que, con el estallido social, un grupo de vecinos convergiera a fines del 2019 en la plaza colindante al predio. Primero, en jornadas de protesta callejera; luego, formando una asamblea territorial, organizando cabildos de plaza y eventos artístico culturales todos los fines de semana, creando una mayor conciencia comunitaria del territorio y una voluntad transformadora pocas veces vistas entre los vecinos de esta comuna.

Y luego vino la larga noche de la pandemia, las cuarentenas y los encierros. En ese período de reclusión, en el que solo se permitía circular con restricciones por el barrio y se evitaban las reuniones en espacios cerrados, los mismos vecinos desarrollaron una hermosa huerta comunitaria de 5 bancales en una platabanda hasta entonces eriaza, pintaron un mural de 20 metros de longitud e instalaron una voluptuosa escultura en madera, reconvirtiendo un simple espacio público de vereda en un patrimonio de identidad local en clave de memoria, presente y futuro.

Pero no solo eso. También engendraron una propuesta de uso para el predio de Aguas Andinas y esbozaron los principios generales de su diseño como parque natural, orientado a generar un espacio urbano de bosque, senderos, huertas y humedales, que privilegie la vida comunitaria en contacto con la naturaleza, la salud, la educación, el arte y la cultura. Y que al mismo tiempo se levante un Museo del Agua a partir de las ruinas de la primera planta de agua potable de Santiago, 160 años después de su construcción y que se la declare prontamente como monumento nacional.

Esta propuesta fue presentada en su momento a los precandidatos y candidatos a alcaldes, luego al alcalde y al concejo municipal, con miras a que el Municipio gestionara la compra o el comodato del predio y planifique participativamente con la comunidad la zonificación del espacio, sus requerimientos de inversión, sus estrategias de uso y cuidado, así como su modalidad de gobernanza y administración.

Por otra parte, el Comité Ambiental Comunal de La Reina, se ha sumado a esta propuesta en tiempos de pandemia y pospandemia, invitando a los vecinos a participar en caminatas grupales por calles de la comuna, visitando distintos hitos durante el recorrido, con el objetivo de informar y dialogar horizontalmente sobre los desafíos socioambientales que enfrenta el territorio. Así se ha buscado crear conciencia comunitaria, encontrar puntos en común y crear sinergias vecinales para un mejor vivir. Recorridos por el interior y exterior del parque en estas jornadas de diálogos caminantes han permitido ganar nuevos adeptos al proyecto de vecinos provenientes de otros sectores de la comuna.

A pesar de los sueños de barrio que se han tejido en torno a este predio, los vecinos se encontraron hace pocos días con la sorpresa de un llamado a licitación pública por el mismo, publicada en un portal inmobiliario santiaguino. En éste, se señalan como principales atributos del predio el “estar emplazado en una zona consolidada, caracterizada por ser uno de los polos comerciales y de servicios de La Reina, con presencia de bancos, restaurantes, servicios, colegios, etc.” Aunque se advierte que de acuerdo al plan regulador el uso permitido es de Área Verde, se destaca la posibilidad de destinar un 20% de la superficie a equipamiento y tener 100 metros de frente a la avenida Príncipe de Gales, una de las principales de la comuna.

Según la publicación del corredor de la propiedad, el proceso cierra el 27 de octubre, y será adjudicada al mejor postor. Se trata nada menos que de una propiedad que formó parte de un acto de expropiación a fines del siglo XIX, que seguramente no tuvo ninguna incidencia en el precio pagado al Estado cuando la empresa sanitaria de Santiago fue privatizada, que además posee un alto valor patrimonial cultural no declarado oficialmente.

Todavía me resuena esa vieja cantinela neoliberal que dice que el mercado y la propiedad privada siempre garantizan una mejor asignación de los recursos en la sociedad y que el estado es mejor que no intervenga. Siguiendo esos consejos, daría lo mismo que hablemos de aguas, de bosques, de áreas verdes, de patrimonios, de espacios públicos para el encuentro comunitario, de educación ambiental y arte al aire libre. Todas estas demandas no se expresan en el mercado de los suelos, ni ha sido considerada en la gestión municipal de las obras públicas de una comuna con recursos como La Reina, que no ahorra recursos para invertir anualmente en fierros y cemento.

Donde sí quedó expresada esta demanda es en el texto de la nueva constitución, en los artículos de cambio climático, de bienes naturales comunes, de educación ambiental, de acceso responsable a la naturaleza, en los nuevos roles que se asignan a los municipios y los gobiernos regionales en la gestión del medio ambiente, la biodiversidad y las áreas protegidas. Y, para qué decir, de promoción de la participación ciudadana, especialmente en la gestión de los asuntos locales.

El texto constitucional no es un texto frío. El apellido de constitución ecológica no es un asunto alejado a las preocupaciones de los pueblos, ni ajeno a sus sueños. Si bien no destruye los mercados ni afecta la propiedad privada, sí cambia el derrotero para lo que son los bienes naturales comunes, hasta la fecha abandonados en el olvido, sujetos al sacrificio extractivo, a la especulación inmobiliaria o al vertido de residuos.

El primero de octubre las organizaciones vecinas en torno al parque celebrarán el Festival de las Aguas de Ramón, en la plaza Chile Perú, aledaña al Parque de Aguas Andinas. Buena música, bordados, grandes lienzos y un diálogo caminante en dirección al parque abandonado, pidiendo que se suspenda la licitación, que el terreno sea entregado en comodato o cedido al municipio y que éste diseñe y ejecute el proyectado parque con la participación de la comunidad.

Sebastián Infante
Director ejecutivo Fundación Sendero de Chile

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