“A escala mundial, Australia es el mayor emisor de gases de efecto invernadero por habitante, recuerda el profesor Mark Diesendorf, codirector del Instituto de Estudios del Medio Ambiente de la Universidad de New South Wales, Sydney. Si este país consigue reducirlos, los restantes países desarrollados se verán obligados a hacer otro tanto; ya no tendrán ninguna excusa para no actuar.
Australia dispone de todos los medios económicos y tecnológicos para enfrentar estos desafíos. Es decir que es un Estado clave, que puede convertirse en ejemplo. Y estamos en un punto de inflexión.” Diesendorf agrega que, lamentablemente, las esperanzas que había puesto en el nuevo Primer Ministro laborista Kevin Rudd fueron defraudadas.
Efectivamente, el año 2008 estuvo marcado por el cambio de orientación de Rudd, olvidadizo de las promesas que lo llevaron al poder, en octubre de 2007, tras once años de mandato del liberal John Howard (1996-2007). El 15 de diciembre siguiente, Rudd anunciaba que Australia fijaba un índice de reducción de los gases de efecto invernadero de 5% respecto al año 2000, en tanto “planeaba” llevarlo a 15%. Por otro lado, el informe sobre la tasación de las emisiones de gases de efecto invernadero (Emissions Trading Schemes; ETS), remitido a fines de octubre por el economista Ross Garnaut, recomendaba una disminución del 25% de aquí a 2020, es decir, una tasa de 450 ppm a partir de julio de 2010...
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