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Reflexiones abiertas a propósito del espectáculo de los dirigentes opositores. Por Manuel Délano y Mauricio Rodríguez

0.- Contribuir al debate. Escribimos este sencillo texto como resultado de una conversación entre amigos, al calor de los resultados de las elecciones del 15 y 16 de mayo, anhelantes de un cambio social en favor de la mayoría ciudadana, convencidos de que este solo puede provenir de la unidad social y política amplia del pueblo. Sin embargo, compartimos la desazón por los sucesos ocurridos en la oposición el día en que debía inscribir candidaturas para las primarias presidenciales. Nos preocupa lo sucedido porque pese a las sistemáticas señales emanadas desde la sociedad, no se logra articular la alianza que se requiere para procesos mayores, capaz de triunfar en noviembre y de contener amenazas tanto a las transformaciones como a la democracia misma, entre ellas, el populismo autoritario.

1.- Palabras sacan palabras. El lenguaje ofensivo de casi todas las partes en conflicto del centro y las izquierdas fue, en especial, para justificarse frente a sus propias bases, y refleja que pesa más el interés de fortalecer sus propias filas que el de construir la plataforma común y amplia que reemplace el modelo neoliberal. Refleja, de paso, que el legado de Humberto Maturana (civismo, colaboración, reflexión y cuidado del otro y la otra) está lejos de formar parte de la práctica y cultura política de muchos de quienes en dichos sectores se declaran sus deudos.

2.- Hoy por ti... El PS se atreve a arriesgar su alianza estratégica con la DC pero no con el PPD, un partido que surgió desde sus filas con carácter instrumental y provisorio que se hizo permanente, incorporando en su cultura algunas de las aristas del pragmatismo que impone el modelo neoliberal, con nociones valóricas progresistas que procuran rellenar el vacío ideológico generado por su instrumentalidad. Sin embargo, las bases socialistas situadas más a la izquierda que su directiva presionan para que el partido se escore hacia posiciones más avanzadas.

3.- El pueblo donde está. En la ceguera de la fratricida política progresista toda, no se sopesa el potencial de la embrionaria articulación de los movimientos sociales que entra en la disputa del poder político. El actor que emergió en las calles en octubre de 2019 y se estrenó exitosamente en las elecciones, ahora observa con interés propio los comicios parlamentarios y presidenciales. Alguien con vocación de cambios estructurales no puede ignorar a esta “oposición social”, aunque aproximarse a ella desde la política formal no podrá ser con vocación de vanguardia, sino que desde el respeto.

4.- Pragmatismo, primo hermano del oportunismo. La DC bajó a su candidata Ximena Rincón por su rendimiento en las encuestas y no solo por presión de sus aliados. Confían en una nueva carta. Como Michele Bachelet en el pasado, Yasna Provoste emergió sin nominación, fue detectada por la opinión pública y socialmente posicionada en las encuestas. Su captura por una coalición parcial la debilitaría. Además, su evaluación dependerá también del destino de los “mínimos comunes” que negocia con el gobierno, un interlocutor pedregoso por su condición de irrelevancia y derrota.

5.- La soberbia es mala consejera. En el FA, integrado por varios partidos, se reproducen algunas de las pugnas que hay dentro del PS. Es misión de sus dirigentes superar estas disputas para no hipotecar la posibilidad de un edificio unitario opositor, al menos de izquierdas (en plural), que se pondrá a prueba en pocas semanas en la segunda vuelta de las elecciones a nivel de gobernaciones. El PC, que en el pasado negoció como minoría, deberá hacerlo ahora con una eventual hegemonía.

6.- El adversario es el modelo neoliberal. La crisis no es insalvable, por más que los medios de comunicación intenten ahondarla. En dictadura, los partidos de oposición salvaron diferencias muy superiores entre ellos, aunque los de hoy no son los mismos que los de entonces y los tiempos del heroísmo quedaron en el pasado. Pero algunos se comportan sin considerar la resiliencia empresarial de la derecha, que inscribió ordenada sus primarias. Tampoco existe el principal factor de unidad opositora de los años 80: Pinochet. Peor aún, actúan como si el adversario estuviese dentro de la propia oposición.

7.- La fruta todavía no madura. El espectáculo de los dirigentes políticos constituye un aliciente más para no cejar en el anhelo de cambiar el modelo. La unidad opositora, si se concreta con todos sus actores, no termina de madurar, a pesar de los resultados electorales. Y todavía tiene pendiente el desafío más complejo: ganar la confianza de la “oposición social” para hacer una nueva constitución y ejercer un gobierno que socialice la política, democratice la economía y universalice los derechos humanos.

8.- Para construir una sociedad mejor... Frente a la entropía opositora hay una filosofía política chilena original y universalmente estimada, disponible para orientar la práctica de las izquierdas. Uno de sus pilares es la vocación de transformación social profunda para hacer de Chile un país más justo e inclusivo. Otro es la democracia como ecosistema intransable en el avance de ese proceso de cambios. Y el tercero, la gradualidad genéticamente presente en la cultura política del pueblo chileno. En esas claves, los liderazgos socialmente más apreciados serán aquellos que estén a la altura, imbricados con la sociedad, transversales, colectivos y dispuestos a transitar a pie, junto al pueblo, por las grandes alamedas.

Manuel Délano, periodista Mauricio Rodríguez, sociólogo.

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