Tomando once y conversando de geopolítica. Por Lucio Cañete Arratia
Chile cuenta con 4,8 millones de menores de edad que dentro de un par de décadas tomarán decisiones en diferentes ámbitos, siendo menester educarlos para que en geopolítica tengan mejor desempeño que las generaciones precedentes. Una vía para ello es aprovechar las enseñanzas de obras literarias que muestran las relaciones de poder entre los humanos y la geografía que ellos ocupan o que pretender ocupar.
Los resultados netos en diferendos territoriales durante escenarios de paz han sido históricamente desfavorables para los intereses chilenos. El Canal Beagle y la Laguna del Desierto con Argentina más la Diagonal de Alta Mar con Perú, son algunos ejemplos de conflictos recientes donde nuestro país ha perdido partes del territorio nacional que reclamaba como enteramente suyas.
Para que estas derrotas no se repitan a futuro, donde ya hay situaciones pendientes como Campos de Hielo Sur, es necesario entre otras acciones, fortalecer el capital intelectual de los chilenos en asuntos del control sobre su espacio geográfico. Una vía para ese logro es preparar al segmento infantil que en escenarios venideros deberá poseer una educación acorde a la condición geopolítica de Chile para así responder de manera inteligente ante ambiciones de otros Estados.
Dicha educación puede tener un componente informal, no premeditada y extra-escolar que se observa en juegos de dominio espacial tales como competir en el tablero del Gran Santiago, armar una casa en un árbol, construir un castillo de arena en la playa, levantar un fuerte en el living y otras actividades vinculadas a “ganar puesto”.
Otra manera ya más explícita que puede implementarse tanto en el colegio como en el hogar, es recurrir a las obras literarias que de manera conspicua o críptica muestran algunos fenómenos de control sobre la geografía. En efecto, considerando a la literatura no sólo como portadora de información sino como promotora de la imaginación y de la reflexión, se pueden encontrar interesantes relatos geopolíticos en obras extranjeras y chilenas, todos útiles para los menores de edad de nuestro país.
Dentro de las primeras obras están las aventuras que son parte de la Literatura Universal las cuales contribuyen a desarrollar la resiliencia en los niños ante la hostilidad geográfica tal como el cuento de Hansel y Gretel y la novela de Robinson Crusoe. En el cuento de hadas de la tradición alemana, aquella original y no la “suavizada” de principios del siglo XIX; los dos hermanos son expulsados del hogar por sus padres debido a que dichos progenitores por restricciones económicas no podían mantenerlos, viéndose estos niños obligados a sobrevivir en un bosque lleno de incertidumbres. En la novela, Robinson Crusoe es un solitario náufrago quien gracias a su ingenio es capaz de manufacturar diversos implementos que facilitan la conquista de la isla que en un principio para él era desconocida.
También dentro de la literatura universal destaca el Primer Viaje de Gulliver con clara metáfora a los conflictos entre Estados por asuntos territoriales donde el protagonista es conminado por los políticos del isleño país llamado Liliput para anexar al país rival denominado Blefusco, cuyo rey luego de acogerlo intenta convencerlo de que actúe como herramienta de guerra contra los liliputienses.
No tan antiguos son los aportes desde la ciencia ficción con aquellos relatos en que por medio de tecnología inexistente pero probable, los humanos transforman el estado indeseado de su geografía en otro más cercano al ideal. Dichas fantasías del control territorial actúan como un simulador donde el infante conoce los efectos de diferentes acciones en distintos escenarios, entrenándolo para que imagine situaciones adversas que en su propia realidad deberá responder. También dentro de este género existen guiones que no sólo estimulan a sobreponerse ante amenazas de un espacio ya ocupado o que pretende ser arrebatado por otros, sino que invitan a apropiarse de lugares distantes cuyo único atractivo es lo desconocido, tal como explícitamente lo declaraba la abertura de la serie de TV estadounidense conocida en Chile como Viaje a las Estrellas: “El espacio... la última frontera, estos son los viajes de la nave espacial ’Enterprise’. Su misión de cinco años: descubrir nuevos extraños mundos, buscar nuevas formas de vida y civilizaciones, ir a donde ningún hombre ha llegado jamás”.
Por otra parte, en la literatura chilena se tiene un catastro con rasgos geopolíticos tan amplio como diverso en todos sus géneros. En el cómic de la revista Mampato por ejemplo destaca La Rebelión de los Mutantes (Themo Lobos) cuando un grupo de seres se rebela en contra de sus opresores derribando el árbol gigante donde esclavos y tiranos vivían. En el folclore está el ancestral relato sobre poblamiento de Isla de Pascua cruzando en embarcaciones de madera miles de kilómetros del océano Pacífico desde una lejana Polinesia. En el neo-folclore se puede prestar atención a la letra de la canción intitulada Bajando pa’ Puerto Aysén (J. Bernales y D. Barros) que narra como un grupo de arrieros gracias a la solidaridad llevan de mejor manera su rutinaria tarea en la adversidad meteorológica. En la lírica popular se puede encontrar, también como ejemplo, a Los Carasucias (Luis Venegas) que relata la trayectoria temporal de la apropiación de un barrio como unidad territorial.
Dentro de los grandes escritores está Gabriela Mistral con su inmortal Todas íbamos a ser reinas (Tala, 1938) que describe intentos de reinos como metáforas de fallidos controles sobre la geografía humana. También se tiene a Vicente Huidobro con El paso del retorno (Amargo, 1946) exponiendo su desafiante estrofa de pretensión de dominio espacial: “Guiado por mi estrella con el pecho vacío y los ojos clavados en la altura, salí en busca de mi destino”. Para terminar con los ejemplos se puede citar a Pablo Neruda con El bosque chileno (Confieso que vivido, 1974) y la genial oración de quien no ha tenido la oportunidad de advertir ese ecosistema único en el mundo “no conoce el planeta” y por ende no puede subordinarlo.
Se propone entonces aprovechar la literatura, en especial la producción chilena que como expresión insigne de nuestra cultura, ofrece una riqueza hasta ahora no explotada en variadas obras para desde la cotidianeidad desarrollar desde temprana edad el interés y preferentemente las capacidades de control del territorio nacional por parte de los chilenos y chilenas.
Lucio Cañete Arratia
lucio.canete@usach.cl
Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile