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Un racconto antes de la partida de un nuevo ciclo. Por Luis Osorio

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En momentos que es mayoritariamente la juventud, la del cambio generacional que da la partida a un nuevo gobierno, y la proyección de un futuro promisorio, del cual, si nos ubicamos en 30 años más, probablemente no alcanzaremos a ser parte, es conveniente efectuar algunas reflexiones que representan interpretaciones históricas, que en ningún caso deben ser elementos obstaculizadores ni constituir trabas para lo que viene.

Las miradas pueden diferir por la cantidad de años que se lleva atento a la política, por el sentir de que expectativas valerosas no fueron tomadas en cuenta y el considerar que los rumbos que se marcaban en períodos eleccionarios, no eran coincidentes con la realidad.

Cercano al mundo tecnológico, en la actualidad están los términos de realidad virtual, o el de realidad aumentada. En lo político, adquiere relevancia el plasmar un concepto de realidad objetiva, que, marcada por el paso del tiempo, si no se tiene en cuenta, puede jugar en contra.

Nunca está demás, aunque en esta oportunidad en forma más breve, mirar hacia atrás, por sobre esos consejos que en ocasiones provienen de quienes no tienen una buena carta de presentación en la trayectoria pasada y de consecuencias en el hoy.

Cuando se observa en la región del Bío-Bío, una ruta bien pavimentada con gran presencia de transporte de apoyo a la actividad forestal, dejando de lado la actividad pesquera de antes, se recuerda la cifra de 500 años y se hace una relación con la forma en que se ha obtenido la propiedad de las tierras en tiempos modernos.

Si se trata de ir a los 30 años, de los cuales latamente se ha hablado a consecuencia de los hechos del 18 de octubre del 2019, no hay espacio para negar la situación social de fondo que lleva a hechos de este tipo, y tampoco para la evasión de responsabilidades.

Al afirmar que el promedio de edad de los ministros, es de alrededor de 45 años, algunos bajo la media y otros sobre la media, pero con una dispersión estadística más cercana a ese valor, estamos observando que la representación máxima del gabinete como grupo etario, son nacidos con posterioridad al 11 de septiembre del 73. Ello no significa que no tengan conocimiento de la historia del país del cual se están haciendo cargo, pero sí podrían tener en algo sustancial una apreciación diferente, lo normal en la interpretación de la historia y que el tiempo contribuye a aclarar.

Se trata de la contraposición entre dictadura y democracia, que permita delimitar el término de la primera y la consagración de la segunda.

También, hay una lectura que se encuentra enraizada al modelo dictatorial, y en el cual el beneficio individual produce ópticas diferentes para conceptualizar lo vivido y el distanciamiento social entre las personas, materializado en aquello indiscutible que es la desigualdad.

El período transcurrido entre el año 1973 y el año 1989, fue bastante difícil, y en condiciones muy adversas se reunían grupos a realizar un ejercicio intelectual y político, bajo la temática de cómo debía ser Chile al retorno de la democracia. Para ello había mucho análisis, elaboración, imaginación y convicción, todo lo cual daba lugar a expectativas, en esos años de un futuro distinto. Hoy ya somos parte de ese futuro, y podemos apreciar y vivir los resultados.

En esos términos, la democracia pasaba a ser el antónimo de la dictadura, con repercusión natural en un tiempo razonable, atendiendo a ciertos factores económicos iniciales, al reemplazo de las estructuras diseñadas durante el gobierno de Pinochet, incluyendo el tema de una nueva Constitución. Pero en ocasiones, lo hechos transcurren sin saber por qué hubo tanta falta de voluntad, aunque respecto a ello rápidamente se tiene una respuesta, que es el logro de una posición de privilegio para lo que no existe un tacómetro y prima el ser individual.

Así, se aprecia una señal de la realidad objetiva, que hace pensar no haber llegado en ningún momento a un estado democrático, que no está marcado por el hecho de elegir autoridades, es de mayor significado y profundidad. Este racconto, se va articulando con la esperanza del nuevo gobierno, que coincide con el desarrollo del proceso constituyente y podría representar el primer hito de la reconquista de una democracia real.

Ese tiempo de lo que para algunos constituía la democracia plena, estuvo lleno de injusticia y juegos semánticos, sólo con referencia en dos conceptos: la calidad de la educación y la dignidad.

En primer lugar, se trata de producir una confusión al momento de entregar definiciones precisas alrededor de estos ámbitos, pero no se tiene en cuenta la objetividad. En algún momento, más de un ministro de educación ha sido parte de una decisión del lugar en el cual se van a educar sus hijos, por tanto, en ese acto de decisión funcionan parámetros claros del concepto de calidad, que, por supuesto no es la que han llevado al sector público de la educación, receptor de lo que viene de la parte vulnerable de la población. Se interpone en materia de oportunidades, la diferencia socioeconómica.

Durante la época de estallido social, un ex presidente de la república, hacía referencia a que la dignidad no era un término fácil de precisar. Un ejercicio análogo al anterior, puede servir para aclarar, auto reflexionar desde la concepción de ser o haber sido autoridad, respecto a sí se tiene una vida digna. Luego, restar todo lo que pueda ser superfluo y replantearse, si en esas condiciones se sigue teniendo una condición de vida digna, ahí está la respuesta de esa condición de vida.

Pero cómo conseguir el estado de vida digna, bajo una presencia de deberes y derechos. Impregnar calidad a la educación y que eso tenga efecto en el ejercicio de la actividad laboral, de la mano de obra barata, pasamos a la mano de obra calificada, y así comienza el ciclo por este lado.

Se requiere, además, una actitud diferente y una conciencia humanizada. Eso no se observa en el actual presidente que, al parecer, se desdobla en el “servicio público” y el otro personaje ubicado en el 1% más rico. Resulta extraño, que haya obtenido una fortuna tan alta con 16 años consagrados al servicio público, 8 como senador y 8 en dos períodos presidenciales. Desde su individualidad alineada al modelo imperante, le debe resultar algo normal. Hechos que no se condicen con la esencia de la justicia social.

Así, es grande el desafío para el nuevo gobierno por cuanto en lo estructural hay un arrastre grande, de temas que deberían estar resueltos desde hace mucho rato.

Un ciclo nuevo, inevitablemente obliga a examinar el ciclo anterior aún con interpretaciones distintas y ello no importa, aunque sí hay que tenerlo en cuenta por lo importante de sentir que la historia se construye e importa de manera sustancial. Y, sobre todo, la convicción de la necesidad y urgencia de un futuro distinto, donde el principal indicador es el beneficio de mayorías, que es consecuente con la construcción de una democracia. Los jóvenes no tienen la culpa de lo que no se hizo, pero sí tienen la responsabilidad de lo que se va a hacer.

Sería muy trascendente, conquistar está vez la calle de manera diferente como ocurría hace décadas, en que se celebraba las intenciones iniciales de un gobierno y también, los momentos en que se iban obteniendo logros. Imagino una marcha dominical, en familia, celebrando un avance sustantivo en educación o en salud.

También imagino el hecho de escuchar a Violeta Parra, y darse cuenta que el sentido social de lo que manifestaba en los años 60, ya fue atendido y sólo tiene vigencia en los recuerdos. Concluir diciendo Me gustan las/los/les estudiantes… la canción sigue y también se escuchaba el 2006 y el 2011, los actores son los mismos sólo que con el paso inexorable del tiempo, crecieron y tienen mucho por entregar.

25 de enero de 2022

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