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Reconstruyendo la historia, en un país que no era un oasis. Por Luis Osorio

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Observar el inicio de un gobierno a menos de un mes en que asumió, no tiene un sentido público de nivel crítico, por el contrario, hay apreciaciones vertidas por algunos(as) de quienes integran el aparato gubernamental, que hacen ver el fin de la era de los tapujos y en los que se escondían las cosas bajo la alfombra, eso como una sensación percibida en un comienzo, junto a ello se tiene la capacidad de decir las cosas por su nombre, hablando con sinceridad, forma de expresión un tanto olvidada.

Pero también, es de conocimiento, que estamos en tiempos donde los puntos de inflexión reales pueden estar comenzando como algo real. Desde el punto de vista matemático, existe el punto de inflexión cuando una curva lleva una trayectoria sobre la cual es fácil predecir la forma que va tomando, e inevitablemente, hay un punto en que se redirecciona hacia otro lado, tomando un rumbo que podría ser más óptimo, a no ser que se manifiesten fuerzas que devuelvan la tendencia a lo de antes. En lo político histórico, se trata de un punto que determina el fin del ciclo de 50 años, y da paso a un nuevo direccionamiento que puede marcar una etapa diferente.

No se trata de un proceso fácil ni libre de tensiones, ya que hay intereses comprometidos, provenientes del poder económico y reproducidos como una constante por un modelo que no tiene el interés en el bienestar de mayorías, sino con privilegios de unos pocos, en todo orden de cosas. Tal vez, la piedra angular del asunto, es la convivencia de largo tiempo, con una desigualdad extrema y el país mencionado alguna vez como de la desigualdad más acentuada a nivel mundial.

Se trata de un fenómeno que repercute en calidad de vida, falta de oportunidades; carencias extremas; sistemas de salud, educación y previsión, altamente injustos, categorizados como negocios y donde los sectores mayoritarios de menores recursos no tienen acceso. Se pregona libertad, pero ésta no tiene el alcance de un acceso masivo al bienestar.

Nunca estará demás, ubicarnos casi 50 años atrás cuando se iniciaba la dictadura y se imponía un modelo determinante en grandes injusticias sociales, y fruto del ejercicio de una violencia desmedida, que nunca ha tenido en el futuro post año 90, un paralelo violento similar.

Sin embargo, al ver las consecuencias en lo más reciente tanto en época de estallido social como en tiempos de pandemia, es claro la ausencia de las intenciones de remodelar y crear un opuesto, con beneficio efectivo de mayorías.

No hubo transformaciones sustanciales de oportunidades de base, que se tradujeran en una realidad social diferente del hecho de convivir en una pirámide, conducente a un escalamiento, hasta llegar al extremo del 1% más rico.

Prevaleció el aferrarse a cargos, en que se era parte de decisiones, que sólo tenían la intención de aferrarse al poder y los beneficios que ello otorga, ese es el tránsito por un mundo, diferente al mundo opuesto donde se levanta la postergación.

Así, coexistiendo mundos diferentes, el más alto se va abriendo paso acordando la permanencia de un estado de cosas, a través de un statu quo, que requiere de tranquilidad, de estabilidad, y en que el tiempo haga que la violencia inusitada que marca la sociedad del país actual, sea olvidada y no deje rastros.

El otro mundo es opuesto y por su condición de vida, carencias esenciales de oportunidades repercutiendo en su desarrollo, tiene mayor cercanía con la situación de origen, en que hay una acción extrema y a la que se visualiza o se le palpa como condicionante del estado actual sustentado en un modelo sin variación. Se trata de una acción, pensando en los inicios del gobierno militar de consecuencias negativas, y que deja latente por consecuencia de un tiempo excesivo, la acumulación de rabias y la existencia de reacciones, que puede en ocasiones alcanzar grados de violencias, pero ninguna comparable a los hechos derivados del golpe de Estado.

La existencia de esos mundos que sumados forman un país, no dejan de ver las responsabilidades de lo que se ha visto en los últimos años, en que muchos efectos negativos, se podrían haber evitado. El haber transitado al opuesto de la desigualdad, bajo un concepto de convivencia diferente habría producido el efecto de un país grato de habitar, con la condición que la movilidad social si es que los recursos son limitados, debe operar en dos sentidos, creciente y decreciente.

Requiere lo anterior un análisis por parte de quienes fueron asumiendo posiciones en las cuales se tomaban decisiones y tenían acceso a interesantes ingresos provistos por el estado, de las acciones no realizadas sobre las oportunidades favorables que tenían en su posicionamiento social y la conciencia de las oportunidades que otros del mundo diferente, no eran materias de observación. Un país basado en subsidios o apuntalado con pilares, tiene una debilidad inmensa en lo social.

Con lo anterior, se trata de relevar situaciones como la violencia manifestada a consecuencia de una causa no resuelta en los tiempos debidos, enraizada en la violencia proveniente de casi 50 años, y que se levanta por desesperación combinada con rabia.

No se trata de una justificación de la violencia ni un acuerdo con su ejercicio, pero es un llamado de atención de si frente a la historia se actúo en forma debida, para que de manera proactiva hubiese habido un acercamiento de mundos, dentro del país, mediante la construcción de una patria justa. Esto lleva a una reflexión, que permita marcar hitos acelerados y reconocidos en las decisiones, a modo de reparación.

Podría haber sido una educación a la altura de los mejores colegios del país, con todos los recursos que ello implica; los mejores recursos para las atenciones de salud pública; y recortar por otros lados del presupuesto de la nación, en los cuales ha habido escándalos financieros.

Se trata en estos días, de un gran entendimiento, pero no de esos típicos que parten con acuerdos entre pocos. Lo primero es el desarrollo de una convicción de la responsabilidad que le cabe a cada uno en el estado actual de cosas, las graves dificultades que se generan cuando están presentes formas de vidas tan disímiles; y tener la noción, que dentro la desigualdad con el sentido de un distanciamiento social, el lugar donde se encuentra cada uno y el porqué de una diferencia tan acentuada. La reconstitución de la historia ayuda mucho a la comprensión de hechos, entendiendo a su vez que las formas de actuar son el efecto en ocasiones de realidades marginales que estaban ocultas. Esto es lo que debe marcar futuro, reconstituir escenas para que no se vuelvan a repetir los errores de un estilo de convivencia no deseada y llegar al medio siglo, con una proyección de cambio de época real. Cuando queda mucho por hacer, inevitablemente es porque no se quiso reaccionar a tiempo y el recuerdo a los consecuentes, no se hacía desde la consecuencia.

Respecto al oasis, era una figura que sólo estaba en el imaginario de Sebastián Piñera, casi como una isla privada ubicada en un país que no conocía.

Por último, cuando se habla en este artículo de violencia, es la que tiene fines políticos y que determina en forma dictatorial por un largo plazo, sin opción de cambio, las condiciones sociales de muchas y muchos, con un beneplácito hacia los principios fundamentales de la derecha, impuestos y acatados por sobre las grandes expectativas que se fueron esfumando por más treinta años.

Los tiempos cuando se vislumbra una posibilidad de transformación, recién comienzan.

29 de marzo de 2022

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