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Polignano a Mare. Por Ricardo Espinoza Lolas

El polignanesi es expresión de un modo de ser anticapitalista en tiempos de capitalismo militarizado hacendal y estúpido que avanza por todas partes de modo inexorable. ¿Cómo es posible este acontecimiento, esto es, humanos que de suyo no quieran capitalizar ni acumular ninguna forma de riqueza, la que sea? Se dice que Polignano fue una antigua colonia griega, una “Neápolis” (hay muchas “nuevas ciudades” en la Antigüedad), una “nueva” ciudad que tiene algunos milenios y esto se nota en cada esquina del pueblo a un ojo atento; además, fue una ciudad romana de pescadores ante el inmenso mar que la constituye (se pueden ver restos de la Vía Apia). Se cuenta de que está emparentada, ni más ni menos, con la musa “Polymnia”, la musa creadora de la música, la lírica y de la agricultura (también para algunos de la retórica y para otros de la historia); en todo caso, en Polignano todavía hoy su agricultura es muy importante por la calidad de sus productos. Por ejemplo, sus papas son de otro mundo, son el manjar de los dioses (no se podría hacer de buena forma el famoso plato “Patate, riso e cozze” sin esas papas). Su etimología al parecer significa “lugar elevado, en las alturas, en la cima”; una etimología que muestra a cabalidad lo que indica el nombre de “Polignano a Mare”. Es un lugar elevado sobre las grutas, rocas y murallas junto al mar.

Y si nos quedamos con el nombre y el hacer de la musa podemos entender algo muy simple, pero, a la vez, muy preciso y que indica un detalle “esencial” de Polignano, esto es, Polymnia (que su nombre significa “la de muchos himnos”) es un gesto de multiplicidades sacras, que se ve, por ejemplo, en la lira que ella ha creado, en su armonía, en su forma de retórica, en esas papas y tomates de sus tierras para comer las mejores “focacce”. Esa múltiple sacralidad musical nos muestra una sacralidad en la materialidad misma de su hacer, en la sonoridad, en la palabra, en el cultivo, en la comida, en la amistad, en la hospitalidad, en definitiva, en su saber vivir y saber morir: vida-muerte, lo dionisíaco (el santo patrono de San Vito tiene mucho de dionisíaco para el pueblo, pues los aglutina y los actualiza en una unidad de diferentes en un presente vivo). Esa materialidad sacra es un modo de ser en la distancia en medio de toda la vorágine del día a día en la que estamos sumergidos hoy como borregos que no sabemos ni escuchar al otro, menos amarnos. Polymnia, la musa, nos muestra Polignano a Mare en su bella multiplicidad material, en su sensibilidad, en sus sensaciones, en sus colores, sus sonidos, sus texturas, sus vistas, sus huertas, sus grutas, sus vientos, sus olas, sus humanos. Toda esta sensibilidad está a distancia de todo lo mundanal de la ciudad “gótica” actual que, por lo mismo, ya sucumbió al capitalismo. Una ciudad que fue engullida por un modo de vida extractivo que nos quita hasta la propia vida y nuestra dignidad y nos vuelve en sombras de vida, vampiros, zombis. Sin embargo, Polignano se sustrae a ser devorada por semejante lógica destructiva. ¿Nadie sabe lo que puede Polignano, ni los italianos, ni a veces por los mismos puglieses? No se puede domar a Polignano de ninguna forma. Todo intento por capitalizarla, por meterla dentro de una jaula de cristal, de un negocio, se destruye y se vuelve en tarea imposible de llevar a cabo. No se puede encarcelar en laberinto a Polignano, cualquier intento de hacerlo será superfluo, aunque algunos lo pretendan, no podrán. Ella siempre se mantiene a distancia, en las materialidades que la constituyen, por ejemplo, en ese azul de cielo y del mar que le cantaba Domenico Modugno, esas vistas en picado hacia las grutas o a contrapicado desde el mar hacia las altas murallas de piedras.

Esa materialidad sensitiva la podemos ver, explícitamente, en sus habitantes. Ellos están esculpidos desde Polignano mismo. Y esto se aprecia con cierta claridad en invierno, cuando hay muy pocos turistas. El viento y las olas golpean con fuerza a la pequeña ciudad marina (incluso se puede decir que ese viento esas olas son parte de la misma ciudad). La oscuridad y el frío caen temprano por sus calles y se pueden ver las siluetas que nos ofrecen las sombras vivas y luminosas de cada uno de sus habitantes. Allí mismo acontece Polignano, pues se observa, literalmente, como en un film expresionista de Lang o en un grabado de Rembrandt los contornos de ese pueblo. Se aprecia de forma nítida su modo de mirar, de caminar, de tomar un café con alcohol, de comer en una pequeña trattoria, de tomar café en algún bar de la ciudad vieja (el caso histórico), y todo esto bajo el susurrar de la ciudad por medios de esas calles de siglos y de ese hablar italiano y, a veces, en dialecto que se da por distintos vericuetos del poblado. Es un pueblo esculpido que aparece de forma clara en su modo de ser un tejido socio-histórico vivo y que se abre plásticamente al otro. Los niños con los ancianos de más de 90 años se articulan entre sí de modo muy natural, algunos carabineros con los parroquianos se cruzan y ríen y siempre charlan de cualquier cosa, todos se conocen (hasta los que tienen algún pleito entre sí se respetan) y se esculpen los unos a los otros desde esas materialidades del pueblo pugliese marino de las alturas rocosas. Todos se saben en el cuerpo en un modo humano y a escala humana para vivir, sonreír, soñar, discutir, construir, temer, politizar, amar. Y, a veces, el pueblo acontece para no hacer nada de nada, sino simplemente aburrirse y en eso mismo se da lo más humano no capitalizable de Polignano, porque de suyo indica una cierta aristocracia, una cierta distancia de sus habitantes para con todas las cosas, incluso entre ellos mismos y consigo mismo. Ellos están a distancia para poderse aburrir y así para poder crear y recrear una vida más allá de cualquier forma totalitaria como lo es hoy en día bajo el yugo del capitalismo. Una vida que se les actualiza en sus cuerpos y les retorna una y otra vez y se les afirma, más allá si gobierna Meloni o Berlusconi. Ellos dicen sí a esa vida.

Polignano a Mare no quiere ser nada distinto a lo que es desde hace tanto tiempo y lo que quiere ser es ser expresión de una musa, a saber, si Atenas se mostraba en Atenas como el faro del mundo antiguo dador de sabiduría y lugar desde dónde todo se iniciaba, Polignano como expresión de Polymnia, es un gesto de unos con otros esculpidos en la materialidad de esa tierra y que con orgullo se levantan a enfrentar sus vidas, incluso frente al capitalismo, para que no puedan ser condenados a llevar cadenas que los arrastrarían a todo tipo de laberinto. La resistencia de este pueblo a la estupidez y toxicidad de estos tiempos es tan fiera que no hay nada ni nadie que pueda doblegarlos. Ellos se determinan desde esa musa ciudad pequeña del detalle. Y por eso mismo es un pueblo acogedor. Así como la ciudad mira al Mar Adriático así su pueblo lo hace mirando al mundo entero con dignidad. Y de allí que sea un pueblo hospitalario, porque se sabe expresión de la musa encarnada en esas piedras, calles, plazas, casas, grutas y olas.

Polignano está entre Monópoli, Mola di Bari, Conversano, Castellana Grote, cada pueblo gestado a una escala humana y permanece en esa escala sin pretensiones capitalistas de acumular nada, absolutamente nada. Y Polignano emerge como una joya muy especial en La Puglia porque no solamente no pretende acumular ni capitalizar, sino que en su distancia aristocrática va dando de sí un modo humano único de ser que ilumina en esa materialidad sacra a todo a su alrededor para los que tengas ojos y oídos para ver y escuchar a un pueblo que se nos vuelve ejemplar para estos días.

Valparaíso, 12 de abril de 2023

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