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¡Necesitamos más feminismo! Estado y cuidado en crisis. Por Patricia Fernández Véliz.

¿Es sostenible esta forma de vida en el tiempo?, ¿quién sostiene nuestras vidas?. A siete meses de la pandemia, nosotras las mujeres, hemos estado cuidando y sosteniendo nuestras vidas, la de los otrxs y nuestro mundo privado, a costa de las ganancias de un sistema capitalista y patriarcal, donde sólo importa el mercado, la producción y el sistema financiero, por sobre la salud, la calidad de vida, y el bienestar emocional y físico de nuestras familias. Como la escultura de mármol el Atlas Farnesio, las mujeres sostenemos el mundo en nuestros hombros.

Durante toda la vida nosotras y nuestras abuelas hemos sido parte de una red invisible de cuidados esenciales, con dedicación y cariño. Características fundamentales para el funcionamiento de la economía oficial, que se alimenta en base al trabajo no remunerado de las mujeres.

El problema del capitalismo radica en que se basa en la subordinación de la reproducción de la vida, se apropia del trabajo de los cuidados, que son labores domésticas y de cuidado, realizadas en el espacio privado sin remuneración. Es muy difícil que pueda garantizar un lugar donde se sostiene la vida humana, ya que es un sistema que no considera elementos esenciales, que hacen posible todas las otras actividades que están vinculadas al desarrollo de la vida. En estos tiempos complejos y de incertumbre por el futuro se pone en evidencia la injusta, desigual y desproporcionada organización de los cuidados en nuestra sociedad chilena. Este fenómeno no es nuevo, ya que durante muchas décadas ha sido un espacio invisibilizado, precarizado y subvalorado por el estado y las políticas públicas. Los cuidados no están en primera línea. La crisis de los cuidados se agudiza hoy en tiempos de pandemia y se manifiesta dando señales propias de un malestar social, causado por el abandono por parte del Estado. Los altos niveles de cesantía, similar a la crisis del 82, precariedad, pobreza y la desconfianza brutal hacia las instituciones, son prueba de ello.

Hoy el cansancio y agotamiento de las mujeres, es producto del intenso trabajo tanto en los hogares, como fuera de estos, o por la cotidianeidad de la multiplicidad de funciones que ellas desarrollan. Muchas de éstas mujeres manifiestan, “el tiempo no me alcanza”, “no tengo tiempo para descansar”, “tuve que dejar de trabajar para cuidar a mis hijxs”. Sin lugar a dudas, las redes de apoyo públicas o privadas ya no funcionan, colapsaron o simplemente jamás funcionaron. Las mujeres hoy, y poco a poco, han dejado de ser parte de la fuerza laboral en el mercado, quedándose en sus casas para cuidar a los demás: niños, niñas, adultxs mayores y realizar trabajos domésticos.

La fundación Sol en un estudio de mujeres y trabajo, “No es amor sino trabajo no pagado”, señala que el total de personas “inactivas” que realizan quehaceres en el hogar un 96,9 % son mujeres y sólo un 3,4 % son hombres. Además, el estudio revela un índice novedoso que tiene que ver con la “pobreza de tiempo”, indicando que el 53,1% de las mujeres ocupadas en Chile no tienen tiempo suficiente para el descanso o autocuidado.

Los cuidados deben estar en el centro de las políticas públicas y de los gobiernos, como un eje fundamental en la sostenibilidad de la vida humana. Como lo plantea Cristina Carrasco, economista y feminista, quien señala la vida de todas las personas depende directamente de tres ámbitos: la naturaleza, el espacio doméstico y el ámbito de la producción o transformación asociado al mercado.

En dichas actividades, los cuidados constituyen un trabajo -hasta ahora- invisible, marginalizado y subvalorado por el Estado y la sociedad, pero, paradójicamente, imprescindible para la subsistencia de la vida humana. Los cuidados son derechos sociales, y es el Estado quien tiene que garantizarlos para brindar un bienestar social a las familias.

Es importante repensar una política pública realmente transformadora, equitativa y justa. Necesitamos políticas desde el Estado, donde los cuidados, y las personas que los garantizan, sean el centro y eje transversal de cualquier acción.

Desde una mirada de la economía feminista debemos redefinir el orden social, organizar los tiempos, compartirlos y valorizar los trabajos de cuidado, que en su mayoría son las mujeres quienes lo realizan a nivel mundial. Construir un mundo, que nos brinde bienestar y un buen vivir que va más allá de los mercados oficiales, trabajar en red de manera colectiva y en comunidad donde participen en complicidad hombres y mujeres.

Y como dice Silvia Federici, es importante a nivel internacional el movimiento de mujeres y feministas ya que son estratégicos al momento de enfrentar al Estado y construir otro tipo de sociedad. Se trata de crear formas distintas de organización, de redes de mujeres, de lazos, no sólo de resistencia, creando una sociedad donde la vida es el centro.

Necesitamos más feminismo con urgencia, para organizar nuestro mundo y nuestro futuro de otras formas. Crear alternativas, redes con dinámicas solidarias y comunidades de cuidado entre todas. Pensar colectivamente y no aislados, repensar que las cosas se pueden hacer de otras maneras. No es tarea fácil, todo lo contrario, hay que enfrentar la actual crisis de acumulación, romper barreras y antiguos paradigmas.

Patricia Fernández Véliz.
Antropóloga, Doctora (c) Artes y humanidades. Universidad de Cádiz, España. Integrante de la RED HILA, red iberoamericana de estudios de género. Directora Centro estudios Igualdad Cono Sur Valdivia-Chile.

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