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Un proceso con bordes bien definidos. Por Luis Osorio

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Al contrario de lo que se podría pensar, ser político no necesariamente implica ser militante, aunque la trayectoria de vida no reniegue de una etapa de militancia activa, pero inexorablemente la historia es dinámica y el tiempo diluye las esperanzas, y luego vuelven a surgir en forma inagotable.

Más aún la convicción ya sea fuera o dentro, no varía sustancialmente, pero se pone en juego la falta de coincidencia con métodos, formas de observar las cosas y quedando la necesidad de realizar un aporte a la sociedad desde otro plano, sin ubicarse en la acera opuesta. En esas condiciones se adquiere la característica de independiente, pero con una continuidad de seguir preocupado por alcanzar una nueva sociedad como un imperativo ético y el pensar en mayorías.

Se adquiere una visión ciudadana distinta al que se aparta definitivamente o de quienes nunca han tenido interés en estos temas.

Es un mundo de independientes que observa, celebra si es que hay motivos, sabe buscar espacios para seguir vinculado y puede llegar a engrosar un número mayor que llegado el momento de los comicios les abrirá las puertas a determinados candidatos o candidatas, para que lleguen a sus puestos de representación, con la perspectiva de un mundo mejor, que no siempre tiene respuesta.

Lo principal es que no se es ajeno al acontecer, y si en tales condiciones se es tomado en cuenta, las transformaciones a las que se ha aspirado por largo tiempo, ya se habrían alcanzado, el ejercicio de pensar en las características de una sociedad diferente, se tornaría más interesante al no estar involucrado en un rodaje que haya que asumir rápidamente un actuar en un esquema de acción y reacción con un cúmulo de cosas, en que se puede perder el norte inicial, y en lugar de jugárselas por transformar se termina siendo transformado. Este fenómeno, pasa a ser una síntesis de varios años de postergación.

Los acontecimientos del siglo XXI en la política nacional se van articulando de tal forma en que hay hechos concluyentes y de repercusión en lo actual, que han marcado una cuestión tan fundamental como lo es el proceso constituyente.

Hay una esencia de tiempo extendido, desde el año 90 en adelante, se han producido avances de un país que progresa, pero lo hace conviviendo en una gran desigualdad, que el estallido que estará plasmado con letra grande en la historia, nos lo hizo saber.

Pasaron muchas cosas pero se evidencio aquella directriz y doctrina, de un apego profundo a lo invariante en términos estructurales y que hace observar lo crucial, representado en el significado de la extensión de lo ideado en dictadura, y que hasta el día de hoy de manera inevitable tiene una Constitución de respaldo, la del 80.

Así, en rigor la esencia no se ha terminado y se han esgrimido conceptos erróneos cuando no se ha tomado el peso, de que no hemos vivido en democracia, ya que está es mucho más que el sólo hecho de concurrir a sufragar cada cierto tiempo, la huella del pasado no se ha borrado. Es importante la comprensión de ello principalmente por parte de la juventud, sobre todo los nacidos del año 90 en adelante no pueden vanagloriarse de haber nacido en democracia.

Así los acontecimientos del siglo XXI, se deben comprender desde un punto de vista que han estado los plazos demás para haber partido por un ejercicio de pensar un modelo distinto y por tanto una sociedad diferente, y luego siguiendo la fase de construcción de lo que estaba en el pensamiento y hoy ya estaríamos con resultados traducidos en justicia social y todo lo que realmente puede constituir esa llamada patria justa que sólo es un imaginario. Hemos sido en momentos ingenuos, cuando se instaura el sistema electoral con la inscripción automática y el voto voluntario, y percatarse que alrededor del 50% de los habilitados para votar concurrían a las urnas, la primera reacción podía ser cuan preocupados estarían los sectores políticos con ese nivel de votación, sin embargo, les acomodaba por tener un control sobre mayorías relativas.

Aquellos que al término de la dictadura, asumían la responsabilidad de algo supuesto como lo era borrar las directrices dictatoriales, al final resultó que ello nunca ocurrió, y les daba lo mismo ser nominados como el mal menor, marcado signo de soberbia que se prolonga en el tiempo.

Transcurridos 20 años desde que partía la concertación, se le entrega el gobierno a Piñera representante de la derecha y personaje caracterizado por ser uno de los más ricos del país. En esos cuatro años, no existió una observación de análisis y cuestionamiento de qué habían hecho mal, para entregar el gobierno a los supuestos adversarios y por añadidura una reflexión sobre nuevos rumbos. Algo que no se menciona, es que la acción de statu quo administrada por la concertación tenía la componente de negarse al cambio estructural.

Y cuando en períodos alternados se repiten los nombres de los presidentes, acaso no constituye ello una falta de oxigenación de la política que cierra el paso a nuevas personas. O es que prima una actitud de egocentrismo. Llega así, una mirada a los procesos constituyentes, en el cual ya estamos en la versión -3.0.

Partiendo por el proceso del período 2006 – 2009, totalmente alejado de un momento de crisis, se trató de una instancia con apariencia participativa en la cual se asistía a Cabildos, pero la metodología que desembocó en una sistematización de contenido, tenía un nivel de restricción, proponiendo temas sobre los que se quería captar ideas, restringidos a libre disposición de los asistentes, a una conversación sobre tres de ellos y luego de un intercambio de opiniones, se tomaban las notas correspondientes y el Cabildo se daba por finalizado.

La coalición gobernante, con dos almas en su interior, estaba compuesta de manera decidida por quienes eran contrarios al cambio de la constitución. Finalmente en esa trama ya parte de la historia, se diluye en dos candidaturas a la presidencia, y a pesar del quiebre con vistas al futuro, todos los altos funcionarios de lo público permanecen en sus cargos hasta el final. En lo constitucional finalmente no se llega a nada, que pudiera haberse convertido en una nueva carta magna, se trataba de la versión -1.0.

El capítulo siguiente de la historia, que ya no es parte de una lectura del tiempo en que va sucediendo, sino representa un ciclo cerrado que tiene sus orígenes con el estallido social de octubre del 2019, que para muchos era algo inminente que se iba a producir, a semejanza de un volcán que comienza a tirar humo y finaliza en una erupción de magnitud. Fue un acontecimiento de incomodidad para la derecha, la concertación y los poderes económicos, ya estaba en riesgo su modelo sigilosamente elaborado.

Así, era preciso para la derecha elaborar rápidamente una estrategia que desviara la atención sobre el estallido, permitiera la continuidad del gobierno de Piñera y se diera por iniciada la proyección a 50 años en un momento cercano al año 2023.

Surge el acuerdo por la paz del 15 de noviembre del 2019, y logran atraer la atención de la política iniciando un proceso constituyente, pero siempre acrecentando o manteniendo el desprestigio de la llamada clase política, a la cual le da lo mismo la recomposición de confianzas. El proceso tuvo a lo menos tres partes que tiene componentes fuera de lo racional y una de ellas resulta totalmente explicable, en el momento cuando el ciclo constitucional termina con el triunfo del rechazo el 4 de septiembre de 2022.

Se parte con un voto en el plebiscito de entrada, donde quienes votaban rechazo, podían pronunciarse sobre el mecanismo de redacción de la constitución; ya aprobada la realización del proceso constituyente y el mecanismo a utilizar, había aspectos del mismo proceso que aún no estaban resueltos, participación de pueblos originarios y paridad, por tanto, una figura temporal de cheque en blanco; finalmente plebiscito de entrada con voto voluntario y el de salida con voto obligatorio. Cuando se acuerda con la derecha es la derecha la que gana.

El último elemento del párrafo precedente es el que tiene mayor relevancia en cuanto a estrategia utilizada por la derecha y los poderes dominantes. Tenían y tienen la articulación de llevar adelante campañas bajo condiciones de voto obligatorio en el cual no tienen que andar en búsqueda de electores, sino que todos son sujetos electores y recurren en forma más expansiva a la campaña del terror, a los medios de comunicación con producción de espacios muy influyentes, despliegue total en redes sociales de todo tipo, y la concurrencia de instituciones privadas como las Instituciones de Salud y Previsionales que intervienen en forma abierta y en forma mucho más anticipada del tiempo que se establece para la realización de campañas. Más aún, hay algunos profesionales, no todos, que se salen de límites éticos e incorporan en el ejercicio de su profesión, elementos de influencia que antes no se observaban, en la forma en que se expresaban los derechistas, todo esto obedece a las reglas del juego.

Ambientación perfecta para el triunfo del rechazo, totalmente claro que los pasos tácticos iban a resultar, un análisis en el transcurso de los hechos no llevaba a algo diferente de lo que sucedió, es un país construido de esa forma con democracia aparente pero que no es tal, donde no hay cabida para confrontarse en equilibrio y visión de sociedad justa.

La versión en curso del proceso constituyente -3.0, no escapa de lo sucedido con anterioridad, y se aleja de una carta magna construida por el pueblo o en términos de siglo XXI por la ciudadanía. No está presente el concepto de que no se trata de la formulación de una ley, sino que debería ser la norma de una nueva sociedad con la idea de la casa de todos que siempre ha sido un engaño.

Es un proceso lejano y distanciado de los ciudadanos, pero que a quienes fueron elegidos con alrededor de un 50% del padrón electoral, tienen la desfachatez de involucrar a todos los electores, en un proceso que parte viciado con dos poderes constitutivos internos, que son impuestos por un puñado de personas, y comparativamente en proporción a lo que fue la redacción de la constitución del 80, en relación con la población del país, puede ser un grupo mucho menor.

Esta nueva versión del proceso no representa una democracia protegida sino una similitud y continuidad de un modelo político pensado en dictadura, como doctrina elaborada para el largo plazo provisto de un plan B.

La presente columna no es un análisis del accionar del actual gobierno y sus intenciones, pero refleja una debilidad profunda el observar sectores que ni siquiera deberían ser parte del gobierno al que se le dio el voto, la esencia de la unidad es la sensibilidad, el entendimiento de sociedad bajo una visión común en lo medular y el darse cuenta de quienes prolongaron un cambio constitucional por décadas, y por el mismo tiempo profitaron del modelo adaptándose a pies juntilla. La unidad es consecuencia de una trayectoria histórica con fines claros y coincidencias esenciales, los que han comenzado hace menor tiempo deben asimilar esta visión, ya con la unidad plasmada, viene el diálogo y los acuerdos enriquecedores. En la vereda del otro lado así se ha entendido y de esa forma han triunfado, aunque hayan ido en desmedro de las mayorías e imponiendo poder.

Los bordes actúan como zanjas, y ya se sabe quienes son de la idea de poner zanjas en las fronteras, esta vez en lo constitucional. Lo que podemos haber observado como una posibilidad de alcanzar una democracia real, está mucho más alejado que cuando se promovió el proceso constituyente -2.0. Es necesario reconstruir esperanzas, que no se pierden, sólo se transforman, pero por la traza del proceso constituyente, éstas no son de un alcance cercano. Son las nuevas generaciones las que tienen que sopesar las cosas en su real dimensión, la deuda histórica va más allá que la de los profesores, es extensiva a un período no menor.

Los caminos trazados son estrechos para el elector, ya que en el voto también habrá una expresión de desacuerdo con el proceso en su totalidad, y que entrabarse en una discusión no llega a ningún lado, cuando no se puede defender lo indefendible, y las decisiones fueron tomadas desde cúpulas y de manera transversal. Hay intentos de que Chile siga durmiendo y dejar atrás el país que despertó.

31 de enero 2023

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